Observatorio Mumalá: la tarea de registrar las violencias

Observatorio Mumalá: la tarea de registrar las violencias

Pasaron siete años del estallido Ni Una Menos, una movilización histórica que fijó una fecha en el calendario de la lucha contra la violencia machista. Hoy, la marea violeta vuelve a copar las calles. Betiana Cabrera Fasolis, integrante del Observatorio Mumalá, reflexiona sobre la tarea de registro de violencias, las transformaciones que lograron los feminismos y los desafíos en la región.

Por Anabella Antonelli y Nadya Scherbovsky para La tinta

Betiana Cabrera Fasolis es médica especialista en medicina familiar y general, profesora de la Universidad Nacional de Córdoba, presidenta de Libres del Sur Córdoba y coordinadora local de Mumalá, Mujeres de la Matria Latinoamericana. Desde 2015, impulsa, con 30 personas de 20 provincias, el Observatorio Mumalá, un espacio autogestivo que registra femicidios y situaciones de violencia de género a partir de fuentes secundarias como medios de comunicación, redes sociales y sitios especializados.

Observar para accionar

Mumalá nació en el año 2012, vinculada a la organización social Barrios de Pie – Libres del Sur. Se definen como un espacio feminista federal, popular y disidente: “Federal porque tiene una mirada integral de todos los territorios, contextualizando, es un feminismo situado. Lo popular no solo obedece a que muchas de nuestras compañeras son de los sectores populares, sino que, además, surge como resistencia de los años 90 al neoliberalismo, el nacimiento y fortalecimiento del movimiento piquetero por el 2001. Disidente, con una mirada que va más allá de la categoría de la diversidad, sino que plantea ser disidentes al modelo patriarcal”, explica Betiana.

Crearon el Observatorio en 2015, “un año en que los femicidios revestían muchísima crueldad y había una sinergia en términos comunicacionales y de las organizaciones feministas que veníamos fogoneando el tema”. La inexistencia de cifras oficiales en Argentina no permitía dar cuenta de la dimensión de la problemática. Los datos eran producidos por algunas organizaciones “con las cuales nosotras no acordábamos en su mirada y en su línea política -explica Betiana-. Hasta ese momento, estaba La Casa del Encuentro, el Observatorio Marisel Zambrano, que su presidenta después fue funcionaria en el gobierno de Mauricio Macri. Pero, sobre todo, no acordábamos con la mirada siempre centralizada y unitaria acerca de lo que son las violencias y los contextos, algo que sigue pasando”. Hacía falta un espacio que refleje “la voz de los territorios, de los feminismos populares y disidentes que no están reflejadas en ningún lado, justamente, la voz de las provincias”, agrega.


Desde el Observatorio Mumalá, actualmente registran femicidios, femicidios vinculados, travesticidios, intentos de femicidios, suicidios femicidas y muertes por abortos inseguros, “que lo tenemos vigente, pero cada vez más en desuso y eso nos da mucho orgullo”, expresa. También sistematizan los ataques de odio, con diversa modalidad de violencia, desde simbólica hasta los crímenes de odio y los travesticidios sociales. Monitorean, además, las causas por femicidios, uniéndolas con la resolución judicial.


En plena pandemia, se contactaron con otras organizaciones latinoamericanas que veían con preocupación el posible aumento de femicidios y el despliegue de otras violencias por el confinamiento en los hogares, principal ámbito de violencia, sumado al cierre de los espacios de cuidado, sociales y de contención. “Entonces, fundamos la Red Latinoamericana contra la Violencia de Género, para tener un mapeo en tiempo real. Así como teníamos un mapeo en tiempo real de los casos de COVID en el mundo, teníamos que tener uno de los femicidios y feminicidios que ocurren en toda la región”, explica Betiana. Hoy, son 35 organizaciones de 12 países de Latinoamérica y el Caribe, todos comparten no contar con datos oficiales.

La deuda es con nosotras

A nivel regional, Argentina es un país avanzado en relación a las normativas existentes; sin embargo, para Betiana, hay una falencia respecto a las políticas públicas. “Una deuda histórica es la ausencia de cifras oficiales vinculadas al Ejecutivo. Nuestro primer Ministerio de las Mujeres debería haber mostrado ya, en tres años de gestión, cifras oficiales acerca de los distintos tipos de violencia a la que somos sometidas mujeres y disidencias -señala-. Hay una clara ausencia de visibilizar, transparentar y dialogar con la sociedad con estadísticas y datos. Es muy difícil hacer políticas públicas si no existen datos públicos”.

