Jorge Carrión: «La polifonía, lo heterogéneo, no solo tiene que estar en la realidad, sino también en las narrativas que la representan»

Jorge Carrión: «La polifonía, lo heterogéneo, no solo tiene que estar en la realidad, sino también en las narrativas que la representan»
31 mayo, 2022 por Gabriel Montali

El escritor y periodista español habla de Membrana, su última novela, en la que imagina a la humanidad del futuro como una sociedad gobernada por los algoritmos. Narrada desde la voz de una red de inteligencias artificiales, la obra propone una reflexión sobre qué significa ser humano en el siglo XXI.

Por Gabriel Montali para La tinta

Lo primero es el nombre. Y el nombre, en este caso, es polifónico y heterogéneo. Nacido en 1976 en Tarragona, una de las ciudades más importantes de la comunidad autónoma de Cataluña, Jorge Carrión es también Jordi Carrión: español, sí, pero al mismo tiempo catalán. Una dualidad de origen en el plano de la lengua y de la cultura que se proyecta, se desdobla y se multiplica al conjunto de su biografía. Porque Carrión es periodista, docente, escritor y, quizás ante todo, un viajero empedernido, esa manera tan particular de ejercer el oficio de curioso. 

No es casual que su producción literaria abarque la crónica de viajes (Australia, 2008), el ensayo (Teleshakespeare, 2011 y Lo viral, 2020), la crítica cultural (en medios como La vanguardia y The Washington post), el comic (Barcelona. Los vagabundos de la chatarra, 2015) y la novela de ciencia ficción (Los muertos, 2010 y Los turistas, 2015). 

En general, todos esos registros se superponen en su escritura, que apuesta permanentemente a las hibridaciones narrativas. Solaris, ensayos sonoros, su podcast de crítica cultural emitido entre 2020 y 2021, y Membrana (Galaxia Gutenberg, 2021), su última novela, son buenos ejemplos de esa manera de trasladar la dualidad de origen a un estilo de escritura en el que todo puede combinarse y convivir, como en la consola de un DJ.

Y es que Jordi, o Jorge, en realidad es un soldador. O, en todo caso, un artesano del tejido. El teclado de su computadora funciona como un soplete o un telar que en cada trazo es capaz de unir, en una misma pieza, dos objetos que no parecían hechos para ser unidos: la pintura de Diego Velázquez y los artefactos de Leonardo da Vinci, las historias de Penélope y Sherezade –esas primeras tejedoras– y los ejércitos de drones.

“Las formas por supuesto tan informes”, repiten una y otra vez “les algoritmes” que protagonizan Membrana, que, al no tener género, se expresan en la neolengua igualitaria de la ambigüedad: un código no binario que pone en juego el estilo DJ del autor y, a su vez, sus intuiciones respecto a qué significa ser humano en el siglo XXI.


Membrana, en ese sentido, remite a mutación, migración, hipervínculo, mezcla, remix. Es un texto que se proyecta hacia el futuro para pensar cómo estos términos están moldeando nuestro presente, con sus múltiples luces y sombras.


La trama de la novela, de hecho, se sitúa en el año 2100, momento en el que las inteligencias artificiales gobiernan la tierra tras haber derrotado a sus creadores humanos. El texto que leemos es en realidad el catálogo de un museo fundado por ellas. Un museo que reconstruye la historia del desarrollo tecnológico de la humanidad –y de los diversos vínculos entre humanos y máquinas– a partir de la selección de una serie de obras y acontecimientos reales y ficcionales que “les algoritmes” consideran como hitos de ese recorrido, de ese trayecto hacia su emancipación y la consecuente derrota de sus creadores.

Se trata, por lo tanto, de un ejercicio de ficción especulativa. Membrana es una novela distópica que remite tanto a la tradición literaria de George Orwell, Stanislaw Lem y Ursula K. Le Guin como al universo de Blade Runner, Matrix o Black Mirror. La obra de Charlie Brooker, por cierto, es una referencia permanente en la novela, que en varios aspectos dialoga con “Black museum”, el sexto capítulo de la cuarta temporada de la serie.

Pero ese es apenas el primer nudo en la trama, porque Carrión introduce elementos que resignifican la tradición distópica. Si ceder el protagonismo a les algoritmes es algo poco habitual, en la medida en que la voz narradora no es de carne y hueso, sino pura matemática –lo que equivaldría a que las protagonistas de Matrix, en vez de Neo, Morfeo y Trinity, fuesen las máquinas emancipadas–, la idea de la red es otro concepto que funciona en ese mismo sentido.


Membrana simboliza la suma de todas las redes que hemos creado y que nos constituyen, desde las redes neuronales y biológicas a nuestras propias familias y nuestros círculos de amistad. Un juego metafórico que nos recuerda que no podemos ser sin otros, porque existimos gracias a que otros han existido y porque podemos imaginar gracias a que otros han imaginado.


Es a través de esos recursos que Carrión introduce las preocupaciones políticas que tanto interesan a la ciencia ficción: preguntas como ¿quiénes somos? ¿Qué nos hace humanos? ¿A qué futuro nos está proyectando nuestro presente? ¿Se rebelarán las máquinas en contra nuestra? ¿Qué tipo de inteligencia llegarán a tener? ¿Las podremos considerar, en algún momento, como seres vivos?

