Difunta Correa: la santa de la cuyanía

Difunta Correa: la santa de la cuyanía
26 enero, 2022 por Soledad Sgarella

Pega el sol en el desierto sanjuanino. Una señora sube las escalinatas de rodillas, un niñx abraza una casa, un abuelo prepara el asadito contra el viento. Todo por pedir, todo por agradecer. La Deolinda es parte del paisaje, de la identidad y de la familia, la Deolinda cumple. En esta nota, una vuelta por el Paraje de la milagrosa santa popular de 200 años y las devociones que despierta en argentinxs de todas las latitudes.

Por Soledad Sgarella para La tinta

Por la calle Chachapoyas, entrando por la Capdevila, la casilla azul de la Difunta está siempre bien mantenida, y en mi camino semanal -apurada- hacia la escuela le rezo un agradecimiento desde el auto. Es que Deolinda Correa tiene sus devotxs a lo largo y a lo ancho de la Argentina. En Barrio San Jorge II (como en muchos otros) la gente le deja flores flúor y botellas no retornables de plástico con agua, que el calor de la Córdoba desmontada hace desaparecer en horas.

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(Imagen: Ezequiel Luque)

En su San Juan local, la Difunta tiene el santuario principal en Vallecito, departamento de Caucete. Curadora de enfermos, patrona de arrieros y de viajeros, abogada de lo perdido, defensora de novios y matrimonios, protectora de viviendas. Los poderes de la santa popular son amplios y la fe de sus devotxs la espalda incuestionable que sustenta, emociona y contagia.

Deolinda y su paraje

Aproximadamente a 50 km. de la capital provinciana, bien hacia el sudeste, se encuentra el llamado Paraje Difunta Correa. En plena pandemia, la Cámara de Diputados de San Juan declaró el área como “Bien Integrante del Patrimonio Cultural y Natural de la Provincia», asignándole la categoría de Sitio Histórico Provincial.

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(Imagen: Diana Segado)

“El Paraje Difunta Correa es el pueblo que está alrededor del santuario. Tiene una vida probablemente de 200 años, porque se calcula que la Difunta Correa fue una mujer sanjuanina, María Antonia Deolinda, que a partir de que su marido fue reclutado para la guerra en la época de los conflictos entre unitarios y federales, se encaminó hacia La Rioja con su bebé en brazos, confiada en las aguadas del Cerro Pie de Palo que está justo antes de los grandes desiertos. Sin embargo, murió de sed en el camino y su hijo vivió milagrosamente mamando de su pecho. Ahí ha surgido un santuario, donde las muestras de fe son enormes y sostenidas a lo largo de casi dos siglos” cuenta, en diálogo con La tinta y con un inconfundible uso del pretérito compuesto local, Pablo Pastor. El titular de la Fundación Difunta Correa agrega, con énfasis: “Cada baldosa realmente ha sido aportada por su promesantes, y tanto los sanjuaninos como viajeros de todas las latitudes, vienen a agradecer y se sorprenden de la gran cantidad de exvotos que han dado origen al santuario”. 

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(Imagen: Ezequiel Luque)

Como explican desde la nuevísima Cooperativa de Trabajo Vallecito Ltda. (figura desde la que vecinxs del Vallecito operan los productos y servicios turísticos), hace doscientos años que el santuario crece en pleno desierto sanjuanino, y es el principal destino de fe, con más de 1.000.000 de visitantes al año. 

El Paraje tiene muchas propuestas y las puertas abiertas de tres espacios imperdibles. La llamada Loma del Milagro es el lugar donde los arrieros encontraron muerta a Deolinda y en el que hoy funciona el santuario que cobija las imágenes principales de la Difunta y el peñón de las velas. Para acceder al lugar hay que subir unos 70 escalones, que muchos devotos lo hacen de rodillas o de espaldas. Allí además hay un mirador desde donde se puede contemplar todo el paisaje que rodea a Vallecito.

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(Imagen: Ezequiel Luque)

El Cuadro de Capillas, en la Capilla del Mausoleo, que -se estima- fue construida en 1898, es también conocida como la Tumba de Deolinda. “Sobre este lugar hoy existen 16 capillas que fueron donadas por diferentes promesantes bajo la advocación de la propia Difunta Correa y declarando patronos a otros santos de la religiosidad católica. Estos espacios resguardan donaciones y ofrendas de diverso tipo como vestidos de novias, elementos de fuerzas de seguridad, trajes de gauchos, prótesis, trofeos deportivos, cabello y placas colocadas en agradecimiento desde la década de 1920, entre otros. Actualmente se está trabajando para recuperar y restaurar las capillas más antiguas para aproximarlas a su estado original”, explican desde la Fundación.

Por último, los Depósitos. Son cinco galpones -con una superficie aproximada de 3.000 m2-, donde se guardan las donaciones que se reciben. Lxs encargadxs explican a La tinta que desde hace un año, un equipo de trabajo limpia y ordena estos depósitos, donde se almacenan alrededor de 400 bicicletas, 400 motos, 300 objetos de metal, guitarras, ropa, calzado, pelo, etc. Este equipo ha recibido además capacitaciones en fichaje, almacenamiento y cuidado de los objetos donados.

