Leo Oyola: “En la dificultad, aparece la creación”

Leo Oyola: “En la dificultad, aparece la creación”
24 julio, 2020 por Gilda

En plena pandemia y cuarentena, salió la nueva novela de Leonardo Oyola, Ultra/Tumba, que narra la relación de una interna y una guardiacárcel en medio de un motín y un ataque de zombis. Aquí, el escritor cuenta la experiencia de publicar un libro en este contexto, el proceso de creación de los personajes y la importancia de la música para su inspiración.

Por Pablo Giordana para La tinta

La última vez que Leonardo Oyola estuvo en Córdoba fue para una Feria del Libro en 2017. Allí, lo entrevistamos en el bar del Cabildo, mientras tomábamos una cerveza y charlábamos entre escritores y lectores que iban, venían y paraban a saludar. Hoy, esas escenas parecen de otro mundo. Los encuentros son reducidos, las salidas por terminación de DNI y las entrevistas… por videollamadas.

Después de enviar el link del encuentro por Meet un par de veces, pudimos contactarnos con Leonardo, que también contó sus peripecias con la tecnología y recordó la sesión de fotos con La tinta. Sus alumnxs del taller de escritura todavía usan una de las imágenes de ese día como meme.

En el mes de junio, en plena pandemia y cuarentena, salió la última novela de Oyola: Ultra/Tumba. Uno de los casos excepcionales de la industria editorial argentina. En marzo, el libro ya estaba impreso e iba a ser novedad de abril, pero se publicó primero en e-book y, luego de varios meses, recién se repartió en las librerías.

Se trata de una historia de amor entre una interna y una guardiacárcel que deciden terminar su relación el mismo día que estalla un motín, se arma una pelea entre distintas facciones que se disputan el poder en el penal y, encima, aparece un grupo de zombis. Como dice al final de las películas: “Todos los hechos narrados son ficcionales y cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia”.

(Imagen: Colectivo La tinta)

—Pareciera que los encuentros como el que tuvimos en la Feria del Libro quedaron muy lejanos, más allá del tiempo que pasó. ¿Cómo estás llevando la cuarentena?

El neumonólogo me llamó en marzo y me dijo: “Vos llegás a pescar esto y es embromado”. Entonces, no he salido de mi casa ni tampoco me angustia no salir. Y todo quedó lejos, pero me considero en una situación de privilegio. Después de haber llorado por todo lo tecnológico, la verdad es que estoy en una casa con linda calefacción, tengo libros a cagarme, libros que me faltaba leer. Y mirá lo que estoy diciendo: lujos para uno y para pasarlo bien adentro. Recién después de los tres primeros meses, estoy volviendo a escribir. Al principio, pude concentrarme para leer. Suelo leer mucho habitualmente, pero estoy leyendo mucho más. Viendo películas y series con mi compañera, pero no me podía abstraer para escribir.

—¿No pudiste escribir nada en este tiempo?

No podía ir a la ficción. Extraño mucho a mi nene, extraño a mis viejos que quedaron lejos. Con mi hermano, que también está lejos, tenemos más comunicación virtual y, en una de las flexibilizaciones, llegó a venir haciendo reparto de comida. Pude verlo desde lejos aunque sea, pero era raro porque es mi hermano, ¡cómo es que no estoy abrazándolo!

De a poco, viendo como venía la mano, pude encontrar de vuelta el alivio de la escritura, pero también coincide con el momento más fulero que estamos pasando en Capital y el Gran Buenos Aires, todo lo que ahora están llamando el AMBA. También porque lo dejé de vivir como un partido, como si fuera un mundial, que el día a día era ir viendo los resultados, comparando con los otros países y ver que veníamos medianamente bien. Después, empezaron las muestras de divisiones, que acá se sienten un montón, y vi que en Córdoba también. Me engrano mucho con eso y, de a poco, lo pude ir asimilando.


«Ahora, ya pude meter la cabeza en escribir, pero no por el tema de aprovechar este tiempo que estamos adentro, sino como fue siempre: para uno y después vas viendo, pero no trato de pensar ni en las cosas que perdimos ni en cómo será que volvamos».


