“La paz en Colombia es un derecho y un deber”

“La paz en Colombia es un derecho y un deber”
22 julio, 2021 por Tercer Mundo

Silvia María Salazar Giraldo es docente, abogada y defensora de derechos humanos, y relata por qué Cali es uno de los epicentros de la resistencia colombiana.

Por Laura Salomé Canteros, César Saravia y Maru Waldhüter para Marcha

El 28 de abril de 2021, una noticia recorrió redes sociales, empresas de comunicación y medios comunitarios locales e internacionales. La ciudad de Cali, en Colombia, amaneció con el derrumbe del monumento al colonizador Sebastián Belalcázar. Con un acto de reparación a la memoria histórica, el pueblo indígena Misak le dio comienzo al Paro Nacional que se sostiene hace más de 60 días con movilizaciones, bloqueos, manifestaciones artísticas y culturales en todo el país, que le hicieron (y le hacen) frente a la máquina de guerra desplegada por el gobierno de Iván Duque para reprimir la manifestación social.

Cali se convirtió en uno de los epicentros del conflicto. Es el blanco del gobierno y un laboratorio de re-existencias populares. Un territorio donde los puntos de bloqueo fueron levantados, pero las asambleas y los cabildos continúan barrio adentro. A más de dos meses del “Paro para avanzar”, dialogamos con Silvia María Salazar Giraldo, docente, abogada, feminista y defensora de derechos humanos en Guadalajara de Buga, a poco más de una hora de Cali, una ciudad que conoce tanto como para sentirse caleña.

—¿Cuál es tu balance a dos meses de paro y movilizaciones? ¿Por qué Cali se convirtió y sigue siendo una de las ciudades en que el foco del conflicto sigue alto, y por qué es la ciudad de la resistencia?

—Es todo un proceso, un acumulado histórico que se ha ido gestando. Desde antes del 28 de abril, cuando empezó este paro que cumplió dos meses. Pero le precedió el 21 de noviembre de 2019 y septiembre de 2020, en plena pandemia, donde ustedes saben que hubo una masacre en Bogotá.

A Duque aquí le llamamos el sub-presidente Duque, porque el que manda es Álvaro Uribe Vélez, engendro del paramilitarismo, un hombre que ya no puede sostenerse ni nacional ni internacionalmente. Uribe gobernó por dos períodos, luego siguió Santos, que también era su ficha, pero se le salió del formato en cuanto al manejo de la paz. Santos se arriesgó a romper con un esquema de seguridad democrática que impuso Uribe y, entonces, entabló diálogos con las FARC-EP para la firma del Acuerdo de Paz en La Habana. El error que cometió Santos es haber sometido el proceso de paz a plebiscito, que constitucionalmente no era necesario, porque la paz es un derecho y un deber, y lo dice el artículo 22 de la Constitución Política. El hecho es que triunfó el “No” por una franja muy pequeña de gente, entonces, hay un acuerdo de paz que, obviamente, no toca el modelo neoliberal, pero que era un proceso necesario. Con la pandemia, salió a flote esa miseria tan atroz que nos coloca en el segundo puesto del país más inequitativo. Duque no fue capaz de darle solución al problema del hambre y de las circunstancias económicas de este pueblo oprimido. Sabíamos que, después de la pandemia, venía algo duro.

Imagen: AP

Cali es una ciudad ubicada al sur de Colombia, en la que la miseria y el desempleo se dispararon. La falta de oportunidades para las y los jóvenes, y la pobreza destaparon todo, y esta juventud salió a manifestarse. Por otro lado, en Cali, en las últimas elecciones, triunfó el anti-uribismo. Es un lugar geoestratégico y geopolítico muy importante. El puerto de Boaventura, a dos horas de Cali, es el más importante de Colombia por donde transita entre el 60 y el 70 por ciento de la economía del país. Si se paralizan las carreteras hacia Boaventura, se paraliza la economía.

—Pensando en estos puntos de resistencia que fueron apareciendo en la ciudad, ¿cómo se compone ese mapa? ¿Cómo pudiste leer esos puntos de resistencia que están en Cali y sus alrededores?

—Es una juventud que se armó de valentía, porque eso es piedra contra fusiles. Hoy, la resistencia se resignifica, hay un tipo de re-existencia, donde los jóvenes con sus escudos, cual Quijote de la Mancha, salen con sus piedras a enfrentarse a unas máquinas de guerra del ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios), la policía. En Cali, han metido el GOES (Grupo de Operaciones Especiales), al ejército. La guerra que vimos años atrás fue en el campo, la han vivido los campesinos durante 60 años en el olvido y hoy nosotrxs, en la ciudad, estamos viendo helicópteros 24 horas al día.


