URGE, diálogos feministas entre fotografía y activismos

URGE, diálogos feministas entre fotografía y activismos
11 diciembre, 2020 por Redacción La tinta

Pandilla Feminista es un colectivo integrado por fotógrafas de trayectorias y experiencias diversas que hace base en Buenos Aires, Argentina.

Por Alana Rodríguez para Revista Colibrí

Más allá de provenir de diferentes campos de lo fotográfico, quienes integramos el colectivo priorizamos la narración de historias desde una perspectiva de géneros, transfeminista e interseccional. Desde nuestra primera asamblea en el Encuentro Nacional de Mujeres de 2017 en la ciudad de Resistencia, Chaco, nos movemos a través de la reflexión sobre las imágenes. A veces más vertiginosamente, como al realizar coberturas colaborativas de las jornadas por el aborto legal en el 2018, y otras con mayor despliegue y trabajo silencioso, como al constituirnos como co-organizadoras junto con trabajadoras del predio de la Ex-Esma del encuentro ARDE – fotografía, feminismos y DD.HH. en el Espacio Memoria y Derechos Humanos durante marzo de 2019. Defendemos la importancia de la formación política como camino para transformar la fotografía, sosteniéndonos de manera circular y sorora. URGE es un nuevo desafío en nuestro camino”.

—¿Por qué eligieron organizarse colectivamente?

—Lo que está bueno entender es el contexto en el que los colectivos nacen o terminan, todo se da en un determinado contexto, no es que llegan de la nada y un grupo de gente solamente empatiza y ya, sino que se crean en un contexto que también muchas veces empuja a que eso suceda. La necesidad y el contexto fuerte comenzó en 2015, impulsado por el Colectivo Ni Una Menos y salir a las calles y reivindicar un montón de necesidades y alzar la voz a un montón de cuestiones que tenían que ver con muchas temáticas históricas pendientes y urgentes, digo todas estas palabras con las que nosotras trabajamos, arder, urgir son necesidades, son gritos que piden ser escuchados y tomar territorios y tomar la palabra.

Entonces, este contexto creo que nos pone en un lugar que nos lleva a tomar el feminismo de verdad y de verdad porque muchas veníamos activando el feminismo hace muchos años, algunas más, algunas menos, pero nos sentíamos muy cerca del activismo feminista. Claro que con la fotografía viene a sumar algo más que eso. Sí entiendo que es nuevo en el hecho de que la fotografía y el feminismo presencian dos campos separados y creo que, en ese contexto en el que nos conocimos en Resistencia, Chaco, pasó algo de darnos cuenta de que éramos muchas fotógrafas que no solamente estábamos registrando, sino que queríamos escucharnos desde un lugar personal, desde una pregunta, desde un encuentro que nos interpelaba como identidades también. Y ahí se generó algo muy fuerte, esa potencia, y eso hace que, de alguna manera, nosotras somos un grupo de fotógrafas que no solo fotografía, sino que también debate. Y que, además, creamos otros espacios. Entonces, somos un grupo de personas que nos une la fotografía, pero que, en realidad, es mucho más que la cámara fotográfica o la herramienta.

Consideramos que lo que más nos caracteriza es sostener este espacio de encuentro que va variando la frecuencia, pero que nos asegura ponernos a discutir cuál es la coyuntura en el espacio de producción fotográfica, cuál es la producción, cuáles son las formas de representar que nos interesan y nos interpelan en las cuales queremos adentrarnos, las discusiones, también a la relación a aquelles que fotografiamos. Nos parece súper importante hacer posible y compartir desde un encuentro que involucre a otres, desde ese lugar es que dijimos “hagamos arde” el año pasado o “hagamos urge” este año, tratando de pensar cuáles serían esos espacios donde nos gustaría encontrarnos con otres o escuchar otras realidades, otras formas de ver las cosas y pensar juntes, reflexionar juntes.

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—Me resuenan muchas cosas que dijeron, una es el tema de los debates, que son muy enriquecedores y mismo me parece también que como el feminismo se nos coló en todos los aspectos de la vida, desde lo íntimo, lo privado, hasta en la cotidianeidad y lo que me parece muy interesante es que ustedes lograron que hayan llegado esos debates también dentro del entorno fotográfico. Creo que, como en un montón de otros espacios, dentro de la fotografía, hay un montón de estructuras o de normas que se vienen arrastrando de antes que está bueno re-pensarlas o debatirlas, ¿cuáles creen que son esas estructuras que le cuestionaron a la fotografía dentro del feminismo? 

