La lección que deja el final (o no) de la denominada Licitación del Siglo

La lección que deja el final (o no) de la denominada Licitación del Siglo
1 abril, 2021 por Redacción La tinta

Con la culminación del actual ciclo de privatización de servicios sobre la red logística conformada por los ríos Paraná-Paraguay con desembocadura sobre el Río de la Plata y ante la inminente repetición del esquema licitatorio bajo la Ley 17.520 (1967) del gobierno de facto de Onganía, ese matrimonio de 25 años debe dejar alguna enseñanza para alguien. Al menos, para la sociedad.

Por Cesar Briatore para Falta un Peso

Muchos destacan que esta concesión permitió un alto desarrollo del complejo agroindustrial y hasta se califica a este acto privatizador como el génesis de nuestra actual capacidad agroexportadora. ¿Pero es realmente así?  Bueno, lo que sigue podría ser la batalla cultural más fácil de ganar en nuestra historia, solo es necesario que repasemos los hechos y no el relato de las Bolsas de Comercio.

Resulta que, en el año 1991, el presidente argentino de aquel momento, el Dr. Carlos Saúl Menem junto con la firma de Domingo Cavallo, León Arslanian, Antonio  González, Avelino Porto, José Luis Manzano y Antonio Salonia hacían una de las mayores transferencias de poder estatal a manos privadas que se tenga memoria. Se firmaba el Dec. 2284/91, titulado “Desregulación del Comercio Interior de Bienes y Servicios y del Comercio Exterior. Entes Reguladores. Reforma Fiscal. Mercado de Capitales. Sistema Único de la Seguridad Social. Negociación Colectiva. Disposiciones Generales”, que destruía de un plumazo todo el esquema regulatorio en materia productiva dejando al libre albedrío la gestión de servicios y producción de bienes, incluidos los necesarios para el consumo interno.

En un solo acto, se tiraba por tierra la Junta Nacional de Granos, la Junta Nacional de Carnes, el Instituto Forestal Nacional, el Mercado Nacional de Hacienda de Liniers, la Comisión Reguladora de la Producción y Comercio de Yerba Mate, el Mercado Consignatario Nacional de Yerba Mate y la Dirección Nacional del Azúcar. Asimismo, se adoptaron medidas dirigidas a la liberación de cupos de siembra, cosecha, elaboración y comercialización de caña de azúcar y azúcar, yerba mate, viñedos, uva y vino, organismos que tenían por finalidad regular la actividad agraria (Díaz Ronner, 2001).

En ese ambiente desregulado, irrumpió un avance tecnológico de características por demás disruptivas que permite una cosecha intensiva a través de siembra directa gracias al uso de paquetes compuestos por pesticidas y semillas transgénicas resistentes a ellos. Esto impulsó una reconversión agrícola, sobre todo en Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, bajo el nombre de sojización, desplazando cultivos tradicionales vinculados a mucha mano de obra. La consecuencia fue inmediata, se tecnificó el campo, se perdieron puestos de trabajo, se valorizó la tierra y hasta los bosques fueron objetivo de la codicia agroindustrial exportadora. Ya el lino o el algodón no eran atractivos y, mientras se iban los porotos a China, de allí venían contenedores de chucherías para venderse Todo por Dos Pesos. Esto no me lo contaron, lo viví en carne propia.

Bienvenidos los 90

La verdad que esto no comenzó en el 91, que fue cuando estaban dadas las condiciones para ir por todo, sino un par de años antes. Allá por el 89, el economista inglés John Williamson había resumido en un decálogo la receta para que los países del Tercer Mundo “ordenen” sus frágiles economías, dándole por nombre Consenso de Washington. Y como por acá somos muy buenos alumnos, antes de que se seque la tinta de ese papel, ya lo estábamos aplicando en la tierra de la pampa húmeda y en sus aguas también.

Verán, los noventas como emblema liberal empezó un año antes, ya que, a los pocos días de asumir el presidente Carlos Menem, este se reunió el 23 de mayo de 1989 con el directorio del grupo Bunge & Born, los fundadores de Molinos Río de la Plata S.A. A la semana siguiente, se anuncia que el vicepresidente ejecutivo general de esa empresa, Miguel Ángel Roig, sería el flamante Ministro de Economía. Escribieron rápido y el 17 de agosto de 1989 se decretó la privatización y posterior venta de los activos de las tres flotas estatales (Elma, YPF y YCF) por la Ley 23.696 mal llamada Reforma del Estado, ya que no fue una Reforma, sino un desguace grotesco. El blanco de las privatizaciones no fue solo las flotas mercantes públicas, sino también todo servicio estratégico brindado por el Estado ligado a la logística, las comunicaciones, la energía, la petroquímica, servicios urbanos, transporte y hasta la cultura.

