Un censo puede visibilizar, pero también hacer desaparecer

Un censo puede visibilizar, pero también hacer desaparecer
3 marzo, 2022 por Redacción La tinta

Este año, otra vez bajo un gobierno popular, la pregunta volverá a hacerse, fruto de la incansable lucha de nuestres hermanes. “¿Se reconoce afrodescendiente o tiene antepasados negros o africanos?”.

Por Ali Delgado para El Grito del Sur

Este año, por fin, tendremos el igualmente esperado como postergado censo nacional. Arma de doble filo utilizada como herramienta para hacer desaparecer y aparecer, juguete de quienes pueden inventar e intentar destruir, y herramienta de reivindicación política para los pueblos que pretenden no ser olvidados.

Para desmenuzar este evento estatal tan relevante para la historia nacional, comencemos por definirlo. Un censo, conforme el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, implica un conjunto de operaciones que consisten en recoger, recopilar, evaluar, analizar y publicar o divulgar de alguna otra forma características habitacionales de los hogares y datos demográficos, económicos y sociales relativos a todos los habitantes de un país (o de una parte bien delimitada de un país) en un momento determinado. Esto, que suena como una política estatal ascética, fue lo que históricamente hizo que la población afrodescendiente no fuera parte del pasado, presente y futuro de este país para la historia oficial.

Argentina fue construida con un mito fundante repetido hasta el hartazgo con una paleta de diversas versiones. ¿Quién de nosotres no ha escuchado? “En Argentina no hay negros, somos la Europa de América Latina». «Las explicaciones para sostener que en el país que se ubica en un continente que recibió más de doce millones de cuerpos negros traídos por la trata esclavista», señala Miriam Gomes en «El escamoteo de la identidad y la entidad afro-argentina”. Los mataron a todos en la guerra del Paraguay y las guerras civiles, murieron por la epidemia de fiebre amarilla, se mestizaron todos y dejaron de existir, desaparecieron por las bajas tasas de natalidad y altas tasas de mortalidad infantil frente a la población blanca, entre otras tantas más o menos descabelladas. Siempre enmarcadas dentro de la intención de sostener que las personas argentinas son eurodescendientes.

afro-argentinos-Buenos-Aires-racismo
(Imagen: El Grito del Sur)

Este mito de la Argentina fenotípicamente blanca y culturalmente europea fue creado, sostenido y enriquecido por el racismo de las aristocracias que forjaron las instituciones de nuestro territorio. Con ellas, vino la ideología dominante que hasta hoy nos tapa de ausencias en el tejido histórico, cultural, social y político que llamamos República Argentina. Esas ausencias no son ni más ni menos que nuestras existencias disruptivas siempre en todo ámbito, existencias en continua lucha tanto voluntaria como involuntaria.

Conforme señaló George Reid Andrews en “Los afroargentinos de Buenos Aires”, este colectivo comprendía aproximadamente un 30% de la población de la ciudad, hoy capital del territorio nacional, entre 1778 y 1838. Estos números se presentaron de manera variable en este período, pero no en más de 10 puntos porcentuales. Para ser más certeros, los afroargentinos alcanzaron entre un 29,7% de la población en 1778 y un 26,1% del total en 1838. En el plan de no pecar de porteñocentrismo, también podemos señalar, conforme los censos que menciona Andrews, que la población afroargentina era vasta en Tucumán, representando al 42%; en Santiago del Estero, 54%; en Catamarca, el 52%; Salta, el 46%; en Córdoba, el 44%; Santa Fe, el 29%; La Rioja, el 20%; San Juan, el 16%; Jujuy, el 13% y San Luis, el 9%. Es recién para 1887 que la población afroargentina desciende estrepitosamente, según los registros censales de la época, al 1,8% del total de la población en la Ciudad de Buenos Aires.

Los esfuerzos de la ideología racista de las clases dominantes, impulsados principalmente por la Generación del 37 y que tendrían su auge con el proceso de organización nacional iniciado en 1852, finalmente ganarían la batalla frente a la resistencia histórica de los pueblos afro. Desde Alberdi, con el artículo 25 de la Constitución Nacional que reza hasta el día de hoy: ”El Gobierno Federal fomenta la inmigración Europea”, pasando por Sarmiento, que escribió en el ocaso de su vida “Conflicto y armonías de razas en América”, donde en tono celebratorio habla de la supuesta desaparición de los negros: “…en veinte años más, será preciso ir al Brasil para verlos en toda la pureza de su raza”.