—Para mí, el feminismo te permite romper con un montón de cosas, creo que una es la idea de quién es la persona a la que vamos a fotografiar o cómo le pega a quien la fotografía, empezar a entender que le otre que está frente a vos no es ni más ni menos que vos, sino que es otra persona que está en otra circunstancias, que pueden ser desfavorables, pero que, muchas veces, la fotografía históricamente lo que hace es registrar la realidad de una persona desde una mirada miserabilista, como que nunca va a poder salir de esa situación y que el público que va a recibir esa imagen le genere un “Ay, pobrecito”, “Ay, ¡qué horror!”, “Ay, ¡qué tragedia!”. Y para nosotras el feminismo lo que le da a la fotografía es como el punch de decir ¡No!, las personas luchamos todos los días para cambiar nuestra realidad, todos los movimientos, los colectivos, entonces, que la fotografía pueda hacer eco de eso y aprender a retratarlo -que no es sólo del feminismo-, le pone mucho de eso.

Viene un poco a cuestionar la perspectiva de género, yo lo veo ahí, la forma en la que yo me veo a la hora de ir a fotografiar, como cuestionar la perspectiva que siempre nos enseña a mirar, correr ese foco y empezar a mirar desde otro lugar. Creo que el feminismo me enseñó eso, a tener una perspectiva un poco más empática, empatizar con lo que estoy fotografiando y tratar de dar una perspectiva de género, que me parece que hoy en día es fundamental a la hora de fotografiar desde nosotres.

En ese cambio de eje, des-perspectiva que nombran las compañeras, me parece súper interesante, por ejemplo, que la cultura machista está instalada en nuestras vidas, la fotografía es una herramienta más para poder llevar parte de esa proyección hacia el campo del trabajo, pero, en realidad, la cultura machista está en todos los aspectos de la vida, ahora en la fotografía y desde nuestra profesión, que trabajamos con la imagen, que trabajamos con las historias con generar relatos, crear imaginarios y que nos sirven como herramienta de denuncia; creo que lo interesante es poder hacerlo desde nuestras identidades, desde nuestra profesión y desde los modelos de representación. A partir de todo esto, una se empieza a preguntar qué tipo de cuerpos están representados, qué tipos de cuerpos representan o son capaces de comunicar esas imágenes.

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—Adhiero a todo lo que dicen y me parece muy interesante y muy particular esta nueva forma y debate de cómo nos vinculamos con las personas que fotografiamos. Creo que eso tiene mucho que ver con el feminismo también, porque el feminismo viene a cuestionar también las formas de vincularnos, y sacar a la persona fotografiada y hacerla parte de tu trabajo y no solo eso, nosotres también hacernos parte de esa lucha, de ese activismo, porque lo terminamos siendo muchas veces, terminamos siendo parte de ese activismo. Me gustaría que nos cuenten un poco del encuentro que habla mucho sobre esto, por algo se llama «Diálogos entre fotografía y activismo», integran a estos actores políticos a las conversaciones y me gustaría que nos cuenten un poco cuáles son las devoluciones que les han hecho estas personas.

—Es distinto según cada eje, cada mesa, porque, si bien los tres temas están juntos, en nuestras cabezas no los queremos separar como cosas que no se tocan entre sí, pero, a fines de poderlos destacar, dijimos: «Sí, que haya un día de ambientalismo, un día de racismo, un día de transfeminismo», más allá que después pensamos que esas tres cosas deberían ir de la mano -por eso, lo de feminismo interseccional-, pero por lo menos todas las devoluciones, por lo menos del antirracismo, son: «¡Qué bueno que estén queriendo armar algo con la cuestión antirracista!». Por ejemplo, ayer hablé con una fotógrafa brasileña que me decía que, para ella, estos espacios independientes culturales que se pueden generar desde la base y no desde un museo que viene con todo su poderío a decir «bueno, ahora voy a hablar de esto», para ella, son muy importantes. Muches de les fotógrafes que hemos invitado son activistas, de diferentes causas, de hecho, varias de las compañeras que van a proyectar en el eje antirracismo también son activistas afrodescendientes o activistas migrantes, entonces, como que tampoco se puede separar tanto y es como que la alegría es de reconocer este doble rol.

Estamos pensando el encuentro desde lo interdisciplinario, así como hay fotógrafas, estamos haciendo una participación de personas que tienen carreras cortas o personas consagradas, personas que vienen del ámbito de la investigación con fotógrafes del campo de la imagen, o así también personas que vienen de la militancia de base, entonces, hay una mezcla bien interesante, todo tipo de recorridos, eso es un plus del encuentro, encontrar la riqueza en esa diversidad. Es una experimentación fuerte que nos ha llevado a mucho debate interno y esperemos que tenga buena recepción.

