“Para mejorar la situación de las mujeres en Afganistán se necesita una revolución”
Entrevista a Lida Mahmooda, integrante de RAWA, organización fundada en 1977 y que ha sobrevivido a la invasión rusa, a los gobiernos talibanes y a la invasión estadounidense.
Por José Ángel Sánchez Rocamora y Eleuterio Gabón para El Salto Diario
Lida Mahmooda, activista y feminista afgana, perseguida por los talibanes en su país, se encuentra actualmente en la clandestinidad. Es miembro de RAWA, la organización defensora de derechos humanos más antigua de Afganistán. Una organización que trabaja por la justicia social, la paz y en contra de las violaciones de los derechos humanos, particularmente de los derechos de las mujeres afganas. Fundada en 1977, ha sobrevivido a la invasión rusa, a los gobiernos talibanes y a la invasión estadounidense. Actualmente sigue activa.
Afganistán es un país roto desde que a comienzos de siglo, y tras los atentados del 11 de septiembre se fijará en él toda la atención internacional, en la llamada guerra contra el terrorismo. Tras la invasión estadounidense, en la que miles de personas inocentes perdieron la vida, la guerra se asentó en el país, aunque ya fuera de los focos mediáticos. Estados Unidos ha mantenido su presencia en Afganistán, mientras el enfrentamiento entre talibanes y nuevos grupos yihadistas ha seguido cobrándose vidas en la población civil. El pasado mes de marzo, con la participación de Estados Unidos, se firmó un acuerdo de paz que ya ha sido violado varias veces por los talibanes.
—¿Cuáles son los intereses que los estadounidenses han tenido durante esta guerra interna?
—Los intereses estadounidenses en Afganistán son varios. Por un lado, el país tiene una posición estratégica en Asia, ya que está situado en el centro del continente. A día de hoy, Estados Unidos tiene nueve bases militares en Afganistán, que por su posición permitirían alcanzar países como China, Rusia, India, Siria o Pakistán. Por otro lado, están los intereses económicos. Hasta la fecha, Afganistán es el mayor productor de opio del mundo, el 90 por ciento del opio que se produce en el mundo es afgano. Aparte de opio, el país cuenta con un recurso natural muy valioso: el litio.
—El papel de Estados Unidos en la reconstrucción del país, después de la invasión y la guerra, ha sido determinante en Afganistán.
—Han utilizado su poder para colocar gobiernos títeres que favorezcan sus intereses. Además, han generado mucha división entre la población y numerosos conflictos religiosos que antes no existían. De este modo, pudieron justificar la necesidad de una intervención supuestamente democrática en la política de Afganistán.
—¿Podríamos decir que esto responde a una estrategia del divide y vencerás?
—Sí, por supuesto, uno de los objetivos de Estados Unidos era crear división. Afganistán es un país multiétnico, y provocaron el conflicto religioso entre diferentes corrientes del Islam que antes podían convivir sin problemas. Esto tenía un objetivo concreto: que la gente de Afganistán viese como su enemigo a otra etnia, a otro grupo religioso, y no se diera cuenta de que el verdadero enemigo del país son los Estados Unidos.
Otro tema de conflicto ha sido la creación de grupos paramilitares. Se trata de yihadistas que antes lucharon contra la presencia de la Unión Soviética, y ahora luchan contra los talibanes. Combaten con armamento estadounidense, lo que lleva a pensar que cumplen un papel claro para los intereses de los Estados Unidos. Este conflicto ha provocado que muchas personas inocentes, que no tenían nada que ver con los talibanes y que tampoco participaron en el conflicto, hayan muerto a manos de estos grupos paramilitares. Además, dichos grupos paramilitares pensamos que siguen el modelo establecido en otros países por parte de Estados Unidos, como es el caso de Colombia, armando grupos criminales al margen de la ley, con el fin de proteger sus intereses.
—Actualmente, ¿qué control real tienen sobre el país el gobierno afgano por un lado y los talibanes por otro?
—Se puede decir que el control de los talibanes está en las áreas más remotas del país. Aunque la cifra oficial es que están controlando el 10 por ciento del territorio, es evidente que la cifra real es mucho más alta. Por otro lado, el gobierno afgano apenas tiene control sobre el país.
