“No es posible salvar el planeta si no basamos todas nuestras acciones en la solidaridad”

“No es posible salvar el planeta si no basamos todas nuestras acciones en la solidaridad”
4 junio, 2020 por Tercer Mundo

Joao Pedro Stedile, del Movimiento Sin Tierra de Brasil, habla sobre la actualidad de su país, azotado por la pandemia de coronavirus y el gobierno de Jair Bolsonaro.

Por Carlos Aznárez para Resumen Latinoamericano

Es, sin dudarlo, uno de los mejores y más inteligentes dirigentes de la izquierda popular brasileña. De esa izquierda que no se institucionalizó ni renunció a las banderas de lucha heredadas del pasado, que está a pie de calle o de campamento en tierras ocupadas. Por eso, Joao Pedro Stedile, referente indiscutido del poderoso Movimiento de los Sin Tierra (MST) brasileños, es una figura obligada de consulta para opinar sobre la difícil situación que atraviesa el Brasil actual. Preocupado por la debilidad de las fuerzas de izquierda para poder tumbar a Jair Bolsonaro, no deja de ser optimista con el futuro que sobrevendrá a esta guerra bacteriológica. Habla en términos de generar nuevos paradigmas civilizatorios, y a la vez de organización y unidad para luchar contra el fascismo. Con él conversamos extensamente en nuestro programa radial de Resumen Latinoamericano, y aquí volcamos sus ideas, todas ellas para un necesario debate.

—¿Cuál es la gravedad del momento que vive Brasil hoy entre la pandemia y el gobierno de Bolsonaro?

—Nosotros estamos en la peor crisis de la historia de Brasil. Veníamos, desde el 2014, con una crisis económica, que luego se volvió una crisis social, porque la burguesía descargó sobre las espaldas de la clase trabajadora todo el costo de la crisis económica. Luego vino una crisis ambiental, porque todas las mineras y transnacionales se fueron con mucha ganancia sobre los bienes de la naturaleza, y eso ha provocado varios crímenes ambientales, como los de las represas de Mariana, Brumadinho y Macarena. A eso, se sumó una crisis política, que vino desde el golpe contra Dilma, después el gobierno corrupto de Temer, y que se concluyó con un gobierno electo legalmente, pero producto de la alianza del Mossad de Israel con Trump, que dieron toda la logística y el respaldo de potentes computadoras y fake news. Ellos lograron ganar las elecciones con el apoyo del capital financiero y la burguesía brasileña.

Cuando ya estábamos en medio de esa tormenta, nos llegó el virus. Todos ustedes saben que los países que han logrado vencer el virus, fue porque lo trataron como una guerra, como un enemigo común, invisible, que ataca a todos. Para eso, hay que movilizar todos los recursos humanos de salud pública, médicos, enfermeras, y todos los recursos económicos, dinero, equipos, salarios, y tratar el tema como una guerra, coordinando todos esos recursos.

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—Obviamente, Brasil no tenía esos recursos…

—El virus vino para acá y nos encontró de rodillas y sin capacidad política de tener un gobierno que pudiera articular esas fuerzas. Al contrario, el gobierno de Bolsonaro se dispuso a cometer el mismo error que hizo al principio Trump, de decir que era un resfriado, que no hacía mal a nadie, y luego se puso a propagandizar una medicina que no es para eso, la cloroquina, porque parece que él tiene acciones en el laboratorio que la fabrica.


Entonces, estamos aquí en una verdadera tragedia humana. Un poco los gobernadores, de todas los matices ideológicos, han logrado asumir un rol de un protagonismo mayor, porque se dieron cuenta que los muertos golpeaban a su puerta, entonces asumieron la agenda de la Organización Mundial de la Salud (OMS), trataron de organizar a la gente e ir por el aislamiento, pero no tenían ni los recursos humanos ni materiales para enfrentarlo. El resultado, que se prevenía ya desde fines de marzo, ahora ya es una realidad: estamos con más o menos 1.000 muertos por día, ya llegamos al segundo lugar en el mundo de infectados y en cuestión de días pasaremos a Europa y seguiremos a Estados Unidos en el número de muertos. Sin considerar que las estadísticas están completamente subvaluadas y es seguro que, tanto en muertos como en infectados, los números son aún más terribles.


