Ley de etiquetados frontales: lobby agroindustrial contra la salud

Ley de etiquetados frontales: lobby agroindustrial contra la salud
26 febrero, 2021 por Redacción La tinta

La Cámara de Diputados debate el proyecto de ley de Etiquetado Frontal de alimentos y bebidas, aprobada en Senadores en octubre del año pasado. A partir de un sistema de advertencia en el etiquetado, productos envasados y ultraprocesados deben advertir sobre los excesos de azúcares, sodio, grasas saturadas y totales, y cantidad de calorías. Conversamos con Soledad Barruti sobre esta ley que es una deuda histórica con nuestra salud integral y que apunta contra las grandes industrias de la alimentación, quienes engañosamente dominan el mercado y están trabando la sanción.

Por Redacción La tinta

Desde hace tiempo, en muchos países, existe el sistema gráfico de advertencia que obliga a las industrias de la alimentación a incluir -en todos los productos- información sobre el contenido del mismo, esto es: un etiquetado frontal con octógonos negros en los envases de los alimentos y bebidas sin alcohol. El etiquetado advierte a les consumidores sobre los excesos de azúcares, sodio, grasas saturadas y totales, y cantidad de calorías, considerados nutrientes críticos que -a lo largo de los años- han transformando nuestros patrones de alimentación.

El sistema que se busca implementar en nuestro país facilita la interpretación de las etiquetas en menos tiempo y con más facilidad, lo cual contribuye en la modificación de los perfiles de compra. Es decir, garantiza a quienes consumen información simple y precisa para tomar decisiones más saludables frente a las góndolas. “Esta ley viene a hablar de nuestra alimentación que siempre es mucho más que hablar de salud y nutrición, es hablar del sistema alimentario, de hackearlo, modificarlo y volverlo más justo”, expresa la periodista especializada Soledad Barruti a La tinta.

En octubre pasado y con amplia mayoría, la Cámara Alta dio media sanción al proyecto que ahora retoma la Cámara Baja, pero con debates en seis comisiones, lo que hace advertir de la dilación para su aprobación. En noviembre, más de 100 organizaciones que impulsan esta Ley expresaron, en un comunicado, la preocupación por las presiones que desde la industria alimenticia y de bebidas azucaradas se ejercieron para dilatar el tratamiento y aprobación final del proyecto. Ahora que por fin comienza el debate en Diputados, representantes industriales siguen ejerciendo lobby para intentar una última jugada, introducir alguna modificación y reducir el impacto de la normativa en sus mezquinos intereses.

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Soledad Barruti, autora de los libros Malcomidos y Mala Leche, viene investigando y trabajando hace tiempo en desmontar mitos sobre lo que comemos y cómo se produce. En diálogo con La tinta, repite con contundencia algo que ha dicho muchas veces.


Hay evidencia de sobra para decir que necesitamos esta Ley y que hoy existe un lobby para que no salga, por parte de la misma industria que creció y se consolidó, y que vive gracias a nuestra desinformación. Porque justamente la información se convierte en un atentado contra su negocio y están dispuestos a lo que sea con tal de seguir vendiéndonos productos ultraprocesados. Los cuales están hechos con ingredientes baratos, pero disfrazados de cosas mejores».


«Con la entrada en vigencia del etiquetado, de repente, van a aparecer claramente marcados productos que creemos que son saludables y nutritivos para el crecimiento de las criaturas, por ejemplo. Y va a quedar en evidencia que son una bomba de azúcares, de grasas no saludables y de edulcorantes que son todo lo contrario de lo que promocionan”.

El sector industrial intenta instalar, con argumentos falsos, que la ley demoniza productos y que, en realidad, no se busca trabajar sobre el consumo excesivo del mismo. Corren el eje del debate y lo ponen en la cancha de les consumidores centrado en las libertades individuales, algo a lo que nos tiene acostumbrades la expresión neoliberal del capitalismo.

“Nos vienen mintiendo hace un montón de tiempo y estamos presos de estos discursos que se repiten y se escuchan como reales, porque lo dice ´un nutricionista´ y a nadie le hace demasiado ruido. La información hoy es uno de los lujos más escasos con los que contamos, lamentablemente. Y es, a la vez, lo primero que necesitamos y queremos saber: qué es lo que estamos comprando, cómo podemos hacerlo de otra manera y cómo participar de nuestra alimentación de otra manera que no sea sólo el consumo. Todo eso hace falta y llegaría con esta ley”, detalló la entrevistada.