—El pasado mes de marzo se presentó ante la opinión internacional un acuerdo de paz para Afganistán. ¿Qué opinión te merece este acuerdo y hasta qué punto puede suponer un reparto del control del país entre el gobierno pro-estadounidense y los talibanes?
—En realidad no es un acuerdo de paz, sino, efectivamente, un alto al fuego entre los paramilitares yihadistas y los talibanes. El interés principal de los Estados Unidos con este acuerdo ha sido rebajar el conflicto con los talibanes, y permitir así promocionar la formación del Estado Islámico (ISIS), que está creciendo a una velocidad increíble dentro del país. Parece claro que ya van a superar en número a los talibanes, y cómo este hecho forma parte del juego que interesa a los Estados Unidos y a sus propios intereses económicos y geoestratégicos en la región.
—¿Cómo se ha dado este auge del Estado Islámico en detrimento de los talibanes dentro de Afganistán?
—El Estado Islámico está atrayendo a los islamistas más conservadores del país. Por su parte, los talibanes, a pesar de tener ahora su puesto en la política oficial de Afganistán, creo que van a perder poco a poco su poder; ya no son tan importantes como el Estado Islámico. Esta nueva situación se produjo a raíz de que un grupo de comandantes de los más conservadores entre los talibanes, se pasaron a las filas del Estado Islámico, donde fueron muy bien recibidos. Se creó fama de que los talibanes eran “blanditos”, incapaces de confrontar a los Estados Unidos. Hay que decir que, dentro del marco internacional, los talibanes son propensos a colaborar con China y Rusia, mientras que el Estado Islámico es más cercano a los Estados Unidos.
—Retomando el Acuerdo de Paz, ¿existe alguna alusión a algún tipo de tribunal penal por crímenes de guerra o respecto a las vulneraciones de derechos humanos durante el conflicto?
—No, en realidad no hay nada de esto, no se menciona ningún tipo de justicia o reparación de ninguna clase. Menos aún se habla de crímenes de guerra o de un tribunal penal. Tampoco se mencionan los derechos humanos. Lo único que se menciona es el cese del fuego entre los paramilitares y los talibanes, y la liberación de los presos talibanes de las cárceles de Afganistán y Guantánamo.
—Antes has hablado del opio como uno de los principales intereses que pueden tener los Estados Unidos en Afganistán. Cuando hablamos del cultivo del opio, generalmente se piensa en el narcotráfico de heroína, pero también puede destinarse al comercio con multinacionales y farmacéuticas que fabrican morfina u otro tipo de medicamentos.
—En este sentido, se han hecho varios intentos de llegar a acuerdos de este tipo, pero resulta más beneficioso la venta ilegal de este producto. Actualmente, ésta es la principal fuente de riqueza del país, lo que convierte a la economía de Afganistán, la oficial, la del Estado, en una economía mafiosa.
—¿Cómo afecta a la población del país este negocio de tráfico y producción a nivel de adicciones?
—Destruye muchas vidas. Hay un millón de afganos que consumen opio o heroína, hablamos de un porcentaje muy alto, un 10 por ciento de la población del país. Este negocio también genera desigualdad: el 54 por ciento de la población está en una situación de profunda pobreza. El dinero del opio sale del país, no se queda en la población. Ahora es muy notable ya que, con la situación de pandemia y la cuarentena, nadie puede recibir ningún tipo de apoyo económico estatal, porque oficialmente el gobierno no dispone del dinero. Todas las ganancias que el Estado obtiene de este negocio van directamente a las mafias, no llegan nunca a la población.
—Por lo que has contado, se puede entender que los Estados Unidos obtienen beneficios con este comercio internacional de heroína.
—Después de la invasión, Estados Unidos fomentó la creación de un ministerio contra la producción del opio, pero en realidad este ministerio se convirtió en la principal mafia de control para la producción de este producto. Se han hecho campañas, en las que se televisaban quemas de granjas ilegales de opio para hacer propaganda de una supuesta lucha contra el narcotráfico. Pero se demostró que, en realidad, se destruían cultivos particulares de personas que no querían colaborar con la mafia. Nunca han tocado ninguno de los cultivos de las mafias.