Aunque no se lo puedan imaginar en Latinoamérica y en Argentina, aquí en Brasil no hay ningún sistema de tests preventivos. O sea, una persona sólo sabe que agarró el virus después de muerto o cuando ya está en la UTI (Unidad de Terapia Intensiva), que está siendo disputada como si fuera una guerra, porque incluso el 80 por ciento de las condiciones de UTI están en manos de capitales privados y ellos, claro, dan preferencia a los ricos, a sus asociados que llegan a los hospitales. Incluso hay una demanda popular y judicial, basándonos en la Constitución brasileña, de hacer una sola cola para los hospitales, porque somos todos iguales en la enfermedad. Al ser iguales tendremos derecho a también ser atendidos en las UTI de los hospitales privados que ellos estaban negando. Entonces, algunos pobres o algunos gobernadores más de izquierda han logrado ese derecho bajo decisión judicial para que los hospitales privados los atiendan. Ese es el escenario de la tragedia que estamos viviendo en este momento en Sao Paulo, que es el epicentro del virus. Pero está prácticamente diseminado en todo el país, con alguna relevancia también en dos estados del noreste, Pernambuco y Ceará, y aquí en el sureste Sao Paulo y Río, que son los dos estados con mayores problemas.

—En este escenario todo indica que Bolsonaro está cada vez más devaluado. ¿Eso es así?

—Siguiendo la metodología del comportamiento de las clases, lo que hemos evaluado es que frente a esa tragedia, la burguesía, el poder económico, trató de apartarse de Bolsonaro. Ellos lo eligieron, financiaron su campaña, pero ahora tratan de apartarse, como si se dieran cuenta que ese proyecto fascista de extrema derecha es un peligro para el futuro de su acumulación, entonces no les conviene. Además, porque el tipo es tonto, para decirlo más claramente.

La clase media, que en un 60 por ciento votó a Bolsonaro, también con más fuerza incluso, se apartó de la base de Bolsonaro, y hoy sólo un 20 por ciento de ese sector lo apoya. Incluso ellos son muy pequeños en Brasil, al contrario de Argentina. Aquí la clase media está entre el 8 y el 10 por ciento de la población, porque somos una sociedad mucho más desigual que Argentina. Acuérdense que Brasil y África del Sur disputan permanentemente ser las dos sociedades más desiguales del mundo, como producto de nuestras raíces coloniales de la esclavitud. Pero la clase media brasileña tiene alta influencia en la opinión pública, porque muchos son periodistas, abogados, juristas, jueces, maestros. Además, lo digo como denuncia, Brasil es el país del mundo que tiene más empleadas domésticas, son ocho millones de mujeres negras, semialfabetas, que trabajan en casas de clase media, y en cierta forma sufren también la influencia ideológica de sus dueños. La clase media entonces hizo una inflexión contra Bolsonaro.

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—¿Y la clase trabajadora?

—La clase trabajadora está de rodillas, porque primero viene sufriendo desde 2014, cuando aún teníamos el gobierno de Dilma, y lo decimos como autocrítica, las consecuencias de la crisis económica. Todos dicen que en Brasil perdimos diez años en términos económicos. El PIB no creció en esos diez años en términos de medición per cápita, estamos en lo mismo del 2012. Entonces, la crisis nos agarró fuerte, tenemos un montón de desempleados, las estadísticas son muy variables, hay mucho trabajo precarizado, y la semana que pasó el Instituto de Estadística reveló la última encuesta que ellos hacen por domicilio, y encontraron siete millones de viviendas donde las familias no tienen renta. Eso indica que son 60 millones de brasileños y brasileñas que no tienen renta, esa gente vive de una canasta básica regalada, de la “bolsa familia”, o de algún familiar que está jubilado o tiene algún beneficio. El segundo mayor país de América del Sur son los pobres de Brasil que no tienen renta, 60 millones, y esos son los más pobres, los que podrían alzarse en una u otra circunstancia.

El otro factor es que la clase obrera no puede ahora, aun en los sectores organizados, manifestar su fuerza política, que generalmente se manifiesta en huelgas, tomas de tierra, en torno de predios, en manifestaciones en la calle. Al no poder hacer eso, estamos sin fuerza.

