Nuevos gemidos para el show: porno casero y trabajo sexual web

Nuevos gemidos para el show: porno casero y trabajo sexual web
14 enero, 2022 por Redacción La tinta

Porno casero y de producción internacional, agencias de modelos, estudios, aplicaciones y páginas son algunas de las estrategias que utilizan lxs trabajadorxs sexuales web para ofrecer su material. Con la pandemia se incrementó la demanda y la oferta de la actividad, el consumo de pornografía también creció y muchas páginas habilitaron el contenido de manera gratuita. Revista Kamchatka se acercó a las personas que ejercen el trabajo sexual detrás de este boom, que se intensificó con la pandemia y que cada vez cuenta con más usuarios que buscan satisfacer sus fantasías a través de una pantalla.

Por Miranda Carrete para Revista Kamchatka

Una computadora con micrófono, una webcam y una habitación. Ropa ajustada, látex, dildos y BDSM, por turnos. Charlas hot. Susurros. Movimientos suaves o bruscos. Lengua y saliva, sin sentir el aliento. Calor que traspasa una pantalla y que se transforma en moneda electrónica para quien lo ofrece. Una salida a la crisis, una elección de vida y búsquedas infinitas para vivir mejor, dentro de la vorágine de un mercado regido por la inflación. 

“Estaba mambeada porque no llegaba con la moneda y una amiga, trabajadora sexual, me propuso que empiece a cobrar. Primero fue necesidad, después vocación”, cuenta Pablo, también conocido como Cerita Negra. Actualmente, el trabajo sexual es su principal ingreso y le permite, entre otras cosas, estudiar enfermería. Vive en el norte de Rosario con su sobrino, su hermana y su cuñado, que acompañan su decisión, al igual que su papá y su mamá. “La fucking cara del porno casero, argentino y villero”, indica su descripción en Twitter

Pablo trabaja haciendo calle desde 2015, pero la cuarentena estricta lo empujó a la virtualidad. “La policía nos perseguía más que de costumbre”, narra y agrega que comenzó a trabajar con Tinder, Happn y Badoo, pero al poco tiempo se dio cuenta de que eran aplicaciones transfóbicas: “Como crossdreser, me cerraban cada dos por tres las cuentas; si te denuncian y la app ve que no sos una mujer cis, te cierra todo”. Es por eso que migró a páginas web que le permiten, de manera gratuita, subir su material y ofrecer sus servicios.

“Para muchas es un lugar seguro, donde ganamos el mismo dinero sin tener contacto con personas que no deseamos”, dice Rita, que vive en Cali, Colombia. Actualmente, trabaja de forma independiente y desde su casa, combina el trabajo sexual web con sus empleos como fotógrafa y artista visual. Sin embargo, fue víctima de explotación y precarización por parte de un estudio para el que realizó su primera experiencia a comienzos de 2020. Se acercó, por falta de empleo, a días de que se decretara el aislamiento obligatorio en la ciudad y pasó parte de la cuarentena estricta hacinada con otras trabajadoras sexuales. “Era una casa con varias habitaciones, con una cama pequeña. Te prestan la cámara, las luces, la computadora. Pero ellos se llevan un 50% de tus ganancias y, si no alcanzas, las metas te multan”, recuerda con angustia y afirma que quienes regenteaban el lugar se aprovechan de las situaciones de vulnerabilidad y la necesidad económica. La obligaban a maquillarse, a depilarse, a cumplir horarios estrictos y le descontaban dinero si no cumplía con las demandas del cliente. 


Rita asegura que, gracias a las compañeras con más experiencia en la industria, se dio cuenta de que estaba viviendo una situación de abuso y, junto con otras modelos, decidieron renunciar. “Los dueños de los estudios son casi siempre varones. Si te pones a pensar, es el capitalismo y el patriarcado en el estado más puro”, remata. 


Florencia es modelo web y trabaja para una agencia en la que genera su propio contenido, al que le dice cariñosamente “putillamadas”. Tiene una agenda de clientes y, a partir de una aplicación, realiza las videollamadas. Asegura que el mundo web es un universo infinito de posibilidades: “Algunas páginas funcionan con llamadas en stream y estás en vivo con el usuario, pero en otras, como Only Fans, tenés un perfil como si fuera Instagram y ahí ofrecés contenido”, detalla. Para eso, existen grupos de Facebook o Telegram en el que, al decir suyo, “intercambiás información sobre cómo cobrar, qué aplicaciones o agencias convienen”, y añade que toda la actividad se incrementó durante la pandemia. 

Ella empezó hace unos meses, a partir de una investigación que estaba haciendo para la página de Instagram que administra, @sesocolectivo_. “Ahí expongo temas para colaborar en desmitificar, desarmar ese tabú que hay alrededor del trabajo sexual”, describe. 

Porno Casero, organización y militancia web

En pleno confinamiento, Pablo se lanzó a producir porno casero. Con el nombre Cerita Negra, sus videos superan las 30 millones de visitas y escalaron, en plena pandemia, al primer puesto del ranking mundial del canal gay de XVIDEOS. Se jacta, con una sonrisa, de que superó a las productoras internacionales a pesar de ser filmaciones caseras, pixeladas, hechas con celular y en las que prima el audio más que la imagen. Su material se convirtió en una alternativa al porno tradicional: “Me grabo teniendo sexo, no soy actor porno, lo mío es poner mi cuerpo y generar situaciones reales”. Y sigue: “En mi material, ves cuerpos no hegemónicos, gordos, flacos, con pelo, sin pelos, en situaciones cotidianas”. 