—Tampoco va a ser fácil hacer nuevamente ferias del libro, al menos, por un tiempo… 

Ese es un buen momento para el encuentro con lectores que habitualmente no te vas a cruzar. Yo he tenido la suerte de ir bastante a Córdoba –pero que es un número chico al lado de lo que me gustaría ir-, entonces, todo esto lo empezás a mirar, pero también creo que hay que ser realista desde lo que es nuestro rubro. Lo último que va a tener subsidios es cultura y está bien que sea así, porque, antes, tenemos que poner todas las pilas en salud y, después, en educación, pero en salud primordialmente. Ojalá que salga lo de la vacuna y que no nos pase lo de países, supuestamente del primer mundo, de tener que decidir o tener los hospitales colapsados. Por eso, no puedo entender a la gente anticuarentena, que sea tan irresponsable, tan egoísta. Este año ya no lo cuento, así que ahí me pongo egoísta y digo: “Yo no me subo a un micro hasta que no estén las garantías dadas de que ya pasó todo”, pero vamos a tener que salir nosotros a parar la olla desde otro lado.

(Imagen: Colectivo La tinta)

—Sacaste el libro en medio de una pandemia mundial y salió primero en formato digital. ¿Qué te queda de la experiencia de publicar en estas condiciones?

Siempre sostengo que toda la suerte que me fue esquiva en mi vida en todos los aspectos, en lo literario, siempre la he tenido. Tuve la suerte de que eran pocos los libros nuevos y fue rarísimo. Pienso que con Kryptonita, que fue mi libro más exitoso en el paso del tiempo, salieron muchas notas a lo largo de seis meses y, después, se renovó cuando fue elegido libro del año. Con este, fue concentradísimo: 40 días al palo. Salió en todos los medios que tenía que salir: grandes, medianos, televisión, radio, y eso creo que también me sacó un poco del modo cuarentena y, cuando terminé con eso, me largué a escribir.

—Te oxigenó un poco, digamos…

Sí, porque me llevó de vuelta la cabeza hacia la ficción. Y eso fue como muy raro, pero, a la vez, hiper bienvenido. La editorial, en esa flexibilización, también se anima a distribuirlo y eso es importante porque la pegó, pero creo que se la jugaron. Me parece que, en ese momento, ya habían pasado casi dos meses de la cuarentena y como que la gente quería alguna otra cosita que no tuviera que ver con la cuarentena. El mío salió en ese momento e, incluso, más de un trasnochado dijo que lo escribí en cuarenta días por el tema del motín, que también era algo que pasaba.

—Es que, justo en este contexto, sale un libro de un motín y zombis, y, en muchos medios, lo asociaron con el tema de la pandemia, pero está muy lejos de eso…

Había un asidero real que era que justo se hablaba de lo que es contagiarse, enfermarse y morir en una unidad penitenciaria, y la novela tiene eso. Si bien los que más se visibilizaron fueron los motines en las cárceles de hombres, también había huelgas de hambre en las unidades penitenciarias femeninas, pero esas son coincidencias. Yo que coqueteo con lo fantástico y los colegas que hacen ciencia ficción o terror, después de esto, nos quedamos cortos.

(Imagen: Colectivo La tinta)

Los talleres literarios en las cárceles

Pese a no tener ninguna red social, Leonardo recibió numerosos comentarios de los lectores en su mail y celular. “Estoy contento con la aceptación que tuvo. Muchos me dijeron que los llevaba a salirse de lo que estaba pasando y, a la vez, también preguntarse lo que ocurre con la gente que está pagando un precio muy alto por haberse equivocado, que está cumpliendo condena. Por ese lado, estoy contento, pero, por otro lado, y ni lo quiero pensar, me da mucha tristeza que, de ahora en adelante, todo termine siendo virtual. A mí me encanta poder ir a acompañar al libro y lo que nos pasa a todos los autores en las ferias del libro son esas oportunidades, que se te acerquen personas a charlar del libro desde otro lugar. Eso me faltó. No haberlo visto en las librerías, ese es un momento como en la nursery. Lo ves ahí en la vidriera y es como si lo estuvieras viendo al bebé cuando nació. Eso lo extraño”.