Estas aclamadas figuras, celebradas por la derecha y no tan derecha argentina, pudieron penetrar en el imaginario colectivo y en la formación de los sujetos políticos e históricos que pueblan la nación. Los afrodescendientes fueron disminuidos en número repentinamente, la historia fue blanqueada y la argentina “blanca y europea” pareció salir victoriosa.

afro-argentinos-Buenos-Aires-2
(Imagen: El Grito del Sur)

El Estado argentino creó la categoría de “trigueño” para contabilizar a la población. Categoría que le daba un escape a toda la población oprimida por su fenotipo y color de piel, y una salvaguarda al Estado para generar esa falsa idea de progreso mediante la sola existencia de cuerpos caucásicos. Trigueño fue una categoría en donde se ubicó a todas las personas que no fueran blancas: desde indígenas a las diversas identificaciones que utilizaban les afrodescendientes (zambo, salto para atrás, mulato, etc.). La población afrodescendiente fue sometida a lo que Solomiansky llamó un “genocidio discursivo” en su texto “El negro Falucho y la subalternización de lo afroargentino”. Les afrodescendientes no desaparecieron en ninguna guerra, no se mestizaron hasta desaparecer, no murieron de fiebre amarilla, simplemente dejaron de ser contabilizades. Ocultades bajo la categoría de “trigueños” primero y, luego, sin ser mencionades en las estadísticas oficiales desde 1887, donde fueron disminuidos hasta el 1,8% de la población total en el año 2010.

Por supuesto que, desde 1887 hasta 2010, siguió habiendo no solo actividad diversa y rica de las distintas comunidades afrodescendientes del país, sino distintas migraciones que llegaron al país de más cuerpos negros, pero no abundaremos en este tema por razones de extensión del texto.

Tuvieron, nuestras comunidades, que profundizar en organización nacional e internacional para poder combatir al racismo colonial y neocolonial. Fue a partir de la experiencia internacional de Durban en la “Tercera Conferencia Mundial contra el Racismo y Formas Conexas de Intolerancia”, donde coincidieron organizaciones afro de todo el planeta, que se puso el foco en obtener estadísticas fidedignas de los Estados.

A partir de eso, se pudo realizar primero una colaboración entre el Banco Mundial y el INDEC junto a las organizaciones afro que culminó en una prueba piloto de censo en 2005 realizado en Santa Fe y CABA para volver a contabilizar a las personas afrodescendientes. Esto, conforme señala el texto “Quebrando la invisibilidad: una evaluación de los avances y las limitaciones del activismo negro en Argentina” de Lamborghini y Frigerio, arrojó que un 3,8% de la población se identifica como afrodescendiente con proyecciones que indican que habría más de 2 millones de personas afrodescendientes.

Posteriormente, y con fuerte participación de las organizaciones afrodescendientes de la sociedad civil, en 2010, se pudo incorporar después de 123 años la pregunta sobre la afrodescendencia de quien era encuestade. Los resultados obtenidos fueron un pequeño triunfo para la población afrodescendiente, pero igualmente tuvo gusto a poco. Solo un 10% de los formularios tenían la pregunta, que estaba en el formulario ampliado del INDEC. Menos de 150 mil personas respondieron positivamente a esta pregunta y, por lo tanto, Alberdi, Sarmiento y compañía siguieron sintiendo que habían ganado otra vez una batalla.

Este año, otra vez bajo un gobierno popular, la pregunta volverá a hacerse, fruto de la incansable lucha de nuestres hermanes. “¿Se reconoce afrodescendiente o tiene antepasados negros o africanos?”. Ahora ella estará en todos los formularios, en todas nuestras cabezas, en todos nuestros cuerpos, en todo nuestro territorio. La Argentina, una vez más, volverá a ser afro para las instituciones. Esperemos que esta vez sea para siempre.

*Por Ali Delgado para El Grito del Sur / Imagen de portada: El Grito del Sur.

Palabras claves: Afroamericanos, argentina, Buenos Aires

Compartir: