Milagro Sala: «Hay que recuperar la patria para todos»

Milagro Sala: «Hay que recuperar la patria para todos»
22 septiembre, 2021 por Redacción La tinta

Iniciamos la gestión unas semanas antes, lo propusimos entre los medios que integran la red ACN y de allí salieron las preguntas, los tópicos por donde llevar la charla. Cuando Milagro aceptó la entrevista, viajamos a verla.

Por Luis Zanetti para ACN

Cae una suave llovizna en la tarde de San Salvador. Caminamos cuidando no resbalar y nos detenemos frente a la reja, el numero coincide. “Es aquí”, nos dice Roberto, jujeño de nacimiento y guía de nuestro grupo. Antes de tocar el timbre, un joven que se acerca caminando:

“¿Vienen a verla a Milagro?”.

La reja de la vereda y la puerta de la casa están sin llave, nuestros cuerpos agradecen el calor de adentro.

—Suban, Milagro los espera.

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(Imagen: Magalí Ahumada)

Mientras lo hacemos, vamos descubriendo las imágenes que cuelgan de la pared junto a la escalera. Se impone un cuadro inmenso de Tupac Amaru y alrededor Perón, Evita, Evo… el mural de sus adhesiones políticas, de sus referentes. Arriba está ella, con una sonrisa contagiosa, y una calidez que desborda.

Apenas nos sentamos, una bandeja de sopaipilla con miel de caña se instala en la mesa y unas tazas humeantes de api nos atrapan con su aroma picante y su sabor extraño, pero seductor. Es graciosa, muy afectiva y tiene una mirada profunda que se detiene en los ojos de quien habla.

La charla nos lleva por muchos temas, la realidad política de la provincia, del país, la pandemia… Cuando ya habíamos acordado el encuentro al día siguiente para grabar la entrevista, la invitación a cenar se hace difícil de rechazar. “Cocinará ella y será un plato que es su especialidad”, nos dice su marido. Sin dudarlo, cedemos a la tentación. La mesa se agranda, se suman dirigentes de la Tupac y las palabras compiten en sabor con los chorizos picantes que con orgullo nos ofrece Milagro. “Acá siempre somos muchos para comer”, nos cuenta entusiasmada y vemos lo que después contará, el espíritu colectivo con que se vive en su entorno.

La mañana siguiente

Llegamos puntuales, un cielo limpio y un sol radiante habían desplazado la llovizna nocturna. Decidimos instalarnos afuera, en la galería.

“En el tema entrevistas, siempre me he resistido, me cuesta, no porque me crea una persona importante, me cuesta dar entrevistas…”, nos dice mientras nos acomodamos. Y explica, “la verdad es que sectores de la prensa me mataron, me bajaron el martillo. Me comenzó a juzgar (la prensa) cuando Morales me metió presa, me empezó a tratar de narcotraficante, asesina, corrupta, violenta, de todo un poco me trató. Es más, me acusó de secuestro de niños… de todo”.

Pero su historia comienza mucho antes.

“Yo me fui a los 14 años de mi casa, porque me enteré que mi mamá no era mi mamá y mi papá no era mi papá. Ahí aprendí lo que es el hambre, lo que es tener frío. Lo primero que me alquilé fue una pieza con piso de tierra y techo de chapa que me daba ahí en la cabeza, y me acuerdo que me conseguí un brasero para poderme cocinar. Y ahí es cuando me hice peronista porque me topé con la triste realidad de que había muchos chicos que dormían en la calle, que no tenían qué comer, conocí lo que era una villa, un asentamiento”, cuenta mientras sus manos rodean el mate que la acompañará durante toda la charla.