—Sin embargo, el gobierno muestra una crisis tras otra.

—Como Dios existe para algunos y la dialéctica para todos, lo que ocurrió es que en este tiempo de crisis las contradicciones en el seno del gobierno se profundizaron. Un gobierno con esa naturaleza fascista, no como proyecto, como método de hacer política, porque aquí no hay un movimiento de masas fascista como hubo en Europa; aquí hay un gobierno con métodos fascistas, de odio, de matar a los enemigos, etc. O sea, el fascismo no convive con la democracia, con el contradictorio, con el diferente, con el adversario, cualquier adversario es un enemigo que debe ser eliminado. Entonces, las contradicciones en el seno de ese gobierno con las crisis afloraron con mayor claridad, entre ellos porque también ese comportamiento de clases influye adentro del gobierno. Un ejemplo: los grandes medios de comunicación, el grupo O Globo, los grandes periódicos y las grandes revistas, todas se apartaron del gobierno y lo critican, porque su burguesía los orientó a practicar así.


Cambiaron tres ministros, no cualquiera, dos de la Salud en tiempos de virus, ahora está un interino, un General que no sabe ni aplicar una vacuna, y el ministro de la Justicia, que no es cualquiera, es Sergio Moro, que es la marioneta del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Por lo tanto, Estados Unidos lo orientó. Cuando digo Estados Unidos es el Departamento de Justicia, lo que los gringos intelectuales de izquierda llaman el “Estado profundo”, que es diferente de los intereses de Trump. Trump sólo quiere ganar dinero para sí, pero el “Estado profundo” gringo son los intereses de la burguesía imperialista. Ellos tienen a Moro como la carta en la manga, por eso lo orientaron a salirse del gobierno para preservarlo para el futuro, y el tipo salió. Ahora está siendo protegido por O Globo, por esos mismos voceros que denuncian a Bolsonaro.


—¿En medio de estas contradicciones, cuál es la base real que sustenta a Bolsonaro?

—Frente a esa situación, la fuerza que sustenta a Bolsonaro es la que tiene una base social organizada ideológicamente fascista, pero es muy pequeña. Incluso las fotos de las manifestaciones de apoyo que han aparecido en las últimas semanas muestran que junta 200 o 300 personas, pero con su porra, su chaqueta, su camisa amarilla. En general, son gente que vienen de las Fuerzas Armadas y de la Policía Militar, lo hemos verificado. También de los pentecostales, que son una base social, entre nosotros que somos marxistas, que vienen del lumpenaje. Por lo tanto, son parte de aquellos pobres 60 millones que sólo encuentran en Dios y en el pastor alguna esperanza. Esos también se apartaron de Bolsonaro de cierta forma. Pueden votar por él, por eso es que aparece en las encuestas un 20 por ciento de apoyo electoral, pero no es una masa organizada dispuesta a dar la vida. Entonces, Bolsonaro tiene un sector social fascista organizado que viene de las Fuerzas Armadas, gente con ideología fascista, y los pentecostales que le dan apoyo electoral. Pero eso no es suficiente para sostener un gobierno, aún desde el punto de vista electoral. Un 20 por ciento lo apoya, pero hay un 80 por ciento que está en contra, por tanto la balanza electoral está completamente alterada.

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Umagen: Fernando Souza / AFP

—¿Y los militares?

—La fuerza real política que le sostiene es la tutela militar. Estaba leyendo un informe que dice que hay nueve ministros militares, de los 24, y 2.800 oficiales que están en el segundo y tercer renglón de los ministerios. Ni en la dictadura argentina o uruguaya, menos aún acá, había tantos militares en puestos claves de la administración pública. Además, no están preparados, no tienen conocimiento científico. Como dije, el ministro de Salud es General y luego abajo hay otros 15 tenientes o coroneles. La prensa, incluso, relató sus currículums y de los 15 sólo una teniente actuaba en Salud de las Fuerzas Armadas. El gobierno de Bolsonaro hoy es totalmente dependiente de esa tutela militar.