Además, Oyola cuenta que tenía muchas ganas de presentarlo en las unidades penitenciarias donde había leído parte del trabajo que estaba haciendo y le “tiraron ciertos centros” para escribir la historia, para llevar ejemplares como donación a las bibliotecas y charlar con las internas. “Lamentablemente, eso es algo que no se va a poder hacer por un tiempo importante”, señala y agrega: “Esto no es por una cuestión publicitaria, sino de gratitud por la salida del libro, por la ayuda que me dieron y para tener un momento bueno ahí adentro, que es lo que más escasea”.

En ese sentido, entre los agradecimientos del libro, Leonardo destaca su “gratitud y admiración para cada una de las coordinadoras y cada uno de los coordinadores de talleres de escritura dictados en el interior de una unidad penitenciaria. Por su trabajo. Por su compromiso. Por esa entrega amorosa. Por permitirnos conocer palabras tan conmovedoras como son las escritas y pronunciadas por las colegas y los colegas que se encuentran privados de su libertad”.

—¿Qué papel creés que cumplen esos espacios dentro de la cárcel?

Un trabajo importante de oxigenación y de hacer recordar que no sos sólo lo que hiciste y por lo que estás cumpliendo condena. Y también para hacer notar que hay posibilidad en otras cosas y, sobre todo, también de exorcización.


«La escritura de rejas para adentro tiene que ver con largar bronca, largar veneno, largar tristeza, pero después, de a poco, van apareciendo esos elementos que lo pueden ir llevando hacia la ficción. Pero siempre el comienzo va a ser autobiográfico».


Salir del área de confort

La narración real que da origen a Ultra/Tumba estaba protagonizada por un dealer y un oficial de la policía bonaerense que estaban “curtiendo” en la casilla de un asentamiento marginal y un  grupo de muchachos los atacó para robarles, pero “lo que menos pensaban era que lo iban a encontrar con un cana”, dice Leo. El policía repelió el asalto a los tiros con el arma reglamentaria por lo que tuvo que prestar declaración en la justicia y se destapó la historia. “Ahí la novela se llamaba Romero y el dealer era paraguayo. Yo le quería poner Romero porque es un apellido común en la colectividad paraguaya y también como un homenaje al padre del cine zombi, pero se me agotaba. Cuando empecé a ir a las unidades penitencias me di cuenta que podía ser ahí, sobre todo cuando empecé a ir a las femeninas y que todas las protagonistas tenían que ser chicas, porque ahí está el riesgo. Esto lo pensé en 2012 y para salir de mi área de confort”.

—En ese sentido, todas las protagonistas son mujeres. ¿Cómo lo trabajaste con el lenguaje y, además, la propia jerga carcelaria?

Yo me concentré mucho con Ultra/Tumba en que quería contar una historia dentro de lo que es el género literario y estos dos subgéneros específicos como son el carcelario y el zombi dentro de las reglas y de lo que se le pide a eso, para ver hacia donde lo podía estirar y hasta donde podía jugar con algo que para mí es central, que es una historia de separación. Todas las separaciones son complicadas, todas. Entonces, para mí era embarrar cada vez más la cancha. A la historia de separación se la ponés a una pareja de amantes, donde ya es todo un tema separarse. Y si de verdad termina la relación y las dos personas tuvieron códigos, es un trago amargo que vive uno solo, no es como una relación formal que se enteran los familiares, los amigos y uno tiene con quien hablarlo. A eso sumarle que era en una unidad penitenciaria, un lugar donde inevitablemente te ibas a seguir viendo día a día. Para mí eso tenía que jugar en espejo, es decir que podría suceder en una oficina entre dos compañeros de trabajo casados por ejemplo, pero jamás lo pensé en términos de heterosexual, homosexual o lo que sea. Siempre pensé en que eran amantes y a otro tema.

Con respecto al lenguaje carcelario, Oyola subraya que en todas sus visitas a las cárceles se encontró con los mismos modismos. En la Capital, en el interior de la Provincia de Buenos Aires o en otras localidades del país. “Hay cosas que no te digo que son universales, pero sí federales. Por ejemplo, decidí dejarle ‘las infanto’ porque el término lo escuché por primera vez en una unidad, pero en otras tenían otro tipo de vocabulario y le decían ‘las infanta’. Mi conclusión era que si en la mayoría de los lugares le decían ‘las infanto’ tiene que ver no sólo con que es un término o un mote que se arrastra desde hace mucho tiempo, sino que dentro de los códigos tumberos y en las unidades penitenciaras femeninas el peor crimen es matar a un hijo, a un niño, a un infante, entonces le quise conservar esa ‘o'».

