Colombia: las protestas hasta las últimas consecuencias

Colombia: las protestas hasta las últimas consecuencias
19 mayo, 2021 por Tercer Mundo

El territorio colombiano es un volcán de rebeldías, protestas y manifestaciones. Todo un pueblo se encuentra en las calles. Mientras tanto, el gobierno ordena recrudecer la represión.

Por Redacción La tinta

Jorge Humberto Ruiz es un arquitecto colombiano que se encuentra en Cali, la capital del departamento del Valle del Cauca. Uno de los principales centros económicos del país, Cali es testigo de cordilleras y tierras fértiles. En los últimos días, esta ciudad, la tercera en importancia en el país por detrás de Bogotá y Medellín, está literalmente prendida fuego.

Para Jorge Ruiz, las calles revueltas ya son parte de sus días. Protestas, barricadas y una represión masiva ordenada por el gobierno del presidente Iván Duque convirtieron a Cali –y a casi todo el país- en un hervidero de manifestaciones en rechazo a la actual administración. Si bien las protestas se despertaron frente al intento del Ejecutivo de aprobar una reforma tributaria que afectaba a las clases más humildes, el descontento del pueblo colombiano se arrastra desde hace mucho tiempo.

Pese a la represión sistemática de las fuerzas de seguridad, la utilización de paramilitares para disparar contra la gente movilizada y un rechazo nacional e internacional cada vez más grande, el gobierno de Duque se niega a cualquier tipo de diálogo con las organizaciones políticas y sociales nucleadas en el Paro Nacional, espacio que se convirtió en el motor que tracciona las actuales protestas.

Colombia militarizacion la-tinta

Según la plataforma Grita, desde el 28 de abril al 18 de mayo en toda Colombia, hubo al menos 43 personas asesinadas por agentes estatales o paraestatales, 384 víctimas de la violencia física por parte de la policía, se produjeron 1.139 detenciones arbitrarias, hubo 472 intervenciones violentas a cargo de las fuerzas represivas, 33 ciudadanos recibieron agresiones en los ojos, 18 mujeres fueron víctimas de violencia sexual por parte de los uniformados y se contabilizaron 146 casos de disparos de arma de fuego por parte de la policía.

Ruiz, que se desempeñó también como docente universitario y realizó investigaciones relacionadas a la antropología y los fenómenos sociales nacionales, habló con La tinta y, con su voz y sus palabras urgentes, relató en primera persona cómo vive hoy Colombia, especialmente Cali y Yumbo, otra ciudad que en los últimos días vio cómo policías, militares y civiles vinculados a las fuerzas de seguridad redoblaban las persecuciones, ataques y asesinatos.

El fuego de las protestas

Cali es una ciudad del suroccidente colombiano que tiene una conexión directa con el centro y sur del país, está ubicada en un punto estratégico, geográficamente hablando. Históricamente, ha sido lugar de rebeliones y de revoluciones. No es gratuito, entonces, que el gobierno nacional haya visto y leído a Cali como uno de los bastiones más fuertes a los cuales hay que reprimir y combatir en momentos como estos, en los cuales su incapacidad para gobernar y buscar salidas salta a la vista. Las herramientas que utiliza el gobierno son precisamente las de la represión y la fuerza.


Actualmente, la ciudad se encuentra en una tensa calma, tiene puntos de manifestación -llamados puntos de resistencia-, donde hay muchos jóvenes con sus protestas, pancartas y arengas. La policía llega a esos lugares para reprimir, a correr y disolver esas manifestaciones. Como ha podido observarse, lo hacen de una forma violenta, porque esa es la orden institucional. No es una orden de controlar las marchas o las manifestaciones, o de proteger la vida de las personas, permitiendo sus denuncias, sino de disolver las marchas utilizando armas: incluso armas que están siendo usadas, al parecer, por primera vez en Latinoamérica, como unos lanzadores que disparan elementos para aturdir y para deslumbrar a las personas momentáneamente. También se ha detectado que han causado muchas afectaciones a nivel de impactos. No sabemos qué otros elementos pueden tener estas armas para disolver manifestaciones. 