La pregunta que sigue es ¿por qué no se cae? Porque la burguesía no lo decidió todavía. Estos días, el gobernador Doria, que es de derecha, de Sao Paulo, que es el mayor estado, escribió un artículo en la prensa, muy didáctico, donde dice: “Nosotros somos oposición a Bolsonaro, pero no podemos tumbarlo ahora, porque si lo tumbamos abre la puerta para las fuerzas populares”. Ellos necesitan un poquito más de tiempo para consolidar una alternativa sólo de derecha que, simbólicamente, hoy es coordinada por el gobernador de Sao Pablo, por el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, que no es cualquiera, sino el tercero en el orden constitucional a asumi, si cae Bolsonaro, y el vice, que es el General Mourao, y el tercero es Moro, que es como una carta preparada para 2022, pero tampoco sería ahora. Y está el gobernador de Río que es otro pentecostal, que tiene un currículum muy parecido a Moro. Precisamente en estos días, Bolsonaro envió a la Policía Federal e invadieron la casa del gobernador, secuestrando sus computadoras y su celular. Pero mira cómo es la contradicción: el Poder Judicial quiere los celulares de Bolsonaro y él dice que sólo muerto, pero él sí puede secuestrar el celular del gobernador. Entonces, la gente se pone a reír porque los métodos no valen para todos.


Para cerrar este tema, todos nosotros, de izquierda, estamos diciendo que es difícil, porque nosotros no tenemos fuerza suficiente para, desde el punto de vista del movimiento popular, tumbar al gobierno. Pero algún día lo van a tumbar, y posiblemente eso ocurra cuando la derecha se sienta con unidad suficiente entre sus personajes que describí y, entonces tomarán la decisión: “Ahora cambiemos a ese fascista para tener una alternativa de derecha y no una alternativa popular”, como a nosotros sí nos interesa y proponemos.

—En ese marco, usted dice que la izquierda no tiene fuerza para ser más protagonista, sin embargo el Movimiento Sin Tierra está tratando de reemplazar muchas veces al Estado que no se hace presente y mandar, por ejemplo, sanitaristas populares a Recife, o miles de kilos de alimentos a lugares donde no llega el gobierno. Todo eso se lo digo desde el punto de vista organizativo, les está dando resultado, más allá del socorro que están produciendo. ¿Cómo los ve la gente y cómo viven ustedes a ese subsuelo donde radican millones de pobres?

—Nosotros, como movimiento campesino y movimiento popular, estamos adoptando una táctica que es de siembra. Claro que a todos nosotros nos gustaría tumbar el gobierno hoy, pero en política, como ustedes son maestros y saben, no debemos creer solo en nuestras voluntades, en nuestros ideales, la política es como es. La lucha por el poder es siempre resultado de la correlación de las fuerzas sociales, ni siquiera de fuerzas partidarias o de siglas, por eso es que siempre adoptamos como método de análisis comprender al comportamiento de las clases, que no siempre se manifiestan por sus portavoces o por sus mediadores. Frente a esa situación como MST, como movimientos de Vía Campesina, que hay varios, así como en el Frente Brasil Popular, el Frente de Pueblos Sin Miedo, hemos logrado una cierta unidad de comprensión sobre qué hacer.

Primer punto y prioritario: como estamos en una guerra tenemos que defender la vida, estar vivos, y para eso, como no hay Estado, no hay gobierno, para defender la vida hay que producir acciones concretas de solidaridad, que se han multiplicado de una forma extraordinaria. Incluso, a nosotros nos da mucho orgullo, porque la gente se multiplicó en miles de actividades espontáneas. Nosotros solo fuimos el ejemplo, y no queremos coordinar todo eso, que la gente asuma para sí, como decía Bertolt Brecht: “Asuman el comando”. Es un poema que dijo en algún tiempo frente a los fascistas. Entonces, defender la vida ahora es entregar alimentos para la gente, dar consejos de salud, orientar al aislamiento social. En fin, ayudarnos porque tenemos que salvar a todos y nadie va a salvarse solo.

Segundo punto: de alguna forma, defender medidas económicas que están vinculadas también con la vida, porque se necesita salario, ayuda del gobierno, algún apoyo, como la distribución de comida. En este tema de defensa de medidas de emergencia estamos actuando en varios frentes. Los diputados de la oposición, aunque sean sólo 130 sobre 500, han desarrollado un papel muy importante, porque están activos y los diputados de derecha están en sus casas. Ahí hemos logrado un desequilibrio a nuestro favor, y los diputados han logrado algunas pequeñas importantes victorias en el parlamento y, también, en eso la prensa burguesa nos ayuda. Nosotros tratamos, con las armas que tenemos, que significa ir a las ventanas, actuar en las redes sociales, aglutinar a los artistas con sus músicas y poemas, y hacer agitación y propaganda contra el gobierno y exigir ayudas.