Sin embargo, el escritor aclara que en ningún momento se le ocurrió desarrollar los significados de los términos que se utilizan en la jerga carcelaria. “Cuando empezaba a explicarlas me parece que iba a perder la novela, el ritmo que tiene, pero también la propuesta de que uno lo está mirando desde afuera. A mí también me ocurría eso al principio. Entrar a una unidad penitenciaria, estar charlando y darme cuenta de que estaba perdido por la jerga, después me fui calibrando y entendiendo todo. Me parece que eso es lo que ocurre un poquito con Ultra/Tumba y quise preservar el lenguaje de ellas cuando se torean y se insultan. No quería poner que la Ñeri Graciela le dijera a la Peke ‘vos te haces la cocorita, pero si no tuvieras un macho detrás no serías nada’. Eso resumido es cuando la trata de ‘cortachurro’.  Para las chicas eso es algo terrible. Es un insulto delincuencial tremendo, concentradísimo en una palabra. Para qué lo voy a explicar”, apunta Oyola.

Vienen zombies

“Cuando uno escribe, interpreta también a los personajes”, dice Leo. En el caso de Ultra/Tumba las principales son dos: por un lado, Marcela Saborido, “La Oreiro”, uruguaya, “una mujer privada de su libertad”; y por otro lado, La Turca Medina, “representante de la ley”.

La Turca está casada y es amante de una interna. El día que terminan su relación en un cuarto de la unidad de acercamiento hay una banda en el patio cantando «Si no te hubieras ido sería tan feliz…». Pero se desata un motín y la pelea entre dos bandos: el de la Ñeri Graciela y el de la Peke.

El equipo de la Ñeri Graciela forma con La Oreiro, Córdoba y Baldosa.    

Las Culisueltas, el equipo de la Peke, está integrado por Foco&Foquito, la Gede y la Pelada.

Se quieren disputar el control del penal y para eso uno de los grupos no podrá estar más allí, y no necesariamente porque salieran en libertad.

Pero, pero, pero, aparece en escena la Hermana Irma María Da Graça, la capa del pabellón de las evangelistas, en su silla de ruedas empujada por Maracaná y un ejército de resucitadas.

Lo que sigue es tiros, lío y cosha golda. No se salva ni el Sapo Pepe.

—Cada personaje tiene sus propias características. ¿Cómo fue su construcción?

(Imagen: Colectivo La tinta)

Eso lo quería privilegiar en ellas, como por ejemplo en el personaje de Córdoba. Hay cosas que le sentía a ustedes, que son re buenos para los apodos y encima son kilométricos, re largos, pero cuando los entendés, ya está. Me acuerdo la primera vez que escuché que a un rengo le dijeron pata con hipo, me morí. Me encantó, porque vos tenés la descripción gráfica ahí. Yo sabía que era una novela donde iba a haber mucha descripción física, que incluso Córdoba aparece por ese gag. Podría haber sido paraguaya, correntina, pero me encantaba tanto el patas con hipo que tenía que usarlo. Además, he tenido muchas cosas lindas con la provincia, a las cosas que me han llevado, con los colegas con quien he compartido allá. Pero esa forma de hablar de ustedes, la tonada, me gustaba para ella.

Todos amamos a Córdoba, pero la condena que tiene es gravísima. Lo que haya hecho es requeteduro, pero también es importante decir eso, que ella no es sólo lo que hizo. Ella es esa mujer enamorada, es esa compañera de fierro que se puede haber equivocado una, dos, tres veces, lo que sea, pero está cumpliendo condena. No nos olvidemos que ella y todos y todas las que están cumpliendo condena son seres humanos. Sí, se la va a tener que morfar, pero que sea en las mejores condiciones posibles, no esa condena que da la sociedad de que se pudran adentro. Ya al pasar un año adentro te pudriste el alma.