Yo pienso que estamos transitando hacia un fascismo, es decir que aquí se va conformando un modelo fascista. Inclusive Víctor de Currea Lugo, que es un intelectual muy prestigioso, propone un frente antifascista en uno de sus escritos. Porque aquí ha aflorado la xenofobia, la homofobia, la aporofobia, porque los puntos de resistencia son sitios populares. Sin embargo, en esos puntos de resistencia, es muy lindo, con todo el dolor de todos estos muertos, ver esa cadena de afectos. La primera línea con los muchachos que están ahí poniendo su cuerpo, toda su vida en manos de esa máquina de la muerte, pero resistiendo con dignidad. Y se han dividido las tareas: la segunda que se encarga de otras cosas, la tercera de la salud, la cuarta, etc. Entonces ahí viene a jugar el papel, por ejemplo, de las señoras. Haga de cuenta que los barrios son un campo de batalla -eso nunca lo habíamos vivido- con puestos de salud, de atención médica, las señoras solidariamente con puestos con comida, haciendo la comida para los muchachos, con la leche y el bicarbonato para contrarrestar el gas lacrimógeno. O sea, es una cadena de amor. Aquí todo el mundo juega un papel. Aquí nadie sobra.


Le han echado la culpa a (Gustavo) Petro, pero la izquierda no es dueña de este paro. La oligarquía está desesperada, porque ven que hay un pueblo que está despertando, entonces le echan la culpa a Petro que ha sido respetuoso y mesurado. Le han echado la culpa al castrochavismo, pero como murió Chávez, también le echan la culpa a Maduro. Son tan brutos que dicen que hasta los soviéticos están aquí metidos, mientras Duque tiene un porcentaje de aceptación como del 30 y pico por ciento, por primera vez en la historia.

Por otra parte, los muchachos no se sienten representados por el Comité Nacional del Paro (CNP), que son centrales obreras y una representante estudiantil. Es un pueblo que decidió rebelarse, que estaba en mora, tanto esta juventud como los adultxs y adultxs mayores, porque hay que ver cómo las personas de la tercera edad han participado, y es muy bello eso.

—Ya que estamos hablando de liderazgos emergentes, de deudas históricas, ¿cómo ves el rol de las mujeres y de los feminismos en estos dos meses? ¿Surgieron algunas demandas a partir de todo este contexto de movilización?

La participación de las mujeres es fundamental y siempre lo ha sido. Lo que pasa es que siempre nos han invisibilizado. Entonces ahora hay una emergencia, afortunadamente, de esos feminismos, porque no se puede hablar de un solo feminismo. En el caso de esta resistencia, la presencia de la mujer ha sido vital, de todas las edades, de las muchachas de primera línea, de la señora que atiende al herido. Y ahí también las mujeres son voz cantante y determinante, visibilizado en este proceso.

Se ve ese protagonismo de feministas y no feministas, porque uno se construye como mujer, como hombre, como población LGTBI+. Y así han emergido nuevos sujetos sociales y políticos, que ponen en la mesa sus demandas que son de suma importancia, y hay que ponerles mucho cuidado en el análisis sociopolítico. Son sujetxs transformadores en pleno siglo XXI. Hoy, en este mundo laboral, o deslaboralizado, que estamos viviendo, son esas juventudes, esos feminismos, esas mujeres y hombres, adultxs o mayores de edad, que están ahí día y noche, o que han estado.

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Imagen: Camilo Rozo

—¿Qué perspectiva hay con respecto a los levantamientos de los bloqueos cuando el Comité del Paro tuvo intenciones de entrar en diálogo con el gobierno?

—Intención de diálogo por parte del gobierno no hay. Es decir, si aquí esto no se ha mejorado es por la responsabilidad de Duque, sus ministros y toda esta ultra-derecha; así de sencillo. Obvio que lo van negar aquí y en todos los países donde hay este tipo de élites.

En casos como estos, hay un desgaste, por eso es admirable la resistencia. ¿Qué se está haciendo entonces? Los muchachos dijeron que “no nos representa el Comité Nacional de Paro”, entonces se están llevando a cabo mesas por municipio; es decir, mirar las diversidades regionales, territoriales y, sobre esa base, sentarse a dialogar. Pero ni eso ha funcionado, ni en Buga ni en Cali. Entonces lo que hicieron, por ejemplo, en Calipso (rebautizado Apocalipso), en la zona de Aguablanca, un barrio muy marginado, han dicho: “Este paro no se ha acabado, lo que estamos haciendo es retirar el bloqueo para no perjudicar a la comunidad caleña, pero seguimos, nuestro paro sigue barrio adentro, con asambleas, con cabildos populares”. Eso es lo que se está dando hoy.


Hubo más de 20 puntos de resistencia en Cali, la Vía al mar, el Puente de las mil luchas, el paso del comercio, Puerto Resistencia, que es un emblema, Puerto Madera, Apocalipso, La Luna que es un sector central, muy comercial, en todos ha habido una violencia aterradora. Hoy la consigna es seguir en asambleas, trabajando incansablemente en la defensa de los derechos humanos.