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—Aparte de la solidaridad con los más golpeados por la situación, ¿qué propuestas tiene el MST en estas circunstancias?

—Como MST, hemos aprovechado que todos los dirigentes estamos en la casa, aunque hay muchos que viven en asentamientos y han logrado también trabajar en el campo sin problemas de salud, y desarrollamos en estas últimas semanas lo que llamamos un Plan de Emergencia para el Campo. Lo vamos a presentar el 5 de junio para toda la sociedad, en homenaje al Día Internacional del Medio Ambiente, demostrando a la gente, al pueblo, a la sociedad, que es posible enfrentar el virus, el hambre, el desempleo, con medidas simples en la agricultura. Un ejemplo para Brasil: aquí hay 432 grandes empresas con deudas al Estado que ya fueron enjuiciadas, ya no hay nada más a discutir, sino cobrar, pero el gobierno, como es parte, no cobra. Hemos logrado identificar esas empresas que tienen deudas de miles de millones y nos enteramos que son dueños, aparte de ser empresas industriales mineras, de seis millones de hectáreas de tierra. Lo que proponemos es que paguen sus deudas con tierra. Hay una deuda cancelada judicialmente y tienen que pagar, pero no pagan, entonces que el gobierno, sea cual sea, no necesita ser revolucionario ni de izquierda, que cobre esas deudas en tierras, y entonces no pueden decir que no tienen caja. Nosotros pondríamos en esas tierras a 400 mil familias de desempleados, sería una revolución, sería la mayor reforma agraria de Latinoamérica, porque Emiliano Zapata con una revolución entregó tierra a 300 mil familias de aquel entonces.


Esas son las iniciativas. Creemos que el pueblo está entendiendo ese método de la solidaridad. Usted citó la experiencia que estamos haciendo en Recife, porque la gente vive en favelas, en barrios en donde ni Dios llega, ni el pastor, solo llega O Globo, ni internet tienen, entonces llegamos nosotros con la chaqueta blanca, con una voz, un consejo, un agua a orientar a esos compas, todos trabajadores que vivían antes del trabajo precarizado y ahora están ahí esperando la muerte. Hay un clima de mucho entusiasmo entre la gente que se dio cuenta que ahora es entre todos, y también en las últimas semanas por ese convenio que tenemos hemos percibido un sentimiento de indignación que, entre nosotros, es el combustible para la revuelta.


Nosotros creemos que estamos sembrando para que tengamos las condiciones subjetivas de que, al terminarse la crisis del virus, seguirá la crisis económica, social, ambiental, política. Impulsemos entonces hacer un gran movimiento de masas y poner en la calle nuestra fuerza no sólo para tumbar el gobierno, sino para hacer cambios en el modelo de desarrollo, en la economía y en lo social. Porque cuando la burguesía se decida a cambiar al gobierno, puede que los milicos saquen al Capitán, que no vale nada, y sigan con el General Mourao, que es el vice. Claro que sólo este cambio va a cambiar los métodos de hacer política, porque Mourao no es fascista, su partido es la masonería, que tiene años de convivencia con el capitalismo, y los masones saben cómo moverse en una sociedad burguesa. Entonces habrá cambios en los métodos de gobierno con Mourao, pero no en la crisis económica, porque seguirá como marioneta de la burguesía, de las corporaciones.

También hemos hecho muchos avances, aprovechando estos tiempos duros para la formación política por la vía de los medios virtuales. Estamos impresionados con la voluntad de la juventud de debatir, estudiar, leer, ver películas interesantes. No soy pesimista, creo que estamos viviendo tiempos difíciles, pero vamos a salir en mejores condiciones para dar batallas ideológicas y enfrentar al capitalismo como un modo de producción que ya no tiene nada que ver con la civilización, ni con la solución de los problemas de la gente.