—Volviendo a los personajes, hay otra que es uruguaya, otra que pareciera ser de un estrato económico alto, entonces la cárcel es ese lugar donde caen todas, no importa su procedencia y que aglutina diferentes orígenes y capas sociales…

Me parece que era importante mostrarlas adentro y que uno como lector fuera reconstruyendo sus cosas. Esto de las diferentes localidades o provincias o de donde viene cada una, también me parece que está hablando un poco de que no tienen todos los mismos orígenes y te das cuenta que adentro es un popurrí de conectividades, porque mucha gente viene queriendo probar suerte a Buenos Aires, tienen todavía ese encantamiento o falso brillo. Entonces me parece que estaba piola tratar de meterle eso, pero no explicarlo. 


Leonardo también cuenta que sacó a un personaje de la historia (CJ) porque se dio cuenta que se había encariñado mucho con ella e iba a ser una de las primeras en morir. “Ella no iba a estar preparada para el motín ni para lo sobrenatural y me iba a dar mucha pena matarla”, dice.


“No tenía en claro quienes iban a morir en la novela cuando la empecé. En un momento sabía que tenía que morir la Turca o la Oreiro, en otro sabía que tenía que morir la Ñeri o la Peke, pero era como que iban formando binomios, no iban a poder quedar vivas las dos o cosas así. Y por eso la saqué a CJ, porque quería sentir eso de entrada”. Para su suerte, CJ se mudó al libro Nunca corrí siempre cobré y fue la protagonista del cuento “La más linda del baile”.

(Imagen: Colectivo La tinta)

—En cuanto a lo sobrenatural es un recurso interesante porque no es un virus, sino que tiene que ver con una cuestión más religiosa. ¿Por qué se te ocurrió darle esa vuelta? 

En 2012 ya había contado que quería hacer esto con zombis y para mi cumpleaños me regalaron un libro increíble que recopilaba un montón de historias de zombis y un análisis tremendo de Jesús Palacios sobre cómo cambió la literatura y la cinematografía zombi a raíz de La noche de los muertos vivos de George Romero. En todo lo anterior y en el mismo término zombi, que se acuña en el Caribe, estaba muy presente lo religioso. La persona que, en teoría, hacía volver al zombi era un sacerdote que se lo conocía con el nombre de bocor. Empecé a indagar en el bocor y tiene todas las características de un pastor evangelista hoy. Así que pensar en los feligreses como zombis por un lado me cuadraba y también quería mostrar eso porque es todo un tema la religión adentro de las unidades penitenciarias. 

En las pelis de zombis me parece interesante ese asunto de que tampoco explican la formación, pero siempre intuís que es algo del gobierno, algo de los milicos. En el caso de la Hermana Irma. ¿De verdad ella tiene el poder?, sólo con esa fe y dirigiendo la fe de los que están ahí puede mantenerlos a todos adentro o hay algo también que le pudieron dar las mismas autoridades del penal para lograr esto y no sólo haber hecho la vista gorda para que avance. Eso me parece que está lindo, que uno como lector saque las conclusiones que quiera.


«Sin ir más lejos, esta mierda no creo que sea sólo que no cocinaron bien al espiedo al murciélago. Pero cuándo vamos a saber la verdad sobre eso. Nunca la vamos a saber».


Ultra/Tumba está escrita casi de manera cinematográfica, ¿influyó en el lenguaje que usaste para esta novela el haber participado en la película de Kryptonita o en la serie Nafta Súper? 

Creo que en esta novela es más ordenado el tema de locaciones. Hay cosas de lo que me tocó participar de aquello en las que aprendí mucho y traté de incorporarlas a lo que hago. Para mí fue muy fuerte laburar codo a codo con el departamento de arte, con el de fotografía y con vestuario, porque te das cuenta que ellos también están contando desde lo suyo. Ya que esta novela era en tercera persona y me permitía eso, me parecía importante poder describir. Como si dijeras “voy a poner la cámara acá y así lo voy a contar”. También me focalicé en el tema de la ropa, pero todavía no pude capturar bien lo que hace arte para poder mandarlo a la escritura. 

También lo quería hacer concentrado, porque un motín sabe ser concentrado. Darle el sentido de aventura y obligarlas a movilizarse en lugar de quedar atrincheradas como por ejemplo los personajes de Kryptonita. Acá, donde lo habitual hubiera sido que quedaran atrincheradas, se tenían que mover porque las quieren matar las Culisueltas y si las agarran las zombis también. En la dificultad aparece la creación y en la escritura me parece que también está bueno eso.

