Los uniformes siguen teniendo género en las escuelas

Los uniformes siguen teniendo género en las escuelas
10 noviembre, 2021 por Verónika Ferrucci

Hace unas semanas, un calorón sorprendió al tiempo primaveral. Después vino el frío y ahora clima tropical porque «This is fine». Pero no voy a hablar del cambio climático, sino de lo que ocurre en las escuelas con la ropa y los uniformes. A 15 años de la Ley de Educación Sexual Integral y con toda la potencia de la militancia juvenil, algunas escuelas resisten el cambio de época. Bienvenides al medioevo. 

Por Verónika Ferrucci para La tinta

La escuela históricamente ha regulado los cuerpos y sus estéticas, no necesitamos irnos al pasado, porque hoy siguen vigentes en muchas escuelas normas que indican: el largo y tipo de corte de cabello que deben usar los varones, o en el caso de las pibas, que esté recogido. Ni hablar de rastas o pelos teñidos con los hermosos colores fantasía. Otro tema son los piercings, el uso de maquillajes o las uñas pintadas. Si no hay uniforme, el tipo de ropa que se puede usar también está reglamentado: no bermudas, el largo de la pollera, no musculosas o calzas, y en general los argumentos suelen estar asociados con la provocación que genera el uso de cierto tipo de prenda. Principalmente, las pibas y los cuerpos feminizados son mucho más criticados que los varones. 

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(Imagen: Memes Parra Todxs)

La definición por el uso o no de uniformes (que responden a un código binario -hombre y mujer-) corresponde a cada establecimiento educativo y sus Acuerdos de Convivencia lo prescriben. En el paso de los Códigos y Reglamentos de Convivencia a los Acuerdos de Convivencia, existió una política pública educativa basada en la priorización de un paradigma de derechos, donde la voz de estudiantes es parte de la construcción de esos acuerdos que hacen que la vida diaria en la escuela sea significativa, democrática y más disfrutable. Uno de los temas que compete a los acuerdos es la ropa que se usa en la escuela. 

Pero bueno, puede malir sal. Y por eso, en las últimas semanas, al menos tres noticias se hicieron virales: 

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En esta escuela, los varones tienen que usar pantalón largo todo el año. En el caso de este pibe, no había un reclamo por su autopercepción de género o gusto por cierta ropa, tenía calor, pidió permiso para ir con pantalón corto y se lo negaron. “Vivo lejos y hace mucho calor para usar pantalón largo. Así que me vine con short y, para entrar al colegio, me puse la pollera encima del pantalón corto para poder pasar». Desde la institución expresaron que las bermudas no están permitidas en los Acuerdos de Convivencia vigentes y hasta el momento no hay novedades de cambio. 

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Este pibe sigue en la misma línea, el uniforme es incómodo para el calor. En algunos portales de noticias, titularon la nota diciendo “se copió del joven de Carlos Paz”. Desde la institución expresaron que, para lo que resta del ciclo lectivo, podrán usar “bermudas gabardina negra o azul, o de tela vaquero, hasta la rodilla, no es short ni malla: solo bermudas. O jogging liviano en el caso que hagan Educación Física, hasta que se modifiquen los acuerdos de convivencia”. El director expresó en un medio local: “No era la forma de reclamar, hubieran venido a hablar directamente».

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Las autoridades de la institución cuestionaron el cambio de uniforme y le indicaron que debía cambiarse. «Se me dijo que esta no era la vestimenta de las chicas, que tenía que usar pollera o pantalón, y llamaron a mis papás para que me acercaran una de estas prendas. Para mí, a esta altura, en el siglo y año que estamos, la ropa dejó de tener género», expresó la joven en la nota citada. A modo de protesta, en el patio de la escuela, mujeres vistieron bermudas y varones polleras, y pidieron un cambio en el código de vestimenta. El centro de estudiantes emitió un petitorio: «Bajo el amparo de la Ley Nacional 26.743 sobre la Identidad de Género y la Ley 26.061 sobre el derecho de los adolescentes y niños», se solicita a las autoridades directivas de la institución «una reforma en el código de vestimenta la cual esté constituida por la anulación absoluta de cualquier etiqueta de género». 