—Una de las banderas que se esgrimieron para justificar la invasión de Afganistán en el año 2001 fue la de la liberación de sus mujeres. ¿Cuál es la situación las mujeres afganas casi veinte años después?
—Las mujeres han sufrido más violencia que el resto de la población durante el conflicto armado. Pero, independientemente del conflicto, existe la violencia de género en general: violencia sexual, doméstica, psicológica… Cabe destacar el negocio de trata que hay en el país, las mujeres cuestan muy baratas, la vida de una mujer no vale nada.
Por otro lado, también podemos decir que las mujeres son víctimas del silencio, no pueden tomar ninguna decisión, siempre depende de los hombres, su voz no cuenta. Las mujeres en Afganistán, a través de la cultura y de la presión de la familia, aprenden a callarse y no pueden compartir sus experiencias y sus problemas con los demás, porque esto resulta inaceptable para la mayoría de la población, que, en general, tampoco está interesada en los derechos de las mujeres.
—En este sentido, ¿puedes explicar cómo funciona RAWA, la organización a la que perteneces?
—RAWA es la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán, fue fundada en 1977 por Meena Keshwar Kamal, que fue asesinada por sus ideas políticas en 1987. RAWA es una asociación política y clandestina, que lucha por los derechos de las mujeres con estrategias políticas y sociales. Nosotras pensamos que los culpables de esta situación son, por un lado, los ocupantes extranjeros, y por otro lado los fundamentalistas afganos. Mejorar la situación de las mujeres en mi país no pasa por reformas, se necesita una revolución.
Trabajamos en las áreas más remotas del país, realizando apoyo económico a las mujeres que cultivan la tierra y no tienen recursos. Generalmente, son mujeres analfabetas, por eso las organizamos para que se alfabeticen y darles una herramienta para poder conocer sus derechos y luchar por ellos. Al trabajar de forma clandestina, presentamos como proyectos de otras asociaciones de mujeres, los que en realidad provienen de RAWA. A veces ni siquiera las mujeres que trabajan en estos proyectos saben que dependen de RAWA, se trata de una estrategia de infiltración en otras organizaciones sociales u ONG.
—Por lo que estás contando, están realizando un trabajo de infiltración.
—Parte de nuestro trabajo es en diferentes partidos políticos, promoviendo nuestras ideas. Tratamos de influir en los partidos más democráticos, dentro de lo que se pueden ver en Afganistán, como por ejemplo el Partido de Solidaridad y otros partidos. A veces, saben que colaboran con nosotras, otras veces no. Es muy importante trabajar con ellos, aunque a veces no estemos de acuerdo con sus discursos políticos, porque por lo menos tenemos el derecho de tener voz ahí.
Hay una gran cantidad de mujeres que, a pesar de todo, siguen luchando y levantando su voz, hablando en los medios de comunicación cuando tienen la posibilidad, o incluso creando los medios de comunicación si no existen. Nosotras trabajamos con muchos medios, en redes sociales, tenemos nuestra página en Facebook, donde recibimos mensajes y propuestas. También realizamos nuestra propia revista, Mensaje de Mujeres, que imprimimos y repartimos entre las mujeres en todo el país para que sepan que la lucha de las mujeres existe, conozcan en qué consiste y qué pueden aportar.
—Como has explicado, RAWA trabaja desde la paz, pero dada la situación de violencia en el país, ¿se llegaron a plantear otros escenarios en un futuro?
—Nuestra resistencia es no violenta, pero nunca descartamos la posibilidad de, en un futuro, si hubiese la necesidad, pasar a las armas. A veces pensamos que todo nos empuja a ello, que no nos queda otra. Cuando tu enemigo son los Estados Unidos, que tienen armas y las utilizan contra ti y los talibanes, que también tienen y emplean armas. No tenemos miedo y llegado el caso acudiríamos a las armas si fuera necesario.
*Por José Ángel Sánchez Rocamora y Eleuterio Gabón para El Salto Diario / Foto de portada: El Salto Diario