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—Hay algo que a mí me interesó mucho y es el tema de las rondas de portfolios horizontales y colaborativas, ¿qué es un portfolio? ¿Cómo es la revisión de portfolios tradicional y cuál será la dinámica de estas rondas horizontales y colaborativas?

—Para empezar, un portfolio es un muestrario de imágenes realizado en torno a una misma temática, puede ser una serie. Tradicionalmente, los portfolios se muestran en espacios de festivales o seguimientos de proyectos donde hay une revisore que da una opinión acerca de ese trabajo. Desde esa dinámica, que puede ser más o menos amigable según el espacio, pero está planteada una relación jerárquica, que es desde la búsqueda de la legitimación, ya hay una lógica preestablecida la cual podemos querer cambiar, claro. En particular, en el espacio de portfolios colaborativa en Urge, estamos planteando otra dinámica: encontrar personas que quieran recibir una mirada acerca de su proyecto y que puedan ir rotando, encontrarse, generarse una devolución recíproca y luego cambiar. Es poner en común nuestro trabajo con otres que están en la misma búsqueda.

Creemos que está bueno generar esta confianza, porque realmente muchas veces lo que ocurre en las revisiones es que la gente tienen pudor de mostrar y este justamente es un espacio seguro donde nadie te va a decir «dedicate a otra cosa». Una frase fuerte que lamentablemente hemos escuchado mucho, sobre todo, las mujeres y disidencias. Estos espacios, en cambio, van a generar circularidad, es un lugar seguro desde la empatía, el respeto y la contención. Es un espacio de aprendizaje, aprender del otre y el otre de une. El intercambio saca cosas maravillosas.

—Creo que esto tiene mucho que ver con generar redes dentro de la fotografía, el compartir con otres fotógrafes nuestro material es una forma de ayudarnos colectivamente, pensar y compartir. ¿Cuáles piensan que son las ganancias que nos traen estas redes que se están gestando?

—Me encanta que hayas usado esa palabra, «ganancia» que yo sé en qué sentido la usaste, pero la voy a agarrar en su doble y triple juego, porque otro motivo por el cual las personas no se anotan en las revisiones de portfolio o en los concursos es porque cuestan mucho dinero y, además, una de las múltiples causas por las que se hacen revisiones es para ver si tu trabajo es vendible o no. Entonces, creo que una de las cosas que tiene la creación de estas redes de fotógrafes en las que participamos es poder sacar la cuestión del lucro del medio de la creación, en Pandilla venimos de diferentes ramas de la fotografía, pero todas están atravesadas por la necesidad material de que es difícil vivir como fotógrafe en el mundo de hoy, entonces, se genera una batalla feroz por ver quién vende más.

La fotografía es un trabajo y tenemos que defender nuestros derechos como trabajadores, pero, además, es muchas otras cosas y no porque alguien te diga que tu trabajo no es vendible no significa que no tenga un gran valor. Y estas redes vienen a demostrar esto, ¿cómo hago para hacer circular mi trabajo que yo sé que tiene valor? Y no porque soy egocéntrica, tiene valor porque lo produje con mi colectivo, con mi comunidad, porque estoy haciendo cosas y sé que otras personas en el mundo están haciendo cosas y quiero ver lo que están haciendo y que nos enriquezcamos mutuamente. Eso es fundamental.

Nuestras actividades son gratuitas con la posibilidad de colaborar. Acá estamos rompiendo formas tradicionales, la propuesta es completamente inclusiva, popular, accesible, no jerarquiza, hay una base política detrás de este encuentro. La idea es habitar espacios mejores dentro de nuestra profesión y el beneficio es total, nos corremos de la forma que nos oprime y no nos hace felices, como la competencia o el engranaje de lo mercantil. Lo colectivo sirve como un espejo, acá está lo importante, desde este lugar quiero activar y siempre, más allá de que si querés vivir de la foto o no, tenemos que seguir pensando qué tan precarizades estamos en el mundo del arte y cuánto queremos contribuir a generar trabajos genuinos a partir de la fotografía también. Como mujeres, tenemos que apropiarnos de los espacios que siempre nos fueron negados y, a la vez, crear nuevos.  El año pasado, salió Arde. Hoy, sale Urge. 

*Por Alana Rodríguez para Revista Colibrí.

Palabras claves: Fotografía, Pandilla feminista, URGE

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