Trabajo de cuidados: el sector más invisibilizado y de mayor peso en la economía nacional

Trabajo de cuidados: el sector más invisibilizado y de mayor peso en la economía nacional
8 septiembre, 2020 por Julieta Pollo

El trabajo de cuidados no reconocido ni remunerado representa un 15,9% del PBI, por encima de Industria y Comercio, según un informe del Ministerio de Economía. Iris Pezzarini, a cargo del «Área de Articulación Integral de Políticas de Cuidado» del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación, habló con La tinta sobre la agudización de estas tareas en pandemia, su relación directa con feminización de la pobreza y las primeras acciones hacia una propuesta integral y nacional de cuidados.

Por Julieta Pollo para La tinta

Históricamente, los feminismos han denunciado lo que Silvia Federici supo sintetizar de manera contundente: «Eso que llaman amor es trabajo no pago». Las tareas de cuidados recaen casi exclusivamente en nosotras -bajo un paraguas de excusas absurdas que responden al mandato patriarcal-, sosteniendo la estructura económica y social de nuestra sociedad. Determinantes en la feminización de la pobreza, el tiempo y la energía que las mujeres dedicamos a las tareas de cuidados impacta en nuestras posibilidades de acceder al ámbito educativo y laboral remunerado, participar y desarrollarnos con libertad y en igualdad de condiciones.

Las crianzas, el cuidado de adultxs mayores y personas con discapacidad, garantizar la comida y el aseo diarios, acompañar las tareas educativas y las necesidades de salud, entre muchas otras a nivel familiar y comunitario, recaen en mujeres y otras identidades feminizadas de todas las edades, con un impacto aún mayor en los sectores populares. La pandemia recrudeció esta realidad, pero no hizo más que visibilizar una cuestión fundamental: el sector de cuidados es, al mismo tiempo, el más invisibilizado y desprotegido -ni reconocido ni remunerado-, y el de mayor peso en la sostenibilidad económica de un país.

En Argentina, el trabajo de cuidados genera un 15,9% del PBI (unos $4 billones, para tomar noción), por arriba de otros sectores como Industria (13,2%) y Comercio (13%), según un informe recientemente publicado por la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género. El Producto Bruto Interno es un indicador que engloba a toda la economía reflejando el valor agregado que genera un país, pero nunca antes se tomó en consideración ni se midió el peso que el trabajo de cuidados tiene en la economía nacional. Según el Informe «Los cuidados, un sector económico estratégico», que toma datos de la última Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU) de 2013, el 75,7% de estas tareas son realizadas por mujeres, lo cual les insume a las argentinas más de 96 millones de horas, sin percibir remuneración alguna.

«Es necesario poner el foco en la complejidad del universo de los cuidados y los intereses en disputa cuando abordamos la organización social de los cuidados -desde lo económico, lo cultural y lo social-, porque es uno de los huesos causales de la desigual distribución económica», dice Iris Pezzarini a La tinta. La Directora del Área de Articulación Integral de Políticas de Cuidados, parte de la Secretaría de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades de la Nación, sostiene que es necesario reconocer los cuidados «como una necesidad, un trabajo y un derecho», y aclara que esto abarca «tanto el derecho a ser cuidadxs como a cuidar en condiciones de trabajo decente».

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(Imagen: Eloísa Molina)

La funcionaria asegura que «es responsabilidad del Estado transformar la fotografía actual de la organización social de los cuidados, que es muy injusta y recae de manera muy marcada sobre las mujeres y diversidades, más aún en las compañeras de los sectores populares. El punto de inflexión es poner en foco y en clave igualitaria la población que, hace muchísimo tiempo, brinda cuidados en diferentes ámbitos. Reconocerlos como un trabajo implica cuestionar y poner en diálogo dimensiones culturales como las biografías personales intergeneracionales, barriales, comunitarias, estatales y del mercado, pero también, y sobre todo, replantearnos la distribución económica».

Ponerle el cuerpo a la crisis

La situación de pandemia y el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio agudizó la situación ya crítica de las mujeres en relación a los cuidados: no solo que las tareas se multiplicaron, sino que también significó, para muchas, una precarización aún mayor o el riesgo permanente a ser contagiadas por la imposibilidad de no salir a trabajar. El informe citado anteriormente determinó que, durante el aislamiento social, el impacto en la economía del trabajo de cuidados, que era el 15,9% del PBI, pasó a representar el 21,8% del PBI. 