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(Imagen: Diana Segado)

De las donaciones, el Museo de la Fe seleccionó unos 600 objetos donados especialmente para su exposición. Entre estos exvotos está el poncho que llevaba el arriero Zeballos cuando le pidió el milagro de encontrar sus animales a la Difunta; una camiseta de Boca firmada por Maradona; las camisetas de Leo Messi -que llevó Chiqui Tapia, presidente de la AFA- y las que llevaron Marcelo Gallardo, Ramón Díaz, Pato Filliol y Oscar Ruggeri; los botines de Emmanuel Mas; el pantalón que usó Carlos Monzón la noche que le ganó el título a Nino Benvenuti, en 1970; discos de oro de la Mona Giménez y una toalla del cantante Sandro.

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(Imagen: Ezequiel Luque)

“La Fundación Difunta Correa se creó en abril del 2020 por ley provincial, justamente para dar marco a la administración de los recursos que genera el santuario, que no solamente tiene que ver con el manejo de las donaciones sino también con la administración de locales comerciales, la gestión de un camping de alrededor de 30 hectáreas, un hotel y una estación de servicio. Además, para generar una administración sustentable que permita permanecer por muchos años más y crecer con la comunidad que está alrededor y con el ambiente en las mejores condiciones posibles”, explica Pastor.

Una identidad desértica y resiliente

Todxs sabemos cómo es la figura de la Difunta: una mujer yacente, vestida de rojo y con zapatos puestos, cabello negro, su brazo izquierdo extendido con la palma abierta y hacia arriba, iluminada por el sol y en cuyo pecho un bebe se está amamantando. El fondo de la imagen es desértico, montañoso, árido. Un árbol adusto de un lado, cactus del otro.

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(Imagen: Diana Segado)

Mi amiga Diana es sanjuanina. Su mamá le pidió a la Difunta cuando estaba embarazada. “A mí abuelo le gustaba ir a comer asado el finde ahí”, cuenta. El Santuario tiene unos lugares para comer con unos techos de chapa, pero no hay plantas altas, no hay sombras, es todo desierto y montañas, hasta donde mires y todo se termine, dice la sanjuanina. Y el rojo Correa tiñéndolo todo, sumando calidez. Más calidez.

Pablo Pastor agrega que además por supuesto de ser culturalmente valioso -desde un punto de vista patrimonial- el Santuario de la Difunta Correa y su leyenda realmente forman parte de la identidad sanjuanina: “De nuestra identidad desértica… el sanjuanino es también una persona valiente que ha sabido abrirse paso ante la hostilidad de nuestro paisaje y también hemos aprendido, en los cactus y en la fauna de la zona, a valorar la resiliencia, la capacidad de adaptación, que sin duda nos distingue”. 

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(Imagen: Diana Segado)

Cristian Naranjo, profesor de historia y devoto de la Difunta, tiene un tatuaje de ella en su pierna izquierda. Me acompaña al caminar, afirma. “El tatuaje es parte de una promesa. Uno le pide a la Difunta determinadas cuestiones con el propósito luego de cumplir, de pagar esa promesa. Es una suerte de cumplimientos recíprocos que se dan. Y esta la fe popular, es una mezcla bastante particular entre ciertos elementos del cristianismo y las culturas ancestrales, originarias, que de alguna manera se fueron sintetizado -o mejor dicho sincretizando- en un nuevo sistema de creencias populares. Es el pueblo, el conjunto de nuestra cultura, quien le da sentido y no una superestructura a la cual hay que llenar (como a la institución iglesia por ejemplo). Funciona al revés, como desde abajo hacia arriba y en eso me siento súper cómodo”.  

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(Imagen: Diana Segado)

Cuenta además que cree en ella desde que era chiquito. “Es una cosa familiar, tengo recuerdos de haber estado siempre ahí. He estado en su santuario desde que era bebé. Mis viejos también, y han ido a pagar sus favores una y otra vez. No es que uno va interesadamente si se cumple alguna cosa, es parte de una cosa muy cultural de San Juan y de todo el interior del país: uno va, se come un asado, hay toda una movida folclórica, guitarreadas… y uno crece con eso, lo mamás”. Somos mucho más de lo que vemos, somos lo que sentimos y en lo que creemos, dice Cristian. Y la fe en la Difunta hace a la argentinidad y en este caso a la cuyanía.

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(Imagen: Ezequiel Luque)

Dice Carina Zubillaga (en una investigación para la UBA) que , antes de ingresar en el santuario, ya se percibe la devoción como elemento aglutinante que define este espacio como sagrado: “Como un lugar donde la experiencia de fe –a pesar de ser personal– adquiere el simbolismo propio de lo colectivo; un lugar de fe y de veneración y, por lo tanto, de identidad y sentido”.

Son muchísimos los milagros adjudicados a Deolinda. Sus devotos acuden a ella con una fe inquebrantable, y pagan allí sus deudas, cumplen sus contratos despojándose en forma de agradecimiento, humildad y compasión. 

Nada más necesario en esta tierra abrasada.

*Por Soledad Sgarella para La tinta / Fotografías: Diana Segado y Ezequiel Luque.

Palabras claves: argentina, Difunta Correa, San Juan

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