“Es vital que el bosque que queda por donde pasó el fuego se recupere” 

“Es vital que el bosque que queda por donde pasó el fuego se recupere” 
27 agosto, 2020 por Redacción La tinta

Natalia De Luca, ingeniera forestal que lleva años trabajando en la defensa del monte nativo en nuestra provincia, analiza en esta entrevista con La tinta el impacto socio-ambiental de los incendios, sus causas y consecuencias. Con la mirada puesta en el antes y el después, explica también las obligaciones legales nacionales e internacionales que tienen los gobiernos de “aplicar planes de restauración para que esos bosques vuelvan a brindar sus servicios ecosistémicos”, indispensables para el equilibrio ambiental y las economías regionales.

Por Lucía Maina Waisman para La tinta

La velocidad del fuego que avanza, las llamas que devoran algarrobos y espinillos, la desesperación naranja que rodea a pueblos rurales y familias campesinas siguen siendo el aquí y ahora de diferentes regiones de la provincia de Córdoba. Sus huellas, sin embargo, tienen otro tiempo, se hunden en el pasado de un territorio ya degradado por el desmonte y un futuro que pide paciencia para que rebrote lo posible. Desde sus largos años de trabajo en defensa del monte nativo cordobés, la ingeniera forestal Natalia De Luca describe el panorama completo: desde el estado de los bosques en las zonas incendiadas y la capacidad de resistir el fuego de especies que llevan siglos de evolución, hasta el modelo productivo que arrasa el suelo provincial mientras que leyes locales y convenios internacionales que obligan a conservar y restaurar los bosques incendiados frente a la urgencia del cambio climático y la pérdida de biodiversidad.

—¿Qué magnitud tienen los incendios que estamos viviendo en el territorio provincial?

En lo que va del 2020 se han incendiado más de 40 mil hectáreas, pero los datos no están del todo actualizados. La cantidad de hectáreas afectadas es un número parcial porque todavía están trabajando hidrantes en el norte del Valle de Punilla, en Ischilin también, y hasta el martes a la tarde había fuegos activos en Sierras Chicas. Además, no olvidemos que el mes pasado hubo fuegos en Tulumba, José de la Quintana y todavía tenemos unos meses con alto riesgo de incendio hasta que empiecen las lluvias, a fines de octubre generalmente. Entonces, una vez que se apaguen estos focos hay que poner todos los esfuerzos en que no haya nuevos, porque el viento puede hacer que las 40 mil hectáreas se tripliquen. En el año 2013 hubo 100 mil hectáreas afectadas en toda la provincia, que fueron los incendios de Yacanto y Sierras de Comechingones. Hay antecedentes de siniestros de una magnitud igual o peor que la de este año, y eso deja en evidencia que no se han tomado los recaudos ni la prevención para que no vuelvan a suceder.

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(Imagen: UNVM)

—¿Qué características tienen los bosques y las zonas afectadas por el fuego en este momento?

Es variado. La zona de Villa Albertina e Ischilín que empezó al este, en la ruta 9, y se fue al oeste, acercándose a la ruta 38, son zonas de serranías no muy altas, de bosque serrano que sufre periódicamente el fuego. Entonces ese bosque tiene un estado de conservación medio, que en algún momento tuvo arboles de más de 5 metros de altura y hoy es monte bajo y abierto, por la frecuencia de incendios que se combina con el pastoreo. Pero no por eso esos bosques deben ser desestimados, están cumpliendo una función ecosistémica vital para sostener la producción de pequeños productores ganaderos y de captación de agua y filtración de lluvias en un clima semiárido.

—¿Qué consecuencias sociales y ambientales traerán los incendios en estos lugares?

Hay que analizar a corto, mediano y largo plazo. A largo plazo los incendios reiterados lo que hacen es que el ambiente en vez de recuperarse se vaya degradado: a un ambiente que tiene la capacidad de regenerarse y restaurarse a sí mismo no le damos el tiempo y va perdiendo biodiversidad, funciones ecosistémicas y servicios ambientales de producción, de soporte y de regulación de los factores climáticos. Eso se observa en el tiempo. A corto plazo repercute directamente sobre la economía y la salud de los pobladores de la región. Al ser zonas rurales donde en muchos casos la economía de subsistencia es la ganadería, mucho ganado se muere, y el que sobrevive no tiene oferta de forraje y muere de inanición. Entonces llega el empobrecimiento de las familias que no reciben apoyos para pasar este trance de perdida de la producción ganadera. Además, si los pequeños productores reciben ayuda económica para sostener su ganado, eso le quita presión al sistema natural para que pueda regenerarse.

