Claudia Rodríguez: “Hacer preguntas para que todas se sientan convocadas a responder”

Claudia Rodríguez: “Hacer preguntas para que todas se sientan convocadas a responder”
19 octubre, 2022 por Vir del Mar

Guarda en su voz la suavidad de un canto marítimo, su piel es de espuma. Nos recibe en una casa que no es la suya y, sin embargo, se sienta en un sillón y nos ofrece su hospitalidad en la mirada y en las palabras. Claudia Rodríguez visitó Córdoba para presentar su nuevo libro «Para no morir tan sola», de la mano de la editorial local Té de Boldo, Emosido Engañado y Espacio Furia Mariposa. En esta entrevista, nos guía la luz de la pregunta en medio de la bruma, ¿sobre qué tenemos que hablar las travestis?

Por Vir del Mar para La tinta

—Si alguien tiene el tupé de no conocer a Claudia Rodríguez, ¿cómo te presentarías? ¿Qué les dirías de esa tal Claudia?

—Mira, esa tal Claudia es una activista principalmente. Una activista travesti. Tengo 54 años y llevo más de 30 haciendo activismo. La escritura comenzó a aparecer porque estaba en la organización, en esa época, LGBT y la T pasaba desapercibida. No tenía voz, no tenía discurso, no tenía temas y entonces se dieron algunas circunstancias donde esta invisibilidad comenzó a frustrarme y yo dije: “Aborto de la organización gay”. Decidí hacer un activismo autónomo, pero feminista, y entonces empecé a escribir sobre la posibilidad de que nosotras tuviéramos una historia propia. Ya los gays tenían la suya, las lesbianas estaban construyendo su historia en Chile, en Santiago, y entonces yo me di a la tarea de aportar la posibilidad de construir una historia travesti en Chile. Y la escritura servía para eso. Había temas que no podían hablar los gays, ¿ya? Como, por ejemplo, la prostitución o la explotación sexual, las transformaciones del cuerpo, la historia con los amores y la sobrevivencia como travesti. Creo que ahí comenzó a surgir el sentido de tener una voz propia, de comunicar algo específico, súper específico.

En el Diplomado de Género, en donde estudiamos muchas feministas, lo que aprendí es que la biografía era clave. Y todas tenemos biografía, entonces sí tenemos cosas que decir en la comunidad travesti. Y, a lo mejor, una está siendo el puente para que otras comunidades, y la comunidad travesti, transgénero, transexual, no binaria, lo comience a hacer. Así, una va traduciendo lo que la academia te dice a los sentidos que una está viviendo cotidianamente. ¿Qué pasa, por ejemplo, sintiendo esta necesidad de transformar tu cuerpo, de tener una autonomía respecto a tu cuerpo? ¿Qué pasa con la familia, qué pasa con el amor, qué pasa con las necesidades básicas, con el trabajo, con terminar los estudios?

Entonces, yo me pregunto, ¿sobre qué tenemos que hablar las travestis? Después de 30 años de activismo, ¿tenemos que hablar del maquillaje, de las tetas? ¿O también podemos hablar del país, de la necesidad del agua, la necesidad de unos derechos laborales más dignos, de acceso a la salud o del planeta? Ese es principalmente mi activismo, hacer preguntas para que todas se sientan convocadas a responder.

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(Imagen: Diana Segado para La tinta)

—En Poesía Travesti, el fanzine de Té de Boldo que reúne tus escritos, hay una fuerza colectiva en cómo te enunciás, la potencia travesti. En «Para no morir tan sola», tu nueva publicación, por momentos ese lugar se desdibuja, te leemos en procesos más solitarios, en una vulnerabilidad más íntima. Sin embargo, lo colectivo continúa apareciendo como eco. ¿Qué pensás de las ideas de «colectivo» o «comunidad»?

—Lo veo como súper, muy necesario. El sistema neoliberal y el sistema capitalista han hecho que nosotras, las travestis, no nos preguntemos por qué nos falta educación, por ejemplo. Mis primeros vínculos con el tema travesti fueron con travestis de la calle que hacían trabajo sexual y también eran explotadas sexualmente durante muchos años. Conocí en esa época compañeras travestis que tenían 60 años y como 30 de trabajo o de explotación sexual en la calle. Había mucha experiencia ahí y era una sobrevivencia acorralada, ¿ya? Sin ninguna protección, sin ningún amparo político, legal. Si estábamos en los medios de comunicación, por ejemplo, éramos las malas. En esa época, recuerdo que una organización dijo: “Los derechos humanos también son derechos sexuales”, y si los derechos humanos también son derechos sexuales, y derechos homosexuales, ¿cómo no van a poder ser también derechos trans o travestis? Nosotras tenemos que responder las preguntas, pero no solas. Porque hay una comunidad, hay redes, ¿ya? Por ejemplo, una compañera me decía: “Yo sé que, si caigo presa, mis amigas van a ir y me van a llevar pasta de dientes, cigarros, van a estar preocupadas de cuando yo salga”. Eso es comunidad. Eso es mantener una red. Es natural que no seamos solas, pero este modelo neoliberal hace que, por ejemplo, exista esta situación de: “Tú eres pobre, yo no te ayudo, yo no te reconozco” o “porque tú eres mayor, mucho mayor que yo, no te reconozco”. Existen esas categorías implantadas, pero la otra cara es que existen compañeros, compañeras. No somos solas en el mundo, a lo mejor, no reconocemos que estamos en red o, aunque tú pienses que hay algunas mejores que otras, la verdad es que estamos en conexión.

