Dramática caída de la población en los Balcanes

Dramática caída de la población en los Balcanes
6 agosto, 2021 por Tercer Mundo

Los países que integran esta región del sudeste europeo ven decrecer su población a un ritmo acelerado. Las razones son varias y se remontan a la desintegración del campo socialista.

Por Diego Gómez, desde Serbia, para La tinta

Si bien el crecimiento demográfico es la regla en buena parte del mundo, en los Balcanes, se encuentra la excepción. La canción oficial del mundial de fútbol, jugado en la Argentina en 1978, decía “veinticinco millones de argentinos jugaremos el mundial…”. Hoy, 43 años más tarde, debería modificarse la letra, ya que la cifra ha superado los 45 millones. En cambio, la situación en el sudeste europeo es inversamente proporcional. El número de habitantes en los países balcánicos no ha dejado de caer en las últimas décadas.

A modo de ejemplo, en 1978, la Rumania de Nicolae Ceausescu estaba habitada por 21.855.000 habitantes, mientras que hoy viven 19.265.000 personas. El declive de la población, en este caso, tiene una fecha concreta y significativa: la caída del comunismo en 1990. Y esto es muy notorio, porque luego de la restauración capitalista, la pérdida de población ha sido una constante. Tres millones menos en 30 años, si se compara con los 23.207.000 que había en diciembre de 1989, cuando fueron fusilados Elena Petrescu y su esposo, Nicolae Ceausescu.

Bulgaria ha seguido la misma dinámica que Rumania. El año en que Mario Kempes se consagraba como goleador del campeonato mundial de fútbol, los búlgaros eran 8.805.462. 12 años más tarde, cuando el líder comunista Todor Živkov dejaba el poder, el país era poblado por 8.669.269, mientras que, en la actualidad, la cifra ha caído a 6.916.548. Bulgaria ha perdido un 25 por ciento de su población en 30 años.

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Imagen: El Orden Mundial

En Albania, también ha disminuido sensiblemente la población desde la estrepitosa caída del comunismo, a principios de 1990. En 1978, cuando Argentina festejaba su primer campeonato mundial de fútbol, Albania tenía una población de 2.566.266 de habitantes. Cuando el sucesor de Enver Hoxa (histórico líder del comunismo albanés), Ramiz Alia, dejaba el poder en 1992, los albaneses eran 3.227.287, número que, en la actualidad, ha descendido a 2.837.848.


En el caso de los países de la ex Yugoslavia, la situación es igualmente significativa. El país de los eslavos del sur tenía 22.121.687 ciudadanos cuando el “Clemente” de Caloi pedía que se tiraran papelitos, ante la negativa de la Junta Militar a “ensuciar” el partido que “jugaban” los 25 millones de argentinos. 13 años más tarde, cuando comenzaron las guerras de desintegración que acabaron con la unidad territorial yugoslava, el país contaba con 23.532.279. Pero en la actualidad, la suma de Serbia (6.871.547), Croacia (4.036.355), Eslovenia (2.108.977), Bosnia-Herzegovina (3.301.000), Macedonia (2.068.808), Kosovo (1.798.506) y Montenegro (620.739) da la cifra de 20.805.932.


¿Cuáles son las causas que han generado la pérdida de 10 millones de habitantes en la península balcánica durante las últimas tres décadas? ¿Por qué mientras que la población mundial crece, en los Balcanes, cada año que pasa, vive menos gente?

Los especialistas en demografía balcánica sostienen que la baja tasa de natalidad, por un lado, y la alta tasa de emigración, por el otro, conducen a la disminución de la población total. En la superficie del análisis, se habla de un “círculo vicioso”. Por un lado, la gente vive cada vez más, como en los países más ricos del mundo, pero, al mismo tiempo, emigra como en los países pobres. Y si a esta cuestión se le suma la baja tasa de natalidad, característica de buena parte de los países ricos, el círculo vicioso se cierra y la población decrece.

Las causas de las causas

¿Pero a qué se debe que se tengan pocos hijos y que la gente elija emigrar? ¿Cuáles son las causas de las causas?

Más arriba, se ha visto que este proceso tiene una fecha de nacimiento concreta: la caída de los regímenes socialistas en Europa Oriental y los Balcanes a principios en la última década del siglo pasado. Hasta esa fecha, la población en Yugoslavia, Albania, Bulgaria y Rumania venía en aumento. La fulgurante penetración de las relaciones capitalistas de producción transformó radicalmente la vida de las personas de un día para el otro. Lo que hasta ayer era (bueno o malo), dejó de ser. La restauración barrió bruscamente con todo lo establecido y las certezas volaron por los aires para ser enterradas, rápidamente, junto a las tumbas de Tito, Hoxa, Ceausescu y Živkov.

¿Y ahora? Podría haber sido la pregunta que se hicieron millones de búlgaros, yugoslavos, rumanos, albaneses ante la nueva situación que les tocaba vivir. La cuestión radicaba en que todo lo que hasta ayer era “correcto” y medianamente seguro, se había desvanecido. Pero además era denostado, desde el exterior y desde adentro (por los líderes de la restauración capitalista con disfraz nacionalista), sin dejar un atisbo para ningún tipo de recuperación de ese pasado cercano.

