Andalgalá: mientras haya minería, no habrá paz social
Viaje a los bloqueos selectivos en la localidad de Andalgalá, Catamarca. Los vecinos afirman que los bloqueos a la empresa Agua Rica se van a sostener hasta que se cierre el proyecto. Para los pueblos, el territorio no es sacrificable. Para el gobierno y las empresas trasnacionales, Catamarca «ya es una provincia minera».
Por Asamblea por la Vida de Chilecito
Salimos desde Chilecito (La Rioja) con destino a Andalgalá (Catamarca). Nuestros valles comparten el paisaje y los cerros llamados “Los Siameses” (el Famatina y el Aconquija) se observan imponentes. En el viaje, sorteamos algunos protocolos y, en un puesto, un chango nos pregunta: “¿A dónde van?». Ante nuestra respuesta, responde: “Pasen nomás, el tránsito es libre entre departamentos”. Nuestra cabeza disciplinada reacciona –La Rioja y Catamarca son provincias diferentes-. Pero sabemos, también, que somos un mismo territorio, si apenas conversamos con alguien se devela que nuestra gente se reparte en familias entre un pueblo y el otro sin importar los límites políticos hoy bien re-marcados por la pandemia. La historia hace justicia: hace más de 500 años, nuestros ancestros protagonizaron el gran levantamiento diaguita-calchaquí en las provincias que hoy llamamos “el norte argentino” en contra de los colonizadores. Somos un mismo territorio, resistimos al mismo enemigo: el extractivismo es la cara de la embestida neocolonial que, como ayer, se viste de mentiras y se alimenta de los bienes comunes.
Llegamos a Andalgalá. Nos esperaban compañeros/as de la Asamblea El Algarrobo. Subimos hasta el primer bloqueo selectivo a la empresa minera camino a Choya, nos re-conocemos, nos abrazamos. “Decidimos bloquear los accesos a la minera aquí en Andalgalá el mismo día que hicimos la actividad por el Día del Agua, el 22 de marzo”, nos contó un vecino al costado de la ruta.
Están bloqueando dos accesos al proyecto minero Agua Rica –por el camino a Choya y otro en la localidad Chaquiago por el camino a Potrero-. La acción es selectiva y solo se impide el paso de vehículos con trabajadores o maquinaria de la empresa y de los proveedores de insumos mineros. Agua Rica supera tres veces en magnitud a Bajo la Alumbrera, que es el primer mega-emprendimiento hidro-químico del país que explota yacimientos mineros desde el año 1997 en el departamento Belén (Catamarca).
Hace más de diez años, el pueblo de Andalgalá denuncia la ilegalidad del proyecto Agua Rica, de la corporación de origen canadiense Yamana Gold, ubicado apenas a 25 kilómetros de la ciudad. El año pasado, en plena pandemia, cuando la megaminería fue declarada “actividad esencial” por el presidente Alberto Fernández, la empresa logró la aprobación de perforaciones en zonas estratégicas de abastecimiento de agua. Los vecinos saben que la estrategia es fusionar las instalaciones de minera Bajo la Alumbrera con Agua Rica.
Dos países, dos mundos, dos idiomas
Vivir en una ciudad como Andalgalá, que resiste hace más de 20 años a la minería, es una experiencia de autodeterminación. Toma fuerza para manifestarse una forma de habitar el territorio que se percibe apenas se ingresa a la ciudad. Quedan desencajados los términos y las maneras de hablar que codifican un “mundo-cantera”, es decir, un mundo sacrificable para la minería, en los términos de la investigadora Mirta Antonelli.
Ese discurso del mundo cantera está vivo en los que imponen escenarios de dictadura minera, como el Gobierno, los medios de comunicación y los operadores mineros (trabajadores, las ONG “pseudoambientalistas” como EcoConciencia, entre otros).
Un joven nos explica la diferencia: “Para la Provincia y Nación, nosotros somos un territorio sacrificable, somos el corderito que le va a saciar el hambre por un tiempo. Quieren hacer desaparecer un pueblo y esa decisión no la estamos tomando nosotros los pobladores, sino ellos. Nosotros no queremos ser exiliados/as ambientales”.
Muchos vecinos/as participan en la Asamblea El Algarrobo, una organización comunitaria y territorial que coordina las acciones en defensa del agua. Cuentan con un espacio físico en la localidad de Chaquiago, un emblema bajo “el tajku” -el árbol protector del monte y su gente-. Espacio de digna rebeldía, además, que recuerda la brutal represión en contra del pueblo allá por febrero de 2010, comandada por las fuerzas represivas del Estado provincial y la minera Bajo la Alumbrera. Ahí mismo, habitan la radio El Algarrobo y una huerta comunitaria, entre otros emprendimientos autogestionados.
Hoy, la resistencia es también en contra del proyecto Agua Rica que, según el informe de impacto ambiental presentado por la empresa, quiere extraer cobre, molibdeno y oro con una metodología de procesamiento y traslado del mineral similar a la de Bajo la Alumbrera, multiplicando los costos socio-ambientales ya existentes.
