“Cada individuo tiene su historia de drama en esta movilidad y desplazamiento territorial”

“Cada individuo tiene su historia de drama en esta movilidad y desplazamiento territorial”
8 abril, 2021 por Tercer Mundo

La frontera entre México y Estados Unidos es un territorio que resume las injusticias que cruzan al continente: pobreza, desempleo y el ansia de miles de migrantes por trabajar.

Por Mauricio Caminos para Proyecto MAHIS

Hay una línea donde Latinoamérica termina. O comienza, dependiendo desde dónde se mire. Esa línea final de la región es la frontera entre México y Estados Unidos, unos 3.200 kilómetros de extensión bien blindados y geográficamente marcados, en gran parte, por el Río Bravo.

La frontera norte de México es el último obstáculo de miles de personas migrantes -adultxs, niñxs, familias enteras-, que constantemente intentan pasar a Estados Unidos en busca de un destino diferente para sus vidas, que comenzaron en Centroamérica, el Caribe o incluso en África o Asia.

Solo para dar un poco de contexto actual, a mediados de enero, ya se frustró la primera caravana de unas 5.000 personas que partió desde Honduras y apenas pudo llegar a Guatemala, ya que las fuerzas de seguridad de este país, en acuerdo con México y Estados Unidos, les cerraron el paso. Y en marzo, la Casa Blanca pidió ayuda a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) ante la cantidad de niñxs sin acompañantes que cruzaron la frontera: al 8 de marzo, un récord de 3.200 menores se encontraban detenidos en instalaciones migratorias norteamericanas. Solo en enero pasado, 5.871 niñxs no acompañados cruzaron la frontera: casi 20 por ciento más que en diciembre de 2020.

La salida de Donald Trump de la Casa Blanca y las primeras medidas de Joe Biden renovaron las esperanzas de lxs migrantes, pero lejos está Estados Unidos de abrir sus puertas de par en par. Eso lo sabe muy bien Rodolfo Cruz Piñeiro, doctor en sociología y director del Departamento de Estudios de Población del Colegio de la Frontera Norte, situado en Tijuana, México, que, en esta entrevista realizada vía Zoom, explica los detalles del fenómeno migratorio hacia Estados Unidos y contempla las distintas aristas políticas, económicas e históricas, muchas veces cargadas de discriminación, violencia y dolor, del recorrido de lxs migrantes.

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Imagen: Rodolfo Cruz Piñeiro, doctor en sociología y director del Departamento de Estudios de Población del Colegio de la Frontera Norte.

—Usted reside en Tijuana. ¿Cómo es vivir en la frontera con Estados Unidos?

—La frontera norte es una frontera muy dinámica y muy extensa. Tiene muchas ciudades grandes, ya que alrededor de 11 o 12 ciudades pegadas a la línea fronteriza tienen más de 100.000 habitantes. Particularmente, Tijuana y Ciudad Juárez son las de mayor magnitud. Además, muchas personas que viven en la frontera tienen la ciudadanía estadounidense, pero residen del lado mexicano y cruzan cotidianamente.


Hablando particularmente de los migrantes, muchos son centroamericanos, principalmente de Honduras, El Salvador y Guatemala. Pero también ya venimos de dos o tres años con la llegada de personas de otras latitudes del Caribe, como haitianos y cubanos, también de venezolanos. Pero además han llegado grupos extracontinentales, de África y Asia, quizás no tan numerosos, pero sí muy visibles. Muchos de ellos provienen de países con los cuales no hay un acuerdo diplomático o que no cuentan con un consulado o embajada, entonces, para el gobierno mexicano son básicamente indeportables.


—¿De qué manera afectó la pandemia al tránsito fronterizo?

—Este momento tan particular ha impactado en la movilidad de las personas, incluso de los bienes y servicios. Desde el 21 de marzo de 2020, se aplicaron restricciones de ambos gobiernos en la frontera norte, restringiendo el cruce solamente para trabajadores esenciales. Los comercios por parte de ambos lados han sido impactados y más porque muchos consumidores estaban del lado mexicano y ya no cruzan, y viceversa.

—¿Para los migrantes ilegales, la frontera norte se volvió más un dique de contención que un lugar paso?

