«Yuyo» Noé: a sus 87 años, sigue sumergido en el caos creativo

«Yuyo» Noé: a sus 87 años, sigue sumergido en el caos creativo
4 diciembre, 2020 por Gilda

Por Lucas Villamil para Almagro Revista

A sus 87 años, en su casa/taller del barrio de San Telmo, Luis Felipe Noé trabaja incansablemente en una serie de cuadros dedicados al fenómeno que secuestró a la humanidad desde principios de 2020: el «virus reina». “Cómo no va a reinar si tiene corona”, dice su voz rasposa del otro lado de la línea telefónica y cuenta un dato curioso: “Fui tocado por ella, pero ya lo superé”.

Así es, durante el pasado invierno, Yuyo Noé, tal vez el artista argentino vivo más trascendente, estuvo internado con coronavirus en el Sanatorio de la Trinidad, pero asegura que no tuvo miedo de morir porque los síntomas fueron livianos: una neumonía rápidamente controlada. Ahora tomó medidas como cuidarse con las bebidas y no recibir más visitas que las de sus asistentes. Y mientras tanto, trabajar, sin horarios. Pintar, escribir, darle nuevos enfoques a la obsesión de toda su vida: el caos. “Trabajar, para mí, consiste en vivir y vivir consiste en latentemente trabajar”, dice.

—¿Cómo empieza una obra suya?

—Yo nunca hago bocetos, detesto los bocetos. Yo tomo conciencia de lo que voy pensando en la medida que lo voy pensando, tomo conciencia de lo que voy haciendo en la medida que lo voy haciendo. Entonces, ¿la provocación cuál puede ser? Una línea lleva a otra línea, una mancha lleva a otra mancha y así se va armando algo que… A los surrealistas les gustaba hablar del automatismo. Y creo que en lo que ellos hacían podía durar hasta el final del trabajo, pero el automatismo es, en cierto modo, un punto de partida. Luego, dado esto y esto otro, uno deduce que tiene que seguir con otra cosa y termina haciendo como un silogismo. Yo era muy amigo de Aizemberg (Roberto, pintor argentino) y yo le decía «cómo vas a hablar de automatismo», él, que hacía una pintura totalmente cuidada y descansada…

—¿Cómo es ese momento de la creación? ¿Escucha música, hay algún ritual particular?

—Me gusta escuchar música, pero, cuando estoy muy metido en mi quehacer, me olvido de todo lo que es el contexto. La música me ayuda, sí, pero la realidad es que me abstraigo de todo, puede estar sonando el teléfono y no lo oigo.

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(Imagen: Xavier Martín)

En esa abstracción sin tiempo que rige su trabajo y su obra, Noé sigue encontrando nuevas elaboraciones para la teoría del caos, un verdadero manifiesto que, en el contexto actual, resignifica las metáforas del mundo.

—El caos como estructura de sí mismo, el caos que cada uno de nosotros constituye, del que formamos parte, porque es común a todos. Influye en el verdadero artista -no el pintor que aprendió un oficio, para mí, esos no son artistas-, el artista que busca, el que trata de entenderse con el mundo en torno a través del arte. Hay una manera de entenderse a través del arte, pero no es la única, en la militancia también hay una manera de entenderse.


“Entender el caos que cada uno de nosotros constituye, del que formamos parte, influye mucho en la creación literaria, artística. Yo no digo que el caos tenga estructura, sino que uno se estructura en función del caos que puede asumir”.


Para reforzar su tesis, Noé -el artista, el intelectual- apela a un texto de Friedrich Nietzsche, que lee con frases entrecortadas y vehementes: “Aplicarse a la transmutación de los valores requiere tal vez más facultades de las que jamás han existido en un solo hombre. Sobre todo, facultades contradictorias y capaces de coexistir unas con otras sin perturbarse ni destruirse mutuamente. Una jerarquía de las capacidades, distancias, el arte de separarse y enemistarse, de no confundir nada, no conciliar nada, una multitud enorme que es, sin embargo, lo contrario del caos. He aquí lo que sugiere el instinto como la condición previa del trabajo y el arte que ha debido elaborar secretamente”.

—¿Qué es lo contrario al caos?

—Lo que es contrario es lograr estructurarse de alguna manera para sí mismo. Nietzsche se refiere así a esa orquestación de la multiplicidad compleja, esto es asumirse dentro del caos, es entender al propio caos como posible estructura. No se trata de doblegar al caos, sino de no conciliar nada, no tergiversar el espíritu de cada uno de los opuestos que integran esa complejidad es encontrar una estructura posible dentro de ella. Esos tres elementos -el yo, el contexto y el otro en sí mismo- se apelmazan en el caos que nos es constituyente. Significa identificarse conscientemente dentro del caos que constituimos para asumirnos como causa estructurante de sí mismo. Una tarea que se puede comparar a un volcán en erupción. No es nada fácil, ¿te das cuenta?