El relato se detiene en los años de menemismo, “habían privatizado la energía, habían privatizado el agua, los ferrocarriles habían dejado de funcionar y en los estatales había muchos que se habían quedado sin contrato… a pesar de todas las luchas que se hicieron, los compañeros que se reincorporaron fueron muy pocos y muchos quedaron en la calle sin trabajo. Entonces, nosotros comenzamos a debatir en las asambleas ¿qué vamos a hacer? Porque había compañeros que eran estatales y se habían quedado sin trabajo y que vivían en el barrio”.

“Ahí es cuando nosotros decimos bueno, hay que trabajar para organizarnos en los barrios, en los asentamientos, en todos los lugares en donde viven los propios compañeros”. El rostro se le ilumina, como si quisiera transmitirnos la profundidad de la decisión.

—¿Ese fue el comienzo de la Tupac?

Ahí fue el comienzo de la Tupac, en la década del noventa. La Tupac Amaru nace por la torpeza de los sectores políticos que han gobernado, tanto del peronismo como del radicalismo, la torpeza de ellos llevó a que los desocupados nos reorganicemos.

La Tupac Amaru está muy ligado a ATE, es más, yo tengo toda mi formación en ATE, mi formación política y gremial la tengo en ATE.

Nosotros comenzamos a trabajar con los barrios y asentamientos. Cuando iban a las copas de leche los compañeros nuestros, a su vez, ellos traían a sus familias, que eran jóvenes que habían dejado de estudiar, o traían niños. Había comedores, roperos comunitarios y ahí llevábamos médicos, llevábamos profesores, maestros para que puedan los chicos terminar de estudiar. Y lo nuestro fue muy fuerte porque trabajábamos sin los sectores políticos, porque nos habíamos jurado y recontra jurado que no íbamos a trabajar con los sectores políticos.

—La Tupac tiene como objetivo cumplir ciertas funciones que el Estado se había olvidado, es decir, había una lucha política ya desde el primer momento del funcionamiento como organización…

—La salud pública era un negocio para unos cuantos, porque era así, en ese tiempo, era negocio. Porque los medicamentos te los vendían al doble, porque la obra social te cobraba el doble y vos ibas al instituto del seguro y no tenías obra social. Ibas a los hospitales y no tenían bayaspirina, y te cobraban un bono de cinco pesos, por ejemplo.

Su hijo parece que está desnutrido, está enfermito, llévelo al hospital, le decíamos a una mamá. Y nos decía “si lo llevo a mi hijo al hospital, tengo que pagar cinco pesos. Entonces, tengo que elegir entre llevarlo al hospital o darle de comer al resto de mi familia. Prefiero no llevarlo y quedarme esos cinco pesos, compro puchero de medio kilo, saco la carnecita y hago un guiso, y con los huesitos hago la sopa”.

Por dentro, nos decíamos mierda, tan mal estamos, tan mal. Entonces, como veíamos que las mamás no llevaban a los hijos a los hospitales por cuestiones económicas, comenzamos a hablar y convocar médicos, profesores. Nosotros decíamos que en algún momento íbamos a tener hospitales, íbamos a tener escuelas. Nosotros nos tenemos que hacer cargo de nosotros mismos, porque el Estado se había olvidado de nosotros. El Estado priorizaba hacer negocios y quedar bien con los grandes empresarios y con un sector muy reducido que eran los ricos. De los pobres se habían olvidado.

La construcción de viviendas era otra discusión también que había en las empresas, que son de los enemigos principales nuestros. Son uno de los que han puesto mucha plata para que nos tengan presos a nosotros. A ellos, la Nación les pagaba el doble que a nosotros, que a las cooperativas, les daban para que construyan doscientas viviendas. Ellos te construían veinte viviendas y no te urbanizaban el barrio.

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(Imagen: Magalí Ahumada)

—¿Cuántas viviendas construyó la Tupac? 

—Más de ocho mil viviendas en la provincia. Cuando llega Néstor (al gobierno), pide hablar con nosotros. Y nosotros: No. Nos decían “esta es una cuestión de Milagro”, yo les decía “no, esta no es una cuestión de Milagro. Bajen a la asamblea, hablen con los compañeros y ustedes convenzan a los compañeros que quieren hablar con nosotros, pero primero vayan a visitar todo lo que nosotros tenemos”.

