“Las Manos de Filippi sacude los cánones de una normalidad criminal”
«Una banda emblemática latinoamericana, que renovó la canción de protesta», dice Diego Skliar sobre Las Manos de Filippi. Su último libro, «Tienen el poder y lo van a perder. La historia de Las Manos de Filippi», recorre la historia de una banda emblemática que siempre acompañó las luchas sociales y denunció a los responsables de nuestras tristezas.
Por Leandro Albani para La tinta
Desatar lo más sano de nuestra rabia, hacer pogo hasta el agotamiento, saltar, divertirse, reírse y entender –aunque a algunos les parezca duro o incómodo- lo más sucio y repugnante que la partidocracia argentina le hace al país. Este huracán de sentimientos y sensaciones –y muchas cosas más- se despiertan cuando vemos en vivo a Las Manos de Filippi.
Para ingresar en el planeta de esta banda de rock que ya lleva casi 30 años agitando escenarios y sumándose a las más diversas causas en las que se demanda justicia, la puerta de entrada es Tienen el poder y lo van a perder. La historia de Las Manos de Filippi, libro escrito por el periodista Diego Skliar y publicado recientemente por Gourmet Musical.
El vínculo militante de Las Manos con el Partido Obrero (PO), la autogestión como fuerza motor de un grupo único en la escena nacional, el análisis de letras y canciones que oscilan entre lo más duro del rock alternativo –con fuertes reminiscencias a Rage Against the Machine- y las cumbias más festivas, y la independencia de una banda que, pese a sus momentos de mayor exposición –sobre todo con la masificación de la canción «Señor Cobranza» por Bersuit Vergarabat-, siempre optó por un camino propio, sin transar con las grandes discográficas y defendiendo una concepción del arte y la cultura que, por momentos, queda eclipsada ante tantas luminarias pasajeras.
En diálogo con La tinta, Skliar, también autor de una biografía sobre la banda Arbolito, publicada en 2016, contó las razones de por qué investigar y bucear en la historia de Las Manos: “Porque es una banda emblemática latinoamericana, que renovó la canción de protesta y merecen un reconocimiento mayor. Porque es un ejemplo de organización contra todas las opresiones y un puente para seguir exigiendo justicia contra los crímenes que cometen los Estados y las empresas contra las personas y sus entornos. Porque es la historia de laburantes de la cultura que encarnan, desde hace casi 30 años, un proyecto exitoso desde lo artístico y como fuente laboral autogestiva”.
Para Skliar, en el gran escenario del rock de Argentina, la banda -encabezada por Hernán “Cabra” de Vega, Germán “Pecho” Anzoátegui y Pablo Marchetti- suele quedar catalogada “como los chicos malos que están enojados con todo el mundo, gritando desde los márgenes”. Por eso, dice el autor, “en el libro intento complejizar ese lugar y mencionar otros atributos: pusieron nombre y apellido a los responsables de nuestra tristeza, construyen organización política acorde con sus enunciados y nunca pierden el humor y la fiesta. Son un hilo rojo en la historia del rock nacional de comienzos de 1990 hasta hoy. Un hilo que se trenza con las luchas populares y ha logrado también meter la aguja (por momentos) en las costuras de la industria”.
Si algo caracteriza a Las Manos son sus letras filosas, humorísticas, que denuncian sin medias tintas. Esa poética radical sumada a la variedad musical de sus canciones conforma, literalmente, un cóctel molotov. “En la última década, lograron que el sonido esté a la altura de sus composiciones –analiza Skliar-. Esquivan muy bien la redundancia: si la música es pesada, la letra puede tener fugas humorísticas y viceversa. Escapan de los lugares comunes de los géneros. Los podés relacionar con Rage Against the Machine, con Leo Masliah o con Los Auténticos Decadentes. Cabra, como principal compositor, tiene un pulso callejero inigualable para tomar pequeños rasgos del habla popular de los personajes más disímiles”.
“La desfachatez es una característica de la libertad del grupo: pueden hacer ‘Señor Cobranza’ y también ‘Un cagado en el bondi’, que es casi una tesis de doctorado sobre las diferencias entre desgraciarse en Capital o en una provincia”, agrega el autor de Tienen el poder y lo van a perder.
Los recitales de Las Manos son potentes y comprometidos. Por eso, la banda nunca dudó en tocar donde los convocaran, ya sea la fábrica recuperada Zanon, en Neuquén, en actos del PO o en Plaza de Mayo cuando las organizaciones sociales o las víctimas de la represión policial realizan protestas.
Según Skliar, un concierto de Las Manos es “una fiesta de dientes apretados. Una descarga de todas las opresiones cotidianas. Una línea de tres en el fondo, que laburan casi en las sombras, en función de los tres de adelante que manifiestan el brazo político-comunicacional”.
En esos recitales, “al modo surrealista, se rompen las conexiones lógicas: donde debería aparecer un líder vanguardista, aparece el Cabra con su gorro piluso, las medias hasta las rodillas, sus corridas circulares de payaso circense, sus bailes karatecas donde parece imaginar que lo rodean todos los enemigos y su entrega absoluta –detalla el periodista-. En los últimos años, sumaron pequeñas dramatizaciones casi coreográficas que completan esta desacralización de la música combativa”.
Por último, Skliar cuenta cuáles son las características de Las Manos que más le gustan: “Que no paran nunca de producir de modo situado, atentos a las coyunturas y entendiendo su lugar de radicalidad. Que podés no compartir la postura, pero el borde siempre te muestra un mundo más ancho e interesante. La capacidad de su empresa de arte independiente para alojar también a proyectos paralelos. La performance escénica del Cabra. El don para meter en las letras conceptos inesperados como ‘tasa de ganancia’ o ‘un flyer trucho que toca gratis La Renga’. Su compromiso con las luchas sociales. Que todavía sufran la censura y la marginación, porque significa que sacuden los cánones de una normalidad criminal”.
*Por Leandro Albani para La tinta.