—Tengo que preguntarle, frente al complicado escenario que estamos viviendo en Latinoamérica, ¿cómo evalúa dos hechos ocurridos en Venezuela? El primero, la derrota de los mercenarios que querían invadir el país, y el segundo, el acto de internacionalismo solidario de Irán enviando buques cargados de petróleo.

—De nuevo tus preguntas son muy sugerentes. Primero, estamos convencidos que esa crisis, con todos esos contornos, será el inicio del fin del imperio gringo. No estoy diciendo que va a morir en el hospital, no se tienen noticias de ningún banquero que se murió en la cama, pero el imperio americano empezará su decadencia y ellos también tendrán que buscar otras vías. Es cierto que mucho del poder político que tiene ahora ya no lo tendrá, y tengo certeza que tampoco el poder económico, que está simbolizado en el dólar.

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Va a surgir de esa crisis un nuevo polo económico que es Eurasia. Eso ya está en las estadísticas: China tiene el 18 por ciento del PBI mundial, luego viene Eurasia, Rusia, India, Indonesia, que aquí en Latinoamérica ni la conocemos y que es un país muy grande, 240 millones de personas, tiene un PBI mayor que Brasil, medido por los bienes producidos, y luego viene Estados Unidos en tercer lugar, con el 10 o 15 por ciento. De ese nuevo polo económico, surgirá la necesidad de una nueva moneda y el dólar tiene sus días contados como moneda internacional, aunque todavía va a seguir en Latinoamérica. También van a surgir de esa crisis nuevas señales ideológicas de salidas para el capitalismo, señales que apuntan para el post-capitalismo. Digo señales, porque todavía no son fuerzas organizadas.

—¿Cuáles serían esas señales de las que habla?

—Desde el punto de vista político, 130 países fueron a Pekín a pedir por favor ayuda y los chinos ayudaron a 82 países. Nadie fue a Washington a pedir ayuda a Trump. Al contrario, cuando él pudo, a nosotros (a Brasil) nos robó equipos médicos que venían de China y se pararon en Miami para reabastecer los aviones; no fue Trump como gobierno, pero fueron empresas gringas que querían tener más ganancias revendiendo en Estados Unidos y no en Brasil. Es un símbolo, y lo es también la actitud que Cuba tuvo enviando médicos a no sé cuántos países, pero más que el número de países, los médicos que llegaron a Italia, los que fueron enviados a Honduras, que es un país de derecha, o a El Salvador que también es un gobierno de derecha. Cuando los cubanos dicen que a ellos les interesa la vida, las personas y no su partido, esa es una señal civilizatoria de la humanidad, eso no es pequeña cosa.


En ese escenario, es que debemos analizar lo que ocurrió en Venezuela. Aquí algunos de nosotros se quedaron asustados, un tanto paranoicos, de que iba a haber una invasión militar a Venezuela, y yo les decía que se vayan a dormir tranquilos, que no va a pasar nada. Porque tuve la suerte, no recuerdo si tú estabas también allí en febrero en Caracas, en la Asamblea, ahí sí fue el momento clave que ellos podrían haber invadido militarmente y con una correlación de fuerzas favorables a ellos. Lo que les faltó fue el Ejército colombiano y el brasileño. Entre nosotros, Mourao, que no es tonto, no es fascista, impidió que las Fuerzas Armadas brasileñas se involucrasen por la vía militar. En la embajada brasileña en Caracas, un coronel era cuñado de Mourao y tenía informaciones militares, y le debe haber dicho a éste que no se atrevan, porque ustedes van a volverse en ataúdes. Entonces, Mourao se dio cuenta que no era una dictadura, que no es Maduro, que hay pueblo organizado y que hay una fuerza bolivariana armada con retaguardia china, iraní, rusa. No, no va a haber invasión militar.


Ese mismo análisis lo hizo Mike Pompeo, ya que no pueden articular gobiernos de países, tienen que ir por el método antiguo, los mercenarios, y contrataron a esos idiotas del mismo padrón de Guaidó para hacer ese escenario que parece cosa de película. Aquí en Brasil hay una película muy parecida, aunque fue hecha ficcionada, se llama “Bacurau”, en que un grupo de gringos se toma un pueblito en el interior del Noreste. Lo que ocurrió en Venezuela fue el “Bacurau” de verdad, porque los pescadores fueron los primeros que agarraron a esos mercenarios, llamaron a las Fuerzas Armadas y lo demás ya se sabe.

