Una noche entre el fuego de San Roque

Una noche entre el fuego de San Roque
25 agosto, 2020 por Redacción La tinta

Por Enfant terrible, La tinta y MEDIONEGRO

El ruido del monte nativo ardiendo se asemeja a un quejido hondo y terrible, salido de lo profundo de la tierra. La ruta 38 está cortada por la Policía de la Provincia desde las seis de la tarde. A ambos lados de la banquina solitaria que rodea la comuna San Roque, un grupo de vecinos descansa. Miran las llamas gigantes bajar como lenguas de fuego por la ladera de los cerros. Una chispa rojiza aparece como la brasa de una colilla en la oscuridad, en medio del negro terruño que acaban de apagar con sus baldes y sus garrafas. De inmediato saltan y pasan el alambrado para apagar la copa de un espinillo ennegrecido.

Al final de un camino de ripio sin salida, frente al hostel regentado por una pareja de extranjeros, un puñado de mujeres y hombres agotados cargan agua. Cargan diez, doce, veinte tachos y garrafas y se pierden por un camino sinuoso y finito, impracticable, en plena oscuridad. Jonatan nos guía entre el matojo negro, carbonizado, que antes fue monte nativo y ahora es resto de incendio, mientras el viento no da respiro y cae sobre nosotros una pesada nube de smog. Lagrimean los ojos, el barbijo no deja respirar.

“Desde el Pan de Azúcar a Capilla del Monte es todo un reguero de incendios, eso no se prende solo”, dice Jonatan, cargando un tacho con agua de una cisterna que los vecinos ubicaron en la parte de atrás de una Ford F100 destartalada, con la que recorren los frentes incendiarios del valle.

Jonatan es alto, fuerte, morocho, es serrano y muy cordobés. Tiene las manos ajadas y negras de combatir el fuego desde muy temprano. Habla poco y se ubica sin dificultad entre la oscuridad del monte, conoce la zona.

El monte nativo arde hace semanas. Más de 15 mil hectáreas ahora son rastrojo negro y humeante, listo para ser reconvertido en un monolito de cemento para la especulación inmobiliaria. Donde hubo fuego, ahora habrá countries. En la localidad cercana de Casa Bamba, reserva natural e hídrica desde 2001, los vecinos quedaron entre el fuego y el río porque el camino de acceso ahora es privado, tiene un dueño de apellido Camarasa que también es propietario de la Minera Mogote. Mientras todo se quema y los vecinos abandonan sus casas, a Camarasa ni se lo ve ni se lo espera.

En medio de la oscuridad del monte, un coro lastimero de perros aúlla y ladra a las llamas que, aún lejanas, se ven enormes y estallan quebrando los troncos de los algarrobos nativos. De pronto un caballo atado a un palo emerge de la oscuridad, mira exaltado con sus ojos enrojecidos y resume en un gesto toda esta vorágine. Salimos del camino y llegamos a una casa, el fuego está a pocos metros. Un pasamano desesperado de baldes busca apagar las llamas que devoran un pastizal. Alguien busca con un grito impaciente a Benjamín, el más pequeño de alguna casa aledaña.

Un suspiro de alivio momentáneo invade a las casi 30 vecinas y vecinos que dejan los baldes y las garrafas. El fuego cercano está apagado. Arriba, el cerro sigue ardiendo. Algunas brasas sobre la tierra negra amenazan volver a prender. No hay bomberos a la vista. El Estado cordobés también brilla en la noche anaranjada, pero por su ausencia. Entonces, llega el intendente de la Comuna San Roque, acompañado por el movilero de Canal 12.

Jorge “Tito” Bustamante viste de blanco impecable, usa barbijo, respeta la distancia social. Casual, elegante sport. Muy Haciendo por Córdoba.

Las luces led de la cámara le iluminan el platinado y en riguroso directo dice, comedido: “Los vecinos estamos haciendo un esfuerzo enorme junto a los bomberos para poder mitigar el fuego”, y estalla la bronca.

“Che, remera blanca, vos venís a sacarte la foto cuando el fuego está apagado no más”, le recriminan los vecinos y baqueanos. La ropa negra de hollín, las caras con ceniza, los ojos enrojecidos de humo y de bronca. Alguien se acerca al ilustre intendente con ánimo violento pero es retenido. No vale la pena.

Jonatan nos guía de vuelta por el camino serpenteante hacia la ruta 38. Cada tanto, se detiene en la oscuridad del monte que humea y mira los altos cerros que arden. Paró el viento, pero la lluvia no llega. Vemos algunas dotaciones de bomberos haciendo cortafuegos para evitar que avancen las llamas en lo que queda de noche.

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Cuando el ecocidio avanza, los responsables huyen. Solo el pueblo resiste en la oscuridad, pasando de mano en mano un sorbo de esperanza. 

*Cobertura colaborativa entre Enfant terrible, La tinta y MEDIONEGRO.

Palabras claves: Comuna San Roque, extractivismo, incendios forestales

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