Alejandro Hartmann: «Con el documental de Cabezas, relatamos un crimen y una época a la vez”

Alejandro Hartmann: «Con el documental de Cabezas, relatamos un crimen y una época a la vez”
24 junio, 2022 por Redacción La tinta

Tras estrenarse en el BAFICI, desde el 19 de mayo, el documental “El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas” puede verse en Netflix. La Izquierda Diario conversó con su director, quien contó algunos entretelones de la producción. ¿Qué valor político-social le da él al film? ¿Cree que fue un crimen para dirimir una interna peronista? ¿Por qué Duhalde aceptó ser entrevistado? ¿Por qué se negaron Cavallo y todos los demás?

Por Daniel Satur para La Izquierda Diario

Alejandro Hartmann tiene 49 años. Nació y vive en el barrio porteño de La Paternal. En 1997, tenía 24, estudiaba cine y se dedicaba a filmar videoclips. Como tantos otros jóvenes que cargaban casi una década de menemismo en sus espaldas, aquel 25 de enero se quedó pegado a la pantalla del televisor. No podía dejar de captar cuanta información, por mínima que fuera, se difundía sobre el horrendo crimen que acababa de cometerse en General Madariaga, cerca de Pinamar. Un crimen ejecutado por una banda de policías bonaerenses y lúmpenes contratados por el jefe de la seguridad del empresario Alfredo Yabrán.

Hace cuatro meses, cuando se cumplieron 25 años del asesinato del reportero gráfico de la revista Noticias, Hartmann ultimaba los detalles de El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas, el documental de 106 minutos que vería la luz el 21 de abril en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI). Producida por Haddock Films (El secreto de sus ojos -2009-, Tesis sobre un homicidio -2013-, Carmel: ¿quién mató a María Marta -2020- y Archivo de la memoria trans -2021-, entre otras), la película puede verse desde el 19 de mayo en Netflix.

¿Cuánto de aquella experiencia de juventud con el menemismo influyó para que, un cuarto de siglo después, decidiera contar el caso Cabezas desde una plataforma de alcance internacional? En esta conversación con La Izquierda Diario (del que se confiesa regular lector), Hartmann habla de sus motivaciones profesionales y personales. “A través del relato del crimen de José Luis, me saqué un poco las ganas de hablar de los 90, una época que fue un punto de inflexión para el país”, dice.

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El guion es del propio Hartmann junto a Tatiana Mereñuk y Gabriel BobilloVanessa Ragone y Mariela Besuievsky lo acompañan en la producción ejecutiva. La música es de Leo Sujatovich y la fotografía estuvo a cargo de Alejandra Martín. Parte de ese equipo ya trabajó hace dos años en Carmel: ¿quién mató a María Marta?, también disponible en Netflix..

Sociedad, política, periodismo, justicia

—¿Por qué elegiste contar el crimen de Cabezas?

—Obviamente, quería contar el crimen en sí, que fue conmocionante. Pero lo que más me interesaba era mostrar los 90, una época que para mí significa mucho. Yo estaba en la escuela de cine, empezaba a filmar y no sé si tuvo que ver también con que me fui a vivir solo, pero era una época en la que estaba muy pendiente de lo que pasaba en las noticias cotidianas, miraba mucha televisión. No era militante, pero, en el mismo momento en que pasaban las cosas, tenía una mirada muy crítica del menemismo. Esa época me fascinó y por eso, cuando surgió el proyecto, fue como la conjunción de varias cosas, entre ellas, esa mirada sobre los 90. Y sobre el 2001, como también pasa en Carmel, en el sentido de puntos de inflexión de la democracia post 1983.

 

—Y una vez que lo terminaste, ¿qué “meta” u objetivo sentís que cumpliste?

—Creo que me saqué un poco las ganas de hablar de esa época importante de mi vida. De hecho, cuando estaba vivo Menem, intenté en algún momento hacer algo sobre él, llegué a contactarme con Zulemita, pero no lo logré. Era un desafío dificilísimo, sobre todo por esa mirada crítica que yo tenía. Creo que hay algo de eso. Poder hablar de la relación entre la sociedad de ese momento, la Justicia, el periodismo y la política.

—¿Qué valor o significado le das al hecho de que se publique en Netflix?

—En términos profesionales, obviamente es muy importante. Es como “llegar” a un lugar. Uno está criado con la idea del cine norteamericano, de Hollywood, y de repente vienen los gringos y ponen guita para producirte un documental… Encima entre Carmel y este documental pasó muy poco tiempo. Y pasa algo particular, que tanto en Carmel como acá se trata de historias “nuestras”, que no moldeamos para ellos. Obviamente, cuando sabés que es un proyecto así, quizás inconscientemente, tenés determinados cuidados técnicos, estéticos, etcétera, y cierto “respeto” por el formato y el género. Pero haber podido llegar ahí con historias que son muy nuestras es alucinante.