—Llama la atención que, a sus 87 años, siga tan encendida esta obsesión con el caos.

—En su estructura básica, en mi Antiestética, que es del 65, ya hablo del caos como estructura y de asunción del caos. Mi versión de hoy difiere un poco. Con tantos años, uno va siendo coherente, pero también modificando. Ahora, creo que he llegado a comprenderme con toda la complejidad y ya no estoy haciendo un librito, sino un libro complejo sobre este tema.

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(Imagen: Xavier Martín)

—¿Le gusta ver sus obras expuestas en museos?

—Por supuesto. El ego existe porque uno duda permanentemente de sí mismo y todas esas cosas que demuestran que te dan pelota… yo el ego lo tengo siempre en cuestión. “Yuyo, ¿estás seguro?”. Creo que soy honesto y en la honestidad intelectual es en lo que más creo.

—¿Cómo ve el funcionamiento del mercado de arte?

—A mí me interesa solo cuando puedo vender un cuadro. Pero el mercado como fenómeno me parece que deforma la esencia de la cultura artística. Se transforma en un objeto de valor, cuando uno hace otra cosa. Para mí, la cultura es algo que supera una clasificación elitista, es el juego mismo, es la dinámica de una época, de una sociedad. A veces, esa concepción elitista de lo que sucede en el mercado de la pintura, de galerías… es el refugio que uno tiene en un proceso de alienación. Francamente, creo que, a la larga, la cultura artística va a ir desapareciendo o diluyéndose un tanto.

—¿Está atento a las nuevas tendencias artísticas?

—Sí, pero no de la misma manera que antes. Una cosa es vivir tu tiempo y otra cosa es vivir el tiempo que es de uno, pero también ya es de otros, porque lo van marcando otras personas. Yo tengo un gran respeto por lo que hacen los jóvenes y creo que los viejos nunca pueden opinar sobre lo que hacen los jóvenes porque siempre se equivocan. Pero algo que me irrita es el término “arte contemporáneo». Me parece totalmente estúpido. Arte contemporáneo no quiere decir absolutamente nada, ¿cómo se va a llamar cuando deje de ser contemporáneo? Cada época tuvo su etiqueta aproximativa, un modo de ir más o menos intuyendo una búsqueda. Pero arte contemporáneo no quiere decir nada de nada. Yo lo llamaría “cocktail art”, porque es un cocktail de todas las experiencias artísticas desde el renacimiento hasta ahora, pero particularmente de las últimas vanguardias. Eso es lo que yo siento. Creo que hay cosas interesantes y también -como el juego está muy libre- está libre al macaneo, eso siempre es posible.

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(Imagen: Xavier Martín)

—¿Cuál es su relación con las otras disciplinas?

—A mí me gusta mucho el cine. A Nora, mi mujer, le apasionaba y ella lo condujo en gran parte a Gaspar (Noé, cineasta, hijo de Luis Felipe) hacia su amor por el cine. Él desde pequeñito lo sentía, guardaba toda una colección de fichas y demás. Yo iba al cine con Nora, pero, desde que murió, voy poco.

—¿Ve en el cine de Gaspar una relación con su arte? ¿Influencias estéticas? ¿Hay un diálogo padre-hijo a través del arte?

—Eso sin dudas, yo creo que sí. Ahora, definir eso en palabras… lo que puedo decirte es que mi relación con él quedó plasmada en una dedicatoria en una de sus películas. “A mi mejor amigo, Luis Felipe”. No dijo Yuyo, no dijo mi padre. Queda entendido que él me considera su mejor amigo, lo cual me llena de honor. Tengo una relación con él que no deja de ser padre-hijo, pero, ante todo, es de una gran amistad.

—La amistad ocupa un lugar especial en su vida. De hecho, en el comienzo de su carrera, la relación con sus colegas tuvo un efecto potenciador.

Para mí, la amistad es un elemento esencial. Intercambiar ideas, confianza… en la actualidad, mis amigos son casi todos muy menores que yo y, sobre todo, son mujeres, me entiendo mucho con la sensibilidad femenina, sin implicar ninguna otra cosa que la amistad. Me emociona lo femenino.

—¿Tiene muchos proyectos en mente?

—Mirá, tengo 87 años y mi futuro es cortito. Necesitaría tres años más para terminar algunos proyectos en los que estoy trabajando. Concluir algunas cosas que aún no he escrito y nada más.

*Por Lucas Villamil para Almagro RevistaFotos: Xavier Martín.

Palabras claves: Artes visuales, Luis Felipe Noe

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