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(Imagen: Diana Segado para La tinta)

—Por momentos, hacés esta distinción de “antes se decía de esta manera” o “ahora podemos hablar”. En los últimos diez años, todo lo vinculado a pensar la identidad de género dio un vuelco, tanto desde lo conceptual como en la experiencia. Siento que mi generación, o las generaciones más, más chicas, a veces perdemos el ejercicio de historizar, de entender de dónde venimos y que estas posibilidades que tenemos no nacieron de un zapallo, que las leyes que existen no se hicieron solas, hubo gente poniendo el cuerpo ahí. Si vos le pudieras dar un consejo, tu pepita de oro a estas nuevas generaciones trans, travestis, no binaries, ¿qué compartirías?

—Yo les compartiría la pregunta: ¿sobre qué tenemos que hablar? Es el máximo consejo que puedo dar, ¿ya? Porque abre y te pone en una situación de si quieres responder o no. Lo más probable es que te surja la necesidad de responder. Pero otro consejo no.

Yo también fui joven, fui Lola y porfiada, malagradecida y ciega a otras historias. Hay algo que te lo va dando el crecimiento, el ser mayor. La vida te va diciendo: “Hay que ser más suave, hay que ser más integradora, hay que ser más solidaria”. Yo, al principio, odiaba mucho, odiaba todo; a mi familia, al sistema, a la gente rica, a la gente hermosa. Pero el tiempo te va preguntando: ¿qué significa esto, qué sería más saludable? Porque también se produce mucho dolor, ¿ya? El dolor te enseña todo y nosotras estamos enloquecidas de dolor. Hay que reconocer que no únicamente ser tan radical te va a servir siempre. Hay que ser más estratégica y aprender a escuchar qué está diciendo la otra. Si yo me enuncio feminista es desde un lugar donde principalmente vamos a defender la vida, con la necesidad de hacer un ejercicio de comprensión de la otra o de los otros, de les otres.

Yo venía de este activismo binario, que además fue súper estratégico: mientras más femenina y más producida, podrías pasar más piola, más protegida por el sistema, con menos riesgo a que te pudieran matar o agredir. Y en un momento, para mí, era súper complejo entender los activismos que dicen “yo soy no binario o género fluido”. Yo decía: ¿qué es esto? Hemos luchado tanto para hacer una cosa y ellxs nos dicen que no quieren nada, que quieren solamente todos los privilegios. Pero, con el tiempo, me doy cuenta de que es maravilloso el discurso, porque finalmente tienen la posibilidad de hablar a quienes dirigen el país y decirles: “No te preocupes de mi apariencia, déjame estudiar. No te preocupes porque yo tengo sexo, provéeme la posibilidad de ingresar a la universidad o de tener acceso laboral, y de que ese acceso laboral incluya contrato y Seguridad Social, e, incluso, derecho a vacaciones”. Esto, en el discurso travesti antiguo, no estaba. Déjame vivir, pero no me quites posibilidades sociales, de movilización social, de la posibilidad de generar un capital. Eso es clave, el principal problema es que el ser disidentes nos pone en una situación de precarización.

—¿Cuál es tu primer recuerdo vinculado a la escritura?

—En la infancia, no tenía mucha conciencia de por qué había libros tan bonitos, unos cinco o seis libros tan bonitos en mi casa. Y llegaron porque mi papá era parte de un sindicato y los regalos que hacían eran ese tipo de libros con bonitos empastes, de buena calidad, y era como entregar conocimiento a los trabajadores. Entre esos libros, estaba uno con tapa dura, negra, que decía Gabriela Mistral en letras de oro. En muchas ocasiones por aburrimiento, porque ya no había nada más que hacer, agarraba el libro y lo empezaba a hojear, porque tenía bonitas letras, y visitaba los poemas porque rimaban, ¿ya? Y se decía mucho que la Gabriela Mistral escribía como la maestra para los niños. Con el tiempo, me volví a encontrar con sus poemas. Uno de los más importantes, quizá en la infancia lo leí, pero no me hizo mucho sentido hasta ahora mayor. La importancia que tiene una frase: “Todas íbamos a ser reinas”.

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(Imagen: Diana Segado para La tinta)

—En Córdoba, sos muy querida. Camila Sosa Villada siempre dice que sos una de las escritoras vivas más brillantes, en Té de Boldo te adoran y la gente lee mucho Poesía Travesti. ¿Cómo es tu vínculo con esta ciudad?

—Es un vínculo sorpresivo. Porque nunca imaginé, ¿sabes? Empiezo a ser invitada a Córdoba por Noe Gall y El deleite de los cuerpos. Y tengo una cercanía con Córdoba por esta cosa de los cuerpos, porque en mi poesía hablo de los cuerpos, asumo el cuerpo. El activismo está siempre presente ahí, pero también la amistad. Por ejemplo, las compañeras reconocen ya mi trabajo, lo difunden y yo las difundo a ellas en Chile, entonces se ha producido esta cosa como más presente entre nosotras, porque igual nos estamos hablando todo el tiempo por Instagram o por WhatsApp. Ha sido importante Córdoba, no me lo esperaba, me gusta que sea un vínculo cada vez, entonces voy conociendo más redes.

*Por Vir del Mar para La tinta / Imagen de portada: Diana Segado para La tinta.

Palabras claves: Claudia Rodríguez, travestis, Vir del Mar

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