—¿Sintieron una “responsabilidad” extra al tratarse de este caso tan emblemático?

—Si sentimos alguna presión, no tuvo que ver con Netflix precisamente, sino con lo que significa y representa el caso Cabezas en Argentina. Creo que cada una de las decisiones que tomamos fueron desde ahí, por la gravedad y la seriedad del tema. Lo sorprendente es que ellos se coparan con una historia nuestra, que pudiéramos hablar de esos hechos y esa época para un público que va mucho más allá de Argentina.

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(Imagen: película El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas (2022) Dir. Alejandro Hartmann)

—Claro, esas plataformas te exponen a públicos que probablemente no tienen idea del caso.

—Y eso es re loco, porque, ¿cómo le explicás, por ejemplo, a un neozelandés el caso Cabezas? ¿Cómo les explicás el menemismo? Tenés que ser didáctico, con todo lo que implica siendo una historia complejísima. Mi miedo era si se iba a entender, ya que terminamos metiendo tanta información, nombres y fechas que la historia va a los pedos. Pero creo que sí, que logramos que se entienda, al menos vemos que hay buenas críticas desde otras latitudes, de gente que se sorprende al conocer el caso, pero que vive en países que tienen realidades no tan distintas y se da cierto paralelismo.

“Duhalde fue el más difícil de encarar”

Además de los múltiples testimonios en archivo, en el documental aparecen entrevistados el exgobernador y expresidente, Eduardo Duhalde; el abogado de la familia Cabezas, Alejandro Vecchi; el empresario postal, Oscar Andreani; el exsecretario del Juzgado de Dolores, Mariano Cazeaux; la investigadora sobre fotoperiodismo, Cora Gamarnik; las y los periodistas Gabriel Michi (compañero de Cabezas), Ricardo RagendorferLorena MacielEdgardo ZuninoGustavo GonzálezManuel Lazo, los fotógrafos Osvaldo BaratucciJulio Menajovsky y Hugo Ropero; el abogado de Argra, Miguel Gaya; el analista político, Raúl Aragón, y el jefe instructor de la investigación policial del caso, el excomisario Jorge Gómez Pombo.

—De todas las entrevistas que hicieron, ¿cuál fue la más fuerte, la que más te conmovió al momento de realizarla?

—La de Gabriel Michi, sin dudas. Fue la más emotiva. Por un lado, porque es quien, si hubiera estado junto a José Luis, capaz terminaba igual que él. En ese sentido, es como que siente la “culpa” de ser el sobreviviente. Y por otro lado, porque sabe un montón del caso, es una gran fuente de información. Entonces, había que obtener que él nos ayudara a narrar y, al mismo tiempo, con todo el cuidado posible, que nos diera todo ese lado emotivo.

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(Imagen: película El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas (2022) Dir. Alejandro Hartmann)

—¿Y la más difícil de encarar? 

—La de Duhalde. Es que él se ubica en un lugar particular, como si estuviera “retirado”, en los laureles, y a cada rato quiere hablar de algo muy bueno que hizo, del libro que escribió o la conferencia que dio sobre narcotráfico. Cuando puede, se va por la tangente hacia esos lugares cómodos para él, que lo colocan como un estadista. Yo lo entiendo, je. De última, llegó a ser presidente, de alguna manera, cumplió sus objetivos políticos. Por eso, se hizo por momentos complicado “traerlo” de vuelta a lo que queríamos preguntarle.

—¿La que más aportó datos novedosos o claves para el relato?

—También la de Duhalde. Porque, si bien yo había investigado mucho y leído los libros sobre el caso, antes de entrevistarlo, no sabía que él había pasado esa mañana por el lugar (la escena del crimen en la cava de Madariaga, NdR) y varias cosas más. Hay muchas cosas que no sabíamos hasta que aceptó que lo entrevistáramos. Sabíamos de su implicancia política, pero no de su implicancia personal. Tampoco sabíamos que, esa misma semana en que mataron a Cabezas, él iba a largar su campaña electoral. De hecho, en un momento, dudamos si el documental no se tenía que llamar El fotógrafo, el cartero y el gobernador.

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(Imagen: película El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas (2022) Dir. Alejandro Hartmann)

Negativos

—¿A quiénes intentaron entrevistar y se negaron?

