Este 17 de agosto, la derecha argentina volvió a utilizar la figura de José de San Martín y la bandera nacional para seguir presionando por su actual demanda política: de no hacerse cargo de la crisis económica en nombre de la libertad.
Por Guillermo Cieza para Contrahegemonía Web
En nuestro país, como en todos los lugares del mundo regidos por la lógica del capital, la derecha disputa el sentido de cada fecha, prócer, símbolo o palabra que tenga algún valor para el pueblo. Y el grado de apropiación de esas fechas, próceres, símbolos o palabras es una referencia del nivel de dominación que ejerce el capital y sus expresiones ideológico-políticas sobre los pueblos. A modo de ejemplo, la figura de José Martí y la bandera cubana son patrimonio indiscutible de la gesta revolucionaria encabezada por Fidel. La figura de Simón Bolívar y la bandera venezolana son patrimonio del chavismo. En la Argentina, no sucede lo mismo y, por ahora, la oligarquía parece haber ganado la batalla.
Resulta difícil asociar la figura de José de San Martín a nuestra derecha oligárquica.
Ya sólo el aspecto físico de San Martín, su color de piel y su nariz aguileña que denunciaba su procedencia mestiza, generaban desconfianza en las élites porteñas. Para la oligarquía porteña, San Martín fue “el soldadote”, para la oligarquía limeña, “el cholo de las Misiones”. Es cierto que se casó con una Escalada, una familia adinerada y de linaje por pertenecer a las fundadoras de Buenos Aires, pero también con la excepcionalidad de que era una familia patriota. Dos hermanos varones de Remedios: Manuel y Mariano, fueron a la guerra. Las élites porteñas, lo mismo que la oligarquía cuyana, no mandaban sus hijos a la guerra. Sobre ese tema escribirá San Martín: “Los ricos y los terratenientes se niegan a luchar. No quieren mandar a sus hijos a la batalla. Me dicen que enviarán a tres sirvientes por cada hijo, sólo para no tener que pagar las multas. Que a ellos no les importa seguir siendo una colonia. Sus hijos quedan en sus casas, gordos y cómodos… un día se sabrá que nuestra patria fue liberada por los pobres, y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros, que ya no volverán a ser esclavos de nadie“.
En la década del 70, el desarrollo de movimientos revolucionarios en la Argentina puso en disputa la figura de San Martín por cuestiones programáticas, pero también por cuestiones que hacían a la concepción del ejército.
San Martín luchó por la independencia política del país y de Nuestramérica, por lo que no podía ser reivindicado por las Fuerzas Armadas que habían llegado al poder con el golpe militar de Onganía de 1966 y que eran totalmente subordinadas a las políticas de Estados Unidos. San Martín tenía una formación militar clásica europea, pero reivindicó la noción de ejército como “pueblo en armas”. En contradicción con otros militares de la época como Rondeau o Arenales, San Martín podía integrar en su estrategia militar las guerrillas mestizas que lideraba Güemes o las tropas originarias que acompañaban a Manuel Padilla, Juana Azurduy o José Miguel Lanza. Todas las organizaciones armadas de los años 70 reivindicaron la concepción de “pueblo en armas”, la figura de San Martín y la bandera nacional.
Para conocer el pensamiento de San Martín, es conveniente repasar documentos históricos como su proclama al Ejercito de los Andes:
“Compañeros del Ejército de los Andes: Ya no queda duda de que una fuerte expedición española viene a atacarnos; sin duda alguna los gallegos creen que estamos cansados de pelear y que nuestros sables y bayonetas ya no cortan ni ensartan; vamos a desengañarlos. La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada. La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos. Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje“.
La primera observación es que San Martín era un militar que daba a sus subordinados el trato “compañeros”, la segunda es que valoraba a los originarios como sus “paisanos”, la tercera es que los interpelaba a luchar por la libertad, aunque les falte casi todo.