Los datos oficiales que existen corresponden a la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia, que comenzó a sistematizar en el año 2016-2017, reconstruyendo hacia atrás. “El registro llega hasta el 2013, pero desde la perspectiva judicial, es decir que se registran los casos que ingresan y se judicializan, y que únicamente muestra en términos estadísticos y porcentuales año a año, y siempre en el marco de lo que las provincias transmiten. Ahí la dificultad es que hay provincias que, durante algunos años, se manejaron más discrecionalmente, entonces hay ausencia o falta de profundidad en algunos datos”.

(Imagen: Ana Medero para La tinta)

Para las Mumalá, hacen falta políticas públicas tendientes a prevenir y promocionar una vida libre de violencia. “Las únicas políticas públicas posibles hasta ahora han sido de asistencia y con poco alcance”, explica señalando que el esquema está centralizado y eso dificulta el acceso. “En todas las provincias pasa lo mismo que en Córdoba: se centralizan en la capital los recursos, la información y la disponibilidad de contención y de trabajo. Aquí tenemos un Polo Integral de la Mujer, lo individualizamos, sabemos dónde queda. El problema es que, desde hace diez años, en nuestra provincia, el 70% de los feminicidios ocurren en el interior provincial y eso es una tendencia muy marcada. Necesitamos que se descentralicen las políticas públicas y eso implica tener equipos interdisciplinarios en cada localidad alejada de la capital para poder contener y asistir. Suele ser mucho más difícil denunciar o aplicar una orden de restricción en un lugar donde todos nos conocemos”.

Si es cambio, es cultural

Desde la organización, insisten en que la tarea es hacer un cambio cultural “con una profunda implementación de la Ley de Educación Sexual Integral, que en nuestra provincia y en otras no se aplica, con masivas campañas de sensibilización y concientización, con una aplicación de la Ley Micaela más coherente con sus contenidos, no como un curso online a cumplir”.

“Durante muchos años, las mujeres y organizaciones feministas estamos dedicadas a decirle a las mujeres cómo salir de estas situaciones de violencia, qué hacer, adónde denunciar, dónde recurrir, hasta les hemos dicho qué tenían que llevar en el bolso para ir. Es hora de ver qué vamos a hacer con los varones”, señala y explica que los feminismos tienen propuestas en torno a fomentar masculinidades no hegemónicas y antipatriarcales, tanto a nivel educativo, social, en los medios de comunicación, como con dispositivos específicos.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

“Hay un Centro de Varones totalmente saturado y centralizado en la ciudad de Córdoba. Si un varón tiene que viajar para asistir, probablemente no lo va a hacer y solo se puede acceder con orden judicial -reflexiona-. Hoy, no existen dispositivos públicos para los varones que quieran pensarse, no existen espacios de contención y debate para lograr cambios que generen la prevención y promoción de una vida libre de violencias”.

Un cambio cultural es, para Betiana, “la política pública más coherente de todas, pero la que lamentablemente menos iniciativas tiene, porque es la que requiere mayor voluntad política y porque implica contraponerse con los sectores más conservadores de nuestra sociedad, que hoy ya tienen hasta representación política en la Legislatura y en la Cámara de Diputados”.

Próximos desafíos

Betiana alerta que, a nivel regional, “emergen fenómenos a los cuales hay que poner mucha atención. Uno es el avance de las derechas y de los sectores más conservadores y fundamentalistas que vienen por todos nuestros derechos, no solamente a cuestionar y a dejar de problematizar la violencia de género, sino que avanzan sobre otros derechos”, explica refiriéndose al acceso a la salud sexual y reproductiva, y las leyes de educación sexual.

“Hay que afinar la mirada acerca de los femicidios y los feminicidios porque hay fenómenos emergentes que, de acuerdo a la región, son mucho más profundos y mucho más sentidos -expresa la activista-. Por ejemplo, los femicidios vinculados a las economías delictivas narcos, que en Colombia tienen larga data, es un fenómeno que empezamos a registrar en la ciudad de Rosario”, el único lugar del país donde superan a los femicidios domésticos, señala.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

En Colombia, la presencia paramilitar complejiza el escenario. “Las compañeras de allá lo engloban en los sicariatos, por un lado, y la violencia política, por otro. En México, por su parte, hay un fenómeno más extendido de desaparición de mujeres”, que si bien se registra en Argentina, allí tiene una importante dimensión. “Esos van a ser los próximos desafíos”, concluye.

*Por Anabella Antonelli y Nadya Scherbovsky para La tinta / Imagen de portada: Ana Medero para La tinta.

Palabras claves: Femicidio, MuMaLa, Ni una menos

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