Prohibicionismo, violencia urbana y tragedia: un asesino y un muerto por una planta

Prohibicionismo, violencia urbana y tragedia: un asesino y un muerto por una planta
4 junio, 2021 por Ezequiel Luque

Madrugada del 7 de mayo, barrio Marechal, Ciudad de Córdoba.

Facundo Baffi. Un hombre de 44 años tiene plantas de cannabis en el jardín. Es chef. Dice que está harto de que le roben. No tiene antecedentes, pero tiene dos armas no declaradas. Duerme, se asusta, dispara y vuelve a dormir.

Lautaro Velázquez. Un pibe de 17 está con sus amigos. Tuvo que dejar la escuela para ayudar a pagar el alquiler en su casa. Es panadero y juega en la reserva del Club Deportivo Alberdi. No tiene antecedentes, tampoco porro. Entra al patio de una casa, lo escuchan, le disparan y muere.

Un hecho inmensamente desgraciado que gira de manera absurda en torno a la prohibición de una planta. Es contrafáctico, pero, con un poco de imaginación, podemos pensar que este lamentable hecho no hubiera ocurrido si fuera legal el autocultivo en el país. Tal vez, Baffi disparó en vez de llamar a la Policía porque estaba incumpliendo la ley al tener plantas de marihuana en su casa. Tal vez, Velázquez no hubiera ingresado en una propiedad si hubiera tenido porro con sus amigos, sin tener que comprarlo al tranza cuando falta el mango.

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«Sin que Lautaro sea un ladrón y sin que Facundo sea un asesino, se produce un robo y un asesinato. Una tragedia entre no delincuentes», dice el fiscal Guillermo González, quien, en un principio, ordenó la detención de Baffi por homicidio calificado por uso de arma de fuego, pero luego de tres semanas de investigación, pidió su liberación tras considerar que se trató de un acto de legítima defensa.

Consultado respecto a por qué no considera que se trató de un exceso en la legítima defensa, el fiscal señaló a este medio que, según la ley, el único momento en el que una persona puede repeler un robo con un arma es en casos como este, donde se registra una intrusión a una casa, en horario nocturno y el episodio sucede dentro de la propiedad. «Cuando te entran a tu casa, vos no sabés si los hombres están armados, si entran a robar, a matar o lo que sea (…) Para que haya un exceso en la legítima defensa, él tendría que haber tenido la oportunidad de medir con precisión cuál era la agresión que estaba por recibir, para poder medirla con su reacción (…) Se considera que los disparos fueron intimidatorios, porque el dolo no se presume, y no tenés elementos para pensar que tiró a matar», sostuvo González en diálogo con este medio.

Irónicamente, para la ley, para la Justicia, es legal que Baffi dispare y mate porque es sorprendido en su casa, pero es ilegal que en ella tenga una planta. Así están las cosas. Ahí la complejidad del caso.

De todas maneras, la valoración que hace el fiscal todavía tiene que ser revisada por el juez actuante, el Dr. Carlos Romero.

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(Imagen: La tinta)

Para fundamentar su decisión, el fiscal González remarcó que se basó en los testimonios, en las pericias balísticas y en el hecho de que el asesino, Facundo Baffi, «trabaja, tiene domicilio fijo, no cuenta con antecedentes y tiene buena referencia en el vecindario». Exactamente lo mismo podría ser atribuido a Lautaro, que hoy es llorado por su familia, sus vecinos, sus compañeros de club y su barrio. Entre la casa de uno y otro, hay sólo 7 cuadras de distancia.

«Fue una picardía que salió mal», lamenta Luciana Córdoba, su mamá, que todavía no sabe qué sucedió esa madrugada con «Pocha» -como le decían cariñosamente- porque no tienen acceso al expediente a pesar de que pasó ya casi un mes. Recién esta semana, lograron contratar a una abogada porque no tenían dinero. A la plata para pagarle la recaudan cada semana vendiendo choripanes en su casa de Villa Páez (para colaborar, se pueden comprar en la calle Ángel Roffo 2031, viernes y sábados a partir de las 20).

«Vendemos choripán para juntar para la abogada. Las familias de los amigos y los vecinos nos compran para ayudar, es la única forma. No tenemos plata, trabajamos más de ocho horas por día y a veces doble jornada, yo de enfermera en un geriátrico y su padrastro en una panadería. Mi hijo no tenía antecedentes, nosotros tampoco (…) Ensuciaron a mi hijo como si fuera la peor lacra, sin conocerlo. Hablá con cualquier vecino y te van a decir qué clase de persona era», cuenta Luciana a La tinta.


«El dolor que tengo es infinito. A mí esto me arruinó la vida. Perdí a mi hijo y lo único que pido es justicia, porque un asesino no puede estar libre. Él lo mató por la espalda, con un disparo desde la ventana, no es defensa. Y lo dejó tirado (…) Y aún así, si hubiera entrado a robar una planta, él no tenía derecho a disparar. Podría haber tirado para arriba o llamar a la Policía, si vive a tres cuadras de la Comisaría. Pero decidió matar (…) Él está en su casa, con sus hijos, compartiendo lo que yo no voy a compartir más», señala conmovida Luciana.


Mientras habla, tiene un rosario blanco en su mano y la prima de Pocha está sentada a su lado, sosteniendo un cuadro con una foto angelada de Lautaro que dice «Pocha, siempre estarás en nuestros corazones».

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(Imagen: La tinta)

La familia se manifestó el martes pasado en el Puente Tablada para exigir justicia y que el homicida vaya preso, «para que Lautaro pueda descansar en paz».

Ningún medio se hizo presente esta vez, aunque sí hablaron de Lautaro y su familia en las últimas semanas, estigmatizando a la víctima y favoreciendo al linchamiento mediático en redes sociales y noticieros.

Y eso también duele, quema adentro. Además de tener que afrontar la pérdida de Lautaro; su familia, sus amigos y amigas, su novia y todo el barrio que lo conocía desde chico tienen que lidiar encima con las acusaciones falsas que ensucian su memoria y la miseria de quienes festejan su muerte e incitan a la injusticia por mano propia. Nadie gana con un pibe menos en la calle.

* Por Ezequiel Luque para La tinta. Imágenes: La tinta

Palabras claves: cannabis, Familiares de Víctimas de Gatillo Fácil

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