Otra consecuencia es la salud de las personas, ya estamos viviendo una situación de pandemia y la población de la región donde suceden los incendios está respirando humo y cenizas, las cenizas después siguen volando, igual que las partículas del suelo, y eso es muy perjudicial. También hay que mencionar que muchas de las familias de la ruralidad se alimentan de plantas y medicinas del monte, y lo que se quemó quizás rebrote el año que viene pero este año la algarroba, el mistol, el chañar no van a dar frutos, y eso es algo que completa la alimentación de las personas porque tiene mucho valor nutricional, y también se usa para alimentar al ganado.

—¿Cómo y cuándo podría recuperarse todo el territorio afectado por los incendios?

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(Imagen: La tinta)

Esto depende de la situación en que se encuentran los lugares que se quemaron, porque no es lo mismo la recuperación de un bosque que de otro. Al norte del Valle de Punilla, por ejemplo, el fuego entró a bosques en excelente estado de conservación, que hacía 50 o 100 años no se quemaban. También depende de la forma que tuvo el incendio en cada lugar: si pasó rápido y hubo menos intensidad se quema menos material y la recuperación es más fácil, pero si quedó más tiempo actuando y un monte se convirtió todo en cenizas es muy difícil porque no quedó material vegetal vivo y si se quema el suelo ya es una situación muy extrema, porque muchas de las especies nativas están adaptadas al fuego. No olvidemos que el fuego es parte de la naturaleza, está presente en nuestros ecosistemas, pero no con la frecuencia de estas últimas décadas. Sucede cada 100 años, 50 años, y el monte a lo largo de los miles de años de evolución se ha ido adaptando a ese disturbio natural, entonces tiene forma de reaccionar a él, a través del rebrote o de la resistencia de semillas: que el banco de semillas del suelo sobreviva es fundamental porque es lo que va a dar la regeneración. Por otro lado hay especies que tienen mecanismos de adaptación al fuego y de resistirlo, entonces quizás hasta la segunda o tercera lluvia parece que sigue todo muerto y en enero o febrero vemos como rebrota con fuerza el espinillo, el molle, los cocos, los algarrobos.

Podríamos hablar de distintas situaciones, como pasa con la pandemia que estamos viviendo: hay una población de riego que es más susceptible y si sufre la enfermedad tiene riesgo de muerte, que en general existe para quien ya sufrió alguna enfermedad. El bosque es lo mismo: si ya sufrió muchos fuegos, sobrepastoreo, extracción de leña, le va a costar más recuperarse. El bosque también tiene su sistema inmunológico, es como un gran organismo, entonces dependiendo de su estado de conservación al momento del fuego la respuesta será inmediata o le costara más recuperarse. Por eso lo importante es darle tiempo al sistema natural a que se recupere solo, evitando nuevos fuegos, sobrepastoreo, y las especies exóticas invasoras.

“El resto es cuento”

Días atrás el gobernador Juan Schiaretti responsabilizó en un tweet al clima seco y ventoso de la época por los incendios que avanzan en la región, lo que le valió la crítica de diversos sectores y organizaciones ambientales. Sin embargo, la crítica también surge de la propia voz oficial de su gobierno, que en una campaña de 2018 publicaba un video con la siguiente frase: “El 99% de los incendios forestales son causados por el hombre. El resto es cuento”.

Allí apunta Natalia De Luca en relación al debate sobre las causas de los incendios actuales: “No lo digo yo, ya lo dicen oficialmente: en las campañas de prevención de los últimos años la misma voz oficial dice que los incendios son causados por el hombre. Entonces, si hay un reconocimiento de que los fuegos son intencionales, y algunos accidentales pero siempre de la mano de una persona, con más razón hay que trabajar en la prevención y el control”.

 

El 99% de los incendios forestales son causados por el hombre. El resto es cuento.

