Roma Vaquero Diaz: «El cuerpo no es algo fijo y acabado, y la performance es un portal para esa transformación»

Roma Vaquero Diaz: «El cuerpo no es algo fijo y acabado, y la performance es un portal para esa transformación»
13 abril, 2022 por Soledad Sgarella

¿Qué es una performance? ¿Qué aporta esta práctica artística? Le preguntamos a Roma Vaquero Diaz, artista multidisciplinaria, performera e investigadora, que el jueves pasado presentó una muestra y su libro “Cuántos cuerpos entran en un cuerpo”. Las piedras fundacionales de nuestras memorias, las insistencias de las transformaciones y el arte como ritual para encontrar-nos y transformar-nos.

Por Soledad Sgarella para La tinta

Performar como una insistencia
como una manera de darme volumen
y quebrar el espacio para ingresar en él.

Performar para crear un tiempo sagrado y habitarlo con otres
para descubrir lo oculto y poder ver lo que está velado.

Performar para transformar
la palabra vacía,
el peso que achata,
la imagen aparente.

Estoy hace tres meses con hernias de disco cervicales. Cada día, fisioterapia; cada semana, acupuntura; cada quincena, traumatólogo; cada mes, resonancia. En la camilla del acupuntor de la calle Roma, una ventana -en el techo- con rejas y un ventilador de los 80 con capelinas de vidrio me miran fijamente, y yo me pregunto sobre mi cuerpo, mis cuerpos.

El sábado, seguí la muestra Cuántos cuerpos entran en un cuerpo de Roma Vaquero Diaz en Olla Roja, Buenos Aires, vía Instagram: en una performance duracional, la artista coloca unas piedras verdosas en su pecho, en sus clavículas, en su cuello. Las acerca a les espectadores participantes, en gestos de amorosidad y convite. Y pienso: cuánto necesitaría estar allí, quizás algo sanaría más rápido, porque el arte (y no es pensamiento mágico) cura, por el simple hecho de acercarnos a un otre.

Cuenta la performer de Pergamino que la exposición tuvo la curaduría de Lucía Seijo y que la fachada de la galería fue empapelada como la portada del libro, con la idea de que ingresar a la sala fuera un sumergirse dentro de él. Durante el tiempo de exposición, además de la presentación, hubo un taller y una activación con les participantes porque, declara, para ella, ser tallerista y compartir es parte fundamental de su hacer.  


“El arte de performance es acontecimiento, es encuentro, es una práctica artista del tiempo, el espacio y la energía que necesita de la presencia del cuerpo de quien la propone. Cuando hablo de cuerpo, no me refiero solamente a piel, hueso, sangre, sino también a memorias, pensamientos, dolores, ideas, urgencias; es decir, un cuerpo es todo aquello que somos y que está en tránsito de ser o de construirse. Y ese ser cuerpo siempre es en relación, no es algo fijo y acabado, sino que siempre se encuentra como potencia de ser, y la performance es un portal para esa transformación, para ese devenir”, explica Roma.


Vaquero Diaz refuerza la idea: la performance es una propuesta de experiencia simple y potente que no requiere de habilidades técnicas, sino de un entrenamiento de la escucha, de la energía y del habilitar acciones que se dan en relación con otres.

“Esta práctica artística se ubica en el espacio autobiográfico y es una forma de autoconocimiento, pero al mismo tiempo, es una forma de conocimiento social y comunitario, ya que el núcleo del arte de performance no se centra en quien performa, sino en la experiencia compartida con les presentes en la vivencia de performance. Así, en la presencia, no aparece algo extraordinario, sino que en ella algo perfectamente ordinario se hace patente y deviene acontecimiento: un estado de conciencia, una totalidad que se experimenta con los demás donde se vive la propia existencia ordinaria como extraordinaria, como transformadora, donde la presencia suprime la dicotomía entre cuerpo y mente”, dice la artista.

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(Imagen: Lucrecia Esteban)

Performar la historia propia.
Rozar un paisaje que cruza el presente y los recuerdos.
Encontrarme con el ojo de la cámara mirando de ambos lados.
Dándome volumen, espacio y presencia.
Repetir un ritual para que algo se transforme.

 

Las piedras que Roma coloca en su cuerpo y en el cuerpo de otres, a veces como una apacheta, a veces como un obsequio de corazón a corazón, a veces como un vendaje de empatía, estuvieron en la casa de su infancia. Rocas que sus padres traían de los viajes y que, al morir y desarmar la casa, la artista se trajo consigo y con las cuales empezó a trabajar. Yo las veo y reconstruyo con ella y sus piedras mi propia memoria, mis viajes. Creo que son del Titicaca, creo que podrían ser las sagradas de la Isla del Sol. Creo y me interpela, porque eso hace la performance, busca conectar-nos.