«Esto que tanto advertíamos y temíamos de un posible estallido de la organización social de los cuidados ha pasado, está sucediendo ahora… por un lado, evidencia lo pendiente, pero, por otro, hizo que se visibilicen mucho más. Entonces, me parece que, primero, es visibilizar esas tareas y, después, reconocerlas como trabajo, y ese es un primer piso que debemos profundizar: reconocerlas como trabajo significa hacerlo en cualquier ámbito y relación que sucedan. Esas tareas de cuidados se pueden dar dentro de una red familiar, afectiva, comunitaria o laboral de sector estatal o privado… el tema es que nosotras, como Estado nacional, tenemos que garantizar esos cuidados más allá de contar con una red afectiva o no, y más allá de que contemos con la posibilidad económica de costear esos cuidados en forma privada. Ahí está el rol clave del Estado como lo concebimos dentro de nuestro proyecto nacional, que es ampliar los márgenes de derechos para los sectores más postergados», puntualizó Pezzarini. 


«Una vez más como en otras crisis de nuestro país, [la pandemia] puso de manifiesto la potencia, la fuerza, la capacidad territorial que tienen las organizaciones sociales y políticas para ponerse al hombro y sostener estas organizaciones vitales en los barrios. Y ahí están en juego los cuerpos de las compañeras, porque, tanto en 2001 como ahora, se ven ellas sosteniendo esto en el día a día, al frente de todos los dispositivos. Sabemos el desgaste que genera, entonces, es más que necesario el reconocimiento y la redistribución igualitaria».


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(Imagen: Eloísa Molina para La tinta)

El tiempo es dinero

Las encuestas del uso del tiempo permitieron visibilizar de manera concreta las injusticias de género en el
reparto de los cuidados. En los sectores económicos más privilegiados, las tareas de cuidado se tercerizan si no se desea o no se puede afrontarlas: empleadas domésticas, niñeras, acompañantes terapéuticas, trabajadoras que realizan tareas de lavado o cocina puertas afuera… las oportunidades se multiplican si contamos con recursos económicos. Cuando no es una posibilidad, esas tareas se superponen con otras en interminables jornadas de trabajo intenso o limitan la realización de otras actividades laborales, educativas, deportivas, de esparcimiento o de participación. En este sentido, se torna crucial la posibilidad de contar con centros de cuidado de índole pública distribuidos en todos los sectores de la ciudad, pero, sobre todo, en los que menos posibilidades tienen de acceder a servicios privados.

Al respecto, la Directora del Área sostuvo que la Mesa Interministerial de Cuidados, conformada por 12 organismos y coordinanada desde el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, analiza con qué servicios y recursos ya cuenta el Estado y qué mejoras precisan. «Hay una red muy importante de centros y espacios infantiles, hay una red de comedores también muy grande y residencias para personas mayores, pero faltan más. Hay pendiente aún demanda por cubrir. Dentro de las propuestas que nos estamos dando como mejora de lo existente, hay diferentes líneas: políticas de tiempo (licencias); políticas de servicios y centros de atenciones según población y necesidades; transferencias económicas o asistencias técnicas; condiciones laborales más justas; y la jerarquización y certificación de los saberes que hay». Sobre el último punto, agregó:


«Vemos que hay un montón de cuidadoras que tienen enorme acumulación de experiencias de cuidar o tramos de trayectorias educativas que quizás nunca lograron que se jerarquicen y que se puedan certificar, entonces, nos parece que es un abanico de propuestas para potenciar en clave de redistribución igualitaria, lo cual implica transformaciones en cuanto a las cosmovisiones de cada uno de los sectores y organismos».


A su vez, Pezzarini advierte la necesidad de diseñar políticas públicas que partan de otro enfoque, que implica cuestionar modelos de gestiones territoriales para no estereotipar ni reproducir la feminización desde la política misma: «La feminización de este tipo de trabajo es producto de una construcción histórica signada por la segregación que las ha dejado por fuera de sus capacidades electivas y de su deseo. Para ello, será necesario mantener como horizonte, a la par del proceso de jerarquización de los sectores de actividad relacionados con la economía del cuidado, la desidentificación de estos puestos de ocupación con identidades feminizadas y la apertura de este mundo de trabajo a todas las personas, promoviendo taxativamente el involucramiento y la participación activa de los varones en esta esfera».

