Motoqueres al poder: el impulso de la libertad sale a las rutas
Mujeres al Mando y la Caravana Motoquere y Transfeminista son dos iniciativas para conocer, pero, sobre todo, para contagiarnos de lo más importante de manejar una moto: andar por los caminos, en comunidad, haciendo frente a los desafíos y desterrando prejuicios patriarcales.
Por Soledad Sgarella para La tinta
El ambiente de las motos ha sido históricamente un mundo de hombres, de “machos”. En todo caso, las mujeres hemos aparecido alternativamente en las imágenes de ese ambiente, pero reducidas a ser un accesorio más de la moto: ni manejándolas ni (menos que menos) organizando colectivos en torno a este hobby, que es mucho más que eso, que es una forma de mirar la vida y construirla.
Las rutas para llegar a conquistar los sinuosos caminos de lo que queremos no son lineales ni únicas. Y esto es así porque vivimos en un sistema cultural heteropatriarcal que nos ha hecho la vida más difícil a las mujeres e identidades feminizadas. Manejar una motaza no es para “débiles”. La vida sobre ruedas fue siempre patrimonio masculino: pasó con los autos, ¿cuánto tiempo nos llevó poder manejarlos? Manejar una moto siendo mujer subvierte todos los órdenes culturales sexistas. Nos subimos sobre dos ruedas para conocer estas resistencias motoqueras.
Hace un tiempo, desde La tinta, hablamos con las protagonistas de dos iniciativas de motociclismo y mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries: Mujeres al Mando y la Caravana Motoquere y Transfeminista, que, el año pasado, se organizó para el Encuentro en La plata.
Mujeres al Mando
“Mi pasión por el motociclismo es desde chica y, como a los 20 años, me subí a mi primera moto. La verdad es que tuve la suerte de que un amigo me ayudó… un poco a través del tiempo, detecté que pasa esto: que las mujeres necesitan una ayuda, alguien que les haga su primer approach con el motociclismo. Vi que había pocas mujeres que se subían a las motos. Empecé a ir a eventos de motos y veía que las chicas no estaban y, cuando empecé a usar mi moto en la ciudad, me encontraba con personas que me felicitaban como si fuese una heroína que usaba la moto. Entonces, empecé a indagar un poco qué era lo que pasaba en la sociedad con este tipo de vehículo y la mujer. A través de estos años, me había dado cuenta un poco de que la mujer no se acercaba a la moto porque le tenía miedo, porque había que romper un paradigma: que la moto no era para la mujer porque era un vehículo de hombre, un vehículo peligroso por no tener carrocería y que estaba muy vinculado al accidente… que las mujeres, bueno, básicamente, no se animaban y no tenían a nadie que las acompañe a animarse o que no tenían dónde y con quién aprender”, cuenta Belén Couso, impulsora del espacio Mujeres al Mando, un proyecto que nació con la intención de armar y motivar una comunidad de mujeres en el motociclismo.
Belén armó una plataforma en Instagram hace 3 años donde la idea era “vincular a todas las mujeres que andan en moto en el país”, llegando a conectar a más de 2000 mujeres, que -como ella misma aclara- parece un montón, pero, en realidad, es muy poco.
“En Mujeres al Mando, lo que hice fue trabajar sobre este mensaje: empezar a motivar a la mujer a subirse a la moto y porque la moto está muy vinculada no sólo la autonomía como vehículo, sino también porque tiene un sentido muy fuerte de libertad. Ahí empecé a desarrollar el mensaje de lo que es el tipo de vehículo en dos ruedas y muchas mujeres empezaron a conectar con la red social, a expresar su deseo por aprender, su admiración por otras mujeres que viajaban en moto», relata Couso.
«Detecté que Mujeres al Mando se transformó en una comunidad que, en realidad, lo que expresaba era una actitud, que no era solamente la mujer que estaba arriba de la moto, sino era una actitud de vida, de estar al mando de sus decisiones, de animarse a estar frente a desafíos, de salir de una zona de confort”.