La frontera norte, desde 1993, empezó un proceso de sellamiento. Hubo un incremento en la inversión en cuanto a seguridad y contención por parte del gobierno estadounidense. No solo fue la barda, también aumentó el número de agentes de la patrulla fronteriza y la inversión en tecnología para vigilarla. Entonces, cruzar la frontera de manera irregular es cada vez más difícil. Y si lo haces con grupos que se dedican a ello, es costoso y peligroso.

—¿Qué hacen o qué han hecho las personas que llegan al norte y no pueden pasar? ¿Se mantienen en refugios o en campamentos de migrantes?

—Cuando se dio lo de la primera caravana, que fue masivo, tuvieron que hacer refugios para hacerse cargo de ellos. Un lugar donde pudiesen dormir y alimentarse. Pero eso fue solo por una temporada. Actualmente, hay refugios en Juárez y Tijuana, y lo que se puede llamar un campamento en Matamoros. Las demás personas han llegado a casas de migrantes, que ya tienen muchos años organizados por la sociedad civil, mientras otras pocas nuevas son asistidas por el Estado.

Estos refugios primeros estaban llenos de mexicanos que esperaban a pasar, luego, por los deportados y, ahora, por centroamericanos y también deportados.

—¿La espera es en vano?

—Los mexicanos deportados que están ahí es porque sus familias se quedaron del otro lado. Se quedan a la espera de poder cruzar, sin embargo, cada vez es más difícil cruzar. Los centroamericanos también están ahí esperando obtener una cita para solicitar asilo en Estados Unidos. La cosa es que ese proceso se les ha venido abajo. Se volvió muy lento y burocrático, y con muy poca atención. Entonces, muchos de ellos empiezan a insertarse en la sociedad, buscan algunos cuartos para residir y buscar trabajo, o se generan su propio trabajo. Por ejemplo, todo este grupo de haitianos migrantes que mencioné se puede ver cuando tú sales a la calle: hay una cantidad innumerable de personas haitianas vendiendo en los semáforos cualquier cosa, en las maquiladores o en la construcción.

—Apenas asumió en la Casa Blanca, Biden tomó medidas migratorias, envió varias señales en favor de los migrantes. ¿Se avecina un ciclo de mayor apertura con respecto a Trump?

—Es un problema complejo. Biden ya había prometido ciertos cambios desde que estaba en la campaña. Su equipo habla de una reforma migratoria, pero eso va a tardar y se va a enfrentar a muchos obstáculos en el Congreso.

—Pero sí firmó órdenes ejecutivas sobre los migrantes. ¿Cómo las analiza?

—En ese sentido, inició muy bien, porque lo primero que hace es detener la construcción del muro. Para el gobierno mexicano, se ve como un buen acto, pero, sobre todo, porque le estaban destinando mucho dinero a algo totalmente inservible. Era todo una forma de campaña, ya que, desde sus inicios, nunca tuvo realmente impacto, sino más bien algo para los seguidores de Trump.


Por otro lado, Biden refuerza el programa de los llamados “Dreamers”, que llegaron muy pequeños y que estaban indocumentados. Ya no tienen problemas de ser deportados, lo que es un buen aliciente para esperar la reforma migratoria, que va a generar caminos hacia la regularización o la ciudadanía para los 11 millones de indocumentados que residen en Estados Unidos, de los cuales no todos son latinoamericanos.


Otra orden que firmó fue la suspensión por 100 días de las deportaciones en general, a excepción de ciertos grupos, como los que estaban recluidos en cárceles. Y también ha enviado comisiones especiales a la frontera con México y con Canadá para armar un plan fronterizo para ver cómo pueden ser los cruces por tierra.

—¿Pueden tener esperanzas los migrantes, entonces?

—Todas esas son muy buenas señales de que podría venir un cambio importante. Se vislumbra, hasta el momento, una posición con un giro de 180 grados a lo que era la política migratoria de Trump. Biden envía señales muy positivas, sin embargo, hay que tener calma porque eso sigue todo un proceso que no es fácil, corto ni sencillo, además de que está lleno de obstáculos. Creo que necesita tres cuartas partes del Senado para una reforma migratoria y no solamente en el Partido Republicano hay obstáculos, también en el Demócrata. Tiene un trabajo arduo por un buen rato.

—Biden prometió un plan de ayuda de 4.000 millones de dólares a los países Centroamericanos. ¿Allí está el foco de la migración, pensando en que es el lugar donde nacen las caravanas que intentan llegar a Estados Unidos, lo que se repitió a inicios de año?

