Un año sin Sergio Schmucler

Un año sin Sergio Schmucler
13 noviembre, 2020 por Gilda

El 3 de noviembre, se cumplió un aniversario del fallecimiento del cineasta, novelista y militante social cordobés. En la última semana, apareció una entrevista inédita. Breve y entrecortada por risas, la conversación describe su mirada profunda sobre el cine y presenta algunas de las características humanas que más lo construyeron. Un tipo divertido que nunca se quedó callado y que palpó el triste exilio por la dictadura. Uno de esos que detienen el tiempo porque necesitan confesar algo. 

Por Gastón Lippi para La tinta

26 abril del 2017

Sergio se ríe y reniega con un vaso de café al subirse a la banqueta. El sol entra de lleno por el ventanal del segundo piso del auditorio de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UNC. Se acomoda y estira con disimulo el pantalón hacia delante para que el cinto no le moleste ni le queden desnudas las pantorrillas. Suspira agitado y, a los lejos, oye un grito. Otra disertante de la jornada -«Cuarteto y rap en clave estética»-, le pide que baje. Hace minutos, compartieron un panel donde presentaron, con la banda de rap Rimando Entreversos, la película Guachos de la calle (Memorias del desarraigo). El grito se repite. Lo invitan a tomar algo. Los miembros de la banda de rap salen del auditorio y alzan los brazos para saludarlo. Sergio les grita y hace una broma, luego responde. Asomándose por la baranda, dice que está ocupado y que en un rato se libera. Abajo se arma una ronda y varias de esas voces vuelven a pedirle que baje. Él me mira, piensa un segundo y regresa. Que ahora va y que lo aguarden treinta minutos. Le dicen que lo esperan afuera y él asiente con el brazo. Vuelve a acomodarse en la banqueta. Esta vez, levanta más el cuerpo, como si diera un pequeño salto sujetándose de la madera con las piernas. Nuevamente, se afloja el pantalón, no oculta que le aprieta y bromea al respecto. Antes de que haga mi primera pregunta, Sergio toma la posta.  

—Cuando hacés una ficción, tenés más control sobre lo que querés decir, pero, sobre todo, de las acciones que vas a poner. En realidad, un documental es tan ficción como una ficción. Por eso, yo insistí mucho con eso, acá (en el panel). Esta es una película basada en un concepto: la disputaEsa crisis dialéctica que se arma entre el arraigo y desarraigo de una población. 

—Que se originó desde La Morera.

—Que, a su vez, esa Fundación lo encaró. En términos de la película, no es que yo fui a la realidad y me dijo cosas que muestro. Fui a la realidad buscando lo que quería encontrar. Un documental no es una historia más allá de la propia perspectiva y el deseo del realizador. 

—Y al momento de cruzarte con los chicos, ¿eso cambia? 

—La realidad de los chicos te dan claves que te hacen repensar, modificar o insistir, alguna de las cosas que tenías en mente. 

—Reformular la idea…

—Vos sabés que hasta ahora nunca me pasó que la reformulación tenga que ver con lo que me ofrece el testigo. En un plano general, quizás sí, porque lo único que tenés es lo que te ofrece ese tipo que habló. Pero en general tiene que ver con procesos internos. Hasta ahora, siempre sucedió que la realidad me corrobora. No porque yo sea genial, sino porque uno obliga a la realidad a decir lo que uno tiene ganas. Aunque es cierto que en el proceso se siguen pensando las cosas, entonces: ¿Qué era la idea del arraigo de los sectores marginales de Córdoba antes de hacer esta película? ¿Qué es después? Otra. Por lo tanto, seguramente, un nuevo documental que esté vinculado a la idea del arraigo o del desarraigo va a estar cargado de este nuevo tono. 

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Sergio nació en Córdoba en 1959 y la dictadura lo obligó a exiliarse en México, a mediados de los 70. No la tuvo fácil, pero decidió estudiar allá e incursionar en el cine. En ese momento, no supo que alcanzaría una extensa filmografía con profundo compromiso social. Tampoco que editaría libros, grabaría series, programas de televisión ni que daría clases, dirigiría espacios culturales o que sería nombrado en cientos de festivales. Su padre, Héctor “Toto” Schmucler, falleció hace cinco meses. Fue referente en estudios sobre la comunicación en toda Latinoamérica y pasó por las aulas de esta misma Facultad (antes, Escuela de Ciencias de la Información) donde realizamos la entrevista. Sergio cuenta que lo extraña mientras retoma su café. Dice que le alegra saber que, cada vez que viene, se acuerdan de él y lo mencionan. Después, aguarda otra pregunta. 

