¿Son el nacionalismo y el neoliberalismo las únicas opciones en Bielorrusia?

¿Son el nacionalismo y el neoliberalismo las únicas opciones en Bielorrusia?
24 agosto, 2020 por Tercer Mundo

En Bielorrusia se producen masivas protestas contra el gobierno. Del cuestionamiento a la recientes elecciones a las sospechas de la injerencia extranjera, en la ex república soviética pocos saben lo que va a suceder.

Por Yasha Levine para El Salto Diario

Días agitados en Bielorrusia: las protestas contra unas elecciones presidenciales amañadas han dado pie a una dura y sangrienta represión de los siloviki (políticos vinculados a los cuerpos y fuerzas de seguridad en el espacio postsoviético) primero, y a un movimiento político mucho más amplio después, que ha debilitado a Alexander Lukashenko, el decano líder cosplay sovok. (literalmente “recogedor”, término derogatorio, por su similitud con “soviético”, para referirse a una persona que añora la Unión Soviética o tiene una mentalidad soviética).

No he escrito nada sobre el conflicto porque, como es obvio, la situación cambia rápidamente, y además es muy difícil obtener información decente de él. Evidentemente, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) tratan desde hace años de interferir, entrenando y apoyando a la oposición en Bielorrusia, como parte de la vieja estrategia imperialista de separar a las antiguas repúblicas soviéticas de Rusia, una estrategia de la que son testimonio toda una serie de las ahora infames “revoluciones de colores”. Esto es un hecho. Y Lukashenko ha utilizado este hecho para sonsacar concesiones y subsidios a Rusia y Vladímir Vladimírovich (Putin).

Así que cuando veas a los comentaristas y políticos estadounidenses ofrecer su apoyo a las aspiraciones democráticas del pueblo bielorruso, es importante recordar que a nuestros burócratas imperiales no les importan los bielorrusos, del mismo modo que no les importan los ucranianos, los georgianos o los armenios. Lo único que quieren es desestabilizar a Rusia de la manera que sea, y si la desestabilización termina con un desplome de la economía, provoca una oleada de trabajadores inmigrantes, desesperados y explotables, hacia la UE y privatiza la riqueza industrial y agrícola del país, tanto mejor. No hay más que ver cómo ha ayudado la injerencia estadounidense al pueblo de Ucrania. Por si quedaban dudas, lo ha señalado uno los comentaristas rusos de nuestra corte: en el fondo, de lo que se trata, es de Putin y Rusia. ¡Gracias, Julia (Ioffe)!

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Imagen: Viktor Tolochko / Sputnik

Ahora que hemos aclarado el aspecto externo, es importante comprender que no se trata de un conflicto puramente fabricado, sin más. Es bastante obvio que la desafección y el aborrecimiento hacia Lukashenko y su camarilla de administradores del Estado y siloviki es muy real y ha ido en aumento estos últimos años. Esto, en combinación con la represión violenta de los manifestantes, su respuesta a la pandemia de la COVID-19 -“somos más fuertes que los confinamientos”- y el deterioro de la situación económica en el país, han llevado a una disminución del apoyo entre buena parte de la ciudadanía, incluso entre los obreros industriales, un segmento de la población que normalmente ha sido un apoyo pasivo a Lukashenko o, al menos, lo ha apoyado a regañadientes.


El poder de Lukashenko descansaba en su habilidad para mantener la extraña combinación de un Estado satélite soviético light, centralizado y nostálgico, con grandes corporaciones industriales y agrícolas nacionalizadas. También dependía de proporcionar a la gente estabilidad y seguridad económica. Pero parece que ambas cosas se han erosionado con el paso de los años, y con ellas su base social.


Justamente el 17 de agosto, Lukashenko ha sido despachado con abucheos cuando intentaba hablar a los obreros de la Fábrica de vehículos de motor de Minsk (MZKT), que produce autobuses, camiones pesados y maquinaria, así como componentes para el ejército. Meduza ha entrevistado a varios trabajadores de la fábrica que aseguran que la mayoría de la plantilla quiere que Lukashenko renuncie y se convoquen unas elecciones justas. Este es un cambio importante, del que intentaré escribir más adelante. Pero, por ahora, me gustaría recomendar una entrevista publicada por Jacobin, que recoge una cuestión de esta ola de protestas que se ha pasado por alto: la ideología. ¿En qué creen los manifestantes, cuáles son las ideas que circulan en este movimiento?