Aquí lo que ha pasado es una masacre y el mundo entero y la comunidad internacional están con el lente puesto en Colombia. Se está violando el derecho internacional humanitario con armas no convencionales. Se rellenan cápsulas con vidrio, balines, puntillas y eso se vuelve una metralla; está prohibido, pero se hace. Aparte de eso, los gases lacrimógenos, ya está comprobado, y yo también lo comprobé aquí en Buga, que están vencidos, unos son de 2015 o 2014, y se vuelven más venenosos para el ser humano. A otros les han borrado la fecha de vencimiento. El decreto de asistencia militar (firmado por el presidente Duque en mayo) significó militarizar la vida y la cotidianidad de los colombianos. Usted anda y recorre el Valle, y es como si estuviéramos en una guerra. Aquí es tan grave la situación que hasta el sistema democrático clásico liberal, en el sentido filosófico de los ilustrados de esa democracia liberal, la división de poderes, el Poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial, se borraron. Entonces, ¿qué pasa cuando en un país esos límites se traspasan? La Fiscalía está en el bolsillo de Duque, lo mismo la Procuraduría, la Defensoría y la Contraloría. ¿Es una dictadura o cómo es? Aquí han pasado cosas terribles. Alguien dijo que Colombia es una inmensa “casa de pique”, que fueron famosas en Buenaventura: allí se picaba a la gente viva, en plena zona urbana. Aquí en el Valle ya están flotando los cadáveres en el río Cauca, en Tuluá, apareció la cabeza de un muchacho, eso es dantesco.

—Esta estrategia de tanta represión, sin ningún gesto de atenuar la magnitud de violencia con la que el Estado está yendo contra la población, ¿no tiene la intención de volver a agitar la idea de enemigo interno? ¿Compartís esta lectura de una de actualización de la idea del enemigo interno?

—Eso nunca se ha ido. Recordemos la época de las dictaduras y toda esa doctrina de la seguridad nacional, la doctrina de la guerra de baja intensidad y cómo han sido entrenados nuestros militares en Chile, Argentina, que fueron la Escuela de las Américas, a West Point a entrenarse con ese elemento del enemigo interno. Pero, ¿qué pasa en Colombia? El enemigo interno, antes de que la guerra se viniera para la ciudad y antes de la firma del Acuerdo de Paz con las FARC, era la guerrilla. Entonces, todo mundo decía: “Es que la guerrilla…”. La oligarquía colombiana le achacaba toda la responsabilidad y, desgraciadamente, mucho pueblo creyó que la responsabilidad de la situación de Colombia era la guerrilla. O sea, ese enemigo interno. Hoy el enemigo interno es el afro, el joven, las mujeres, la población LGTBI+, los indígenas…

Aquí se está hablando de reestructurar la policía, pero realmente nuestra institución no es que tenga “manzanas podridas”, sino que el árbol está podrido desde la raíz. Lo que siempre saben decir es que son “hechos aislados”, son “manzanas podridas”. No, aquí hay una política sistemática de manejar los conflictos sociales y políticos como una guerra, y de darles un tratamiento bélico. Aquí, la policía está adscrita al Ministerio de Defensa, por eso los congresistas progresistas y decentes están diciendo que hay que pasar a la policía a depender del Ministerio del Interior, no del Ministerio de Guerra. El del ESMAD sale con odio y ve en ese muchacho, en esa muchacha, esa señora, en el señor, ve a ese enemigo a quien hay que matar o al menos agredir.

—Desde su experiencia, perspectiva o mirada, ¿qué sigue en Colombia? ¿Dónde encontrar la esperanza?

—Espero que en 2022 logremos cambiar esto y que demos un viraje a la esperanza, o lo que llaman progresismo. No la alianza verde, no los tibios, yo estoy hablando del Pacto Histórico, donde vemos una opción de poder para empezar a transformar. El miedo que tiene este sistema es que el Pacto Histórico, que es la Colombia Humana, llegue al poder, porque jamás la izquierda ha tenido el poder en Colombia. Le han metido a la gente que vamos a ser como Venezuela, como Cuba. Entonces, uno le explica al señor, a la señora que dice que le tiene miedo al comunismo o que “si llega Petro, nos van a quitar lo que tenemos”. ¿Y usted que tiene? “Nada, tengo mi trabajito”, dicen.

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Imagen: Colombia Informa

Ellos tienen miedo y, cuando un gobierno saca militares a la calle y militariza la vida, es porque están temblando. Ellos necesitan el terror, porque viven del terror. Por eso, uno de los análisis que se hace es el saboteo a las elecciones y que esto siga para que la gente se vaya desgastando para justificar más la guerra. Ya se les acabó el cuentico de las FARC, ahora ya no es lo que les dije al principio. Por eso, es tan importante el trabajo en las comunas, el trabajo político fundamental, no en un escritorio, sino en la base.

Lo que sigue es un trabajo popular arduo, como la hormiguita. Profundizar mucho. Sigue la organización, seguir resistiendo y re-existiendo, que como pueblo seamos capaces de votar bien en 2022 y que la lucha siga. Yo sé que vamos a cambiar esto, así hasta que el sol se apague.

*Por Laura Salomé Canteros, César Saravia y Maru Waldhüter para Marcha / Foto de portada: A/D

Palabras claves: Colombia, protesta, represión policial

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