La fiesta de la insignificancia, un tratado sobre la ética

La fiesta de la insignificancia, un tratado sobre la ética
31 marzo, 2022 por Redacción La tinta

Por Manuel Allasino para La tinta

La fiesta de la insignificancia es una novela del escritor Milan Kundera, publicada en el 2013. En la particular historia, encontramos una catarata de pensamientos que van desde el erotismo del ombligo hasta alusiones a las ideas de Hegel. A través de las páginas, recorremos las aventuras de un grupo de amigos que se emborrachan para no advertir un destino funesto, incontinencias urinarias, diálogos extravagantes y una caricatura muy graciosa del mismísimo Stalin. 

En La fiesta de la insignificancia, Kundera proyecta una luz sobre los problemas más serios y, a la vez, no pronuncia una sola frase seria. Con una prosa llena de dobles sentidos, hace un abordaje creativo y divertido de la realidad del mundo contemporáneo, pero evitando todo realismo.

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“Aproximadamente en el mismo momento en que Ramón renunciaba a la exposición de Chagall y elegía pasear por el parque, D´Ardelo subía la escalera que lleva a la consulta de su médico. Aquel día, faltaban tres semanas para su cumpleaños. Desde hacía ya muchos años, había empezado a odiar los cumpleaños. Por culpa de las cifras que les encasquetaban. Aun así, no conseguía ignorarlos porque, en él, era más fuerte el placer de ser festejado que la vergüenza de envejecer. Y aún más desde que, esta vez, la visita al médico añadía un nuevo matiz a la fiesta. Era el día en que la comunicación del resultado de todos los exámenes que le darían a conocer si los sospechosos síntomas descubiertos en su cuerpo se debían, o no, a un cáncer. Entró en la sala de espera y se dijo por lo bajo, con voz temblorosa, que dentro de tres semanas celebraría una doble fiesta. Pero, en cuanto vio la cara risueña del médico, comprendió que la muerte se había dado de baja. El médico le apretó fraternalmente la mano. Con lágrimas en los ojos, D´Ardelo no pudo pronunciar palabra. La consulta del médico estaba en la Avenue de l´Observatoire, a unos doscientos metros del Jardin du Luxembourg. Como D´Ardelo vivía en una callecita al otro lado del parque, decidió volver a atravesarlo. El paseo entre los árboles le devolvió un buen humor casi juguetón, sobre todo cuando rodeó el gran círculo formado por las estatuas de las antiguas reinas de Francia, todas ellas esculpidas en mármol blanco, de pie en poses solemnes que le parecieron divertidas, casi alegres, como si con ello esas damas quisieran saludar la buena nueva que él las saludó dos o tres veces con la mano y soltó una carcajada”.

Si bien los recursos del humor y lo «no serio» ya habían sido utilizados por el autor en anteriores novelas (La inmortalidad y La lentitud), en esta cobran una real dimensión literaria. La fiesta de la insignificancia es una risa inspirada en nuestra época, que es cómica porque ha perdido todo su sentido del humor. Es por eso un manifiesto de la ética, que sigue al pie la letra la frase del escritor Elbert Hubbard: “No te tomes la vida tan en serio, de todas formas no saldrás vivo de ella”.

“Charles se ríe. –No te rías. No es fácil hablar sin llamar la atención. Estar siempre presente gracias a la palabra y no obstante permanecer inoído, ¡eso requiere virtuosismo! –El sentido de semejante virtuosismo se me escapa. –El silencio llama la atención. Puede impresionar. Darte un aire enigmático. O sospechoso. Y eso es precisamente lo que Quaquelique quiere evitar. Como durante la fiesta de la que te hablo. Había una mujer muy hermosa que fascinaba a D´Ardelo. De vez en cuando, Quaquelique se dirigía a ella con un comentario del todo trivial, sin interés, nulo, pero tanto más agradable por cuanto no exigía respuesta inteligente alguna, ninguna agudeza. Al cabo de un rato, compruebo que Quaquelique ya no está. Intrigado, me pongo a observar a la mujer. D´Ardelo suelta una de sus frases ingeniosas, sigue el silencio de unos cinco segundos, luego suelta una carcajada y, tras otros tres segundos, los demás le imitan. En este instante, protegida por la cortina de la risa, la mujer se aleja hacia la salida. D´Ardelo, adulado por el eco que sus palabras han provocado, sigue con sus exhibiciones verbales. Algo más tarde, se da cuenta de que la hermosa mujer ya no está. Y no puede explicarse su desaparición porque lo ignora todo de la existencia de un tal Quaquelique. No ha entendido nada, y aún hoy no entiende nada acerca del valor de la insignificancia. Esta es mi respuesta a tu pregunta acerca del tipo de tontería que define a D´Ardelo. –La inutilidad de ser brillante. Sí, lo entiendo. –Es algo más que inutilidad. La nocividad. Cuando un tipo brillante intenta seducir a una mujer, ésta tiene la impresión de entrar en una competición. Ella también se siente obligada a deslumbrar. A no entregarse sin resistencia. Mientras que la insignificancia la libera. La descarga de precauciones. No exige ninguna agudeza. La despreocupa y, por tanto, lo hace más fácilmente accesible. Pero dejémoslo. Con D´Ardelo no tratarás con un ser insignificante, sino con un Narciso. Y cuidado con el sentido exacto de esa palabra: un Narciso no es un orgulloso. El orgulloso desprecia a los demás. Lo subestima. El Narciso los sobrestima porque observa su propia imagen en los ojos de los demás y desea embellecerla. De modo que cuida muy amablemente todos esos espejos. Eso es lo que cuenta para vosotros dos: D´Ardelo es amable. Para mí, por supuesto, es ante todo un esnob. Pero incluso entre él y yo algo ha cambiado. Me enteré de que estaba gravemente enfermo. Y, a partir de ese momento, lo veo de otra manera. -¿Enfermo? , ¿de qué? –Cáncer. Me sorprendió hasta qué punto eso me entristeció. Tal vez esté viviendo sus últimos meses. Tras una pausa, siguió: -Me conmovió la manera en que me habló… muy lacónico, casi púdico…, sin exhibir pathos alguno, sin narcisismo. Y, de pronto, quizá por primera vez, sentí por ese cretino auténtica simpatía…, una auténtica simpatía…”. 

La fiesta de la insignificancia de Milan Kundera es una novela alegre y cómica sobre la seriedad. Es profunda y divertida, con la capacidad de generar un nudo en la garganta, y al mismo tiempo, hacernos estallar en carcajadas. 

Sobre el autor 

Milan Kundera nació en la República Checa y desde 1975 vive en Francia, cuya ciudadanía adquirió en 1987. Publicó las novelas: La broma (1967), La vida está en otra parte (1972), La despedida (1973), El libro de la risa y el olvido (1979), La insoportable levedad del ser (1984), La inmortalidad (1988), La lentitud (1995), La identidad (1998), La ignorancia (2000) y La fiesta de la insignificancia (2014). El libro de relatos: El libro de los amores ridículos (1968). Los poemarios: El hombre es mi jardín (1953) y Monólogos (1957-1965). La obra de teatro: Jacques y su amo: Homenaje a Denis Diderot en tres actos (1981). Y los ensayos: El arte de la novela (1986, siete ensayos unidos), Los testamentos traicionados (1992), El telón (2005, ensayo literario en torno a la novela) y Un encuentro (2009, varios ensayos sobre arte y literatura).

*Por Manuel Allasino para La tinta / Imagen de portada: A/D.

Palabras claves: Milan Kundera, Novelas para leer

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