—¿El cine de Córdoba tiene identidad propia o qué le falta? 

—En Córdoba, se hace un poco de cine. Un poquito de cine. Se empezó a hacer y estos próximos años va a bajar muchísimo. Hubo un buen momento porque existió una federalización del dinero de los subsidios, pero no veo que siga. Además, no creo que haya un cine cordobés. Para pensar en un cine cordobés, habría que dejar que se constituya una tradición. Y una tradición no se hace con diez películas, se hace con veinte o treinta años. Tiene que pasar toda una generación. Yo soy de una generación intermedia, de los que hicieron las primeras películas en Córdoba. D’Intino, López, eran los que estaban en la escuela de cine antes de que la cerrara la dictadura y que ahora tienen 70 años. Yo tengo 58, soy la generación que le sigue. De la media con Rosendo, él tiene 44, estamos a la mitad ¿me entendés? Pero yo tengo una formación externa, de México. No soy estudiante de la Universidad de Córdoba. Sin embargo, soy cordobés y todo mi cine lo he hecho acá. Estoy absolutamente convencido de que no puede haber algo que llamemos “cine cordobés” en una sociedad que ni siquiera tiene una cultura propia. ¿Córdoba es una cultura en sí misma? Yo no creo. 

—Ese paso por México, haber documentado ese contexto, ¿creés que influye al momento de trabajar sobre Córdoba? 

—Yo estudié antropología y cine. Entonces, en mi vida, lo que hago es un poco de antropología y un poco de cine. Un año, hago una ficción y, al otro, un documental. En las ficciones no puedo dejar de pensar antropológicamente y al revés. Yo estudié en México, quizás estoy influenciado, pero también me pregunto si hay un cine mexicano. Creo que hay que remar mucho para pensar que existe “un cine”.

—Una identidad.

—Me acuerdo que una vez discutimos el tema de si hay cine cordobés o no, a raíz de una disputa por algo que escribí en una revista y que generó cierto revuelo entre Roger Koza y otros críticos. En el Festival de Cine de Cosquín, se armó una mesa grande de debate y, de pronto, yo defendía la tesis de que no hay un cine cordobés y los chicos me decían: “¡Nooo!”.

—Un quilombo…

—¡Los chicos de El Calefón, Rosendo, todos, me mataron! 

—Pareciera que hay una búsqueda de identidad.

—Es una ilusión. Es el traje de emperador, como digo. Inventamos que el emperador tiene un hermoso traje, pero está desnudo. Yo decía que no, que no hay cine cordobés y estos me puteaban: “Vos ponés palos en las ruedas. O sea… juguemos a que hay porque eso nos conviene. En plena joda, levanta la mano un tipo de Chile -porque es internacional el Festival- y dice: “Mire, este señor está diciendo una cosa y ustedes otra. Yo no soy de acá y no sé bien cuál es la pelea, pero lo que sé es que, en Iquique, una ciudad al norte de mi país, se producen muchas películas y nunca escuché que se hable de cine iquiqueño”. Me encantó. 

—¿Es una paradoja apropiarse del cine?

—Es la soberbia cordobesa. Lo dije ese día. Ustedes son como De la Sota, pero del cine. A propósito, cosa de que les duela.

—¡No! Justo para que te vuelvan a invitar.

—Lo que pasa es que esa especie de chauvinismo cordobés nos hace pensar que somos grandes en todo, lo mejores… ¿mejores de qué? ¿Del cine? Nada de lo que estamos haciendo va a quedar dentro de veinte años en la historia del cine. 

—¿Y, entonces, por qué lo hacés? ¿Qué te deja una película como la que acaban de presentar? 

—A mí esta película solo me cambió la vida. 

*Por Gastón Lippi para La tinta.

Palabras claves: Cine, Documental, Sergio Schmucler

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