Los vecinos explican que “Agua Rica es un proyecto muy cuestionado en todos los aspectos”; a nivel jurídico, se han presentado diferentes recursos atacando su sustentabilidad, sobre todo, porque “se planificó la construcción del dique de cola y las escombreras al lado del open pit”, ese gran agujero o tajo que va produciendo la explotación. La estrategia de fusionarse con la Alumbrera, en lo que hoy se promociona como proyecto MARA.
El gran agujero está planeado sobre la cuenca del río Minas, unido a su vez con el río Potrero y el Choya; y desde ahí quieren transportar los minerales hasta la Alumbrera. “Pasan por todas las nacientes de agua, por eso bajaron la ordenanza”, advierte un poblador.
La ciudad contaba con una ordenanza de protección ambiental (029/16), que fue declarada inconstitucional a partir de la modificación del Código de Minería en la provincia mediante un decreto de necesidad y urgencia en el idioma del mundo-cantera. Uno de los puntos polémicos del Código establece un marco de “estabilidad jurídica” para las corporaciones mineras. Con ese motivo, derogaron la ordenanza que prohíbe cualquier actividad de impacto que ponga en riesgo la cuenca de los ríos que bajan hacia Andalgalá. Lo esencial queda en evidencia: Agua Rica va a atentar contra las nacientes de agua.
Mientras la estabilidad jurídica está garantizada para las corporaciones que se enriquecen con la destrucción de bienes comunes y empobreciendo a los pueblos, no hay garantías para los pobladores. “Hoy, la minería es una actividad esencial, entonces, nosotros somos los ilegales, los que estamos cortando el paso a la empresa. Nos quieren hacer los malos de la película ahora y ellos tienen la legalidad y el apoyo del gobernador (Raúl) Jalil”.
A una semana de iniciados los bloqueos, dos asambleístas fueron embestidos por un proveedor minero que intentó pasar. La policía se acercó al lugar, pero no para ayudar a los accidentados, sino para responsabilizar a los vecinos que mantienen el bloqueo.
Estas escenas confirman que “la megaminería genera territorios extranjeros”, con su propio Estado y, por ende, su propia justicia. En el otro país, para los/as pobladores, se imponen escenarios de dictadura minera en los que la “paz social” es inviable.
La pandemia es selectiva
A nivel nacional, el avance del proyecto Agua Rica se dio justamente en un contexto de emergencia sanitaria; fueron algo así como los beneficiados por la pandemia.
El extractivismo, como se viene denunciando desde las asambleas socioambientales y organizaciones sociales, nunca estuvo de cuarentena. Ejemplo de ello es también la situación en Chubut, donde el gobierno de Mariano Arcioni busca imponer la “zonificación” minera.
Mendoza resiste con una encendida agenda de acciones y organización en las calles y redes frente a una clase dirigente que no encuentra grietas a la hora de insistir con el discurso pro-minero.
En La Rioja, se vienen develando numerosos proyectos extractivos aprobados en el último tiempo por la Secretaría de Minería en las localidades de Vinchinay Chepes, entre otros puntos de la provincia.
La pandemia es selectiva. Ellos avanzan y se volvió la excusa perfecta para disciplinar los territorios. Pero la causa de esta emergencia sanitaria global es el mismo extractivismo y el daño que provoca este modelo económico en el planeta. Entonces, ¿cómo pretenden que nos quedemos en casa cuando se destruye todo alrededor?
¿Agua Rica o agua pura?
Andalgalá es una pieza más de este gran escenario que nos impone una pandemia para los/as de abajo. Por eso, y para evitar que ellos sigan avanzando, hoy, los vecinos/as están bloqueando el paso. Un poblador nos contó: “Los que en el pueblo apoyan la minería solo hablan del trabajo, no discuten cuestiones ambientales. Nosotros sí porque sabemos que unos años de explotación minera significan más de 100 años de sufrir pasivos ambientales. Eso no es trabajo digno”.
Otra vecina advirtió con sabiduría: “Si no explotamos Agua Rica, vamos a tener muchos años más de agua pura”.
Los bloqueos son una escuela porque allí suceden, también, los intercambios más valiosos. A la hora del almuerzo, alguien se acercó con pan, una vecina trajo unas pizzas para compartir, los/as niños jugaban, otros/as tocaban música, el fuego siempre encendido.
Un señor invitó a su casa mientras nos mostró unas fotos de su finca: “Tenemos almendros, olivos, nueces; ahora estamos haciendo dulce de membrillo con mi esposa, vengan”.
Este pueblo, estas culturas, lejos de desaparecer, están rearmándose y reafirmándose.
La Asamblea el Algarrobo integra, a su vez, el espacio Pucara (Pueblos Catamarqueños en Resistencia y Autodeterminación), hermanados en una sola consigna: es legítimo defender el territorio, es legítimo el pueblo que ya lleva más de 600 caminatas todos los sábados, es legítimo elegir dónde y cómo quieren vivir porque es lo que enseñaron los ancestros/as.
Al mundo-cantera le oponemos y habitamos un mundo-cántaro que pueda contener todas nuestras culturas sin la destrucción de las nacientes de agua. Tal como lo expresó un chango joven en el bloqueo: “Una vez que se despierta la conciencia, no hay vuelta atrás; mientras haya minería, no va a haber paz y queremos vivir tranquilos, queremos vivir en paz”.
*Por Asamblea por la Vida de Chilecito. Publicado originalmente en Sónido Ambiente Chilecito