Agustina Beltrán Peirotti, Alexa Cotignola y Natalia Gontero, investigadoras y docentes, a partir de un trabajo de campo realizado en escuelas secundarias de la ciudad, durante 2014 y 2015 (en el marco de una Investigación en el equipo de la Dra. Marina Tomasini del Centro de Investigación de Filosofía y Humanidades de la UNC), trabajaron sobre algunas ideas que hoy siguen presentes. “La presentación física parece valer socialmente como una presentación moral. La mirada evaluativa del otro fija en una categoría moral o social por su aspecto o por un detalle de su vestimenta, también por la forma de su cuerpo o cara. Si las marcas en los cuerpos son parte de una escenificación de la identidad juvenil, ¿qué sucede cuando se sancionan esas marcas? ¿Qué dicen lxs jóvenes sobre esas sanciones? En algunos casos, son puestas en cuestión, una joven señalaba: ‘¿Qué es lo que hace que no pueda aprender correctamente por tener las uñas pintadas o la mitad de la cabeza rapada?’ y otra joven agregó: ‘Yo tengo amigos que tienen rastas y son los pibes más laburadores que conozco’”.

Llamé a Agustina Beltrán Peirotti, colega y amiga que habita diariamente las escuelas y que participó en una experiencia muy interesante de construcción de Acuerdos de Convivencia. Lo primero que me cuenta es que, en una de las instituciones por las que transita, en medio de la ola de calor, se les volvió a plantear a les estudiantes que no podían asistir con bermudas y la argumentación dada fue por ‘los olores corporales’. “Lo que se repite en muchas de las instituciones por las que transito es la tensión constante entre un paradigma tutelar de las infancias y juventudes y un paradigma de derechos. Hay un eje común y es la falta de escucha juvenil por parte de muchas gestiones que no reconocen la palabra ni las demandas de estudiantes”. 

Insisto en preguntarle: ¿puede el color de pelo, un piercing, el maquillaje, las uñas pintadas, el uso de bermudas o polleras afectar en el proceso de aprendizaje? “En ningún sentido y por el contrario, pasa algo de lo que dice el sociólogo e investigador Juan Pechin en un artículo que habla sobre ‘el fin de la escolaridad militarizada’, y es que aún persisten y están en disputa miradas de mundo cerradas, homogéneas, que proponen y aparentan seguridad. Son las que plantean, por ejemplo, que es una falta de respeto asistir a una institución educativa con los hombros descubiertos o el pelo ‘pintado’. Esas miradas más tradicionales (en un contexto de avanzada reaccionaria) están atravesadas por el pánico sexual, por los tabúes y por una idea de contagio. Es peligroso que una persona vaya a la escuela con el pelo verde, pero no se cuestiona la tintura rubia o el maquillaje en mujeres adultas, y así una larga lista. Las instituciones educativas tienen una tradición moralizadora y lo vemos reflejado en la vestimenta”, reflexiona.  

Hay muchos ejemplos de instituciones que tienen Acuerdos muy interesantes sobre el uso de ropa y accesorios, Agustina me recuerda su experiencia: “En el caso del cole donde trabajé con los acuerdos, fue central la construcción de asambleas entre estudiantes, docentes y preceptores donde debatimos sobre los principios que fundamentan los acuerdos. Se priorizaron los cuidados como base, por ejemplo, las únicas dos cosas que no se permitía usar eran las ojotas (porque había escaleras y podrían ser inseguras) y las remeras o buzos con apología de la marihuana. Partimos siempre de la base que un acuerdo es una arbitrariedad, lo que me parece significativo es la construcción colectiva y que los criterios de uso o no uso de prendas tenga que ver con los cuidados”. 

Existen fugas a las normativas tradicionales, intersticios por donde les pibis interpelan lo establecido. El tema es hacerle lugar en las instituciones y alojar esas voces y demandas. Lo que está en juego son procesos de moralización, que reproducen las formas del orden heteronormativo, binario y de clase social. No solo es el calor y la comodidad en el uso de la ropa en la escuela, es el peso de las normas de género. Porque, si no, ¿cómo explicamos tanta resistencia a modificar los uniformes o a dejar de usarlos? O en las escuelas sin uniformes, ¿cómo explicamos la regulación sobre el tipo de ropa permitida? Como si les pibis que están en las aulas, cuando salen a la calle, al boliche, a la plaza, al baile, no usaran la ropa que más les pinta, les hace sentir cómodes, felices y a gusto. 

*Por Verónika Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: A/D.

Palabras claves: cordoba, escuelas, identidad de género

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