El trato de compañeros es coherente con la concepción de “pueblo en armas”. Llamar a los originarios como “sus paisanos” se correspondía con la mirada que tenían los líderes independentistas más lúcidos sobre los pueblos preexistentes que consideraban sus luchas como una continuidad de la resistencia originaria a trescientos años de dominación europea. Los pueblos originarios eran, desde esta concepción, “compañeros de lucha” como los guaraníes, charrúas, aymara y quechuas que formaban parte de los ejércitos independentistas, o eran “aliados” como los mapuche. La interpelación a los pueblos a luchar por la libertad, aun en las peores condiciones, tiene que ver con una mirada, también en disputa sobre la identidad de los pueblos.
San Martín, Simón Bolívar, Juana Azurduy, Artigas, tenían una confianza enorme en los pueblos americanos, en oposición al mensaje de años de colonización que los caracterizaba como flojos, cobardes, bárbaros, salvajes, vagos, caníbales, etc. Doscientos años después, Hugo Chávez va a plantear esta cuestión de la identidad sobre la mesa: “Durante años, nos dijeron que somos un pueblo de flojos y no es así. Somos un pueblo de libertadores“.
La oligarquía argentina ha tenido otras miradas sobre nuestros pueblos. Vale la pena leer la opinión de Domingo F. Sarmiento, a quien han reivindicado como prócer de la Educación, que escribía: “Se nos habla de gauchos… la lucha ha dado cuenta de ellos, de toda esa chusma de haraganes. No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esa chusma criolla incivil, bárbara y ruda es lo único que tienen de seres humanos”. Carta de Domingo F. sarmiento a Bartolomé Mitre. 20 de septiembre de 1861. Y también: «¿Lograremos exterminar a los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”. El Nacional 25 –nov – 1876.
Como se advierte al leer estas citas, la disputa sobre la verdadera identidad de nuestro pueblo es antigua. En otras palabras: ¿quiénes somos los argentinos y argentinas? ¿Quiénes somos los y las americanas que vivimos al sur del Río Bravo? Estas preguntas han tenido históricamente dos versiones en pugna: la de quienes apostamos a cambios revolucionarios o la de la derecha oligárquica. Esa disputa también está vinculada a cómo juzgamos determinados acontecimientos históricos:
¿Qué fueron las luchas independentistas? ¿Una continuidad de las rebeliones originarias, sustentadas por un nuevo sujeto social popular pluriétnico? ¿O una anécdota local de las disputas entre europeos a principios del siglo XIX?
¿Cuándo nació la Nación Argentina? ¿Con las luchas independentistas o al conformarse el Estado oligárquico y la invasión a territorios mapuche?
¿Qué ocurrió en la década del 70? ¿Fue una arremetida revolucionaria que no pudo concretarse? ¿O una década de locura y muerte?
¿Qué ocurrió en diciembre del 2001? ¿Fue una rebelión popular luminosa? ¿O fue un infierno, del que por suerte pudimos salir?
Resumiendo: ¿qué es lo que define la identidad de un pueblo? ¿Sus batallas heroicas por ser más libres y más dignos, incluidas sus derrotas; o los crímenes de sus oligarquías?
Tenemos que elegir entre esas dos versiones. La derecha argentina y todo el pensamiento burgués no se equivoca nunca cuando le hacen esas preguntas. Y se atribuyen lo propio y lo ajeno.
En la disputa de sentidos de nuestra historia, este 17 de agosto permite sacarnos una foto.
–La derecha va a apropiarse de la fecha movilizándose por sus demandas políticas y apropiándose de San Martín y la bandera nacional.
–Nuestra izquierda herbívora y avergonzada va a quedarse muda, o peor aún, va a hacerse cargo de que San Martín y la bandera nacional le pertenecen a la derecha.
–El Partido de gobierno va a reclamar por el robo de la fecha y la bandera, más desmovilizado que nunca, y es de esperar que no hable el Presidente porque puede suceder que vuelva a reivindicar a Domingo F. Sarmiento.
–Esperamos escuchar otras voces.
*Por Guillermo Cieza para Contrahegemonía Web, publicada el 16 de agosto.