—Al exministro Domingo Cavallo estuvimos a punto de entrevistarlo, pero no se dio. Un lunes me tiré el lance de ubicarlo y él estaba justo en Argentina (vive prácticamente afuera). Me dijo que sí de toque y hasta me sugirió que antes leyera su libro. Quedamos para entrevistarlo el viernes de esa semana, pero el miércoles se arrepintió. Intentamos convencerlo, pero dijo que prefería no hablar. También intenté tener a varios de los políticos, funcionarios importantes de ese momento, pero casi todos se excusaron y dijeron que no. Hubo quienes decían “qué gano yo hablando” o “para qué me sirve eso ahora”. Incluso, a algunos ya los había entrevistado para otros trabajos, pero para este documental no hubo caso.

—¿Del lado del “cartero”?

—A la gente de Yabrán también intenté sumarla, pero fue infructuoso. Si bien decidimos no tener como entrevistados a “los horneros” ni a Prellezo, sí queríamos tener a alguien del entorno de Yabrán. No para exculparlo, sino para entender, para tener una semblanza distinta, algo que surgiera de su círculo íntimo y nos contara otras facetas que no conocemos. Lamentablemente, ahí no pudimos aportar algo nuevo. Yabrán sigue siendo el mismo misterio que fue siempre. Hubiese sido distinto si alguien cercano nos hubiera respondido, pero no se dio. A (Wenceslao) Bunge (vocero de Yabrán, NdR) lo contacté y casi accede, pero al final me dio muchas vueltas y desistimos. Nunca me dijo por qué no quería ser entrevistado.

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(Imagen: película El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas (2022) Dir. Alejandro Hartmann)

—Sacando a Duhalde, el “retirado”, como decías, es como que el resto dijera “dejemos que todo quede en el pasado y no hablemos más”, ¿no?

—Algo de eso hay, sí. Y yo habría sido benigno con ellos. Cuando me acerqué a la gente de Yabrán, yo sabía que, a su manera, también sufrieron esa historia, les hubiese dado ese lugar, porque me parecía re interesante que estuvieran. Pero ahí quedó. Son cosas que quedan, tal vez, para el futuro.

Procesos de producción

—¿Hubo trabas en el proyecto que les hayan hecho cambiar algo en el medio del rodaje?

—No, en general no. Tal vez me hubiese gustado más hablar de la política económica de esa época. Es lo que me apena de no haber conseguido entrevistar a Cavallo, porque de alguna manera, en este caso, él encierra una “contradicción”, ya que un poco es de los “buenos” y, a la vez, el responsable de esa política. Al no tenerlo, no pudimos interpelarlo y el resto de los entrevistados tampoco hablan de eso. Creo que es de todos modos una trampa que yo mismo me tiendo al usar este tipo de dispositivo narrativo, haciendo que hablen los demás y no yo. Llega un punto en el que, si nadie me dice lo que a mí me gustaría que digan, me jodo y me la tengo que fumar.

—Hay una curiosidad en el documental, no hay testimonios actuales de la familia de Cabezas. Ni de Cristina, su compañera, ni de su hermana Gladys, que fueron las caras visibles junto a los padres de José Luis de esa lucha por verdad y justicia.

—Tuvimos muchas reuniones con Gladys, pero ella, en un momento, consideró que no tenía que estar, algo que me costó entender, pero me pareció respetable. A la vez, (el abogado Alejandro) Vecchi, que es muy allegado a la familia, estaba dentro del proyecto y eso era algo muy importante. Con Cristina hablé y su respuesta fue muy clara, no quería volver a revivir todo eso ante una cámara.

—Antes te pregunté por las motivaciones más personales y profesionales que te llevaron a hacer el documental. Ahora te pregunto como sujeto político, ¿qué estás diciendo con esta obra?

—Como decía, a mí lo que me mueve es contar ese momento, contar los 90, tanto el complejo delirio del 1 a 1 y sus consecuencias como la reacción social que hubo a esas políticas. Yo creo que el caso Cabezas fue un punto de inflexión, pero había empezado antes con lo de Cutral-Co y todo lo que en definitiva terminó conduciendo al 2001, que, a su vez, fue una crisis que en algún punto no se terminó de resolver y el sistema terminó zafando.

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—De hecho, Duhalde terminó siendo presidente en 2002.

—Claro, con el caso Cabezas, se frustraron sus posibilidades de ser presidente por la vía más “legal” y terminó entrando a la Casa Rosada “de costado”. Por eso digo, fue un momento en el que, después de la dictadura, nuestra esperanza de tener una sociedad mejor, democrática y con justicia social se fue al carajo después del engaño de los primeros 90 (donde parecía que estaba “todo bien”). Políticamente, me interesaba contar eso, 25 años después, para incluso ver si hay paralelismos que se puedan hacer y qué cosas del ayer nos pueden iluminar para el hoy.

Periodismo y peronismo

—Hay otro “actor” protagónico en el documental: el periodismo.

