Circuitos infernales de obediencia y dominación. ¿Cola de león / cabeza de ratón?

Circuitos infernales de obediencia y dominación. ¿Cola de león / cabeza de ratón?
8 abril, 2021 por Redacción La tinta

Por Colectivx LTA

“El infierno de los vivos no es algo que será;
hay uno, es aquel que existe ya aquí (… )
Dos maneras hay de no sufrirlo.
La primera es fácil para muchos:
aceptar el infierno
y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más.
La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos:
buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno,
y hacerlo durar, y darle espacio».
Ítalo Calvino

En este tiempo de escritura, cartografiamos muchas veces los efectos que tienen en nuestras cuerpas algunos ejercicios de poder dominantes. Hoy pensamos, también, la relación que existe entre dominación y obediencia, empezamos a pensar que quien domina, sobre todo, también está llamado a obedecer. 

Los onvres, por ejemplo, si bien llevan las de ganar en la cultura patriarcal, están llamados a cumplir: no ser sensibles, no sentir o, de hacerlo, sin que eso desborde los diques tan ajustados de lo que se permite a las masculinidades hegemónicas. Los agites sutiles, la distancia que no tiene explicación o el enfriamiento repentino de algo que era más suave y encendido se pueden pensar como modos de hacer con eso que se espera de ellos. 

Nos encontramos así, ante un movimiento que, por un lado, restringe la afectación, pero, por otro, adquiere toda su fuerza en la posibilidad de embestir contra otrx. Como el patrón enojado se descarga con el peón que, en el mejor de los casos, sólo patea al perro al volver a su casa, muchas veces somos nosotras quienes tenemos que hacer algo con eso que desborda (o que justamente no puede desbordar) en otrx. Algunas veces también aparece: “Estoy aturdido/frustrado/triste y no sé qué hacer con eso”. Nuevamente, en el mejor de los casos, se abre la posibilidad de armar una salida juntxs de estos circuitos infernales. Vamos a por eso.

Obediencia y dominación. Misma matriz 

La obediencia y la dominación comparten mucho, principalmente, estar movidas por pasiones tristes y reguladas por el miedo. 

¿Qué pasa cuando proponemos relaciones más libres o menos enroscadas? Muchas veces, hay un llamamiento a volver a los guiones establecidos teniendo que cumplir con “todas las de la ley” cuando se trata de ser buenas víctimas, buenas mujeres, buenas amantes o buenas madres. Tenemos la sensación de que, a veces, no solo no pueden con nosotras más libres o sueltas, sino que, al mismo tiempo, hay una marcación moral sobre nuestras afecciones. No pueden solo correrse, sino que es necesario marcar lo que “no está tan bueno” de nuestro modo: “¿Te parece que podés querer a dos personas al mismo tiempo?”, “Qué feo que es tener que mentir”, “Estás mucho con tus amigas (yo no debo ser tan importante)” y, así, miles.

Pareciera que, aunque es más doloroso (porque a veces implica pasar por guiones muy pesados) estar dentro de lo estipulado, del orden establecido, tranquiliza. Ordena. Por temor a la pérdida o a la inseguridad que eso genera, le damos lugar a las pasiones tristes que, montadas sobre el miedo, operan con toda su fuerza, convirtiéndonos en secuaces de los regímenes establecidos.

Algunos enunciados con los que convivimos muestran ese efecto de naturalización y acostumbramiento a la opresión. Según Stengers, el secuaz, sostiene la alternativa infernal. Dice: “No hay que complicarse, es así”, sobre todo, dice: “Es muy necesario”. Llamamiento a la obediencia que propone guionadamente como salida la denuncia o la resignación, por ser estos modos óptimos de captura de potencia. 

Entonces, no es solo que existe el poder dominante y/o el tirano en cada uno de nuestros micromundos, sino que también hacemos un montón de maniobras para sostenerlo. Para que este sistema patriarcal capitalista heteronormado funcione y perdure en el tiempo, somos necesarixs como secuaces.

