Estratagemas de “mala fe” o de cómo horadar la legitimidad de la ley de salud mental

Estratagemas de “mala fe” o de cómo horadar la legitimidad de la ley de salud mental
27 abril, 2022 por Redacción La tinta

La integrante del Observatorio de Salud Mental y DD. HH., y vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales analiza en esta nota dos “estratagemas de mala fe” que diversos actores políticos y sociales están utilizando como un fuerte embate contra el paradigma de los derechos en salud mental. La primera es producto de prejuicios, ideología o intereses, y la segunda oculta, detrás de una adhesión al cumplimiento de la ley, una política de ajuste y restricciones. “Necesitamos políticas de salud mental que implementen como corresponde las leyes que supimos conseguir. Para eso, se requiere deconstruir estos discursos y develar su manipulación”. 

Por Jaschele Burijovich para La tinta

Los últimos dichos y hechos en torno a episodios ligados con problemas de salud mental pueden ser una oportunidad para volver a utilizar un clásico: El Arte de tener razón, de Arthur Schopenhauer. Este filósofo reúne en este texto “estratagemas de mala fe” para salir airosos/as de un debate, con independencia de si lo que se dice es cierto o no. Podríamos sumar a este objetivo argumentar sobre cualquier acción aunque vaya en el sentido contrario a lo que se afirma. En esta nota, queremos nombrar dos “estratagemas de mala fe” que diversos actores políticos y sociales están utilizando para horadar la legitimidad de la ley de salud mental.  La primera es producto de prejuicios, ideología o intereses, y la segunda oculta, detrás de una adhesión al cumplimiento de la ley, una política de ajuste y restricciones.  

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(Imagen: El Resaltador)

Han habido múltiples muestras de esto en los últimos meses que se presentan como ejemplos de la primera artimaña. Las declaraciones sobre lo sucedido con el cantante Chano, el ataque a una policía de la Metropolitana, los casos de muerte por droga adulterada y otros muchos más que son utilizados para justificar la necesidad de modificar la ley nacional de salud mental. En este caso, funciona la primera estratagema. En algunas situaciones, se reclama “mano dura”; se utiliza el argumento de que existe una “puerta giratoria” para las personas implicadas en estos hechos, se tergiversan los artículos de la ley de salud mental, se los niega o se le atribuyen a la ley cuestiones que tienen que ver con su incumplimiento.


Hay un fuerte embate contra el paradigma de los derechos en salud mental. Desde las posiciones punitivistas, algunos/as sostienen la peligrosidad de los/as usuarios/as y reclaman más castigo y encierro. Asocian violencia y delito a sufrimiento psíquico reforzando la exclusión hacia este colectivo.  Desde la hegemonía médica, vuelven las miradas reduccionistas con actores que pretenden sostener la centralidad de la psiquiatría y de los hospitales psiquiátricos en las estrategias de atención, negando prácticas interdisciplinarias con modelos comunitarios.  


Las críticas relacionadas con la ineficiencia del Estado son apoyadas por sectores pro-mercado y más cercanos a la privatización de los servicios de salud sin analizar ni contextualizar las causas de estos déficit en las capacidades estatales. 

Otros argumentos afirman que la ley es buena en la teoría, pero impracticable, sustentando esto en la dicotomía entre teoría y práctica: a la ley la escribieron “los/as que nunca tuvieron que hacer guardia en un hospital psiquiátrico”.  De esta manera, cancelan toda posibilidad de discusión. Otras estrategias van en la dirección de seguir fragmentando el campo de la salud mental. Aquí se ubican aquellos/as que quieren recortar la atención de las adicciones y de los consumos problemáticos; para esto, presentan nuevos proyectos de leyes específicas que atiendan a estos padecimientos o sacar el artículo 4 que es el que refiere a adicciones en la ley.

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También hay una arremetida antiderechos. Desde sectores conservadores, hay discursos que desde la filantropía, la caridad y el paternalismo proponen  la vuelta al modelo tutelar desacreditando el modelo social de atención a la discapacidad psicosocial.


En síntesis, no tienen reparos en sostener cuestiones que resultan discriminatorias y/o criminalizantes. Tampoco en desconocer una concepción integral de la salud y, en muchos casos, quedan atados a discursos moralizantes.  


La segunda “estratagema de mala fe” no es menos peligrosa. Mientras se sostienen adhesiones, se ejecutan transgresiones a la misma ley que predican defender. En la política de salud mental en Córdoba, tenemos una gran cantidad de ejemplos. Los presupuestos destinados al sector nunca han llegado al 10% del presupuesto de salud tal como lo recomiendan los organismos internacionales. No han apoyado a los municipios, que en su gran mayoría se encuentran desfinanciados, para que fortalezcan el primer nivel de atención y, de esta manera, puedan implementar el modelo comunitario. Han permitido aún más el deterioro de los hospitales psiquiátricos, cerrado pabellones y externado usuarios/as sin poner en marcha los dispositivos sustitutivos necesarios, casas de medio camino, talleres, centros de rehabilitación socio-laboral y tantos otros propuestos por la ley. Se sostiene el modelo asilar y segregador mientras se declama la transformación. Los discursos de las autoridades políticas de salud mental no se corresponden con un análisis serio de la realidad del sector. 


Necesitamos políticas de salud mental que implementen como corresponde las leyes que supimos conseguir. Para eso, se requiere deconstruir estos discursos y develar su manipulación. 


Estamos asistiendo a lo que algunos/as autores llaman “giros en retroceso”. Actores que “venden” soluciones efímeras que no se condicen con un debate racional y democrático. Se puede acceder a un significado más auténtico de lo que sucede en el campo de la salud mental si se escucha la voz de los grupos que son vulnerados por estas acciones y omisiones. Los actores que sostienen intereses específicos, algunos medios de comunicación, algunos/as funcionarios/as nos cuentan su propia historia. Para revertir estas “estratagemas de mala fe”, tenemos que hacer audibles y creíbles las “realidades de buena fe”.

*Por Jaschele Burijovich para La tinta / Imagen de portada: FB Marcha por el Derecho a la Salud Mental.

Palabras claves: Observatorio de Salud Mental y Derechos Humanos de Córdoba, Salud Mental

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