Hasta que ellos bajaron con un equipo de veinte asistentes sociales y se pasearon por todas las localidades donde nosotros teníamos trabajo hecho. Roperos comunitarios, huertas comunitarias… es más, habían quedado sorprendidos porque en el lote Parapeti, que es La Esperanza, ellos habían visto las huertas, donde había arvejas, zanahorias, tomate, lechuga… y ellos decían ¿de dónde sale el agua? Porque ellos habían visto una acequia lejos. Entonces, yo le muestro que habíamos sacado esta parte de la botella y los enchufamos así y así, y así hicimos una manguera. Los compañeros iban a recoger botellas y les enseñamos a hacer mangueras. Ellos nos dicen que nos podían dar mangueras. Entonces, el compañero del lote Parapeti les dice “¿y qué nos van a pedir a cambio si nos dan las mangueras? Porque ustedes los políticos te dan, pero después te piden, y nosotros no queremos ser los serviles de ninguno”.

Ellos querían que yo viajara a hablar con Néstor, les dije “vengan a la asamblea”. Tuvieron que venir como cinco o seis veces, para convencer a los compañeros, hasta que la asamblea dijo sí. Ahí fuimos con el grupo de compañeros a Olivos.

La verdad que teníamos muchas sensaciones ese día. Nosotros de barrio, sindicalistas, organización social y estar con el presidente, que te convoque. Él nos dice que quería gobernar el país junto a nosotros. Y nosotros no queríamos hacer nada con los partidos políticos por todo lo que habíamos pasado, que para nosotros todos eran lo mismo. Él nos decía “no, no, no, yo les voy a demostrar que soy distinto. ¿Ustedes vieron mi asunción, han escuchado qué dije?”. Sí, que no iba a dejar su convicción en la escalera de la rosada, le contesté. “Lo estoy siguiendo”, le dije y se reía.

Nos preguntó qué necesitábamos. A mí me salió: “Y bueno, que nos den plata y que nos den mercadería, porque es lo que no tenemos”. Y ahí volvió a preguntarnos: “¿Querés la mercadería y los planes o querés las cooperativas para construir viviendas?”. “Cooperativas“, le dije, porque eso significa trabajo. Y así comenzamos a trabajar con él.

Nos dieron seis meses para construir las doscientas viviendas. Y uno de los funcionarios nos dice, haciéndose el canchero, “si ustedes no construyen esas doscientas viviendas, no vengan a pedir más”. Entonces, le redoblé: “Si las construimos en menos de seis meses, ¿me das para cuatrocientas?”.

En cuatro meses y medio lo hicimos. Vino Néstor acá a inaugurar nuestras primeras doscientas viviendas. Y nos quedaba plata, entonces, nos dijo “de ustedes va a depender cuál va a ser el futuro de los jujeños. O esa plata se reparte con todos los cooperativistas o hacen otra obra”. Armamos las cooperativas, comenzamos a construir las viviendas y demás.

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(Imagen: Magalí Ahumada)

No teníamos arquitectos, no teníamos contadores, los contadores eran los propios compañeros que estudiaban economía social. Los arquitectos nuestros eran los maestros mayores de obra. ¡Ojo, eh!, yo no estoy renegando contra los profesionales, sino que el sistema que se usaba en Jujuy, te cobraban todo cuatro veces más de lo que corresponde.

Nosotros a ningún funcionario le pagamos coima. Uno se atrevía a pedirnos, que era de la municipalidad de acá de Jujuy. Le dijimos “no te vamos a dar” y le hicimos un acampe a la municipalidad porque no nos quería pagar esa obra. Porque quería que le demos un porcentaje de eso. Nos pusimos firmes. Entonces, todos los empresarios y los funcionarios sabían que podían pedir coima a todos menos a nosotros, porque nosotros no nos dejábamos apretar.

