#AbortoLegal: es ahora

#AbortoLegal: es ahora
29 diciembre, 2020 por Redacción La tinta

Por Redacción La tinta

Hoy es un día histórico, el Senado de la Nación decidirá si, finalmente, la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) será ley. Hoy estaremos en las calles atentes a que les legisladores estén a la altura de la lucha que dimos en las calles, en las casas y en las camas. En días como estos, muchas historias van y vienen por nuestra memoria, la manija, la ansiedad, la emoción. Nos preguntamos y te preguntamos: ¿cuántas narrativas de aborto conocemos?

Cuando tenía 17 años, salía con un pibe bastante mayor. Una noche de besos apurados y amor sofocado en un auto, quedé embarazada. Pocas cosas sabía tan bien como que no quería ser madre. No sabía qué hacer con esa verdad. La maceré un tiempo hasta que mi mamá se dio cuenta. Ojos hinchados por varios días debían tener una explicación y yo no era de dramas amorosos. Le dije que no quería y me respondió que le daba culpa.

Mi padre creyó que lo mejor era que no lo tuviera y estuve de acuerdo. Viajamos a Capital Federal, donde, por una amiga de mi viejo, llegamos a una clínica enorme, ocultada tras una fachada de consultorio estético. Había unas 15 mujeres más, sólo en la sala de espera donde estaba yo. Entré al consultorio, me durmieron y, cuando desperté, parte de la pesadilla había pasado.

Me gasté los ahorros para el viaje a Bariloche, así de caro salía. No tardé en darme cuenta de lo privativo de la cuestión. En un cafetín de Buenos Aires, donde las charlas parecen salidas de películas setentosas, mi padre hizo referencia a la vez anterior que había venido por un aborto. Ante mi cara de desconcierto, me largó enojado un: “¿No te lo dijo?”.

Resulta que mi abuelo nació antes de que mi bisabuela llegara a casarse y, por esas paradojas de la vida -o la hipocresía social que se mama aunque no se mame-, él pensaba que sería el peor de los pecados si alguna de sus hijas cayera a su casa embarazada y sin anillo. Y mi madre quedó embarazada. Así que, Edipo mediante, ella decidió que su primer embarazo, un año antes del casamiento, no era una posibilidad en la familia. Con el tiempo, varias veces la escuché decir que ella se casó “para poder tener hijos”.

Cuando regresé a casa, fui con mi madre, que me dijo tres verdades: que no me lo había contado porque le parecía que era algo malo que había hecho y le daba culpa; que también mi abuela había abortado, porque en el embarazo de mi tía casi se había muerto; y que mi tía abuela había también lo hizo, porque su marido le pegaba y ella no quería saber más nada. Tamaño arbolito me armé.

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(Imagen: Eloísa Molina para La tinta)

Mastiqué unos años mi historia, que cayó bastante mal en el pueblo en el que vivía, aunque, por mi carácter y el apoyo de mi familia, no me dejé atormentar. Cuando me mudé a Córdoba, unos meses después, me encontré con un grupo de feministas anarquistas haciendo una intervención artística en la peatonal, frente a la Legislatura. Repartían el periódico “En la Calle”. Estimo que era la edición de marzo de 2005, celebrando el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, la nota de tapa era sobre el aborto. La leí de un tirón. Sólo recuerdo que el primer párrafo decía algo así como que ninguna mujer aborta con placer y que, pese a que es un momento difícil, nuestro cuerpo es nuestra decisión. Recién ahí pude empezar a acomodar mi historia desde la razón, aunque emocionalmente no había tenido grandes inconvenientes.

Fui a mi primer Encuentro Nacional de Mujeres en 2007 y conocí a la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Una marea verde con un vaivén de oleajes en movimiento, integrado por las que sostuvieron la lucha que hoy se cristaliza, pero también las que impulsaron y convidaron espacios amorosos que nos ayudaron a sanar y a transformar la culpa en una decisión política. Profundo agradecimiento.

En un barrio, algún tiempo más tarde, conocí a una vecina, muy empobrecida, madre de cuatro niñes. La quise mucho, compartimos las tardes de varias estaciones. Por la confianza que nos tuvimos, me confesó que creía que estaba embarazada. Fuimos al dispensario. Sabía que la ginecóloga era “piola” y que, ante un deseo de aborto, la ayudaría. La sentó en la camilla y le tocó la panza. Nos miró alarmada. Le dijo que estaba de seis meses y se negó a hacer algo que no sea asistir a lo que quedaba de embarazo porque le resultaba riesgoso.

Caminamos hacia su casa y lloramos un rato. Le pregunté qué iba a hacer, si le iba a contar a su pareja. Me dijo que no lo iba a tener, que ella ya sabía cómo hacerlo porque lo había hecho antes. Que los tipos no se quieren cuidar y que ella no iba a tener uno más, que no tenía ni con qué alimentarlo. Que, además, no le daba miedo estar de seis meses, que ya lo había hecho una vez y sola, que no me preocupara. En ese momento, la Campaña en Córdoba fue una Red.

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(Imagen: Eloísa Molina para La tinta)

Durante estos años, fueron llegando las narrativas de otros árboles genealógicos, de las amigas que no se animaron a contarlo antes, de las vecinas que buscaban ayuda. Me encontré con las Socorristas y las compañeras que pusieron el cuerpo para que el aborto sea accesible y seguro, en los márgenes que permitiera la ley o donde se podían abrir espacios de libertad.

Llegó el 2018 y la bronca de una votación anacrónica siguió alimentando la esperanza y la confianza en lo construido. No dimos ni un paso atrás. El aborto había sido nombrado con fuerza por la marea verde y había aparecido desde las sombras de la monstruosidad. Se hizo posibilidad, realidad, decisión. Se hizo abrazo amoroso y complicidad.

Hoy es 29 de diciembre de 2020 y, por segunda vez, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo está esperando ser votada por la Cámara de Senadores. Otra vez, no sabemos cómo van a votar les representantes de un Estado anacrónico y perpetuador de una desigualdad que se lleva vidas y que construye un mundo regido por el saqueo territorial a toda escala.

Nosotres, en las calles, en las casas, estaremos de vigilia, esperando que escuchen nuestro pedido. Un canto, con toda la voz y el aire, con alegría y fuerza, que dice: es urgente, es hoy, es ahora, senadores.

* Por Redacción La tinta / Imagen de tapa: Eloísa Molina para La tinta.

Palabras claves: Campaña por el Aborto legal, legalización del aborto

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