Por el monte, la vida

Por el monte, la vida
29 septiembre, 2020 por Redacción La tinta

Por Pedro Rivero para La tinta

Un titiritero y un cocinero murieron cuidando nuestra casa. Nuestra casa de cuatro estaciones, de millones de años, de todas las vidas. Nuestras últimas reservas.

Los grupos de Whatsapp de nuestros barrios, nuestras comunidades y de los sectores movilizados en defensa del monte son, por estos días, los noticieros populares por excelencia. La información siempre fue más rápida, más plural y dialógica que la información oficial. Supimos del inicio del fuego, de sus avances, sus derrotas y reinicios a través de estos medios. Supimos de la gente organizada en los frentes y de la gente organizada en la retaguardia. También supimos de la indignación ante los retenes policiales que impedían a la gente subir al frente. 

Diego Concha insiste en que los civiles no deben enfrentar el fuego. Amenaza con mandar a la fuerza pública. Desde arriba, la política es suplantar a los pueblos. No te metas es la consigna básica de nuestras democracias. Controlar la situación es controlar al personal. Desde arriba, solo pueden intervenir las estructuras jerárquicas que puede controlar. Si querés apagar el fuego, armate tu jerarquía y ponela a mi servicio, dice Concha.

El poder es miope. No entiende lo que no controla. No entienden a los pueblos. No entiende la vida. Y, lo que no entiende, lo desprecia. 

Contrafuego popular contra el fuego criminal

Históricamente, el poder ha despreciado la capacidad de autoorganización de la gente. Abajo, lo que se vive es una desobediencia estratégica y organizada. Vengan, decía la Josefa desde su casa en Río Ceballos. Traigan buen calzado, buena ropa y agua. Necesitamos gente para el recambio. Una comisión recibía a los voluntarios, evaluaba sus condiciones y definía si subía al frente o se quedaba de apoyo logístico. Todas tenían un lugar en el combate. Ninguna voluntad fue despreciada. 

Durante estos días, vivimos experiencias valiosísimas de coordinación entre los heroicos cuerpos de bomberos, brigadistas y civiles. Bomberos que en el mismo campo de batalla enseñan a combatir y cuidarse. También vivimos experiencias de desprecio y abandono. Lo que Diego Concha no entiende, lo que no entienden sus superiores, es que para los de abajo ya no hay tiempo ni monte que perder. Los pueblos no le van a obedecer. O trabaja con ellos o trabaja contra ellos. 

Abajo, está claro que el fuego es una cara más de la política criminal del poder. “Schiaretti ecocida” es consigna corriente en estos días. Cuando se apaguen las llamas del incendio, habrá que ir por la mano criminal que las enciende y las extiende. 

Gente sin formación para combatir pone en riesgo su vida, dice Concha. La vida pende de un hilo y el poder porta tijeras. La posibilidad de retejer el telar de la vida solo existe enredando nuestra existencia con la madre tierra. El cocinero y el titiritero lo sabían: somos monte, el monte es vida. Por el monte, la vida.

*Por Pedro Rivero para La tinta / Imagen de portada: La tinta.

Palabras claves: cordoba, incendios forestales, Punilla

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