Si duele, es dolor

Si duele, es dolor
8 agosto, 2022 por Claudia Huergo

Por Claudia Huergo para Lobo Suelto

1. Quieren un amo 

Hace unos años, discutía (imaginariamente) con una psicoanalista que salió a decir, en medio de estos movimientos sísmicos que produjo el feminismo, que el feminismo se iba a transformar un nuevo mandato, un nuevo modelo y que, como todo mandato, ligado a un ideal, iba a empezar a regular la vida de la gente, a producir sus propias represiones, malestares y síntomas, se iba a transformar en un lugar desde el cual evaluarse, policiarse, los unos a los otros.

Lo curioso es que esta psicoanalista hablaba como si viviera en el mejor de los mundos, una suerte de dibujo del edén antes de la rabieta del gran dios. Pero fundamentalmente, hablaba como si eso, evaluarse, policiarse los unos a los otros, no estuviera ya sucediendo, y no por culpa del feminismo. Así fueron algunas voces que se levantaron autodenominadas “políticamente incorrectas” anunciando también el fin del amor y de la seducción, y el inicio de una vida protocolarizada. Decían querer levantar una advertencia (los psicoanalistas son mucho de andar levantando advertencias, que dejan luego funcionando como excusa, cobertor, parapeto detrás del cual se escudan: yo te dije. Como ejemplo, está la clásica y célebre frase de Lacan frente a una protesta estudiantil en Vincennes, en el marco de las revueltas de mayo del 68. Dijo: la aspiración revolucionaria no tiene otra oportunidad que desembocar, siempre, en el discurso del amo. La experiencia ha dado pruebas de ello. A lo que ustedes aspiran como revolucionarios es a un amo. Lo tendrán.

Obviamente, esta frase se convirtió en un comodín que fue usado y que podremos seguir usando en distintos contextos desde ese entonces, siempre encaja, siempre va bien, siempre algo de razón tiene. Es como el pantalón negro.

Lo que yo discutía en ese momento es que tirar esa frase era como jugar a ganar siempre. Se dice muchas veces de la interpretación que funciona así: si en los dados sale cara, yo gano, si sale ceca, tu pierdes. Me parecía una canallada esa operación porque, si estamos mínimamente advertidos de la dirección de las cosas, sabemos que lo que puede fallar va a fallar en una dirección o una inclinación muy precisa, que es la del comando neoliberal de las vidas. Casi como un piloto automático provisto de reacciones estandarizables. El feminismo como apuesta a una re-sensibilización de las vidas corre paralelo a veces, y muchas veces atrás, de las capturas neoliberales que nos ordenan la vida bajo dos o tres significantes: por caso, el securitismo y la empresariabilidad. Almas entregadas a la empresa y a la policía. Esto, obviamente, también en el amor. En definitiva, en esa discusión imaginaria, yo quería decirle que el amor ya tiene todas esas capas encima. Eso lo hizo el neoliberalismo, no el feminismo. No jodamos.

Igual, la pregunta está, la inclinación también y la posibilidad de leer también. A veces, en el modo de enunciar nuestras preguntas: cuando decimos, ¿qué tiene el feminismo para decir sobre? Que es como decir, ¿qué diría una feminista de tal o cual cosa?, pero no cualquier feminista, una buena feminista. Porque también hay malas feministas y, como siempre, en general, son las más interesantes. 

Las malas feministas son, pienso yo, las que ya vienen de avizorar algo que Isabelle Stenger llamó: alternativas infernales.

2. Alternativas infernales

En mi caso, que soy un 80% hetero cis y un 20% aleación de elementos no identificados en la tabla periódica, me toca en estos casos ser parte de una razonable sospecha: a mí, que hasta ahora lo único, lo único que NO se me había objetado era mi orientación sexual ni mi relación con el cuerpo y sus placeres, también me entró la pregunta. A las que, como yo, pudimos apenas chapotear un rato en las aguas de esa cálida incertidumbre, fuimos rápidamente sacadas de allí para declarar. Y entonces, también en ese campo del amor, empezamos a quedar ostensiblemente entre la espada y la pared.

Pero miento. Estoy hablando de un tiempo mítico. Nunca hubo un solo lugar que no estuviera atravesado por una sospecha. Apenas unos cobertizos enclenques, unas chapas o rincones oscuros donde anidar hasta que alguien levantaba la chapa, iluminaban el sector. Identifíquese.

Las alternativas infernales son siempre binarias: o esto o lo otro. ¿Se bajan las jubilaciones o se colapsan los sistemas de salud? ¿Se permiten los agroquímicos o se genera una hambruna? ¿Se privatiza equis o se destruye beta? ¿Se jeraquiza el amor o el trabajo? ¿La familia o las amistades? ¿Pareja abierta o cerrada? Inserte aquí su alternativa infernal. Dice la Stengers que estas alternativas que aparecen como “naturales”, sin historia, que se presentan bajo el signo de la urgencia y el desastre, han sido elaboradas microfísicamente: no se imponen inmediatamente a nivel global, sino que son el fruto de fabricaciones pacientes en muy pequeña escala, de experimentaciones precavidas; se trata de capturar sin alertar demasiado, induciendo alertas que no van directamente a su objetivo. Ante estas alternativas, solo parecen viables dos respuestas: la denuncia o a la resignada aceptación. En ambas habita la trampa, dice: se acepta aquello que parece monumental o imparable, o bien se denuncia todo el sistema. Impotencia fatal. Si el capitalismo/patriarcado sucumbiera ante la crítica, hace tiempo que habría desaparecido. Es cierto, como dice Vir Cano, que el patriarcado no cayó, que los sistemas opresivos tienen una endiablada habilidad para reproducirse y reformularse, que se alimentan de nuestra resistencia, pero…. No podemos decir que nuestras vidas no hayan sido modificadas, en algún aspecto. Desordenadas. Des-ordenadas. Cada quien tendrá que decir cómo. Inventariar su propio bochinche.