Pero en secuencia, la solidaridad internacional, la solidaridad ahora del pueblo iraní, tiene que tener mucha voluntad política, no es sólo decisión del gobierno de enviar cinco barcos con gasolina, eso es el pueblo detrás, independientemente de la ideología del partido. Creo que hay señales que demuestran que nosotros vamos a salir de esta con la necesidad de construir nuevas organizaciones internacionales, porque los aparatos que existen hoy de Naciones Unidas, Organización Mundial de Comercio (OMC), no sirven para nada. Son resultado de la correlación de fuerzas que salieron de la Segunda Guerra Mundial, que ahora acabó con esta crisis. Ellos mismos lo dicen.

—Ya varios líderes y movimientos latinoamericanos y de otros continentes están advirtiendo eso mismo. Hugo Chávez insistía en reformular estos organismos internacionales que actúan como peones del imperio.

—Sí, van a surgir de ese nuevo escenario nuevas fuerzas y, por lo tanto, tendremos que tener nueva moneda y nuevos organismos internacionales. Ahí, el Papa Francisco, gaucho como yo, tendrá un rol importante, porque es un poco visionario también en eso, y ya viene hablando de cosas interesantes. En ese sentido de la correlación de fuerzas internacionales, tendremos que pensar organismos que no sean sólo de gobiernos o estados, que se mezclen con la sociedad, con la ciencia.

—¿Qué me dice de la OMS en la que tanto confían los gobiernos?

—La Organización Mundial de la Salud de hecho no hizo nada, se comportaron como el médico de familia, y dijeron que hay que lavarse las manos, que no hay que mezclarse con los vecinos. Es el padre dando consejos, pero si el hijo pide una píldora no hay, un respirador no hay. La Organización Mundial de la Salud fue un médico internacional, pero no resolvió nada, tanto que los gringos pararon de darle dinero y tampoco ocurrió nada. El dinero iba sólo para los burócratas que sacan su salario en dólares o euros.

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—¿Frente a un escenario post-pandemia es pesimista u optimista?

—Soy optimista, creo que saldremos con la necesidad de construir nuevos organismos internacionales y, quiero aprovechar el espacio, para repetir que tenemos desde las fuerzas populares y de izquierda que producir un nuevo programa que dialogue con los nuevos dilemas de la humanidad. Estoy empezando a hablar con nuestros compañeros de todo el mundo. Esta semana hablé con nuestros amigos de Asia que tendríamos que promover una nueva conferencia de dilemas de la humanidad, contar ahí con los movimientos populares, los partidos, los sindicatos, gente revolucionaria, cristianos, no importan las religiones ni las siglas, pero evaluar que aprendimos con la crisis, qué hay que hacer en el post-capitalismo, que son temas de la civilización, no es un programa de partidos, es un programa para la humanidad.

En esos dilemas que la humanidad tiene sobre la mesa, el primero de ellos es el tema de la solidaridad. No es posible salvar el planeta, la gente, los seres vivos, si no basamos todas nuestras acciones en la solidaridad. O sea, en que todos somos iguales, todos tenemos que contar. Eso sería un cambio paradigmático para las organizaciones internacionales, para el comportamiento de nosotros, cambiaría la forma de ver, incluso, la disputa del poder político, que a veces entre nosotros, los de izquierda, sólo queremos el poder para nuestro grupito e imaginamos que el poder es porque se tienen más cargos. El poder real es cuando construyamos una sociedad donde todos tengan los mismos derechos, eso es poder: entregar el poder para la gente, para que todos nos liberemos y no solamente decir que tal partido de izquierda está en el gobierno. Nosotros aquí en Brasil lo podemos decir como autocrítica, porque estuvimos ahí 14 años, ¿y? Nos salvamos algunos, pero vino una crisis tremenda. O sea, los gobiernos no logran más enfrentar la crisis del modo de producción capitalista, y eso sólo será resuelto por las masas en miles de formas de organización.

*Por Carlos Aznárez para Resumen Latinoamericano

Palabras claves: Brasil, coronavirus, Movimiento Sin Tierra

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