(Imagen: Colectivo La tinta)

La música ordena

En varias entrevistas Oyola explica que escribe escuchando música, ya sea por Internet o a través del objeto antes llamado disco (“El vinilo me sirve también para escribir”). Que busca las canciones que le gustan traducidas en YouTube y que muchas veces se lleva fiascos y otras queda fascinado. 

—¿Cómo es tu relación con la música y los distintos formatos?

A mí siempre me fascinó que mi papá tenía muchos simples y un tocadiscos que me parece que arrastraba de su soltería. Al loco nunca le tembló el pulso cuando con mi hermano le pedíamos con once o doce años si nos compraba algún casete. Y cuando yo empecé a laburar, que salió el compact, me compré muchos y después cuando empezaba a venir para Capital compré un par de vinilos en algunas cuevas porque tuve el tocadiscos de mi viejo, que después se estropeó y se perdió. Tenía una guita de la serie que hice mierda en un tocadiscos y los vinilos, que son caros, muy caros. Ahora en la cuarentena, la ceremonia de todos los días es escuchar un disco completo, pensarlo desde ahí, aunque sé que es muy cómodo el Spotify y encontrás todo ahí. El que tuve en todos los formatos fue Works de Queen. Primero lo tuve en casete, después en CD y ahora en vinilo. Una asignatura pendiente en mi vida eran Spinetta y Pink Floyd. Con Spinetta vengo teniendo un romance hace como tres años, leyendo de todo y haciéndome vinilos de sus grupos y ahora estoy metiéndole duro a Pink Floyd. Y lo que estoy escribiendo viene de ahí. 


En el caso de su obra, Leonardo sumó un recurso interesante y que ya es una característica en sus libros. En «Kryptonita», en «Chamamé» y ahora en «Ultra/Tumba», armó el índice a través de una canción. En este último caso, con “It’s a Hard Life» de Queen, publicada en 1984. O como le gusta decir a Leo: “Es una vida difícil”. “Me gusta, me ordena y a la vez creo que termina marcando el pulso de lo que terminás contando”, dice. 


¿Por qué elegiste esta canción de Queen?

Las canciones pop tienen una estructura de tres actos que viene desde los antiguos griegos, y a cada acto lo cierra el estribillo, por eso hay siempre tres capítulos mentirosos en las novelas que son los estribillos. Primero, la canción me tiene que gustar mucho, porque sabés que es la que va a estar en todo momento y es la que en algún punto determina el ritmo y las características que va a tener la novela. Esta de Queen tiene algo re operístico. El videoclip me alucina, pero de entrada a mí me mató cuando Mercury está citando creo que a Pagliacci y después entra la letra propiamente dicha de “Es una vida difícil” cuando dice: “No quiero mi libertad, de que me sirve si tengo un corazón roto”. Eso en boca de alguien que está privado de su libertad me parecía potentísimo. Esta es una novela en tercera persona, pero al índice lo canta la Oreiro y es su carta de despedida a la Turca. 

 

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Leonardo Oyola nació en 1973 y creció en el oeste del Gran Buenos Aires. Sus cuentos han sido seleccionados en varias antologías y medios gráficos de nuestro país, Uruguay, Colombia, México, España y Francia. Tiene publicadas las novelas Santería y Sacrificio en la colección «Negro Absoluto», dirigida por Juan Sasturain, además de Siete y el Tigre Harapiento, Hacé que la noche venga, Bolonqui, Gólgota y Chamamé. Su anterior novela, Kryptonita, se convirtió en un fenómeno editorial y fue llevada al cine por Nicanor Loreti en 2015, con enorme repercusión. Se adaptó como serie de televisión, «Nafta Súper», por el canal Space en 2016 y recientemente se publicó la versión en cómic con ilustraciones de Max Aguirre. Ultra/Tumba es su nueva novela.

*Por Pablo Giordana para La tinta. Fotos: Colectivo La tinta. 

Palabras claves: cárceles, Leonardo Oyola, literatura, Ultra/Tumba

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