Además, la situación económica, ya sensiblemente delicada durante la década de 1980, se agravó dramáticamente a principios de 1990. “Nada para reivindicar y todo para deplorar”, podría haber rezado el eslogan que debieron seguir los habitantes de los Balcanes a la salida del comunismo. Entonces, en ese escenario de pauperización económica, inestabilidad política y destrucción ideológica y cultural del pasado comunista, es que comenzó a disminuir sensiblemente la población.

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La situación económica, si bien es una variable central a la hora de explicar la emigración, no es la única. Las crisis económicas fueron una constante extendida en todos los Balcanes durante 1990, pero, diez años más tarde, la economía tendió a estabilizarse. Es cierto, también, que las guerras de desintegración de Yugoslavia promovieron la emigración (sobre todo, en Bosnia), pero esos acontecimientos bélicos, producidos hace más de 25 años, no pueden ser el fundamento de la emigración de la última década. Y si bien Serbia, Croacia y Rumania no tienen la calidad de vida de Alemania, Austria o Suecia, se vive muchísimo mejor que en Senegal, Venezuela e Irak (todos países expulsores de población).

A modo de ejemplo: Argentina es un país en el que, desde hace al menos 50 años, se vive de crisis económica en crisis económica. Un país en el que las condiciones materiales y la calidad de vida no han hecho más que irse derrumbando desde el Mundial 1978 hasta la fecha y, sin embargo, no se ha producido ningún fenómeno migratorio importante.

Seguramente, la emigración y la baja tasa de natalidad no sean la causa, sino los medios de una causa que se fue construyendo en los últimos 50 años de historia. El fracaso del comunismo burocrático y la restauración capitalista dejaron a los pueblos balcánicos en medio de una situación híbrida. Se podría decir que han quedado huérfanos de su pasado; pero el presente, si bien los ha adoptado, los trata como hijos de segunda.

Negación de lo que fueron e imposibilidad de ser

El surgimiento de los regímenes comunistas en los Balcanes, sobre todo, en Yugoslavia y no tanto en Bulgaria, Albania y Rumania, fue consecuencia de la lucha de los campesinos y trabajadores urbanos contra las fuerzas de ocupación y sus colaboradores locales durante la Segunda Guerra Mundial. A diferencia de lo ocurrido en Hungría y en Polonia, en donde la instalación del comunismo soviético fue más bien una consecuencia de la permanencia del ejército rojo luego de la liberación del territorio, en Yugoslavia, el movimiento multinacional partisano derrotó al nazi-fascismo con escasa ayuda de Gran Bretaña y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). La práctica político-militar de resistencia y liberación, y luego la ruptura temprana con la URSS, fue generando un sentimiento de pertenencia e identidad en una sociedad que, si bien poseía una casta dirigente con privilegios políticos, no registraba grandes diferencias sociales y se destacaba por disponer de igualdad de derechos y obligaciones en la vida cotidiana.

Es cierto que, tanto el comunismo búlgaro, el rumano y el albanés, no se gestaron de la misma forma que Yugoslavia, pero, tanto en Rumania como en Albania, hubo importante resistencia popular al nazismo y sus aliados vernáculos. Y si bien es verdad que existió una deriva espantosamente burocrática, que limitaba radicalmente la participación política de la población, el hecho de vivir por fuera de las relaciones capitalistas de producción durante 45 años fue generando el surgimiento de una mentalidad y cultura singulares. El culto a la personalidad y toda la “liturgia” comunista lejos estaban de generar las condiciones para una verdadera emancipación social y más bien la impedían, pero poco tenían que ver con las relaciones sociales burguesas. Por lo tanto, de manera más o menos libre, más o menos burocrática, más o menos “socialista”, en los países comunistas de los Balcanes, la vida de la gente era distinta a la vida de la población en el mundo capitalista. Pero de un día para otro, todo ese “universo” voló por los aires.

A principios de 1990, las relaciones capitalistas de producción, rápidamente, se instalaron en los Balcanes. Las empresas fueron privatizadas y toda la riqueza social, manejada por la burocracia comunista, quedó en manos del capital. La escasez de productos se transformó en escasez de dinero y la certeza en incertidumbre. En este contexto, las nuevas generaciones poco podían apoyarse en los modelos y “manuales” de las décadas precedentes para organizar la vida.

El nuevo mundo tuvo la espeluznante “virtud” de borrar el pasado y la absoluta incapacidad de generar las condiciones, materiales y sensibles, a partir de las cuales los balcánicos pudieran sentirse seguros emocionalmente, de querer vivir y traer hijos e hijas a la tierra en la que nacieron.

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*Por Diego Gómez para La tinta / Foto de portada: Christopher Anderson – Magnum

Palabras claves: Balcanes, poblacion, URSS

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