Detenernos en ese punto es importante, ya que todxs La Tenemos Adentro. Le dedicamos mucho tiempo de nuestras vidas no solo asintiendo, sino también haciendo cumplir ese régimen. El tirano vive y se alimenta del LTA, ya que no solo es sometimiento, sino destrucción de todo lo que se corra de esa línea. Claudia Huergo, en uno de sus textos, toma a Le Boetie que abre en esta línea y dice: “No basta con que lo obedezcan, es necesario que se rompan, que se atormenten, que se maten trabajando en los asuntos de él y, luego, que se complazcan con sus placeres, que abandonen los propios gustos por los suyos (…) es preciso que no solo hagan lo que él dice, sino que piensen lo que quiere y con frecuencia, que adivinen aún de antemano sus pensamientos”.

El tirano se hace fuerte porque hay colaboración y complicidad en ese movimiento. Nos invita a ser parte de esa mega empresa que garantiza réditos y más que eso: unidad, claridad, reconocimientos y, sobre todo, amor, “amor del bueno” o, mejor, del “inclusivo”.

El ser parte extiende una promesa de felicidad: “Ya girará la rueda y, en algún momento, esclavo, te volverás tirano de otros”. Así, amar lo que este sistema habilita es comprar también los vales para ejercer, cuando sea preciso, los “derechos” de tiranía: le tiranx como forzamiento, le tiranx como la posibilidad de tener a otrxs a su servicio. Le tiranx sujeta, agarra, controla, todo lo sabe. 

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Esta construcción de alternativas impotentes (e infernales) se juega a nivel macro, pero también en lo micro, en ese encuentro con el otrx. A veces naturalizamos que es “necesario” o que “es parte” resignar aspectos de sí para estar en relación, para armar con otrx. Existen maneras sutiles de forzar, formas invisibles de violencia que pasan inadvertidas, pero sabemos que se sienten en el cuerpo. Primera alerta. Muchas veces sentimos tensión, un miedo, culpa, una fuerza que me tira y entristece. Difícil poner palabras a esos hilos invisibles que se tejen para tensionar-nos y fuerzan algo que no queremos, pero de lo que sentimos que no tenemos opción. Puede suceder entre amigxs, con unx wachx o con “la pareja estable”.

Puntos de partida: regulación y prevención de la pérdida

Estando en relación, sabemos que muchas veces lo que aturde/conflictúa es el registro de que le otrx es otrx: le pasan cosas más allá de mí. Se fuga, se mueve, está en relación con otrxs, con otros mundos. En términos de narrativa propuesta, ya hay un guion para resolver todo esto. Se arma un “contrato” que intenta sujetar la otredad. Puede ser tan concreto y material como un matrimonio, pero sabemos que lxs no casadxs no se salvan de nada. La conyugalidad y el parejismo que intentan tranquilizar también es el LTA. 

Contratos: de fidelidad, de amor eterno, de cuidados incondicionales. Cláusulas de excepción: “Podés elegir tres famosos para estar y no va a ser infidelidad”; “De los días del fin de semana, una noche tiene que haber plan nuestro”; “Nos saludamos todos los días a la mañana por wasup” o “te cuento en qué anduve en el día (sin vos)”. Así, más en serio, más en chiste, así de mierda vivimos. Como si el contrato fuera una garantía de transparencia, de verdad, tranquilidad, de no sufrimiento. No hay opacidades, todo se ve y se sabe de antemano, todo está establecido, controlado y pactado. 

 

¿Se trata de no armar contratos? Creemos que es distinto lo contractual al intento de armar acuerdos, armar sentidos compartidos, armar mundos. La diferencia no está dada solo por no tener firmas y sellos, claro está. Entendemos que hay algo de esos modos de contratos propuestos, que hacen pie en la regulación, que previenen la posibilidad de la pérdida, hacen foco en la recesión. Se cuida no perder, se anticipa la experiencia, lo que se vive. Como una atajada antes de que la pelota llegue al arco, se busca evitar el dolor, la tristeza del desencuentro que, a pesar de todos esos papeleos, materiales o simbólicos, a veces (por no decir siempre) pasa. 

Entonces, de la mano del miedo y de la promesa compacta de seguridad, ingresamos a la máquina de sometimiento entregando lo más propio (y también lo más vivo) al círculo que nos hace formar parte de las lógicas de opresión. Tenemos “fe” de que, en algún momento, eso también traiga brishos de dominación.

