Lengua Madre, hay mujeres que deciden nuestras vidas

Lengua Madre, hay mujeres que deciden nuestras vidas
20 mayo, 2022 por Soledad Sgarella

Vuelvo del Abasto y empiezo a escribir esta nota con el ímpetu de la emoción. Total, yo no soy crítica de arte, me digo. Menos que menos, de teatro. Pero me freno, porque después de ver semejante adaptación del texto de María Teresa Andruetto en escena, lo que realmente quiero es escuchar al equipo y conocer el camino que recorrieron hasta llegar a la premiada obra, que emociona desde hace unos meses. La tragedia y el exilio, la memoria que insiste y unas cartas que cierran círculos, los círculos de la identidad, y que convierten los paisajes de letras en paisajes de cuerpos.

Por Soledad Sgarella para La tinta

Yo lloro, vos llorás, ella llora. Lloramos. “Yo fui, van a volver todas lloraditas”, dice mi amiga, editora general y amante del teatro, y es verdad. Con la Vicky sollozamos casi un 70% de la obra y, en un momento, ya era moco tendido, pero no les quisiera condicionar. Salimos y no sabemos por dónde empezar la charla. Nos subimos al auto, nos miramos. Mudas un ratito, se nos corrió todo el rimel hasta el N95. Hay varias escenas que nos retumban en la cabeza, hay fragmentos de los diálogos que nos hablan directamente, hay proyecciones de fotos antiguas que nos interpelan aunque no sean las propias.

Basada en el texto original -titulado de la misma manera- de la grandísima María Teresa Andruetto, la obra de teatro co-dirigida por Nicolás Giovanna y Daniela Martín tiene una dramaturgia afiladísima, una puesta en escena con unas artes visuales impactantes, unas actuaciones emocionantes y, claramente, un trabajo de equipo que se transparenta en cada detalle.

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(Imagen: Alberto Silva)

La sinopsis, tal como la comparten en la gacetilla, ni una palabra de más ni una de menos, dice: “Julieta regresa a la casa de su madre, luego de su muerte. Antes de morir, Julia le hace un pedido a su hija: que lea las cartas que están en una caja. A través de esta lectura, ella puede reconstruir los vacíos de su historia familiar. Durante la última dictadura cívico-militar, Julia dio a luz a Julieta en un sótano, en el cual estaba escondida. Lejos de su madre, la niña fue llevada con sus abuelxs, con quienes creció. Esta es la historia de una familia fracturada y, al mismo tiempo, la historia de una biografía familiar que no se conoce del todo. Podemos ver cómo Julieta, al leer esas cartas tanto tiempo guardadas, puede revisar su vida, la relación con su madre, con la militancia de sus padrxs, el vínculo entre su madre y su abuela, Ema”.

En esta nota, les hice preguntas a ellxs, a quienes hacen Lengua Madre, un obrón que -al final de todo- busca generar empatía y la comprensión de cada personaje y cada situación, menos, obviamente, en relación a los milicos y al daño que hicieron durante la última dictadura cívico-militar-eclesiástica en nuestro país.

—¿Nos cuentan quiénes y cómo hicieron la adaptación del texto de Andruetto?

Daniela Martín y Diana Lerma: La adaptación de la novela es un trabajo colectivo, del que participamos principalmente Laura Ortiz, Diana Lerma, Nicolás Giovanna y Daniela Martín. Es decir, actrices y directorxs. Pero también participó en algunas instancias Josefina Rodríguez, una de las productoras de la obra. Laura y Daniela, muy al comienzo del proceso, hacen una primera adaptación, un primer “recorte” de la novela, que es larga y difícil de condensar, por las múltiples capas narrativas que tiene, por la cantidad de historias que allí se despliegan. Pero esa primera y temprana adaptación fue revisada y trabajada con muchísima intensidad por el grupo. 

