Tregua entre el campo y el peronismo que primerea
Tras enterrar la expropiación de Vicentin, la mayoría del agro productivo hace una oferta 50-50 presentando un plan de desarrollo que genere divisas y trabajo. Auspiciado por el peronismo dialoguista que actúa como mediador, esto presupone un escenario que deja mal parado al sector más radical del Frente de Todos.
Por Leandro Yanson para La tinta
A días del discurso de Alberto Fernández en el cual hizo una autocrítica sobre su postura ante la expropiación de Vicentin, salió el anuncio público de la existencia de un Consejo Agroindustrial Argentino (C.A.A.), integrado por la mayor parte de los sectores productivos del campo argentino y con la notoria ausencia de la Sociedad Rural, el cual tiene como fin último elaborar una propuesta de consenso o pacto político-económico en vistas de un desarrollo social y productivo.
Sequía opositora
Si forzásemos el paralelismo con el conflicto del 2008, encontraríamos, al menos, una diferencia importante: esta vez, ambos bloques tienen fisuras internas mientras que, durante la disputa por la 125, la Mesa de Enlace fue capaz de generar niveles de acuerdo lo suficientemente elevados como para aguantar hasta que la unidad del FPV se venciera. En esta ocasión, esas partes en disidencia levantaron el teléfono e iniciaron un diálogo por debajo de las conducciones.
El desacuerdo dentro del campo estuvo presente a lo largo de todo el mandato de Fernández, desde apoyos disimiles a políticas impositivas, así como miradas distintas respecto a la expropiación de Vicentin, y alcanzó su punto máximo ante el fracaso del lock out de marzo de este año, que fue precipitado y no logró unificar a todos los actores en contra del oficialismo nacional.
Hay dos razones por las que este escenario es posible, por un lado, hubo una decisión acertada del gobierno de Fernández, que implementó políticas para el agro que profundizaron las diferencias entre los distintos grupos que componen al campo, el ejemplo más claro son las retenciones segmentadas. Por otro lado, es también producto de la herencia de una política desacertada de Cambiemos, teniendo en cuenta que una parte de quienes actualmente integran el CAA son los que “no ganaron” durante su gestión: la industria de la carne, del algodón, la avícola y los pequeños y medianos productores.
Dólares para todos
La oferta del Consejo Agroindustrial Argentino es tentadora. A largo plazo, promete 910.000 puestos laborales y aumentar los volúmenes de exportación en 16.000 millones de dólares, para 2025. A corto plazo, le permite al gobierno desactivar la bomba opositora, ya que esta viene siendo la ofensiva más sólida por parte de Cambiemos desde que asumió Fernández. A cambio, los sectores del campo demandan estabilidad impositiva y financiera.
Una de las cosas más importantes que ofrecen desde el establishment agrario es la conformación de una Mesa Nacional de Exportaciones, que le permitiría al Estado ingresar al mercado de divisas, el principal objetivo que se perseguía con el intento de expropiar Vicentin y que implica una concesión muy grande para los grupos de capital más concentrados, ya que pasaría a existir un control sobre las cantidades exportadas.
Si bien la decisión de expropiar pudo haber sido legítimamente de Alberto Fernández, no escapa a nadie que, hacia el interior del gobierno, hay un sector compuesto por el kirchnerismo, los movimientos sociales y el peronismo bonaerense que motorizaba la nacionalización. La respuesta de este espacio empezó a hacerse notar tras el acto del 9 de julio, ya que, saliendo de los análisis que se puedan hacer acerca de un tweet, hay toda una reacción alrededor que indica una actitud defensiva ante la avanzada de este otro sector, como las declaraciones de Agustín Rossi, ministro de defensa, y del referente de La Cámpora, Andrés Larroque, llamando a bancar a Alberto.
La carta de Madres de Plaza de Mayo, muy crítica hacia una conciliación con los grupos empresarios, es la más representativa, porque confirma que la búsqueda de un nuevo pacto social para la Argentina de la post pandemia genera inquietudes ideológicas, y sería, además, la condición necesaria para que este peronismo dialoguista ocupe un lugar de conducción en el frente, ya que su poder va estar construido sobre la base de una alianza social-empresaria.
El peronismo que cosecha
El Consejo Agroindustrial encabezado por José Martins, presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y ejecutivo de Cargill, afirmó en medios especializados que, antes de la salida pública de esta iniciativa, ya se habían contactado con Omar Perotti, Gustavo Bordet, Sergio Massa y Felipe Solá, todos dirigentes que mantienen o han mantenido relaciones con el campo.
La semana pasada, hicieron lo propio con el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, quien manifestó también su apoyo a la “Estrategia de Reactivación Agroindustrial Exportadora Inclusiva, Sustentable y Federal. Plan 2020-2030”.
«El progreso de Córdoba está atado a la cadena agroalimentaria, desde la innovación, el agregado de valor y las exportaciones», expresó el mandatario, quien destacó que la creación del CAA «es un paso muy significativo desde lo político y económico para aunar esfuerzos y generar propuestas comunes».
De todos los dirigentes con los que se reunieron, Omar Perotti es el que más ha representado públicamente a este espacio del peronismo, debido al papel que tiene en el conflicto por la debacle de Vicentin. Su orientación va totalmente en sintonía con el planteo que hacen desde el Consejo Agroindustrial: no espantar empresarios y construir consenso.
Con la excusa de un trato de win-win, la mitad del Frente de Todos que se había mantenido con un perfil bajo desde diciembre sale a primerear y encuentra un lugar de protagonismo en medio del conflicto. Un espacio que va a utilizar para consolidar su posición interna, buscando integrar a los disidentes, como el peronismo rebelde de Córdoba, y que apostará a marcar un camino político que es mucho más amigable para el establishment e, incluso, para el propio presidente.
* Por Leandro Yanson para La tinta