—Lo más complejo del panorama de la migración está en esta región de Centroamérica. La última caravana que salió de San Pedro Sula, Honduras, fue contenida en Guatemala y no pudieron arribar a la frontera con México, como pasó hace dos años. Ahí me parece que hay un acuerdo, que no sale a la luz pública, entre estos países, en el sentido de que hay una fuerte contención de Guatemala y de México.

—Es decir que no solo Estados Unidos cambió la política migratoria, sino también México.

—Efectivamente, hubo un cambio en la política migratoria de Andrés Manuel López Obrador, que, en un inicio, decidió tener las puertas abiertas, que vengan todos, y a los tres meses tuvo que dar un giro bastante radical y mandar la Guardia Nacional para detener las caravanas.

—De hecho, durante la era Trump, México ha llegado a tener más deportados que Estados Unidos.

Hay una presión por parte de Estados Unidos, en la cual trata de aplicar un tipo de aranceles al comercio mexicano. Entonces, el gobierno mexicano decide apoyar mandando la Guardia Nacional a la frontera sur. Y es precisamente en 2019 cuando realmente rebasa el número de deportados por parte de las autoridades mexicanas, superior a la de Estados Unidos. Se vuelca mayor número de agentes, detienen a más y son más los deportados, que finalmente no alcanzan a llegar a la frontera con Estados Unidos.

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—¿Se quebró un poco la cultura mexicana histórica de ser un lugar con las puertas abiertas al mundo entero? Pienso en los asilados durante las dictaduras sudamericanas en 1970 o en casos emblemáticos: desde Trotsky hasta Julian Assenge, pedido finalmente rechazado.

—Eso se espera que vuelva a ser de esa manera. Sin embargo, en 2018, el gobierno de Trump no supo cómo manejar esta situación de que llegaran masivamente estos migrantes centroamericanos y eso impactó en México. El gobierno se vio muy presionado. Esto no quiere decir que todos los mexicanos reciban con los brazos abiertos a los extranjeros. De hecho, en la caravana de 2018, hubo manifestaciones con mucha xenofobia por parte de ciertos sectores, inclusive aquí en Tijuana, que es una ciudad formada por inmigrantes.

Yo creo que va a seguir habiendo migrantes, en todas las sociedades existe. En general, sí creo que haya una tendencia de regresar a ser una cultura de refugio. Yo esperaría que la militarización que existe en la frontera sur de México bajara ese tenor y que hubiera mayores recursos para la atención de todos estos migrantes.

—¿Qué pasó en la dinámica migratoria, que en los últimos años comenzaron a ser visibles las caravanas?

Las caravanas fueron una nueva estrategia para hacerlo en grupo masivo, pero, en general, el movimiento de los migrantes era individual, clandestino, tratando de no hacerse ver por las autoridades ni las bandas que abusaban de ellos. Esto no quiere decir que no haya centroamericanos transitando actualmente por territorio mexicano. Sí los hay y en pequeños grupos, no en forma de la caravana.

Sin embargo, este proceso de tránsito de centroamericanos por territorio mexicano para llegar a territorio estadounidense tiene muchos años. No inicia con las caravanas. Es un proceso largo, que siempre se había dado. Ha tenido sus picos y bajadas. En 2014, se da todo lo de los menores y niños, por ejemplo, pero es un proceso que continúa, que está ahí y que, si no se sientan los gobiernos a poner un orden a estos flujos migratorios, va a ser muy difícil contenerlos.

—Cambió la estrategia de los migrantes, pero no el fin: llegar a Estados Unidos.

Las personas que entran a territorio mexicano, en un primer momento, tienen como objetivo llegar a Estados Unidos, ingresar y empezar a trabajar, como sea, de manera ilegal o indocumentada. Sin embargo, es muy largo el trayecto por México, de la frontera sur a la norte. Entonces, sucede que muchos centroamericanos se van quedando en el trayecto, en pueblos o ciudades, porque se les agotan sus recursos y necesitan trabajar. Y muchos, a la larga, tienden a quedarse definitivamente en territorio mexicano.