—Sí, es otra de las cosas que me parecen importantes, el rol del periodismo en esa época. Una cosa que me flasheó enormemente cuando hacía el documental fue ver la entrevista entera de Mariano Grondona a Yabrán. Ahí, Grondona, a quien nunca quise y siempre desprecié, lo entrevista muy bien a Yabrán, de una manera nada complaciente, le hace preguntas incómodas. Está bien, pegarle en ese momento a Yabrán podía ser fácil, pero vos ves lo que es la tele de hoy, ves lo que son los Grondona de hoy y te querés matar. Y no es para culpar al periodismo. Evidentemente, es como está la sociedad. En ese momento, la sociedad salió a la calle, entendió lo que estaba pasando, entendió que tenía que acompañar esa lucha y que haber matado a Cabezas era el colmo, era algo que recordaba mucho a los crímenes de la dictadura y la Triple A.

—Es muy simbólica esa comparación con la Triple A.

—Es que, en el pasado reciente, era la Triple A la que hacía algo como lo que hicieron con Cabezas, esa “teatralización”, esa puesta en escena de dejar a un tipo esposado dentro de un auto prendido fuego. Yo creo que la sociedad vio eso y dijo “¡no!”. Por eso digo que nos interesaba mucho mostrar eso, esos roles en la sociedad, del periodismo, de la Policía y de cada uno ante una política que mostraba sus mayores miserias. Creo que, en aquel momento, muchos nos dimos cuenta lo que era en verdad esta “democracia” que logramos conseguir.

—Y ahí la Policía ocupa un lugar central.

—Yo creo que esa Policía Bonaerense muestra un continuum de la dictadura al día de hoy. No solo la Bonaerense, claro, puede ser la santafesina, la de la Ciudad de Buenos Aires o cualquiera. Lo ves en temas como el de Chocobar, por ejemplo.

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—Los 90 y esas políticas estuvieron marcados por una fase del peronismo en el poder que en el documental no se explicita, pero se ve a pleno. Cuando hoy ves el documental, ¿creés que se puede comprender un poco el peronismo a través de él?

—Creo que es de Perón la conocida frase de los gatos, ¿no? (“Los peronistas somos como los gatos, parece que nos estamos peleando y en realidad nos estamos reproduciendo”, NdR). Creo que lo que pasó en el caso Cabezas muestra una de las tantas formas en las que el peronismo ha dirimido sus peleas internas históricamente. Una de las más violentas, sin dudas. Espero que haya sido una de las últimas de ese tipo. De hecho, decidimos poner una declaración de Cristina de ese momento, que como diputada cumplía un rol muy importante en el peronismo y fue una de las que tempranamente vio la necesidad de despegarse de esa interna.

“No repitamos la historia”

—¿Qué nuevos proyectos tenés?

—Ahora me voy a laburar afuera por un tiempo. Yo, de alguna manera, encontré mi “comunión” con José Luis Cabezas en esa idea del tipo “que labura”. Soy muy laburante. A veces tengo la suerte de hacerlo con más libertad y a veces debo hacerlo con un jefe. Ahora viajo para hacer algo en este último sentido. Y estoy muy enganchado con poder estrenar la segunda película que presenté en el BAFICIEl Nacional.

—¿Sobre qué trata?

—La hicimos con cuatro amigos y sin un peso, nada que ver con Netflix (risas). En 2018, filmamos un año entero en el colegio Nacional Buenos Aires, cuando fue la “explosión” del feminismo en el marco del proyecto de Interrupción Legal del Embarazo. Ahí filmamos a un grupo de adolescentes inteligentes, hermosos y pedantes, todo eso a la vez (risas). Es una peli que quiero mucho.

—¿Cómo le «venderías» El fotógrafo y el cartero a quienes no la vieron aún?

—Me parece que la gente más joven que no conoce esa historia se va a encontrar con una historia que es muy emotiva, que duele, donde van a ver lo horrible que le hicieron a un laburante, a un fotógrafo super joven con tres pibes, a un tipo común, pero muy talentoso, en un contexto político muy particular. A José Luis le hicieron lo más inimaginable que puede haber. Van a ver el contexto de una época que nos marcó y de la cual hay bastante para aprender. Y para quienes sí lo vivieron, es la posibilidad de recordar y ver esas cosas de conjunto. Está bueno poder verlas todas juntitas para entender lo que nos pasó, para no repetir esa historia económica y política, y a la vez aprender que no hay que dejar de salir a reclamar por justicia.

*Por Daniel Satur para La Izquierda Diario / Imagen de portada: película El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas (2022) Dir. Alejandro Hartmann.

Palabras claves: José Luis Cabezas, Netflix, película

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