Rodillas en los cuellos

Rodillas en los cuellos
31 agosto, 2020 por Gonzalo Fiore Viani

El viernes pasado, ciento de miles de personas se movilizaron en Washington para rechazar el accionar represivo de la policía contra la comunidad afroamericana.

Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta

Mientras Martin Luther King Jr. hablaba, su amiga, la legendaria cantante de música gospel, Mahalia Jackson, que ya había cantado y se encontraba a unos metros, comenzó a gritarle: “¡Háblales de tu sueño, Martin!”. Ella lo había escuchado en decenas de iglesias a lo largo y ancho del país. Su apoyo, moral y económico, fue clave para costear las interminables giras por iglesias bautistas del sur profundo estadounidense que el reverendo emprendió en la segunda mitad de la década de 1950.

Por aquel entonces, Jackson y King eran considerados la mujer y el hombre afroamericanos más importantes de Estados. La noche anterior al histórico discurso, King todavía no sabía qué iba a decir, así que comenzó a elaborar un borrador. Sin embargo, el que hoy es su pasaje más icónico no estaba incluido. Tras escuchar varias veces a Jackson durante su alocución, King, por un momento, abandonó sus notas y levantó la mirada al público. Entonces, comenzó el ya mítico: “I have a dream…”. 57 años después, ese sueño sigue sin realizarse por completo.

Reeditando la marcha sobre Washington de 1963, el pasado viernes 28 de agosto, los sectores estadounidenses alineados con el movimiento Black Lives Matter y de lucha por los derechos civiles salieron a las calles de la capital estadounidense reclamando, nuevamente, igualdad. 57 años después, las condiciones de vida para los y las ciudadanas negras son significativamente mejores en las leyes, pero, en los hechos, la discriminación sigue estando a la orden del día. A su vez, tienen muchas más posibilidades que los blancos de ser objeto de violencia institucional.

Martin-Luther-King-discurso-sueño

Este año, el mundo se vio convulsionado por el asesinato de George Floyd, en Minnesota, un hecho que quedó registrado en video. Las protestas se sucedieron no sólo en Estados Unidos, sino en las grandes ciudades del planeta. Protestando contra el racismo institucionalizado y la violencia de las fuerzas de seguridad, los y las manifestantes salieron a pesar de las restricciones causadas por la pandemia. Entonces, Donald Trump los llamó “anarquistas, saqueadores, violentos”.


En su momento, la marcha de King había tenido como lema “empleos y libertad”. Esta vez, su reedición portó el slogan “Saquen sus rodillas de nuestros cuellos”, en referencia al brutal asesinato de Floyd. La fecha de la histórica marcha de Washington había sido elegida por el asesinato de otro joven negro, Emmett Till, que fue linchado brutalmente el 28 de agosto de 1954 por blancos debido a que, supuestamente, le había silbado a una mujer blanca. Las leyes del Estado donde sucedieron los hechos, Misisipi, no penaban expresamente este tipo de crímenes atroces. Till tenía tan solo 14 años cuando fue asesinado y su caso desató conmoción e indignación en todos los y las ciudadanas negras del país. Dos años después, en 1956, se producía el puntapié inicial del Movimiento de los Derechos Civiles, cuando Rosa Parks se negaba a cederle su asiento en un colectivo a una mujer blanca. Luther King Jr., entonces un reconocido pastor bautista, organizó un boicot a la empresa de colectivos y, debido a su inmenso carisma, su nombre pronto adquiriría relevancia nacional.


El viernes pasado, una de las oradoras fue la nieta de King, Yolanda Renee King, de apenas 12 años. Fue ovacionada por el público, en su mayoría jóvenes, aunque también se encontraban algunos viejos militantes que habían acompañado a su abuelo. También hubo recuerdos para el reverendo John Lewis, el último dirigente de la generación de la lucha por los derechos civiles que murió hace un mes a edad avanzada. Un destino que no tuvieron la mayoría de sus contemporáneos. El mismo Luther King Jr. fue asesinado en un hotel de Memphis una noche después de haber dado un discurso para apoyar el paro a los empleados negros de limpieza, en 1968. El reverendo -tenía apenas 39 años, ya había ganado el Premio Nobel de la Paz a los 35- era recibido por presidentes y líderes de todo el mundo, y su figura era reconocida internacionalmente. De todas maneras, no había causa a la que no prestara su ayuda cuando le era requerida.  Los últimos años de su vida los transitó con el temor constante de ser asesinado. Algunos años antes, ya habían sido víctimas de magnicidios John F. Kennedy, Malcolm X y, pocos meses después, lo sería su amigo Robert Kennedy.

Estados Unidos Washington protestas la-tinta

En plena campaña electoral en Estados Unidos, el escenario social es el de mayor conflictividad desde finales de 1960 o principios de 1970. No es casual que los dirigentes y los militantes afroamericanos del país recuperen y reivindiquen la tradición de Martin Luther King Jr. y los líderes del Movimiento por los Derechos Civiles. Pasaron muchas décadas, las leyes se fueron reformando e, incluso, se llegó a hablar de la era “post-racial” en el país. Es cierto que hoy los afroamericanos, en lo que respecta a lo legal, pueden sentarse a comer en cualquier restaurante, asistir a las mismas universidades que los blancos, tienen senadores, congresistas, gobernadores, alcaldes o, incluso, tuvieron a Barack Obama de presidente. No obstante, no es menos cierto que son pocos los blancos tirados en la calle, asesinados por balas policiales.

A Estados Unidos todavía le queda mucho camino por recorrer para convertirse realmente en la tierra de la libertad y hogar de los valientes. Por ahora, los afroamericanos son tratados como ciudadanos de segunda y obligados a andar con rodillas sobre sus cuellos.

*Por Gonzalo Fiore Viani / Foto de portada: Reuters

Palabras claves: Afroamericanos, Estados Unidos, Martin Luther King

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