—Si vos pudieras mirar para atrás, la experiencia de la Tupac… ¿Qué harías distinto?

—¿En qué fallamos nosotros? Nosotros actuamos con desesperación, porque, en la década del noventa, no teníamos hospital, no teníamos escuela, no teníamos casa, nada. Entonces, nosotros nos decíamos “el tiempo nos viene corriendo a nosotros y nosotros tenemos que garantizar, ahora que podemos”. Nunca vamos a querer competir con el Estado, eso te quiero aclarar. Nunca quisimos ser un Estado paralelo, todo lo contrario. Lo que queríamos nosotros era poder trabajar, poder garantizar que nuestros compañeros y los jujeños tengan salud y educación gratuita. Y queríamos también demostrar al Estado que, con tan poca plata que nosotros manejábamos en la construcción, podíamos hacer vivienda y que todavía quedaba plata para poder hacer otras cosas más. Construimos en doce localidades viviendas, con centros de salud, escuelas, fábricas de bloques, fábricas de textil, fábricas metalúrgicas, pensando en el futuro de los compañeros.

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(Imagen: Magalí Ahumada)

¿Qué es lo que nosotros hemos fallado? Lo que no hicimos nosotros fue preparar un cuadro político. No nos preparamos. Los que estábamos a la cabeza estábamos preparados, pero el resto de la segunda línea, la tercera línea y para abajo no habíamos preparado. Ahí erramos, porque nosotros queríamos cubrir las necesidades de los compañeros y no pedir nada a cambio. Nosotros no salíamos a la prensa a decir «entregamos casa a doscientas familias», «entregamos una fábrica textil para que los cooperativistas trabajen», no, no, siempre lo hicimos de bajo perfil. Cuando por ahí ganábamos un par de sillas de ruedas o algo para los compañeros que lo necesitaban, siempre decíamos nosotros no tenemos que hacer política así, de abrazarlo y decirle ¡eh, yo te di! Para mí, particularmente, era denigrante hacer eso. Mientras más tapado y que no se sepa, para nosotros era mucho mejor, porque así la familia se sentía tranquila.

Nosotros entregábamos medicamentos gratis y era toda plata que nos quedaba a nosotros en la construcción, y era mucha plata que nos quedaba. Te imaginas, nosotros teníamos cinco mil compañeros, cinco mil compañeros que trabajaban en las cooperativas, que trabajaban en las fábricas, que trabajaban en los centros de salud, que trabajaban manteniendo a los profesores de educación física y las piletas de natación, los abogados. Nosotros garantizábamos que cada treinta días se paguen los sueldos.

—¿Qué significa Gerardo Morales en Jujuy?

—Es un hombre misógino, violento, vengo sufriendo violencia de género.

Él trabajaba en una verdulería, fue ñoqui de la legislatura, el papá trabajaba en ferrocarriles y la mamá era ama de casa, o sea que la riqueza que él tiene, él, los hermanos y los hijos, se ha hecho haciendo política, choreando. Me hago cargo de lo que digo. Eso es Gerardo Morales. Todo lo que es él, me acusa a mí, todo. Eso es Morales.

—Recién decías que Gerardo Morales era un misógino, ¿vos sentís que por tu condición de mujer hay una saña particular?

—No solo eso, él es un renegado social. Para mí, particularmente, él es un renegado social, quiere representar a la clase que no representa y discrimina a los que vienen de abajo. Él viene de abajo, reniega de su clase social y de todo lo que venga de abajo, y que uno se supere y que uno trate de luchar por el otro, él odia todo eso. Buen alumno de Blaquier, excelente alumno de Blaquier.

—¿Creés que se emparenta la experiencia de la Tupac y el movimiento feminista que ha ido creciendo en la Argentina en particular en los últimos años?

