Armar boquetes en estanques de agua

Armar boquetes en estanques de agua
17 febrero, 2021 por Redacción La tinta

Por Colectivx LTA para La tinta

Esta vez tenemos ganas de meternos con el modo que a veces tenemos de resolver situaciones complejas o que generan mucha ambigüedad en las relaciones. Tenemos ganas de pensar en esas nominaciones a las que muchas veces acudimos, modos que, si bien tranquilizan, como el agua en un estanque, al tiempito se pudren y nos dejan encerradas en circuitos del horror. Hablamos de los lugares de «víctima», de «pobre mina que se comió un viaje», de «perrito faldero», de «intensa», nominaciones que, aunque la mayoría de las veces nos generen malestar y una incomodidad que nos pasa por el cuerpo, arman cierta tranquilidad (en quien las usa y también en quien las recibe) porque responden a dispositivos que vienen a resolver, a poner la palabra “justa” ahí donde hay ambigüedad, ahí donde está pasando otra cosa o en las que, simplemente, está pasando algo. No nos gustan, no nos sentimos identificadas y, sin embargo, las tenemos naturalizadas. Sabemos a dónde van, nos peleamos con esa idea, pero muchas veces partimos desde ahí. Es que hemos aprendido que tener palabras para nombrar lo que nos pasa nos salva de algunos huecos llenos de ansiedad e incertidumbre.

El asunto es: ¿qué resuelven estas denominaciones? ¿La ambigüedad de una situación? ¿Lo que se siente? ¿Qué es lo que tranquiliza? Creemos que, de alguna forma, restituyen esa presencia soberana que, aunque ficticia, tanto anhelamos. Si bien nos devuelven saber/poder sobre el mundo, las cosas, las situaciones, el tema es cómo lo hacen y qué restituyen. ¿Habilitan algo o solo devuelven esa ignorante tranquilidad que genera que “algo” diga por nosotrxs?

Es sutil la diferencia de armar algo distinto, animarse a decirle a le otre que eso que nos pasa es lindo y fuerte, a ser “la lanzada” que incomoda con sus afectaciones.

En ese punto, venimos pensando que sería interesante diferenciar el armado de lugares de calma de aquellos que producen un aplanamiento mortífero sobre las incomodidades y tensiones que nos habitan. La calma en contraste con tranquilidades estancas.

¿Qué y cómo hacer cuando la cuestión está librada y nuestros cuerpos son campo de batalla? ¿Cómo corrernos del lugar establecido de víctimas paralizadas o víctimas que devuelven el ataque? ¿Cómo salirse de estas categorías que nos tienen cautivas y como parte necesaria?

Situaciones ambiguas, aguas turbias y movidas. Cuerpos intranquilos, agrietados, perturbados, confundidos. ¿Qué hacemos con eso? ¿Hay otras opciones más que caer en esos lugares que tranquilizan tristemente?

Contar con la incomodidad como un elemento de transformación

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(Imagen: Colectivx LTA)

Si entendemos que tranquilizar es restaurar un “consenso”, seguramente no estamos haciendo otra cosa que aplanar una situación. Nuestra intención no es hacer grandes teorías sobre cómo deberían ser las relaciones, pero sí encontrar algunas palabras que no aplasten las afectaciones, que no atenten contra lo que nos pasa y que acompañen la experimentación que siempre nos lleva a otras orillas.

¿Cuáles son esas otras orillas? Cualquier otra que nos permita extraer fuerzas de la experiencia de fragilidad, que nos permita un devenir otrx. Afirmarnos en esa fragilidad, llevarnos al límite y, desde allí, buscar por los intersticios. Abrir boquetes y aprender a pensar por el medio.

Nadie puede aseverar por dónde pasarán las líneas de fuga, pero la propuesta es estar sensibles a eso, a los afectos, a “lo que puede un cuerpo” y también a las relaciones, a la experiencia situada en ese tiempo y espacio, no como algo extra, sino como dimensiones de multiplicidades.

Nuestra apuesta viene siendo el sostener esa ambigüedad, eso no resuelto, esa herida abierta. Mantener el movimiento que nos mantenga próximas a lo que esté deviniendo, y gracias a lo cual devenimos. Allí vemos como posible salida la transformación, el cambio, la elaboración y no la neutralización. Creemos que es posible no estar en guerra en cada relación, midiendo quién da el primer ataque. Desjerarquizar las relaciones tiene que ver con romper el guion, ubicarnos a la par, cuidarnos y devenir juntes.

Armar espacios de tranquilidad que no aplanen las existencias

Estar tranquila no necesariamente implica que ocurra lo que una quisiera. A veces se parece más bien a una calma que acepta que, para armar con otre, este debe dejarse tocar o afectar, y hacer sus propios movimientos. No es esperar ni calcular, ni soportar, ni resignar. No es estar a merced de le otre. Es reconocer que, para armar modos de vida compartidos, le otre tiene que tener disponibilidad para eso. A veces no hay coincidencia. Otras veces sí.

Si eso no ocurre, se puede armar una tranquilidad que reconoce que algunas cosas por el momento no son posibles. Esa tranquilidad no aplana la existencia. No vuelve un fallido o un error lo que una siente o desea. Es el cabal registro de reconocer al otre como otre y que eso implica saber de la posible no coincidencia. Se puede buscar, invitar, compartir, pero los forzamientos son fallidos. ¿Quiero que le otre venga a mi encuentro por mi tristeza o por su deseo? ¿Qué implica si viene sólo para calmarme? A veces cuidar el deseo es ir eligiendo cómo componer con le otre y la calma radica en el cuidado de elegir un modo de estar con otres.

En este sentido, insistimos en diferenciar el armado de lugares de calma de los que producen un aplanamiento mortífero sobre las incomodidades y tensiones que nos habitan. Estar atentas a qué se está componiendo y contar con que, si algunos devenires no son posibles allí, lo serán en otros campos, con otrxs. Sofocar lo que incomoda con los guiones establecidos liquida la posibilidad de que germinen otros modos y mundos posibles.

*Por Colectivx LTA para La tinta / Imagen de portada: Lucía Prieto.

Palabras claves: Deseo, Géneros y Diversidad, Vínculos

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