Esos puntos en Cali permanecen activos y principalmente están en la tarde. Hacia las horas de la noche, ya no lo están, solo quedan muy pocos, porque nos hemos encontrado con un nuevo fenómeno propio de nuestra sociedad: el de los atentados, desde camionetas con vidrios polarizados y desde motos de alto cilindraje, hacia los manifestantes, con agresiones a tiros. Esto es muy delicado y está relacionado con un fenómeno que atraviesa todas nuestras capas sociales, que es el narcotráfico. Se ha podido detectar que estas personas están vinculadas con el narcotráfico y con el paramilitarismo, contando además con la complicidad, o incluso con la vinculación, de alguna manera, de las autoridades policiales y, al parecer, también militares.

En Cali, en cualquier momento puede reventar o puede agravarse la situación muchísimo más. No se tienen datos de muertos, de desaparecidos y menos de heridos. Muchas de las personas heridas evitan ser llevadas a centros de asistencia, porque los pueden capturar y más adelante podrían convertirse en desaparecidos. Prefieren o no denunciar o ser atendidos en los puntos de manifestación donde se encuentran, o en misiones médicas, las cuales también han sido atacadas por la policía en algunos momentos.

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Arde Yumbo

En estos momentos, uno de los puntos más preocupantes es el norte de Cali, donde se encuentra una zona industrial con unos 10 mil o 15 mil habitantes, que tiene un parque industrial grandísimo y donde se ubican muchísimas de las empresas de grandes inversionistas, tanto nacionales como internacionales. Hace dos noches, se inició una serie de agresiones muy brutal contra esta población, que es Yumbo, que tradicionalmente ha sido un lugar muy activo en términos de revoluciones y fenómenos sociales relacionados con la guerrilla, las milicias urbanas, con corrupción a nivel gubernamental. Como es un municipio que recibe una gran cantidad de dinero de los impuestos que pagan estas industrias, prácticamente esta pequeña ciudad es un botín para muchos grupos. Aquí, en términos coloquiales, decimos que es un territorio muy caliente.

Las autoridades se metieron a Yumbo a desbloquear y a agredir a los manifestantes, y créame que ese grupo de personas y los que habitan Yumbo son muy fuertes, entonces la respuesta fue inmediata. Uno de los grandes riesgos que se corren en Yumbo es la del daño o los probables incendios que se puedan presentar, porque la ciudad es el punto final del oleoducto que trae combustibles desde el centro norte y oriente del país. En Yumbo, hay unos grandes depósitos de combustible ubicados en secuencias, de acuerdo con las entidades que planifican y distribuyen estos combustibles. Primero está Ecopetrol, que es la compañía nacional de petróleo, y después vienen las otras empresas, casi siempre extranjeras, como Esso, Móvil, Texaco. Es una zona delicada en términos de lo que podría suceder ahí si llegan a presentarse conflagraciones o se puedan presentar agresiones o rupturas de tuberías de tanques de combustible.


El lunes por la noche, hubo muchos muertos -jóvenes principalmente- en Yumbo, alrededor de unos 27. La noticia no está confirmada, pero la agresión fue brutal y ha continuado durante el día, porque la orden estatal es acabar con todos los manifestantes que se puedan oponer a los dictámenes del gobierno. 


El disfraz del gobierno

Colombia se encuentra, desde hace mucho tiempo, en lo que podría llamarse una dictadura disfrazada de democracia. Lo delicado ahora es que, al parecer, se están buscando los mecanismos o las causas para poder decretar un estado de conmoción interior, que es el paso más cercano a una dictadura, porque se otorgan poderes especiales al presidente y a las fuerzas armadas. Las posibilidades de comunicarse y de hacer prensa, de divulgar información, son prácticamente mínimas. Argentina tiene mucho conocimiento en eso, porque ha vivido bajo dictaduras. Nosotros estamos en un punto muy delicado si el gobierno logra encontrar las razones y los motivos para declarar un estado de conmoción interior.

Yo pienso que aún no lo han podido declarar porque muchas de las imágenes o de las informaciones que están sacando oficialmente al exterior son mentiras. Han sido montajes, manejan mucha gente infiltrada, buscan hacer daños con personas pagadas o de la misma policía, para después llegar, supuestamente, a despejar las manifestaciones y a producir más daños. Mucha gente se ha podido dar cuenta de que en eso hay una gran mentira.

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La propuesta del presidente es una propuesta que no tiene propuesta. En realidad, es que la gente deponga sus ánimos y sus ímpetus, y poder hacer una modificación a las reformas tributarias que se plantearon. Pero las reformas no son realmente la causa de estas protestas. Las causas son más profundas y es una acumulación sistemática, en el tiempo, de una cantidad de inequidades, de robos, de despilfarros de los erarios públicos y de una pauperización progresiva de la calidad de vida de las personas en Colombia, principalmente de los estratos medios y bajos.