Desde la caravana del 2018, México experimentó una nueva faceta en la cual se incrementó mucho el número de solicitantes de refugio, porque al momento que ellos pedían eso, les permitían moverse por territorio mexicano. Lo que pasa es que a la larga también van perdiendo esa energía que traían para llegar hasta la frontera norte y se quedan en México, de manera regular o irregular. ¿Cuántos son? No lo sabemos. Solo sabemos de aquellos que están solicitando refugio.

—¿Por qué es tan difícil resolver la situación de los migrantes?

Las dos razones principales en Centroamérica son la pobreza extrema y, ahora, un recrudecimiento muy fuerte de la violencia y la inseguridad. Mientras no puedan disminuir estos problemas, difícilmente van a contener a las personas. Más aún, cuando se generan este tipo de expectativas; por ejemplo, cuando dicen que va a haber una reforma migratoria en la cual a todos se les va a poder dar la ciudadanía estadounidense. Bueno, eso para ellos es gancho y vuelven a intentar. No escuchan el resto: de que solamente van a poder aplicar los que estaban hasta antes de este año. Los que ya residen, no los que vayan llegando; ni siquiera los que permanecen en el programa “Quédate en México”.

—El programa “Quédate en México” obligó a los migrantes a permanecer allí y no poder pasar a Estados Unidos ¿Continúa en pie?

—En el programa “Quédate en México”, que los obligó a quedarse como tercer país seguro, se habla de alrededor de 60.000 o 65.000 personas, entre hondureños, haitianos y demás, que permanecen del lado mexicano en distintas ciudades.

Este es un programa que nunca fue reconocido por el gobierno mexicano, pero que, de facto, lo aplica. En Estados Unidos, se llama Protocolo de Protección de Migrantes y fue una medida porque no tenía capacidad de contener a esas personas de su lado, y a la larga la intención era desmantelar el sistema de asilo para ya no recibir más personas del extranjero. Pero fue suspendido por Biden, ya no se registra nadie más. Sin embargo, aquellos que están del lado mexicano no pueden pasar todavía del lado estadounidense.

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—Entiendo que varios componentes complican la situación de los migrantes: hay una restricción en la frontera sur de México para las caravanas, hay quienes fueron destinados al programa “Quédate en México” y, finalmente, está cerrada la frontera en el norte. ¿Cómo sobreviven las personas a ese drama que es la migración, con tanta incertidumbre y tantos peligros?

—Cada individuo tiene su historia de drama en esta movilidad y desplazamiento territorial. Sin duda son personas vulnerables, muy necesitadas y que viven complicaciones tan graves o dramáticas que rayan el riesgo de la integridad física o perder la vida en cualquier momento. Esa es la gravedad mayor. Y ahora más. Si en 1990 o al principio de 2000 veíamos una gran cantidad de hombres jóvenes cruzando, después de las caravanas, estamos viendo familias enteras, una gran cantidad de niños viajando en estos grupos de migrantes. Y ellos son triplemente vulnerables. Entonces, cada familia, cada individuo que se está desplazado por territorio mexicano es un drama, totalmente.

—¿Podríamos pensar en algún “significado latinoamericano” de la frontera norte, teniendo en cuenta que es la división política entre Estados Unidos y la región? ¿Se percibe distinta, una cosa es del lado mexicano o latinoamericano, y otra del lado norteamericano?

—Sin dudas, es la frontera de Latinoamérica con Estados Unidos. Es la frontera de un país poderoso económicamente, desarrollado, con el subdesarrollo de América Latina. Y yo creo que sí varían las percepciones. Las fronteras son muy heterogéneas, son muy diversas, aunque sí hay un tenor: existe un muro y una barrera muy importante, en la cual no se permite la libre movilidad de las personas. Eso es muy significativo. Para mí, lo de los muros ya quedaría en el pasado, sin embargo, lo veo todos los días. Es muy visible. Y ahí es cuando sientes algo por dentro que no está bien en la sociedad, en países que supuestamente deberían tener acuerdos por esta convivencia de toda la vida. Sin embargo, son incapaces sus gobiernos de ponerse de acuerdo para tener una armonía en este cruce. No se da, y difícilmente se va a dar, sobre todo, por estas disparidades económicas y los niveles de desarrollo de seguridad y de política que pueden tener los propios países.

*Por Mauricio Caminos para Proyecto MAHIS / Foto de portada: AFP

Palabras claves: Estados Unidos, México, migrantes

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