Lo que sigue es el diálogo que La tinta mantuvo con el escritor en la reciente Feria del Libro de Buenos Aires, a la que acudió para presentar su novela y para dictar un taller de periodismo cultural auspiciado por la Fundación Gabo.

—En la novela, los hechos claves en la conspiración de los algoritmos ocurren, más o menos, entre el año 2025 y el 2050. Es decir, son hechos contemporáneos. ¿Se puede ser distópico en un mundo que parece haber realizado casi todas las distopías? En todo caso, ¿cuáles considerás que son los desafíos de la ciencia ficción de nuestro tiempo?

Múltiples: el cambio climático, los nuevos géneros o postgéneros, la relación de la humanidad con las nuevas formas de tecnología, la comunicación interespecies. De hecho, también la ciencia o la filosofía están trabajando con esos temas, aunque desde otros lugares. Como ciudadano, intento estar en un término medio, entre la utopía y la distopía. Como narrador, según el proyecto: Membrana es distópica, Solaris es utópico. Un poco como el latido del siglo XXI.

—La idea de red, que está muy presente en todos tus trabajos, tiene un rol central en Membrana. La propia escritura del texto remite a ella, con su entretejido de oraciones largas que por momentos tienen la textura de un líquido que fluye. Además de una búsqueda estética, se trata de un recurso que parece obedecer a un propósito político. ¿Es así? ¿Cuáles son tus objetivos en ese plano?

—Me sale natural. Tal vez porque mi vida social también se da en red, a través de cafés o citas o paseos o viajes, pero también de conversaciones simultáneas por email, WhatsApp o Twitter con gente que vive en puntos muy lejanos entre sí. ¿Será que mi cerebro, que -como todos- es una red, se refleja explícitamente en todo lo que escribo, en vez de representar jerarquías y linealidades como hacen los relatos tradicionales?

—Otra noción que parece conectar lo estético y lo político en tu novela es la idea de pluralidad: de voces, de perspectivas, de identidades. Y lo mismo sucede con el concepto y la metodología del remix. ¿Por qué te parece que se trata de nociones potentes y qué aplicaciones actuales les encontrás dentro del campo de la producción cultural, sea periodística o artística?

—En efecto, la polifonía, lo heterogéneo, no solo tiene que estar en la realidad, sino también en las narrativas que la representan. Vengo de padres y abuelos migrantes, me entiendo a través de mis viajes y de sus migraciones, y esa mezcla genética y cultural también está en mis textos. Membrana es una novela muy anglosajona o polaca, en sus referentes de ficción especulativa, como Ursula K. Le Guin, Donna Haraway y Stanislaw Lem, pero también súper argentina, de Borges a Caparrós; pero es tan literaria como científica, filosófica o tecnológica, con lecturas de autores de todo el mundo. Pura mezcla.

—Ya que estamos con los estilos y las formas, tu caso es el de un escritor que piensa la literatura como un ejercicio de hibridación. En ese sentido, ¿cómo ves en la actualidad el debate sobre los límites entre lo fáctico y lo ficcional? ¿En qué medida te parece que aún tiene sentido pensar en esas fronteras o esferas?

—No hay más remedio que pensarlas e incluso defenderlas, en el ámbito del periodismo en particular y de la información en general, en esta época de bulos sistemáticos, memes y posverdad. Pero la literatura es otra cosa. La poesía documental o la crónica literaria admiten licencias, juegos, experimentos. Cada proyecto artístico inventa un pacto con su lector.

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—En línea con esto, otra inquietud muy presente en tu obra es la idea de que estamos en una etapa de transición, entre la legitimidad con la que todavía cuenta el libro y la emergencia de nuevas formas y ámbitos narrativos. De todas esas novedades, ¿cuáles te parece que marcarán tendencia en los próximos años?

—Yo diría que nuestra época se puede ver como apocalipsis o como amanecer. Yo opto por la segunda vía. Estamos en una suerte de segundo Renacimiento. Por supuesto, su principal tendencia, en términos culturales, es la digitalización de la realidad y, con ella, de las narrativas, discursos y estéticas (realidad virtual, criptoarte, narrativas en redes sociales, creatividad de inteligencias artificiales, etcétera); pero durante mucho tiempo, intuyo, todo eso va a convivir con las artes vivas, los libros en papel o los centros culturales físicos. Tal vez vaya a ser la gran característica de nuestra época: el diálogo entre lo analógico y lo digital. 

—Por último, a lo largo del siglo XXI, se ha consolidado la presunción de que resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Me parece que esa preocupación está muy presente en todos tus trabajos, no solo en Membrana. De hecho, tu perspectiva no siempre ha sido la misma. En Membrana, por ejemplo, parece predominar una mirada pesimista sobre el futuro. Pero en Solaris, tu podcast, buena parte de ese pesimismo se revierte. Si tuvieras que hacer una síntesis, ¿cuál es tu posición respecto a esa sensibilidad actual?

—En Solaris, hablo yo; en Membrana, unos algoritmos del siglo XXII.

*Por Gabriel Montali para La tinta / Imagen de portada: A/D.

Palabras claves: Ciencia y Tecnología, Jorge Carrión, literatura

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