Después de afianzar esa comunidad, el panorama empezó a abrirse y Belén asegura: “Comenzamos a abrir el juego para desafíos deportivos. Empecé a mostrar un poco mi estilo de vida, cómo me animaba a romper estereotipos. Me metí en eventos deportivos donde estaban sólo hombres -como, por ejemplo, el Iron Man que es un evento así, ya de por sí por el nombre que vincula al público masculino, y saber que el 5% de mujeres nada
más participan-, me metí en el motociclismo deportivo, me fui a la India a filmar un documental en moto… o sea, busqué un lugar muy hostil para la mujer donde a la mujer no sólo no se la ve sola, sino menos se la ve en moto. Mujeres al Mando se creó y terminó siendo una comunidad de actitud y de empoderamiento para la mujer donde los hombres también participan”.
Al contar un poco más acerca de cómo empezó, Belén dice que, hace 17 años, todo era más difícil y le dio bastante miedo: “Llamaba mucho la atención la mujer arriba una moto y no una scooter, una moto como la que andaba… me gritaban de todo: desde machona hasta bajate de la moto, bueno, de todo y me ha pasado que hasta miran seguido, ¿viste? Imagínate que una mujer sola -que, a veces, tiene miedo de caminar sola-, imagínate arriba una moto, que te soplan y te bajan y te la roban. Estar sola en una moto era peligroso. Las cosas han cambiado un poco: hoy, al ser una cosa más que la sociedad está acostumbrada a ver y no llama tanto la atención, eso te da un poco más de seguridad y la mujer no anda tan temerosa con una moto. En la ciudad -por lo menos- de Buenos Aires, está lleno de chicas en scooter. Y en relación a condicionamientos: yo, a medida de que había más condicionamientos, más me animaba. A mí porque me gusta interpelar muchísimo y me encantaba esa sensación de que sea diferente y de romper estereotipos. Y, en este sentido, vuelvo un poco a lo que es Mujeres al Mando, la idea es mostrar a estas mujeres que rompen estereotipos y animar a más mujeres, y que haya una situación de mayor igualdad entre el hombre y la mujer y sus actividades”.
Caravana Motoquere y Transfeminista
El año pasado, para el 34° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales y No Binaries en La Plata, por primera vez, se pensó en arribar al evento en una caravana motoquera. Les organizadores de esta movida, Jose Nicolini, Dafna Alfie, Victoria Irene y Lia Ghara, cuentan a La tinta que fue dicho Encuentro lo que les permitió encontrarse y organizarse como una comunidad motoquera feminista, aunque previamente ya existían algunos grupos (como, por ejemplo, el grupo de las GN, en referencia a la Suzuki GN 125).
“Fue la primera vez que salió una caravana de motos para el Encuentro. Improvisamos un taller en una de las plazas, rodeadas de motos y compartimos nuestras experiencias en relación a todo lo que implica andar en moto. Las condiciones climáticas fueron muy adversas (podríamos decir apocalípticas ese fin de semana), por lo que se sumó el desafío de salir con lluvia y con mucho viento, pero estábamos muy emocionadas”, cuentan a La tinta.
«La idea de ir en caravana surgió de un grupo de amigas, que se conocen de la militancia lesbofeminista, de espacios de encuentro disidentes, de marchas y fiestas, y que, además, comparten el amor por las motos. La Plata era un destino cercano y la idea prendió enseguida. Luego de la experiencia del año pasado, quedaron en contacto y conformaron una red en la que comparten información importante: dificultades con la moto, experiencias de viaje, mecánicxs de confianza, consejos y más del mundo del vehículo de dos ruedas».