Una de las decisiones que tomamos fue concentrarnos en el trío Julieta / Julia / Ema, es decir, hija, madre, abuela. Si bien hay muchos otros personajes e historias alrededor de ellas, nos parecía que esa era la historia que queríamos compartir en escena. Porque todo el tiempo estábamos pensando: ¿cómo llevamos a escena esta novela? ¿Cómo darle cuerpo, qué contar de todo esto, dónde concentrarnos?

En ese sentido, una de las grandes operaciones que hicimos fue la selección de cartas, cuáles eran necesarias para componer estos personajes (además del gran problema: ¿cómo actuar esas cartas?). El proceso de adaptación fue larguísimo, hasta pocos días antes de estrenar, seguíamos revisando algunos textos y cuestiones. Luego de un arduo trabajo, decidimos que lo que la obra tenía que compartir era esa reconstrucción de la historia familiar que Julieta va haciendo. Eso nos permitió pensar procedimientos escénicos para jugar con eso. El mayor desafío fue transformar lo narrativo en teatral y, en ese sentido, fue un ida y vuelta del papel al ensayo las veces que fueron necesarias, para despegarnos de la novela, pero sin perder la esencia de las palabras de María Teresa Andruetto.

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(Imagen: Alberto Silva)

Creemos que la adaptación final logra concentrar la historia de este trío de mujeres, dejando entrever las diferentes capas de los personajes, en diálogo constante con la luz, la escenografía, la música y las imágenes, partes fundamentales de nuestra dramaturgia.

—La obra tiene un fuerte trabajo desde la corporalidad y el movimiento de las actrices, así como de los volúmenes de los sonidos y de las voces…. ¿Desde dónde o cómo se laburó ese proceso creativo? (Pienso, por ejemplo, en la escena donde Diana Lerma revolea las cartas y ambas protagonistas van caminando en círculos y van subiendo el volumen de la voz, casi en canon).

—Nicolás Giovanna: Desde el inicio, nos preocupamos por la dimensión física de la obra, en cómo la novela, esas palabras y esos universos que propone tan bella y magistralmente María Teresa Andruetto, podían convertirse en teatro, y, en ese pasaje, no perder el cuerpo, que la obra no quedara circulando solo alrededor del texto, sino que pudiera expandirse hacia otros territorios sensibles. 


Entonces comenzamos un trabajo de entrenamiento a través de diferentes dispositivos y pautas que nos iban conectando físicamente con el material. ¿Cómo traducir esos paisajes de letras en paisaje de cuerpos? ¿Cómo habitar en la actuación la búsqueda de Julieta, las cartas, su infancia? ¿Cómo sumergir a lxs espectadorxs en ese mundo analógico?


Hay dos escenas en las que la corporalidad adquiere una dimensión particular. Una es en la que Julieta es rodeada por la idea del exilio, los fantasmas del pasado circulan cerca de ella y empiezan a hacer tambalear su historia personal. Y la otra es cuando se entera de que su abuela, Ema, le había pedido desesperadamente a su madre, Julia, que no vuelva al pueblo donde vivían las dos, que sería peligroso. Son dos momentos en los que la razón se nubla y el cuerpo tiembla, por eso, nos enfocamos en cómo ese estado era habitado desde el cuerpo. La desesperación, la incomprensión, la impotencia. La manera en que la memoria insiste, inasible. Al mismo tiempo, queríamos que el material que había surgido en los entrenamientos pudiera tener asidero en la obra y esas escenas eran el momento justo para que sucediera, para que el foco se fugara hacia otro lugar más visceral donde la potencia del cuerpo se vuelve pregnante y la narración se expande y se perfora, se bifurca.

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(Imagen: Mery Palacios)

En relación a la composición musical de la obra, la misma estuvo a cargo de Cci Kiu, con quien trabajamos también desde los comienzos del proceso. Cada vez que ella iba a los ensayos, nos proponía composiciones musicales que probábamos en la escena. Fue una manera muy hermosa de construir el universo sonoro de la obra, en donde la búsqueda de Julieta se resignificaba cada vez. La sensibilidad y sutileza de Ceci nos permitió descubrir otros paisajes de la memoria, nos expandió el universo que estábamos creando, permitiéndonos jugar con los matices del sonido, de las voces. Nos abrió a pensar, también, el universo de las cartas, que tienen una presencia importantísima en la novela y que en la obra aparecen leídas, actuadas, susurradas y a través de voces en off. 


