La Buena Amika: reflexiones sobre las trampas del amor romántico en la amistad

La Buena Amika: reflexiones sobre las trampas del amor romántico en la amistad
27 agosto, 2021 por Redacción La tinta

Por LTA para Lobo Suelto

Están uno frente a otro sin armas, sin palabras convenidas,
sin nada que los asegure
sobre el sentido del movimiento que los lleva  uno hacia el otro.
Tienen que inventar desde la A a la Z
una relación aún sin forma que es la amistad:
es decir, la suma de todas las cosas a través de las cuales
uno y otro pueden darse placer.
Foucault

Escuchamos y decimos: “si no se nombra, no existe”. Consigna que apuesta a la visibilidad de modos de vida marginales. Potencia de la palabra, potencia de nuevas categorías para dar cuenta de la multiplicidad. Categorías que luego seguro reventaremos, pero, en el mientras tanto, las necesitamos para abrir mundo.

No hay marco legal que ampare a la amistad. Por suerte. La amistad es una de las pocas relaciones que gambetea definiciones e instituciones. Deleuze plantea que la amistad implica entenderse tan bien sin la necesidad de ideas comunes, sin que pueda atribuirse «a…». Si somos capaces de no desesperar tanto por nombrar y explicar, y a la vez, mirar con detenimiento y precisión qué hay, podemos encontrar ahí un primer gesto amigo.  

Ahí, la potencia del armado entre amigxs, pero también el lugar óptimo que encuentra este sistema brujo que es el capitalismo para capturar lo que se genera allí. Se inmiscuye en las amistades como lo hace en cada resquicio de la vida. A veces también en las amistades, sentimos el cuerpo en situaciones y experiencias que nos dejan en orsai, sin entender mucho ese malestar que atraviesa la piel. También ahí, LTA.

Es por eso que nos preguntamos:

¿Qué decimos cuando se dice amigxs?

¿Es lo mismo una alianza imprevista, las asociaciones esporádicas, las diferentes posibilidades que nos abre estar en red para algunos posibles y el sentirse amigx de alguien?

¿Existen celos entre amigxs? ¿Son más o menos válidos que en las relaciones con chongxs? ¿De qué maneras les damos lugar? ¿Hay jerarquías afectivas que se plantean entre unx chongx y lxs amigxs? ¿Y el utilitarismo o las relaciones de cambio? ¿Y los forzamientos? ¿Se produce también extractivismo entre amigxs?

Creemos que sobre el amor romántico hay mucho pensado, desenredado, escrito. Sobre la amistad, pensamos que hay esfuerzos en definir las potencias y las particularidades de la belleza de lo que hace a la amistad, pero no encontramos mucho sobre las capturas tristes y desvitalizantes de las que es capaz de a ratos, ni por qué esto podría ocurrir. Nos parece necesario avanzar y hacer foco en los vínculos de amigxs, relaciones tan importantes y tan poco pensadas.

Desromantizar las relaciones de amistad implica volver nuestra mirada sobre cómo nos relacionamos, cómo armamos entre amigxs, cómo nos sentimos. Poner entre paréntesis y hacernos preguntas sobre esta forma de estar con otrxs muchas veces incuestionada.

Del mismo modo en que se rigidizan y cristalizan modos de relación en los vínculos sexoafectivos, esto puede ocurrir en las amistades. Tal vez son formas menos visibles, pero no menos sentidas. Nos atraviesan, nos hacen ruido y también la queremos tirar afuera.

Amigxs para siempre

En las amistades, muchas veces la incondicionalidad se vuelve un encadenamiento difícil de explicar, pero fácil de sentir. ¿Cuál es la línea entre la obligación y el deseo? ¿Cómo intervienen las expectativas e ideales? ¿Cómo pensar relaciones que nos liberen en la amistad?

Se vuelve un juego complejo y trabado cuando solo nos relacionamos desde funciones establecidas en el tiempo, formas estancas y fijas que determinan nuestros lugares y formas: “Vos siempre estás”, “más allá de todo, somos amigxs”, “somos amigxs para siempre”, “¿por qué no me escribiste/llamaste/viniste si somos amigxs?”, “no puedo creer que no sabía de esto siendo tu amiga”.

¿Qué quiere decir que siempre estamos para otrx? Existe una delgada línea que puede cruzarse sin que nos demos cuenta, perder de vista nuestros deseos y sentires para estar al servicio de, cumpliendo una función necesaria para otrx. Ser la que: siempre resuelve, siempre escucha, siempre acompaña, siempre define qué hacer, siempre requiere ser cuidadx, siempre empuja, etc. Quisiéramos precisar esto: no sería un problema en sí mismo que unx persona prioritariamente tenga empuje o sea elegida para acompañar, sea le divertide o quien ayuda a pensar, la cuestión es si esto se rigidiza tanto que, cualquier movimiento de esa función, tiene como efecto tirones y desconocimientos en la relación.

Cuando la incondicionalidad se da por hecho, se desdibuja el otre y une misme. Estamos para le otre más allá de una misma, de lo que ocurre en la relación, de lo que va pasando. Se está “al servicio de” cuidando la continuidad de esa relación y más allá de lo que se va sintiendo. Estar cumpliendo una función porque es “lo que se hace ahí”, porque es parte de los deberes adquiridos.

Esto nos recuerda a Sara Ahmed cuando nos dice que el feminismo es la “pelea que hay que dar para conseguir voluntad propia”. Porque lo propio se vuelve indispensable en un mundo que postula que algunos seres son propiedad de otrxs, son para otrxs y están a disposición: “Afirmar que una no pertenece a nadie o que tiene una voluntad propia puede implicar un rechazo a estar dispuesta de ser para”.

