Enormes movilizaciones en Polonia contra las restricciones al acceso al aborto

Enormes movilizaciones en Polonia contra las restricciones al acceso al aborto
4 noviembre, 2020 por Redacción La tinta

“Esto es la guerra”, decían muchas de las pancartas con las que decenas de miles de manifestantes asistieron el viernes pasado a las tres grandes marchas que confluyeron en el centro de Varsovia. Y lo viene siendo hace una semana, desde que el Tribunal Constitucional –de la mano del presidente Andrzej Duda– eliminara una de las ya restrictivas causales para interrumpir un embarazo legalmente.

Por Tofi Mazú para Redacción Izquierda Web

Es la guerra, abierta hace ya años, de las mujeres trabajadoras, de las más jóvenes y de las activistas que nacen y crecen en todo el planeta, dando cuerpo a un movimiento que salta fronteras por el derecho a decidir en nuestros cuerpos. Es la guerra de quienes somos doblemente explotadas y oprimidas, contra los reaccionarios, contras los medievales, contra los antiderechos, contra la violencia machista, contra las Iglesias y los políticas oscurantistas de los voceros y defensores más rancios de este sistema capitalista y patriarcal.

Un gobierno de la Iglesia Católica

En Polonia, gobierna el PIS (en castellano, el Partido Ley y Justicia). Como todes nos imaginamos con semejante nombre, se trata de una organización burguesa de ultraderecha, ultracatólica, reaccionaria y conservadora. Un partido político antiderechos, cuyo presidente llegó al poder con una campaña para limitar los derechos democráticos, en un sistema de gobierno donde el presidente, si bien emerge del parlamento, está por encima de los otros poderes del Estado Burgués y tiene la potestad de vetar y decretar a su antojo. Este ataque del Tribunal Constitucional hacia los derechos sexuales y reproductivos, ocurre de la mano de la jueza Julia Przylebska –miembro del PIS- que llegó a su cargo, luego de que su partido ganara las elecciones, puesta a dedo por el presidente y con mecanismos que erosionaban la propia democracia burguesa.

El presidente, Andrzej Duda, ya había intentado restringir las causales para abortos legales por medio del parlamento. Esto, con el apoyo incondicional de la Iglesia Católica polaca, una de las más fuertes del mundo. Tras no conseguirlo, recurrió a atacar el derecho a decidir de las mujeres y personas gestantes mediante el Poder Judicial.

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Polonia tiene una de las leyes de aborto más restrictivas de toda Europa, como subproducto del peso que la Iglesia tiene en tanto institución religiosa y política. El aborto estaba permitido en tres causales: en caso de violación o incesto –la curiosa forma que tienen muchas veces de llamar los reaccionarios a las violaciones intrafamiliares– , en caso de un embarazo que pusiera en riesgo la salud de la persona gestante y, por último, en caso de malformaciones fetales que implicaran la muerte fetal o el nacimiento de un bebé que no pudiese sobrevivir. Alegando que esta última causal se trata de eugenesia -el clásico de los argumentos derechistas–, Duda eliminó la causal por anomalías fetales y se destapó la olla a presión de un movimiento que pisa fuerte en las calles hace ya más de una semana, por el aborto legal.

Esta avanzada reaccionaria deja a miles de polacas sin amparo legal en caso de muerte fetal, enfermedades graves o deformidades incompatibles con su propia vida y la del feto. Las pancartas y las manifestantes hablan claramente de “tortura”, como esta joven estudiante secundaria que aseguraba a un medio español: “Es una abominación y una violación completa el tener que ser testigos y a la vez víctimas mientras vemos cómo nos quitan nuestros derechos, el de poder decidir si queremos tener hijos, cuándo, en qué circunstancias o si queremos llegar al final del embarazo sabiendo qué horror y dificultades deberá enfrentar el recién nacido en caso de malformaciones”.

Esta causal, así mismo, es el supuesto con el que se lleva a cabo el 97,6% de los abortos que se registraron desde el Estado polaco en 2019 (1.074 del total de 1100), aunque las organizaciones y activistas feministas calculan que se practican más de 200.000 intervenciones ilegales -muchas efectuadas en el extranjero- cada año, a causa de las trabas para acceder a un aborto no punible, incluso cuando está contemplado por la ley (trabas que a las mujeres argentinas no nos son para nada ajenas).