Porque la carta es la mano que la escribe, son los ojos que siguen palabra a palabra, la boca que apenas se mueve, como si quisiera nombrar, y el oído que nos pega la voz de personas que amamos mucho. Y que muchas veces son los rastros que dejan quienes ya no están en este mundo.


—Las visuales de la obra son hermosas y claramente una parte importante: ¿nos amplían un poco sobre ese trabajo?

 —Mery Palacios: Las visuales de la obra se despiertan a partir de imaginar el mundo familiar en épocas de cartas. Las fotos traslúcidas dejan ver el cuerpo que recuerda… que evoca esa voz que le narra la historia. Es luz, es color. 

En un comienzo, fue necesario para la dirección que no aparezca el rostro, sino, más bien, la atmósfera y el paisaje interior como un amanecer, un entramado o el mar. Después, van conduciendo el recuerdo hacia la mesa familiar, hacia la mirada… llegando a mostrar una situación familiar y a las personas detenidas en esa situación. Creo que así destapa otro imaginario que me sucedió cuando leí la obra.

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(Imagen: Mery Palacios)

—Hay una frase que me quedó resonando: “Hay mujeres que le dan nombre a cada cosa y otras que se expresan sin palabras. Mujeres que deciden nuestras vidas. Madres”… ¿Por qué hacer hincapié ahí?

—Laura Ortiz: El proceso de adaptación de la novela implicó un recorrido enorme por cada frase, cada carta, cada texto. Hasta último momento, estuvimos ajustando lo que quedaba, lo que convenía cambiar. Fue una tarea realmente difícil porque cada palabra de la Tere nos decía y nos regalaba mucho, ya sea por su poesía, por la historia en sí, por nuestros propios recuerdos y conexiones… 


La cuestión de la maternidad es central en la historia que decidimos contar y también al hacernos recorrer nuestras propias vivencias, como dice la Tere: «Todos hemos tenido una madre. Hayamos vivido con ella o no, nos haya criado o no, esté o no presente, cualquiera sea el vínculo, hemos tenido una madre». ¿Y cuántas formas posibles de “ser madre” hay? Montones. Todas. Las que cada una puede. Y en esa potencia de «ser la madre que se puede», la palabra se torna constitutiva (como en todos los órdenes de la vida). 


Pero, para Julieta, por ejemplo, volviendo a nuestra obra, en el sentido que, aún desde la ausencia, su madre es su madre, y lo empieza a comprender desde las palabras que ella ahora lee desde la historia que arma con piezas leídas o que le han sido habladas, contadas. Más adelante, Julieta, en la obra, relata la fuga de su madre corriendo sobre la “tierra hundida mientras sonaban los disparos” y dice que «hasta ahora, no le había dado importancia a esas palabras que su madre le dijo no una vez, sino varias: tierra suelta, madre tierra, lengua madre”.

Viernes 20 y 27 de mayo – 21 h – Pasaje Agustín Pérez 12 (zona ex abasto).

Ficha Artística

En escena: Laura Ortiz, Diana Lerma / Vanesa C. Salazar

Voz en off: Elena Cerrada

Diseño escenográfico y lumínico: Sara Sbiroli

Realización escenográfica: Sara Sbiroli

Música original: Cci Kiu

Diseño y realización de vestuarios: Carolina Figueroa, Billy Petrone

Diapositivas y fotografías: Mery Palacios

Diseño gráfico: Laura Felipe

Producción: PH Cultural: Andrea Musso, Josefina Rodríguez

Texto original: Lengua Madre, de María Teresa Andruetto

Adaptación para la escena: Laura Ortiz, Diana Lerma, Nicolás Giovanna, Daniela Martín

Dirección: Nicolás Giovanna, Daniela Martín. Convención Teatro

*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: Mery Palacios.

Palabras claves: María Teresa Andruetto, Teatro

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