—Los primeros que comenzamos a trabajar con el feminismo sin decirlo fuimos nosotros, la Tupac Amaru. Fuimos la primera organización social que decidió en asamblea que las compañeras pudieran trabajar en la construcción. Las primeras mujeres en la Argentina que comenzaron a trabajar en la construcción fueron las compañeras de la Tupac Amaru y no porque nosotros las obligáramos. En una de las asambleas, las mujeres levantaron las manos y dijeron nosotras queremos trabajar, ¿cómo que yo no puedo levantar una bolsa de cemento? ¿Cómo que yo no puedo levantar un bloque? Yo sí lo voy a hacer y voy a aprender. Hoy, hay mujeres acá en Jujuy gasistas, electricistas. En la Tupac, teníamos chicas lesbianas que trabajaban en la obra, compañeros gays que trabajaban en la obra y comenzaron a convivir entre ellos.

Acá en Jujuy, lamentablemente, es una sociedad muy machista. Y a nosotros nos costó mucho hacerle entender que el compañero que es gay tiene tanto derecho a trabajar igual que el otro y que no tienen por qué discriminarlo al otro. Pusimos una materia en los colegios secundario y terciario, una materia que sirvió para que los compañeros se entren a reconocer a sí mismos, autoestima. ¿Y por qué esta materia? Vos sabés que la oligarquía de Jujuy, los ricos de Jujuy, nos han hecho tanto daño a nosotros, porque entraba un negro al centro, acá en San Salvador de Jujuy, entraba un negro al centro y lo discriminaban. Un negro únicamente podía entrar a la confitería para lustrarte los zapatos o venderte el diario.

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(Imagen: Magalí Ahumada)

Nosotros con eso les decíamos que teníamos que aprender a dividir las cosas. Que había ricos que habían trabajado toda una vida, gringos que habían trabajado toda una vida, y que no nos discriminan, y hay otros gringos, mentalidad de gringo como Gerardo, que te discriminan por el solo hecho de ser negro. Y esta materia de autoestima nos sirvió mucho a nosotros, porque si no, nosotros decíamos “estos gringos de mierda”, pero ahora nosotros también estamos discriminando. Sin querer estamos también discriminando, no hagamos lo mismo que hacen con nosotros. Después, les digo que hay gringos y ricos que se hicieron, como en el caso de Morales, Blaquier y otros más, que se hicieron ricos explotando a los negros, explotando a los kollas, explotando a los que menos tienen, robándole las tierras. A esos hay que putearlos, no a los otros.

Te vuelvo para atrás, nosotros fuimos los primeros que comenzamos a trabajar con el feminismo, sin saberlo, indirectamente.

—¿Cuáles son las mujeres que vos reconocés como referentas?

Bartolina SisaMicaela Bastidas, la Evita, Cristina, las Madres de plaza de Mayo, las jóvenes ahora del pañuelo verde.

La verdad que a mí me sorprende y me pone feliz de la vida que haya muchísimas, muchísimas chicas muy jovencitas militando en el feminismo. La marea del año pasado de los pañuelos verdes fue impresionante, lagrimeaba de alegría y decía “ahí tenemos futuros cuadros, futuras compañeras que van a defender a la patria”.

La charla se ha prolongado, se escuchan los preparativos para el almuerzo. Esta vez, pasamos de la invitación, tenemos que partir. Saludamos a quienes se sientan alrededor de la mesa, hijas, hijos, hermanas y hermanos de esa comunidad que la reconoce y respeta como líder, que toma decisiones consensuadas, que no reniega del compromiso que la llevó, en sus orígenes, a constituirse en organización social.

Nos vamos, mientras en nuestras cabezas sigue el eco de la frase con que nos despidiera: “Hay que recuperar la patria para todos”.

*Por Luis Zanetti para ACN / Imagen de portada: Magalí Ahumada.

Palabras claves: Milagro Sala, Tucumán

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