No hay realmente una propuesta clara del gobierno de querer sentarse a dialogar y buscar salidas alternativas, y no salir con la aberrante postura de plantear una reforma, que son cuatro reformas en realidad: una tributaria, una laboral, una pensional y una reforma a la salud. Eso plantea en medio de una pandemia, cuando muchas empresas han quebrado, muchas personas han perdido sus empleos y han tenido que entregar sus casas que habían tomado en arrendamiento por imposibilidad para pagarlas. No hay posibilidad para muchas personas tampoco de pagar los servicios públicos. Un paquete de reformas de ese tipo sería bestial. Y eso fue tan solo el detonante.


No hay diálogo. Hubo intentos de sentarse a dialogar con el Comité del Paro y con los representantes de los jóvenes, pero no se ha podido porque no hay propuestas y la posición de la presidencia de la República es totalmente intransigente ante ellos.

En el fondo, Duque está demostrando su incapacidad y su ineptitud para poder gobernar un territorio, de poder leer la realidad y ante ello plantear propuestas o salidas dignas, coherentes y sensatas. Ha sido más bien una lectura para un tipo de personas o de los estratos altos: grandes inversionistas nacionales e internacionales, empresarios, banqueros que manejan muchísimos capitales. Es un gobierno que se ha diseñado y estructurado para ellos. Y la mayoría de la población tiene recursos apenas aceptables y hay muchas personas por debajo del umbral de la pobreza.

Los jóvenes se la juegan

La postura de la mayoría de las personas que han salido a protestar es que este proceso y esta protesta hay que llevarla hasta sus últimas consecuencias. Es decir, Colombia ha aguantado ya muchísimo tiempo un proceso histórico de deterioro de la calidad de vida, de falta de acceso a cosas, como el trabajo remunerado. Al mismo tiempo, cada día son más altos los impuestos, son más altos los costos para mantener, entre comillas, una vida normal. Eso hace que principalmente los jóvenes, que son los más afectados y dolidos –sobre todo los que se encuentran en primera línea-. Son los jóvenes que se están jugándose el todo, porque se han dado cuenta de que hay un país deteriorado, unas estructuras gubernamentales corruptas al máximo, un país afectado y atravesado por el narcotráfico y el paramilitarismo, que crea un tipo de conductas muy particulares y muy extrañas que atentan contra la cultura, el conocimiento. En Colombia, se atenta contra cualquier actitud que tenga que ver con el arte, con el pensamiento crítico, porque es una cultura muy bipolar, donde simplemente estás conmigo y, si no lo estás, estás contra mí.

Aquí lo hemos denominado como la cultura del narcotráfico o la cultura traqueta, haciendo alusión al sonido de las ametralladoras que manejaban los auxiliares, los sirvientes o servidores de los grandes mafiosos. Fue un nombre que se acuñó durante la época del narcotráfico fuerte, de los grandes capos en Colombia y que quedó como una denominación. Por ahí también se explica el comportamiento de los señores de las camionetas que salen a disparar a las manifestaciones.

Colombia Paro Nacional la-tinta

Los jóvenes se están jugando su futuro, porque es una generación que ya no tiene nada que perder. Lo que no han perdido, se lo han negado. Por eso, es tan admirable la postura de ellos y su valor. Son capaces de enfrentarse con piedras y palos a soldados y a policías con armas sofisticadas, con escudos, armaduras, con bombas de gases lacrimógenos y con estos nuevos equipos que están utilizando para aturdir. Y ellos simplemente se defienden con palos, piedras, tapándose la cara con leche o bicarbonato para que el gas lacrimógeno no los afecte tanto. Es un enfrentamiento de una desigualdad impresionante, pero se la están jugando el todo por el todo. De ahí que las posturas que se hayan venido tomando por las personas que participamos de las marchas, y que estamos muy al tanto de este proceso, es el de llevar esto hasta las últimas consecuencias.

Es interesante ver cómo muchas personas que han decidido quedarse en casa por cualquier motivo, ahora han comenzado a reflexionar y a entender que, en realidad, lo que se está buscando es un mejor ambiente para todos. Y en eso es que deben enfocarse los intereses, las intenciones y los deseos.

*Por Redacción La tinta / Foto de portada: AFP

Palabras claves: Colombia, protesta, represión policial

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