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(Imagen: La tinta)

El hilo de la violencia

La Directora de esta Área entiende que la distribución injusta de la organización social de los cuidados tiene dos consecuencias visibles: la brecha salarial y las situaciones de violencias, como ese hilo invisible cotidiano que no se ve, pero que, acumulándose en el tiempo, va aumentando la brecha o conduce a violencias de género: «En este sentido, debemos poner en reflexión cómo nos organizamos respecto a los cuidados en espacios culturales como son nuestros hogares, nuestras organizaciones, nuestros barrios, donde, muchas veces, se legitiman prácticas y dinámicas estereotipadas que derivan de mandatos de un sistema patriarcal y donde la desigualdad de esa base silenciosa e invisible no se logra evidenciar antes de que estalle en una violencia más explícita o sigue reproduciendo, de generación en generación, lo que llamamos feminización de la pobreza«.

Atendiendo a esto, las principales acciones que está llevando a cabo el organismo tienen que ver con la transformación cultural y con la articulación territorial. Respecto de la primera, recientemente, lanzaron la campaña Cuidar en Igualdad: una necesidad, un derecho, un trabajo con el objetivo de sensibilizar, visibilizar y reconocer las tareas de cuidado como trabajo y concientizar sobre la importancia de transformar su distribución. Respecto de la segunda, proponen caracterizar un diagnóstico situado y un análisis desde las voces territoriales de los diferentes ámbitos, que sea un insumo que retroalimente tanto las mesas de decisión de políticas públicas como posibles proyectos legislativos. 

«El espíritu de la campaña es poner en diálogo los diferentes lenguajes y lógicas para que la temática de cuidados no quede encriptada en lenguajes académicos de hiper experticias, y para que la riqueza y los saberes propios de cada territorio no queden alejados de las decisiones políticas de gestión: que haya un espacio de confluencia que es lo que estamos llamando Parlamentos Territoriales de Cuidados donde cada sector, cada organismo, cada actor sociopolítico pueda llevar sus emergentes y sus reflexiones representando a los espacios, de modo que se puedan ir dando, de a poquito, consensos y acuerdos para ampliar estos márgenes».

Desde el Ministerio, aseguran que el enfoque de abordaje es «integral, federal y en clave igualitaria, poniendo en diálogo a una multiplicidad de áreas y actores de todos los ámbitos», y ponderan la construcción de acuerdos desde los territorios: «En esa construcción colectiva, la diversidad de saberes y experiencias de cada territorio y región del país va a traccionar realmente sentidos que son los que se necesitan. Son voces situadas que tenemos que tenerlas presentes al momento de generar políticas públicas».

Hacia un enfoque integral

En consonancia con los incipientes avances y desafíos en materia de cuidados en Latinoamérica, Argentina pone el foco en esta lucha de los movimientos feministas para deconstruir la histórica división sexual del trabajo. «Nosotras también nos encaminamos hacia un horizonte mayor, pero somos prudentes en esta proyección: primero, queremos ir logrando estos pisos de acuerdo, concientización y sensibilización tanto hacia adentro del propio Estado nacional como en los provinciales y municipales, con las organizaciones y con las diferentes instituciones, para aspirar hacia la posibilidad de una propuesta integral nacional de cuidados»

«Estamos convencidas de que las políticas de cuidado son una inversión a mediano y largo plazo de reconocimiento y de generación de trabajo y de empleo: la economía del cuidado es una matriz que debemos transformar fuertemente en nuestro país y el primer paso es reconocerla como trabajo. Y el Estado es clave, pero requiere de la participación activa de toda la sociedad y que todo el pueblo se apropie de ese debate y participe: sindicatos, universidades, organizaciones sociales, organizaciones políticas, educativas, sanitarias… y es lo que va a permitir que una política de Estado se sostenga a lo largo del tiempo», concluyó Pezzarini. 

Urgen políticas públicas para avanzar hacia una transformación en la distribución desigual de los cuidados. El reconocimiento del aporte de este sector a la economía, la redistribución de los cuidados entre hombres y mujeres, una mayor participación de las instituciones para alivianar las cargas de cuidado y el diseño de políticas con perspectiva feminista, serán claves para avanzar en este sentido.

*Por Julieta Pollo para La tinta. Imagen de portada: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: economia, Iris Pezzarini, Ministerio de las Mujeres, trabajo de cuidados, uso del tiempo

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