Somos lo que comemos

Barruti asegura que la idea actual de salud está deteriorada, porque no estamos viviendo en un contexto que garantice nuestro derecho a estar saludables y alimentarnos adecuadamente. Entonces, la salud se vulnera, no por una elección personal y consciente, sino a base de engaños: las góndolas nos mienten. Muchas personas creen hacer elecciones saludables y gastan un montón de dinero en productos que se los venden como saludables, pero que no lo son. Y agrega, “es necesario insistir en que la alimentación es la base y el sostén de nuestra salud -aunque no lo es todo-. Es una gran base y tiene que estar garantizada en su disponibilidad, en su adecuación cultural y en todo lo que hace que la alimentación sea adecuada y no avasallada por el marketing, la publicidad y la ofertas de comestibles ultraprocesados que se ponen por encima de los alimentos reales”.

Algunos argumentos que defienden la sanción de la ley se centran en una idea de salud que circunscribe la ley a una lucha contra la obesidad. Estos argumentos se vuelven escurridizos y pregnantes reforzando miradas hegemónicas sobre los cuerpos y la salud. Para Barruti, esto resulta problemático, “se instala una idea de la salud: de kilos = salud, de delgadez = salud y de obesidad = enfermedad. Y esa mirada patologiza a una parte enorme de la población que no tiene por qué estar enferma. Si bien la obesidad puede ser un factor de riesgo, hay evidencias de sobra para mostrar que no es una enfermedad y que, por otro lado, la delgadez está muy lejos de ser un sinónimo de salud. Por ejemplo, en las infancias que son alimentadas de comida chatarra, se ven niñes delgaditos y que, de todos modos, tienen su salud totalmente hipotecada con este sistema alimentario”.

Perú, Uruguay y recientemente México han tomado el perfil de nutrientes de OPS (Organización Panamericana de la Salud). En Chile, con la ley vigente desde 2016, se ha constatado que lo que se modifica con el sistema de etiquetado es la intención de compra; los sellos negros han mostrado ser los más efectivos, cambiando el consumo al reducir la elección de los productos con concentrado de nutrientes críticos. Además, permite comenzar a identificar aquellos productos que se consumen hace tiempo y que gozan de la fama de ser nutrientes, como por ejemplo: el yogur para les niñes, el juguito de sobre o el turrón de la colación en la merienda. Podríamos ocupar toda la nota hablando de los productos engañosos del mercado.

“Parece que las marcas tuvieran el derecho a engañarnos, y ahora lo que están buscando, es una ley menos efectiva. No deberíamos estar aceptando que ese debate se dé. Sectores empresarios sostienen con rigurosidad, por ejemplo, que esta ley dejaría marcados como problemáticos un montón de productos que recomiendan las guías alimentarias. Ahora… ¿dónde está el problema? ¿Está en que la ley marque esos productos como problemáticos o que las guías alimentarias recomiendan como saludable productos que no lo son?”, sostiene la especialista.

Contra la domesticación del paladar: regular la publicidad

La industria del marketing y la publicidad ha montado una eficaz estrategia para ingresar a los hogares y estar presente en las mesas; la publicidad destinada a las infancias. Acceder a alimentos ultra procesados resulta una escapatoria en medio de la vorágine diaria.


El proyecto de ley prevé que los productos que lleven el etiquetado de octágonos negro no podrán ser utilizados en publicidades con dibujos o personajes infantiles. Tampoco se podrá hacer publicidad dirigida específicamente a las infancias y, si es para el público general, se debe incorporar los octágonos negros en los zócalos. También apunta a propuestas para trabajar sobre educación alimentaria en ámbitos escolares, así como lo que puede comercializarse en kioscos escolares. Chau cajita feliz, chau regalitos en los productos comestibles.


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Saber para comer: cómo educar la mirada

En Argentina, la información presente en los etiquetados es diminuta e incompleta. Además, no contamos con las herramientas necesarias para entender esos datos y se necesita una traducción para entender qué tiene lo que comemos.

Para Barruti, esta ley tiene muchas más implicaciones que van por fuera o acompañando nuestra salud y puede ser el puntapié para una política pública más integral, que pueda ser completada con programas de acceso a la tierra, a mercados y alimentos sanos, frescos y de calidad, seguros y sin veneno. Caminar hacia una alimentación más sana, basada en el consumo de alimentos no procesados y la venta directa a través de ferias agroecológicas. “Si esta ley pudiera ser completada por un programa alimentario integral, sería muchísimo más efectiva y podría acercarnos más a la soberanía alimentaria, que hoy estamos a miles de kilómetros de distancia”, concluye.

* Por Redacción La tinta

Palabras claves: Alimentación, Ley de etiquetados frontales, Soledad Barruti

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