La decisión política de mostrar cuerpos reales generó una respuesta muy positiva en el público que consumía el material y permitió que muchxs se vean reflejadxs en las escenas. El porno tradicional muestra una realidad distorsionada por ideales patriarcales y machistas de los cuerpos blancos, esbeltos y perfectos. “Me escriben diciéndome que se sienten bien, que pueden tener más confianza a la hora de tener sexo. Cuando me vaya, no sé si voy a plantar un árbol o tener un hijo, pero dejo porno”, sintetiza y suma, orgulloso, que le llegaron mensajes de personas ciegas agradeciendo el material, ya que en los audios encontraron erotismo. “La pandemia ayudó a que la gente vea porno, el canal hizo un boom y la gente me transmite cosas muy lindas”, lanza.  

Así como para Pablo el confinamiento fue un momento de mucho trabajo y producción, no pasó lo mismo con todxs lxs trabajadorxs sexuales. “Las putas y las travas que trabajaron en la calle la pasaron mal”, asevera y revela que empezó a participar en AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina) para organizarse con otres trabajadores. El aislamiento preventivo frente al COVID-19 dejó en evidencia la falta de derechos, la reglamentación punitivista sobre los cuerpos y la vulnerabilidad en la que se encuentran lxs trabajadorxs sexuales. 

Elegir la virtualidad como opción sigue siendo una alternativa para pocas, porque para generar ingresos necesitás conexión a Internet, conocer sobre los métodos de cobro y un espacio de trabajo propio. “Es necesario que se despenalice el trabajo sexual, hoy la policía tiene herramientas para aprietes, para llevarnos detenidas, sacarnos plata, eso es una forma punitiva de regular el trabajo”, manifiesta. Para Pablo, la lucha por la despenalización es uno de los caminos para quitar las normas que impulsan a miles de personas a la clandestinidad. “También queremos llegar a compañerxs que no quieren prostituirse y creen que no tienen otra posibilidad. El Estado debería intervenir para que esxs compañerxs puedan hacer otra cosa”, reflexiona. 

En los meses de confinamiento, Rita se dio cuenta de que se trata de un trabajo sobre el que recae mucha discriminación. “Es un privilegio ser independiente, tener cierto color de piel, tener menos de 30 años. Cuanto más oscura es tu piel, más edad tienes, estás más expuesta a abusos por parte de los usuarios”, comenta y recorre con la cámara su habitación: tiene dos pantallas, un aro de luz, varios dildos y un mural de su autoría en el que una mujer negra y de pelo largo abre los brazos hacia el cielo. 


Por otra parte, explica que logró generar lazos con sus compañeras, en los cuatro meses que vivió encerrada en el estudio, y varias decidieron lanzarse como independientes. “Entre nosotras nos ayudamos a tomar la decisión y confrontar al jefe”, expone. La red de contención que crearon les permitió, más tarde, aprender juntas a abrir cuentas propias, recomendarse páginas y shows, así como también acompañarse en los momentos de depresión. Rita explica que ser trabajadora sexual webcam, en Colombia, es cargar con un estigma muy fuerte. 


Este año, Cali fue uno de los epicentros del paro nacional para rechazar la reforma tributaria, lo que desembocó en un estallido social sin precedentes en la historia de la ciudad. Ella recuerda que escaseaban la comida, la nafta, los recursos y se vivía una situación de incertidumbre que generó una gran crisis en el país. Según relata, las modelos colombianas web empezaron a publicar en sus perfiles S.O.S. Colombia, lo que generó que muchxs clientes enviaran plata para la causa. “Las modelos colaboraron con dinero para recursos médicos, comida para las ollas comunitarias y ahí entendí que la actividad estaba empezando a tener otra cara”, consigna.  

“Milito desde Instagram para intentar sacar el tabú que hay sobre el trabajo sexual. Mi familia y amigos lo aceptan, estuvieron al tanto desde el primer día”, detalla Florencia, que asume su responsabilidad como coordinadora de un grupo de webbers a quienes asesora y acompaña en el ejercicio de su trabajo. Considera que, como sociedad, se debe seguir profundizando el debate y remarca que la religión y la moral tienen mucho que ver en la construcción de ese tabú. Tampoco le preocupa que difundan su material o que la filmen, sabe que es uno de los riesgos: “Ya hice ese balance, de todas formas, tomo algunas medidas y les aconsejo a las chicas que se quieran sumar que, si van hacer algo muy explícito, no se enfoquen en la cara. O si no se sienten cómodas, que no hablen o que no tengan llamadas argentinas”. Asimismo, soslaya las opiniones estigmatizantes sobre su trabajo.  

Generar redes de acompañamiento para lidiar con los prejuicios, advertir posibles situaciones de violencia, recomendar páginas, formatos y asesorarse cuando están comenzando son las estrategias que encontraron las entrevistadas ante el estado de clandestinidad en el que se encuentra la actividad. Hoy no existen, en Argentina, disposiciones que regulen el trabajo sexual web, los límites son difusos y dependen de cada trabajadorx, por lo que tampoco hay derechos para quienes ejercen este oficio. No obstante, emerge la organización ante la precariedad, como una energía vital, para poder trabajar, tener información para decidir, elegir y sobrevivir.

*Por Miranda Carrete para Revista Kamchatka / Imagen de portada: Mariano Campetella.

Palabras claves: argentina, pandemia, trabajo sexual

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