(Imagen: Krzysztof Kaniewski/ZUMA Wire/dpa)

El movimiento feminista polaco

No es la primera vez que las polacas marcan el camino en la palestra feminista mundial. En el año 2016, salieron a la calle ante el intento del gobierno y la Iglesia de penalizar por completo el aborto, con una nueva ley que eliminaba no una, sino todas las causales y que ponía en riesgo a todas las mujeres y personas gestantes porque penalizaba incluso los abortos espontáneos. Esta barbaridad fue derrotada con el famoso paro de mujeres del 3 de octubre del 2016: el eventazo mundial del movimiento feminista, que se replicó en decenas de países. En la Argentina, gracias a la valentía de las polacas, fuimos las mujeres las que el 19 de octubre de ese mismo año le hicimos el primer paro al reaccionario de Macri, mientras la CGT tomaba el té con el gobierno. El 23 de octubre, las polacas volvieron a la huelga, esta vez contra los femicidios y, nuevamente, apoyadas por la ola feminista que se alzaba derribando fronteras en los cinco continentes.


Con esta misma fuerza, volvieron a salir a las calles ante este nuevo ataque de los reaccionarios. Los testimonios y las imágenes son impresionantes. Las manifestaciones, que llevan ya casi diez días ininterrumpidos, cortaron las principales arterias de la capital, extendiéndose también a ciudades más pequeñas y pueblos. Las iglesias (que están abiertas al culto a pesar de la crisis sanitaria) fueron el escenario de intervenciones que interrumpieron las misas con el ingreso de manifestantes disfrazadas con los uniformes de la novela El Cuento de la Criada de Margaret Atwood. Las calles, un hervidero de gente, que tuvo que soportar la brutal represión del gobierno, arrestos y el ataque de bandas neofascistas ultracatólicas que, amparadas por las fuerzas represivas, arremetían contra las mujeres con palos y gases lacrimógenos facilitados por la propia policía.


La misma estudiante secundaria de 17 años remarcaba que “cada persona, mujer, hombre, joven o anciano, que se arriesga a salir de su hogar -tanto por la COVID-19 como por las agresiones de grupos fascistas, homófobos y misóginos- y participa abiertamente en las protestas, se rebela y se une al resto de la sociedad civil; están haciendo algo muy importante por mover este país”, dejando en claro –al igual que las más jóvenes que inundaron las calles argentinas en el 2018- que con la lucha y la organización hacemos la historia.

La estrategia es nunca bajar la bandera

Diez días de guerra en las calles casi ininterrumpida contra la restricción del acceso a los abortos legales llevaron a que el presidente, en pleno paro activo nacional, declarara que existe la posibilidad de que den marcha atrás con la reforma y rogó que cesaran las manifestaciones. El llamado a la calma de Duda (mientras reprimía sin cuartel) fue respondido con la continuidad de las movilizaciones. Nadie le cree a sus tibias palabras y las activistas prometen seguir en pie de lucha hasta que se retrotraiga la reforma. Es que al rechazo a la restricción, se fueron sumando el reclamo para que liberen a todes les detenides, el desarme de las bandas protofascistas, el aborto legal sin ningún tipo de restricción, la separación de la Iglesia y el Estado, e incluso la destitución del presidente por misógino y antidemocrático.

En un mundo cada vez más polarizado, marcado por el accionar negligente de los gobiernos más conservadores ante la pandemia y las rebeliones populares que se vienen sucediendo desde el despertar chileno el año pasado, hasta el Black Lives Matter que cercó la Casa Blanca, el movimiento feminista internacional recibe una bocanada de aire puro con la irrupción de las polacas. Estas mujeres no parecen querer dar el brazo a torcer en la lucha por sus derechos, contra la represión y los atropellos antidemocráticos de uno de los gobiernos más clericales y reaccionarios del planeta.

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Otra vez, desde Polonia llegan vientos de rebelión feminista, marcando el camino: no bajar las banderas. El pueblo polaco y sus organizaciones feministas no confían en las palabras vacías de Duda, y aseguran la continuidad del paro y las movilizaciones hasta que sea un hecho su reclamo principal: que se vuelva atrás con esta reforma misógina y antidemocrática orquestada por el Tribunal Constitucional, el Poder Ejecutivo y la Iglesia Católica.

En plena reapertura del debate por la legalización del aborto en la Argentina, con un presidente que asegura querer legalizar el aborto, pero que en los hechos nos niega este derecho usando como excusa la pandemia y alegando que no quiere generar otro “motivo de discordia entre los argentinos”, el movimiento feminista de nuestro país recibe un llamado a la acción de las hermanas polacas: la lucha por el aborto legal continúa y está en las calles. Las Rojas insistimos en que la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto convoque acciones callejeras para que la marea verde se exprese en las calles nuevamente. No confiamos en el gobierno, en su ministerio fantasma y en ninguna negociación con los antiderechos oscurantistas. Como en el 2016, tomemos la posta de las compañeras polacas y sigamos organizadas hasta ganar el derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito. Retomar las calles y no bajar las banderas es el único caminos posible para conquistar nuestro derecho a decidir.

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*Por Tofi Mazú para Redacción Izquierda Web.

Palabras claves: feminismo, legalización del aborto, Polonia

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