Pensamos que tal vez, en estos micropactos invisibles, se cuela una forma de estar juntxs que da rienda suelta al cálculo vincular, al forzamiento de relaciones sin deseo.

Si desarmamos y desandamos la base de la incondicionalidad en la amistad, de amigas para siempre, como la eternidad en el amor: ¿qué nos queda? Tal vez la posibilidad de ver qué (nos) sucede en ese vínculo, sin ampararnos en formas establecidas. Abrir espacio para aquello indefinido donde pueda darse mundo y lenguaje común, donde podamos ir reinventándonos como todo lo vivo.  

¿Qué lugar tienen las amikas?

El sistema en el que vivimos propone una especie de pirámide afectiva, una jerarquía vincular. La Vasallo nos diría que la monogamia no se trata solamente de tener una pareja exclusiva o un único vínculo sexoafectivo, sino que se trata de “un sistema organizador de nuestros afectos y vínculos sociales que sitúa en la cumbre al núcleo reproductor de manera identitaria”. De esa manera, ese núcleo formado en pareja se torna el vínculo más importante y central, las demás relaciones quedan como secundarias o satélites en relación a ese núcleo.

Escuchamos en la diaria: “Todo bien, tengo amigas, pero necesito un novio para armar algo a futuro”, ”las amigas obvio, siempre están, hablo de otra cosa», “me embola mi amiga cuando se pone de novia, desaparece, solo arma con él o a lo sumo salidas de pareja”, “habíamos quedado en vernos, pero la agitó el chongo, tenía que aprovechar”.

Volver sobre estas situaciones que nos atraviesan el cuerpo nos habla de este lugar extraño donde el vínculo entre lxs amigxs se da como dado y algo vago. Una relación de “baja escala” en relación a chongxs o novixs.

¿Por qué me siento sola si no estoy en pareja, teniendo otros vínculos a mi alrededor?

Muchas veces, nos vemos centrando toda nuestra energía en la importancia de estar en pareja y lxs amigxs allí acompañando ese centramiento. La completud y la tranquilidad recién aparecerían si tengo esa relación central.

También sucede con lo familiar, allí viene, peleando el segundo puesto en el ranking de los afectos, la familia con toda su institución. No importa si ya no compartimos más nada, si mi vieja es de derecha o si tira comentarios que solo entristecen, ahí están esos vínculos “incondicionales”. Si te pasa algo, “la familia siempre está”. De hecho, algunas de estas amistades incondicionales de las que hablábamos anteriormente se vuelven así: “familiares”. No importa el paso del tiempo o que estemos en otra, se convierten en “hermanxs” de la vida. Remitimos a la familia para nombrarlos: “No es solo una amiga, es como una hermana”. Y viceversa, cuando con un hermane hay mucha complicidad, se aclara que “no solo es mi hermane, es mi amigx”. Un ir y venir que utiliza la vara de la familia como máxima expresión del amor. Incondicionalidad, eterna, permanente, sin importar qué hace le otre.

La centralidad disputada entre la familia y la pareja deja poco lugar para las amistades. ¿De qué se trata, entonces?, ¿de revertir esa pirámide?, ¿de pensar en lxs amigxs como familia o chongxs y darles la centralidad “que merecen”? Nos parece que, si entramos en ese juego justamente de centralidades, caemos en la misma trampa y atentamos a su potencia. La propuesta podría ser, justamente, nutrir nuestros modos de estar de esa forma amorfa que tienen las amistades cuando no son cooptadas por las garras del capitalismo. Armar desde la indefinición que le es propia, desde los vericuetos que deja para risa y el segundeo, diría Valeriano. Hacer con y a partir de su lógica, y expandirnos desde allí, más que darle “otro lugar” en nuestras vidas.

Prestar atención al aire

Hemos citado varias veces a Amador que habla de ser fiel a las intensidades. Pensamos que, para que eso sea posible, hay que cultivar un modo de vida que se aleje lo más que se pueda de los automatismos. Hay que poder pensar y hacerse preguntas, no dar por sentado que el modo de vida propuesto es el único existente.

Hay un potencial subversivo en la amistad como lo hay en los vínculos amorosos. Sentimos que la amistad en tanto relación menos atravesada por formatos definidos es un campo plagado de posibilidades, pero que debe ser mirado con atención y delicadeza para que no sea comido por las fuerzas más hegemónicas del capitalismo con su extractivismo y utilitarismo individual como mordiscos de jaguar. Dice Ahmed: “Proceder sin suponer que hay una dirección correcta es avanzar de manera diferente. Decir que la vida no tiene por qué ser de esta manera, tener esta forma o tomar esta dirección es hacer lugar a la suerte. Hacer lugar a la suerte puede experimentarse y juzgarse como la ruptura de lazos”.

Nos hace sentido pensar en la timidez de los árboles para reflexionar sobre esto. La timidez botánica ocurre en algunas especies de árboles en los cuales las copas frondosas no se tocan entre sí, formando un espacio con brechas o espacios que les permite desarrollarse sin comerse/invadir al resto. Estar juntxs, pero con un espacio en el entre. Dar lugar a lo que pasa, allí en relación.

Cuestionar la idea de incondicionalidad de lxs amigxs. Romper con la idea de que todo es soportable por el amor que nos tenemxs podría dejarnxs más atentas y prestando atención a lo que crece en cada relación. La construcción de relaciones efectivamente horizontales y que no tiranizan a otrx implica el riesgo de asumir cabalmente la otredad.

Quizás ser “buena amika” sea ese aire de posibilidad, dar lugar a esa suerte que nos encuentra sin prometer una incondicionalidad que se sabe/asumimos imposible.

*Por LTA para Lobo Suelto / Imagen de portada: Iván Brailovsky.

Palabras claves: Amor romántico, Vínculos

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