¿Quién dice que sólo los varones pueden manejar una moto? Les motoqueres aseguran que “dejar en evidencia que los condicionamientos sociales son ficciones políticas es muy placentero. El ejercicio de no permitir que los mandatos te condicionen es constante, porque toda la sociedad está organizada de manera binaria y generizada, pero si algo nos enseñan los los feminismos es a desarmar o poner en cuestión de manera permanente las categorías, los roles, los mandatos, los deseos, ¿no? Y bueno, cómo cada une llegó a encontrarse con la moto es muy singular, lo que sí podemos decir es que, en algún momento, a todes se nos vuelve una posibilidad dentro de nuestro imaginario. Cuando eso sucede, lo que queda es buscar el modo de darle vida o materializar esa posibilidad. Después, como pasa con todas las actividades que se presentan como patrimonio de la masculinidad, tenés que poner el cuerpo para romper estereotipos, prejuicios, etc.”.
La crisis a raíz de la pandemia ha marcado otras particularidades: “El contexto actual es muy complejo y, si bien nos afecta a todes, el impacto es diferente en cada une, según su situación particular. Muches compañeres se quedaron sin trabajo y el grupo empezó a funcionar como un espacio de catarsis, hasta que fue surgiendo la idea de organizarnos desde las motos, para lo laboral. Cuando el contexto es muy adverso, se hace más evidente la necesidad de una respuesta colectiva. Y bueno, algunes sienten el empuje por cuestiones muy concretas como la necesidad de generar ingresos y, después, hay una conciencia de que se puede armar redes para esbozar algún tipo de ayuda a quienes más necesitan», afirma Dafna Alfie.
«Pienso que lo que se pone en juego es una ética feminista que lo atraviesa todo, sumado a que, cuando formás parte de un colectivo disidente, tenés más a mano (en el mejor de los casos) la posibilidad de hacer alianza, de correrte de lo individual, de organizarte, de encontrarte con otres”.
A Victoria Irene, otra de las impulsoras, le dicen Trueno. Cuenta que, actualmente, hay unas 50 integrantes, que el grupo motoquere fue creciendo y, si bien hay distintos niveles de participación, es un espacio feminista “con una perspectiva anticolonialista y anticlasista”.
“Hay miles de historias en ese grupo: hay algunes que usamos la moto para viajar desde hace mucho tiempo y que también para nosotres la moto es una forma de vida, en mi caso, desde niña, cuando iba a ver las carreras de motocross allá en la Patagonia de donde soy y también usaba la moto de mi viejo. Para muches compas, la moto es una compañera de rutas, pero también es una compañera para trasladarnos al trabajo, para movernos en la ciudad, en el conurbano, en el campo, en la ruta», marca Trueno.
«Los usos de la moto son diversos y también, obviamente, tiene sus distintas implicancias en relación a nuestras identidades de género y sexuales, así que las performances sobre cómo nuestros cuerpos y nuestros cora circulan con la moto seguramente no son las mismas con las que habitan los varones cis”.
Respecto de la Caravana, Irene dice, literalmente, que fue una experiencia maravillosa, mágica, que quedará para la historia y el recuerdo. “Habremos sido 20 que viajamos ese día de lluvia y se fueron sumando otres compas en el Encuentro, donde salimos a dar unas vueltas en moto. Las personas que veían estaban emocionadas, aplaudiendo, coreando, cantando. Fue todo muy lindo”, y hace hincapié en que no existe forma de sobrevivir si no se piensa desde un lugar con perspectiva de clase, de género y anticolonialista, pero siempre con los pies en la tierra: “Sabemos que, muchísimas veces, el laburo que se tiene es el que hay y que también, en el ideal que tenemos eso, no nos podemos escapar de los tentáculos del sistema, pero creo que siempre existen formas de trabajar que son más sanas para ambas partes, que, por lo menos para nosotras, generó una dinámica, una confianza, un respeto y un cariño que, si se termina todo esto, nos lo vamos a llevar, que es hermoso y que es lo que posibilitó el sueño de las compañeras de hacer el viajecito en moto a La Plata, que, de repente, trascendió y va trascendiendo, y que, hasta no recorrer el mundo todes en moto, creo que no vamos a parar”.
*Por Soledad Sgarella para La tinta. Fotos: Iván Brailovsky.