En esta entrevista, Ksenia Kunitskaya, redactora de Poligraf, un medio de comunicación bielorruso de izquierdas, habla de algo importante y muy deprimente: la ideología liberal y nacionalista que actualmente domina el movimiento, incluso entre la clase trabajadora. Estos son algunos de los mejores extractos:

KK: El primer motivo es el cansancio que ha ido acumulándose en la población, a cuenta de los 25 años de Lukashenko en el poder. Su manera de gobernar es manifiesta en su estilo de comunicación bronco, lo mismo con sus adversarios que sus propios subordinados, que con frecuencia se presenta como una rudeza espontánea y natural. La situación la agrava la indiferencia mostrada por los funcionarios locales, que no siguen el sentir de la población, sino del líder. Estas cualidades se manifestaron a las claras durante la mala gestión del gobierno de la epidemia de la COVID-19, que ha irritado a la población. Además, el gobierno ha estado desmantelando consistentemente el modelo de Estado asistencial y las obligaciones sociales hacia sus ciudadanos. (…) Además, las autoridades han prestado poca atención a su imagen positiva a ojos de la población. Nuestra propaganda estatal es muy endeble y no pocas veces ridícula: “Nunca hemos vivido tan bien como ahora”, afirman. La oposición, sin embargo, ha creado un sistema efectivo y profesional de medios de comunicación modernos y digitales. A través de ellos, señalan los defectos del Estado y llevan a cabo propaganda a favor de las reformas neoliberales y una política memorialista nacionalista. Esto ha permitido a la oposición liberal-nacionalista movilizar apoyos antes de las elecciones, descubrir numerosos casos de manipulación electoral por parte de las autoridades y sacar a la gente a la calle. A todo ello se suman que la dura respuesta policial -el uso de granadas aturdidoras, cañones de agua y gases lacrimógenos, las torturas a los detenidos- ha causado indignación no únicamente entre quienes apoyan la oposición, sino que ha conmocionado incluso a quienes nunca antes se habían interesado por la política.

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Imagen: Viktor Tolochko / Sputnik

Los colectivos de trabajadores de las grandes factorías han amenazado con ir a la huelga, y este hecho, al menos en el momento de escribir estas líneas, ha obligado a las autoridades a poner coto a la violencia policial. Pero hasta la fecha los trabajadores se han limitado a exigir exclusivamente demandas democráticas generales, en línea con el tono en general liberal de las protestas. Las protestas han marcado claramente una nueva tendencia: los partidos políticos tradicionales, ya sean de izquierdas o derechas, no han desempeñado ningún papel en ellas. La inspiración ideológica y práctica ha venido más bien de los medios de comunicación, incluyendo las redes sociales. Quien tiene unos medios de comunicación fuertes, controla las mentes. Pero ahora estos medios fuertes están en manos de quienes promueven una agenda liberal y nacionalista. Y si los trabajadores son adoctrinados en ella, ¿de dónde habría de surgir un movimiento obrero con conciencia de clase?

Como señala Ksenia, y confirman otras entrevistas con trabajadores bielorrusos, uno de los principales motivos del amplio apoyo al movimiento es que aspectos como clase, política y poder han quedado al margen de los debates y demandas, que se han centrado en cuestiones en las que todo el mundo puede estar de acuerdo: liberar a gente de prisión, celebrar elecciones libres y justas. Todo eso está muy bien, pero las verdaderas preguntas son qué ideas e intereses dominarán si se acaban celebrando esas elecciones libres, quién tiene la organización y el poder de hacer valer su agenda y su gente. Si observamos la historia de los estados postsoviéticos, en el áspero vecindario de Bielorrusia no resulta difícil imaginar sino una salida: neoliberalismo, privatización y el dominio de un puñado de intereses empresariales y oligárquicos. Esa es la realidad en el espacio postsoviético y, en verdad, en la mayor parte del mundo: el neoliberalismo y el nacionalismo son la única respuesta. Esas son las ideas por las que fluye el poder.

Me entristece decir esto, pero los bielorrusos van a darse bastante pronto cuenta de a qué conduce una “revolución” neoliberal, y va a ser una lección brutal. Por mala que sea la situación para ellos ahora, mucho temo que casi con toda seguridad va a empeorar. En pocas palabras: están jodidos si lo hacen y también si no.

Un par de apuntes más. Bielorrusia no es Ucrania. No tiene un sistema descentralizado de clanes de oligarcas que compiten entre ellos para conseguir el favor externo en sus luchas por el poder doméstico. Pero eso no significa que no tenga intereses que estén presionando para que se aprueben diversas reformas neoliberales, o que estén trabajando con potencias extranjeras para conseguir ese fin. Un actor a tener en cuenta en esta historia es el sector tecnológico de Bielorrusia, un sector que está profundamente integrado en las estructuras empresariales y financieras occidentales. Y hasta donde alcanza mi conocimiento, este sector está teniendo un considerable papel en estas protestas.

Un aspecto positivo es que Bielorrusia -a diferencia de Ucrania u otros vecinos como Polonia, Lituania o Letonia- no cuenta con una historia de nacionalismo o fuertes movimientos fascistas que puedan ser fácilmente instrumentalizados. Es más, Bielorrusia parece ser el país menos nacionalista de Europa. Si te interesa saber un poco más sobre este tema, te recomiendo que escuches la entrevista de Sean Guillory con Per Rudling sobre su libro sobre la (muy breve) historia del nacionalismo bielorruso, que dura unos treinta minutos.

Eso es todo por ahora.

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*Por Yasha Levine para El Salto Diario / Traducción: Àngel Ferrero / Foto de portada: Evgeni Odinokov – Sputnik

Palabras claves: Bielorrusia, protesta, Vladimir Putin

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