Denunciá columnas de humo 0800 888 38346 (FUEGO) #CórdobaEntreTodos

Publicado por Gobierno de Córdoba en Jueves, 31 de mayo de 2018

 

En relación al Plan Provincial de Manejo del Fuego, la ingeniera forestal destaca que la escasez de recursos públicos lleva muchas veces a descuidar el monte: “En cualquier plan hay prioridades, y la prioridad son los fuegos de interfaces, porque es donde hay riesgos de perder casas y vidas. Y el bosque en esa lista de prioridades está al final, cuando los recursos son escasos es lógico que sea así, pero también tiene que haber recursos para frenar los incendios forestales, sobre todo en los bosques de mejor estado de conservación, en zonas rojas y amarillas. Además hay una ley de bosques con fondos que justamente deberían ser destinados a las campañas de prevención de fuego en el monte”.

—Desde tu trabajo y trayectoria en relación al Ordenamiento Territorial de Bosque Nativo y las luchas que se vienen dando en nuestra provincia desde hace años por la Ley de Bosques ¿cómo consideras que influyen esos procesos en este contexto de emergencia y en las medidas hacia adelante?

Hay una situación que es importante aclarar, que es que las categorías no cambian aunque el bosque se vea afectado por el fuego: si el bosque esta en categoría de conservación roja o amarilla hay una obligación de restaurarlo, porque si está en esa zona es porque está brindando servicios fundamentales para el equilibro ambiental de la región. Por los criterios de la ley, en esas zonas están los bosques de mayor categoría de conservación, donde no se pueden hacer desmontes, y allí es donde habría que focalizar los planes de prevención, ya sea por incendio, caza furtiva, sobrepastoreo, siempre equilibrando con las economías regionales. Si el fuego arrasa sobre esas zonas amarillas y rojas, deben ponerse esfuerzos en aplicar planes de restauración, para que esos bosques vuelvan a brindar sus servicios ecosistemas para el equilibrio ambiental y las economías regionales que dependen del bosque y de cómo este regula las precipitaciones, las temperaturas y los vientos, factores fundamentales para la producción.


«Hay una obligación, desde lo legal, de mantener los servicios ecosistémicos de esas zonas. Además hay acuerdos internacionales que los países que suscriben están obligados a cumplir: Argentina firmó un convenio sobre biodiversidad y la meta que empieza este año tiene que ver con la restauración de bosques nativos, porque ya conservar no alcanza, hay que restaurar».


Un estudio de la FAO llegó a la conclusión, a grandes rasgos, de que para que no haya catástrofes climáticas, poder mitigar la pobreza, garantizar la producción de alimentos y la salud pública en ambientes como el de Córdoba, el territorio debe conservar el 25% de sus ecosistemas nativos en buen estado de conservación. Con todo el monte que ha perdido nuestra provincia, es vital que el bosque que queda hoy, por donde pasó el fuego, se recupere para que llegue a tener un buen estado de conservación.  

(Imagen: La tinta)

—¿Cómo se relaciona esta situación de emergencia ambiental que se manifiesta en los incendios con el desmonte que sufre Córdoba desde hace décadas por el modelo productivo dominante?

Si ya hay una voz oficial que en los últimos años asumió que los incendios son intencionales habría que analizar en dónde está esa intención, y sabiendo cuál es el modelo económico productivo imperante, de ahí surge la respuesta. Pero son presunciones, porque no hay suficiente investigación en ese sentido: las denuncias se cajonean, no avanzan las investigaciones en la Justicia.

Igualmente tenemos varios elementos de análisis que nos hacen pensar que detrás de esto hay intereses económicos que tienen que ver con el modelo productivo que no quiere adaptarse a la situación socio ambiental de la provincia, que es muy grave, y que pone por encima la máxima rentabilidad económica a corto plazo.

Eso obviamente es incompatible, conseguir la misma rentabilidad significa degradar el ecosistema, y cuando se degrade, los intereses puestos en esta región irán a otra porque la rentabilidad ya no será la misma; así funciona también el desmonte, por eso avanza. Y lo único que queda en el territorio es pobreza de las personas y degradación ambiental. Hay que priorizar las economías regionales de los habitantes del territorio más que las grandes empresas que hacen su negocio mientras le cierran los números y después se van a otro lado.

*Por Lucía Maina Waisman para La tinta.

Palabras claves: ambiente, Bosque nativo, incendios forestales, Natalia De Luca

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