Se ve que los buques hacían falta porque entonces sale el  Decreto de Necesidad y Urgencia Nº 1772/1991 llamado “Cese de bandera provisorio en buques o artefactos navales” que habilitaba  a los armadores a justamente eso, tramitar ante Prefectura Naval Argentina sin ningún impedimento el cambio de bandera a voluntad por término de dos años para luego hacerlo definitivamente. El Decreto 2248/1991 de fecha 31 de octubre, en su artículo 27, deja sin efecto las leyes 18.250, 22.763 y la 23.341 sus modificatorias, reglamentarias y conexas sobre reserva de carga para luego finalmente, en el artículo 74, derogar el Decreto 6099 de 1972 relativo a la promoción de la industria naval. Les pareció que se quedaban cortos, que no estaban lo suficientemente contentos los de afuera, entonces, en el 92, sale el Decreto 817 donde se desregulan los servicios de baquía, pilotaje y prácticos, trabajo portuario y transporte marítimo, fluvial y lacustre, por el cual se interviene y privatiza la Administración General de Puertos y la Capitanía General de Puertos. Pero había más. En su Art.10, se dispone la racionalización y reorganización (sí, usaron esa palabra) de la Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables donde ya avisaban que se privatizaría el dragado y el balizamiento.

Ahí nomás y gracias al Decreto 1493/1992, se creó el registro de buques y artefactos navales extranjeros permitiendo a buques de terceras banderas desarrollar cabotaje en aguas argentinas e incluso actividades extractivas como la pesca. Luego, por el Decreto 343/1997, se estableció como permanente el régimen de anotación administrativa de contratos de locación de buques y artefactos navales extranjeros otorgándoles el derecho de ser considerados como de bandera nacional. No sé si nos habían pedido tanto.

En medio de ese caldo, se reflota una Ley del año 1967 del gobierno de facto de Onganía y se licita a una empresa en formación (por cierto muy extraño) para que, a cambio de peajes, se realice el dragado y balizamiento de la Red troncal fluvial de la Cuenca del Plata. Usaron una herramienta legal que era aplicable a la ampliación de la infraestructura de la red vial o carreteras para un complejo hídrico, unos genios. Habrán pensado que un río es parecido a una cinta asfáltica y las barcazas son similares a los micros. En vez de obras de repavimentación, serían obras de remoción de sedimentos y, en vez de señales de tránsito, serían boyas. Cerraba perfecto con un poco de imaginación. Así fue como licitaron sin más y la empresa Hidrovía S.A. se quedó con el negocio del peaje gobierno tras gobierno, pero también con el control y la estadística. Barcazas extranjeras, empujes importados y, por supuesto, dragas de afuera con un trapito celeste y blanco en el mástil fueron el corolario de la liberalización de nuestras aguas.

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(Imagen: Falta un Peso)

Con todo esto, está claro que la explosión del complejo agroexportador no es consecuencia directa de una supuesta licitación virtuosa, sino más bien del aprovechamiento del sector privado gracias a la injerencia extranjera sobre la retracción del Estado. Nuestro actual modelo tiene raíces multicausales, pero todas ellas se plantan en un mismo terreno ideológico. Un terreno donde se premió tanto la iniciativa privada que se la dejó hacer lo que quiera provocando la concentración económica, la desigualdad social y hasta se privó a la comunidad que por medio del Estado controle la evasión impositiva, el tráfico de armas, el comercio ilegal de estupefacientes o hasta la trata de personas. De todo esto, se habló muy poco por mucho tiempo, pero, al menos hoy, estamos dando la discusión.

Liberalizar no te hace libre

Pasaron los años, pasaron modelos antagónicos al menos en algunos aspectos, pero la privatización de los ríos siguió. Lo más extraño es que llegamos a las bodas de plata, cortamos la torta, avisamos que Emepa no puede participar y que a Hidrovía S.A. no se le va a renovar la concesión, cosa que estoy casi seguro que no se puede hacer en una licitación pública. Es muy extraño porque, a pesar de todo lo visto por décadas, el gobierno nacional encarnado en el presidente Alberto Fernández anunció una empresa federal con forma de Sociedad de Estado, pero delegó en el Ministro Meoni para que vuelva a licitar el servicio de las aguas en cuestión y también cualquier obra futura usando el mismo mecanismo licitatorio, usando la misma ley aplicada sobre la licitación que finaliza, la de Onganía, la de las carreteras, la 17.520. Pero es tan extraño el tema que, por un lado, la licitación culmina a fines de abril, pero también continúa por un tiempo más porque los pliegos estarán listos recién sobre el filo de cuando la actual empresa debería irse. Es muy extraño todo porque el Dec. 949-2020 hoy sigue vigente a pesar de los pedidos de derogación por lo cual sigue firme la licitación privada, pero a cada momento los concentradores de granos recalcan que el Estado no debe meterse. ¿Qué temen? Es muy extraño porque no se contempla otra cosa que volver a ceder el servicio a cambio del peaje, pero el principal diario opositor menciona bastante seguido la alternativa estatal. Todo muy extraño, hablan de soberanía sin importarles quién draga, quién cobra el peaje y quién controla lo que se va por el agua. Sostienen que la Argentina no sabe dragar mientras que las operaciones de dragado las planifican y llevan adelante la mano de obra argentina solo que para una empresa extranjera. Realmente todo es bastante confuso, pero al menos tenemos instalado el debate, algo que me propuse públicamente hace más de ocho años. Porque se puede decir mucho de mí, pero nunca que no tengo paciencia.

*Por Cesar Briatore para Falta un Peso / Imagen de portada: Falta un Peso.

Palabras claves: Paraguay, Río de la Plata, Río Paraná

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