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(Imagen: Lucrecia Esteban)

Le pregunto por qué hace arte desde lo performático y me responde con una claridad que en años de estudiar artes visuales no tuve: “Mi manera de pensar, de habitar y de leer el mundo es desde el universo de lo corporal, y me fascina la manera en que desde ahí construimos lo social, los afectos y los saberes. Desde el momento en que nacemos y necesitamos del contacto y del cuidado en presencia de otres para no morir hasta el vínculo que construimos con el territorio que habitamos y los gestos que constituyen esa relación. Hacer arte desde esta mirada es sembrar en el mundo una poética de vida. Crear tiempo para lo ritual, habitarlo colectivamente, modificar la energía de donde nos encontramos y posibilitar transformaciones”.

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(Imagen: Lucrecia Esteban)

Respecto del libro, cuando le preguntamos sobre este cruce entre lo efímero de la performance y lo permanente de un objeto impreso en papel, Roma es transparente y precisa con su trabajo: “Un libro también es un pequeño cuerpo que se toma entre las manos, se lleva en la mochila, se sostiene en el pecho mientras se toma un mate; asimismo, un libro es un oráculo que se abre en cualquier página y nos ofrece una información y nos sumerge en un mundo. Un libro puede perderse, puede regalarse, puede viajar, tiene movimiento. De igual manera, la performance. Se dice que el arte de performance es algo efímero porque rompe con la lógica del objeto, que muchas veces se piensa desde el mercado del arte. Sin embargo, pienso que la performance es todo lo contrario a efímero porque produce memoria, saberes compartidos, historias que contar de una generación a la otra. Es una experiencia vivida que se lleva en el cuerpo de todes les que la experimentan y se multiplica en el hacer y en el decir. La performance no es efímera, sino que trabaja con lo más valioso que tenemos y que no puede tomarse ni venderse. Es más, podría vender la idea de una performance, pero nunca la experiencia, la memoria y los saberes de eso que compartimos durante la acción”.

Con esa contundencia, la artista agrega, para contextualizar, que el libro es un proyecto que comenzó sin la intención siquiera de que fuera un proyecto con un dispositivo de salida específico y que, si bien su práctica siempre nace de lo performático, desde allí se extiende a otras prácticas que el proyecto requiera o necesite. “En 2016, cuando nace este proyecto, estaba viviendo un tiempo tumultuoso e íntimo, donde descubrí que lo que podía encuadrar en el visor de la cámara me permitía ordenar algo de todo ese caos, que es acompañar la enfermedad de un ser querido. La primera imagen de ese intento de orden o de entender el mundo fue el abrazo, el contacto entre sí del rostro de mis padres, ese punto de unión que conformaba un territorio. Seguí entonces repitiendo o encontrando esa imagen en otras díadas de personas que estuvieran atravesando una enfermedad terminal o un tiempo plutoniano en su vida. Insistiendo en esta idea de que el punto de contacto con un otre amplía las posibilidades de vida y que ese otre puede ser un humane, pero también vegetal, animal, mineral. Así comencé a trabajar también con los territorios y paisajes como parte de estas díadas. Si el punto de contacto con un otre amplía las posibilidades de vida, entender que somos de la misma materialidad de las piedras y de las estrellas es necesario y urgente para no atentar contra la vida de los territorios y proteger el todo de donde habitamos. El cuerpo que somos está conformado por el cuerpo de nuestres ancestres, pero también de cada una de las personas que nos influye, del territorio donde gravitamos, del alimento que comemos. El cuerpo de la tierra está conformado por todo lo que la habita”.

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(Imagen: Lucrecia Esteban)

En 2020, se decidió a publicar el libro con la Editorial Flanbé, una editorial de libros de artistas coordinada por Jimena Passadore. Vaquero Diaz cuenta que, cuando envió la maqueta, Passadore resonó rápidamente con la idea “y se dio una nueva y hermosa díada que se multiplicó con cada una de las personas que fueron parte del proceso de trabajo, desde la fotocromía con Juan Beccar Varela, hasta la revisión de cada uno de los pliegues con Fede, el maquinista de la imprenta Akian”.  

Roma es artista multidisciplinaria, performera e investigadora. 

¿Cuántos cuerpos entran en un cuerpo? Quizás todos los posibles. Ojalá.

Para ella, la práctica artística es una forma de conocimiento y una praxis de libertad. 

Y para mí también. 

*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: Lucrecia Esteban.

Palabras claves: Arte, Buenos Aires, performance

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