¿Qué hacemos entonces teniéndola tan adentro? La sacamos a rodar. Como dice la Huergo, el malestar no es transitorio, sino que es la forma de domesticación que propone el capitalismo. Sabemos que no hay dónde huir. Que lo que tiene que empezar a pasar, tiene que empezar a pasar ahora, entre nosotrxs. La trampa del sometimiento se abre queriendo abrirla. Las herramientas para abrir esa trampa las podemos construir de muchos modos, pero ninguno de esos modos puede saltear o evitar la experiencia de la desobediencia al mandato mortífero y mortificante de una cultura represora.

Tal vez construir una vía de escape a ese binomio tiranxs/sometidxs implique dar espacio para ver qué sucede si dejamos de sostenerlo. Cortar los hilos que fuerzan situaciones, afectos. Dejar de sujetar, controlar, presionar o forzar tal vez sean las vías de entrada a otras experiencias posibles, a otras maneras de ser/estar con otrxs. Esto deja abierta la posibilidad de pérdida, de que el encuentro no suceda, pero también de que algo nuevo se arme. Asumir la inevitabilidad de ese riesgo y tolerar la sensación de intemperie que nos encuentra cuando podemos sacarnos un poco de encima al tirano es parte de la apuesta. 

“Libre asociación o nada” 

¿Cómo armarnos sin jerarquías ni forzamientos? Estamos profundamente convencidas de que, en esta odisea de intentar a(r)marnos mundos más libres, no se puede prescindir del otrx. Hemos hablado de que a veces no es posible, que a veces no hay disponibilidad para dejarse tocar por las preguntas, pero sabemos que la posibilidad de armar mundo es con otrxs, ahí cobra existencia. El asunto es ver desde dónde, cómo y qué se puede armar. 

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(Imagen: La tinta)

El ejercicio de libertad es con otres. No es previa, individual o bidereccional (yo sí y le otrx no, o a la inversa). Solo con otrxs es posible el armado de libertades. Armar modos de vida más libres nos implican de cuerpo entero. Implica coraje para mirar la mierda hecha carne que nos hace reconocernos como tiranxs y sometidxs. Hay que ir viendo qué hacer con eso. 

Animarse a ver al tirano que llevamos dentro, porque, en general, solo vemos tiranos en otros lados. Nos preguntamos, ¿qué colabora para el despliegue de la libertad de quienes amamos?, ¿y de cualquiera? Aún entristecidos, ¿podemos asumir que la alegría del otrx esté en otro lado que no sea conmigo? ¿Cómo acompañamos que otrx necesite espacio y tiempo? ¿Bajo qué condiciones una libre asociación será posible?

Dice nuestro viejo amigo Marx: “La antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, es reemplazada por una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno es la condición del libre desenvolvimiento de todos”.

No es el contrato de un vínculo lo que permite el despliegue de las libertades individuales, sino que es la asociación o el encuentro el que podría permitir el despliegue de esas libertades y el desarrollo al máximo de nuestra potencia de actuar.

Quizás, también, otra clave para pensar la tensión entre contratos y asociaciones sea que, en asociación, no se intenta cuidar algo que podría perderse, sino armar condiciones de posibilidad para que ocurran cosas, imprevistos o inmanentes, sin estar pendientes o prevenidos de sus efectos. Como dijimos, en los contratos, tampoco se tienen esas garantías, pero se ficciona que es posible ese control. Como dicen lxs amigxs del Comité Invisible, “se puede vivir una vida entera sin experimentar nada, guardándose bien de sentir y pensar. La existencia se reduce entonces a un lento movimiento de degradación. Desgasta y daña, en lugar de dar forma. A la inversa, a quien rechaza vivir al lado de sí mismo, a quien acepta experimentar, la vida le da progresivamente forma. Se convierte, en el pleno sentido de la palabra, en forma de vida”.  

La asociación es condición para la libertad. No se trata de encontrar sujetxs libres individualmente, sino de construir, en asociación, libertades. Nuestra apuesta es (siempre) buscar aliadxs, no es sin ellxs. Convocarnos e ir creando en “ese juego sutil de distancias y resonancias” nuevos modos de vivir y también de resistir.

*Por Colectivx LTA / Imagen de portada: LTA.

Palabras claves: Amor romántico, capitalismo, Vínculos

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