3. Si duele, es dolor

Entre esos disturbios, recibí muy bien el debate en torno a una de las consignas que se levantaron desde la calle, en esos sísmicos años: si duele, no es amor. Amiga, rajá de ahí. Amiga, date cuenta. Yo creo que no podemos objetar su contexto de aparición ni su función coagulante: estábamos frente a una hemorragia, ostensible, una matanza en mucho tiempo no visibilizada, y disputar los sentidos, disputar la calle, disputar la voz, fueron intuiciones y estrategias que nos pudimos dar. Someter entonces esos enunciados producidos en ese contexto, evaluar cómo siguen funcionando, si, como dijo nuestro advertido Lacan, encarnan hoy enunciados amos, es otra historia.

¿Pueden hoy haber empezado a funcionar como consignas que tapan o banalizan lo dificultoso de la experimentación relacional? ¿Pueden hoy haberse constituido en alternativas infernales? No lo sé. Quien esté libre de algo, que tire la primera piedra.

Aunque no llegáramos a un acuerdo en ese punto, creo que sí podríamos coincidir en algo. Coincidir con que el amor romántico es parte de esa empobrecedora educación sentimental que ha hecho del dolor romántico amoroso uno de los nudos de la pedagogía afectiva heterocis. Es una tecnología de precarización afectiva, es una tecnología de control social. Pero tampoco es todopoderosa. También a veces se le escapa la tortuga. Y entonces, cada vez que eso pasa, así sea en el micro subsistema más micro de la galaxia afectiva, tenemos derecho a gritar: gol.

Pienso, junto a mis antiguas, cuántas de sus experiencias de aparente claudicación fueron tejidas sobre la base de minuciosas rebeliones, a veces gritadas a voz en cuello, otras susurradas en sordina, andando el amor y el desamor de arriba para abajo y de abajo para arriba. A veces por el suelo, cuando se trataba del derecho a la tierra, a veces por el vuelo, cuando la imaginería las llevaba a plantear, y a plantar, otras vidas y otros mundos posibles.

Volviendo al tema de si el amor duele, podemos pensar la experiencia del amor como una desconyuntura. Descoyuntura: desencajar los huesos de su lugar y, en general, descomponer cualquier cosa articulada. Nos figuremos al  yo como una cosa articulada, que se concibe idéntica a sí misma, única en su especie y en continuidad. Pensemos que en el yo anidan distintas alimañas que queremos profundamente, aunque nos compliquen la vida. Y sobre todo, una sensibilidad. Porque nuestra educación sentimental nos hace sentir cosas. “Yo siento” podría reemplazar al “pienso” de Descartes. También agradecemos a veces algo que nos desarticule un poco. El exceso de yo puede ser una cosa bastante molesta, que conocemos como rigidez. El yo también se ceba, se va de mambo, a veces comienza por tener siempre razón. Sin un tambaleo del yo, no hay experiencia amorosa.


Pensar entonces el aspecto de transformación, desacomodo, como una experiencia deseada, placentera y también dolorosa, porque lo que nos transforma también nos duele. El amor es una experiencia de transformación. Y también amamos transformarnos. Sería ingenuo, y totalitario, pensar que no hay relación entre nuestros dolores y nuestros placeres.


Entonces, resituemos nuestras expectativas y demandas respecto a lo que el feminismo o los feminismos pudieran procurar como promesa de un amor indoloro, de una pureza de los vínculos. Toda expectativa de pureza es totalitaria.

Pensemos, sí, que, sobre los automatismos que deja el comando neoliberal de las vidas, prospera la ilusión de no perder nunca nada. Y eso también es una canallada.

Atender con hospitalidad a nuestros dolores, asumir los encuentros como fuentes de potencia y también de incomodidad, de exposición y de vulnerabilidad. Chequear si las imágenes victoriosas de brazos alzados y puños en alto nos impiden alojar todo lo que en nuestra vida no funciona así. O como dice Marie Bardet, fraguar armas tiernas. Guerrear, pero sin obnubilarnos con la guerra.

Antes que una declaración de sexo, creo que nos convendría una declaración de vulnerabilidad. Si hay algo que el capital detesta es todo aquello que quede en esa franja intraducible, indecodificable, no identificable, no proclive a ser satisfecho por algún consumo. No tengo la más pálida idea de cómo podemos llegar a quedar. Reivindico no tener una imagen final de hacia dónde van las cosas, eso me encanta y me angustia en proporciones iguales.

*Por Claudia Huergo para Lobo Suelto / Imagen de portada: Lobo Suelto.

Palabras claves: Amor, feminismo, Vínculos

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