La empresa Vicentín y el terrorismo de Estado

La empresa Vicentín y el terrorismo de Estado
12 junio, 2020 por Redacción La tinta

El relato de Efrén Venturini, un ex obrero detenido durante la última dictadura cívico militar, expone la complicidad con la represión por parte de una de las empresas más grandes de la provincia.

Por Ana Fiol para Enredando

El grupo económico Vicentín SAIC –“La visión y la pasión puesta en el porvenir”, reza el slogan de la empresa– fue creado en 1929 en Avellaneda como un almacén de ramos generales. En 1937, empezó a funcionar la primera desmotadora de algodón y en 1943 comenzó la molienda de semillas para la producción de aceite. Actualmente, según informa la Bolsa de Comercio de Rosario, Vicentín es el segundo grupo económico en exportación de aceites. Forma parte de las diez principales firmas exportadoras de granos, harinas y aceites, y ocupa el quinto lugar en las multinacionales que se encargan de un 80 % de la totalidad de exportaciones del país.

Tres generaciones de la familia Vicentín se enriquecieron con la creación de un oligopolio que incluye la Algodonera Avellaneda, el frigorífico Friar, un feedlot en un predio 450 hectáreas, tres plantas industriales en Ricardone y San Lorenzo, una hilandería en Brasil, elaboración de algodón que comercializa Química Estrella y la producción propia de agrotóxicos, alimento balanceado y biodiesel.

¿Cómo se hizo esa fortuna, emporio empresarial e integración productiva? En parte, sobre la sangre y los derechos de sus obreros, sobre las libertades gremiales de sus delegados, el espionaje y la persecución de sus trabajadores, la corrupción planificada de los representantes sindicales. Por lo menos 22 obreros, entre ellos los 14 delegados de sección, fueron secuestrados entre enero y noviembre de 1976, muchos de adentro mismo de la fábrica, señalados por el jefe de personal, en autos de la patota cuya nafta pagaba la patronal, con telegramas de despido coordinados con el ejército mientras estaban desaparecidos. La empresa Vicentín fue cómplice de la represión de los trabajadores y su complicidad e instigación de delitos de lesa humanidad, para asegurarse obreros dóciles, obedientes y familias aterradas.

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El escenario de las luchas gremiales y del terrorismo de Estado que aquí se relatan son las ciudades de Reconquista y Avellaneda de los años 1970. La zona había sido poblada por italianos escapados del hambre y de las guerras. Colonos en una sociedad que se consolidó dividida por la colonialidad del poder, de un lado los “gringos” y del otro los “negros” (criollos, mestizos e indios). La estructura económica del norte santafesino profundo: el latifundio, la explotación, la miseria, la violencia, resultó con el tiempo en una sociedad conservadora, discriminadora y racista.

La primera huelga general y la organización del sindicato

Todo empezó en 1974 con la huelga general impulsada por los obreros. En la fábrica se producían muchos accidentes de trabajo, fatales y graves: una mano cortada, un dedo, quebraduras, espaldas destrozadas. En ese año “había muerto un compañero” relata Efrén Venturini, delegado general, detenido desaparecido y sobreviviente. Un camión lo chocó en la puerta de la fábrica y lo atendieron en un sanatorio, del que era socio un médico casado con una Vicentín, hija de los dueños de la fábrica. El obrero murió tres días después y su cuerpo fue entregado a la familia con una pierna menos para que no hubiera pruebas. Los trabajadores se organizaron e hicieron una huelga que no tenía antecedentes en la zona, era la primera vez que los obreros se atrevían a organizarse y desafiar a la patronal. La fábrica los denunció y les envió a la policía. Quedaron detenidos los tres organizadores de la huelga: Oscar Zarza, Aníbal Gall y Efrén Venturini. Les aplicaron un código de faltas y los encarcelaron por cinco días.


Cuando salieron siguieron trabajando en la fábrica y organizándose para ganar el gremio de los Aceiteros y Desmotadores. Se reunían en el salón de la parroquia y la policía de civil se infiltraba, los espiaba por las casas y los techos, los seguían por las calles. “Vicentín hacía inteligencia, había mucha persecución a los trabajadores y corrompían a los dirigentes gremiales”, dice Venturini.


A pesar de todo, en octubre de 1975 ganaron el gremio e impusieron reglas diferentes a las de la burocracia sindical que acostumbraba a arreglar con la patronal. No se podía ser secretario general más de dos veces seguidas y cada seis meses rotaban los secretarios de la comisión directiva. No querían traiciones a los obreros, no querían sindicalistas enquistados, mal acostumbrados a los beneficios de viajes y secretarías. Ni Aníbal Gall –que era el referente más respetado e importante de los obreros- ni Efrén Venturini tomaron puestos en el sindicato. “Fue por respeto” dice Efrén. “No sabíamos ni redactar. Yo había ido hasta sexto grado y después a trabajar, y como laburo no había mi padre me dijo: ahí tiene las herramientas, el machete, el cuchillo y la pistola, a cazar al monte para comer”.

También organizaron el Cuerpo de Delegados por secciones de la fábrica. Eran catorce, y Efrén el delegado general.

Arrecia la persecución. La empresa se deshace de los gremialistas

En enero de 1976, le allanaron la casa a Aníbal Gall, le encontraron una pistola 22 y lo llevaron preso. Le armaron una causa y no salió hasta que terminó la dictadura. El 23 de marzo de 1974, se llevaron presos a Venturini y Zarza, y a los pocos días los largaron.

En septiembre, la represión se puso muy dura en el norte provincial. Fueron chupando estudiantes y arreció la persecución contra los miembros, abogados y militantes de las Ligas Agrarias.

El 4 de noviembre, secuestraron a veintidós obreros de la fábrica Vicentín. Se llevaron a toda la Comisión Directiva y a todo el cuerpo de delegados. Algunos de ellos fueron secuestrados adentro de la propia fábrica mientras cumplían su turno de trabajo. A Efrén Venturini, delegado general, lo señaló el jefe de personal, el señor Tonietti. Se llevaron a Adelqui Gavirondo, Estanislao Zunini, Eldo Zorat, entre otros.

Venturini recuerda que estaba trabajando en la embocada de semillas de algodón, con barbijo, en short y en cuero. Eran las 11 de la mañana. Lo chuparon para meterlo en el circuito del terror que empezaba en Avellaneda y terminaba en Coronda. Estuvo 10 días desaparecido. Primero, lo llevaron a la comisaría de Avellaneda, donde le pegaron y le robaron su primer reloj. Después, encapuchado, lo llevaron a la Jefatura de Reconquista. Ahí los ataron a todos y, en la madrugada, los metieron a patadas en un camión y los llevaron a la ciudad de Santa Fe.

Efrén relata su calvario particular. La tortura en la ex Policía Caminera lo dejó muy lastimado, permaneció tres o cuatro días tirado hasta recuperarse. Pero siguió padeciendo torturas, para finalmente ser llevado a la Guardia de Infantería Reforzada. Después lo llevaron a Coronda, desde donde -y como a muchos – lo llevaron a la comisaría 4ta de Mario Fasino, para seguir siendo torturado.

El 5 de noviembre, un día después del secuestro de los trabajadores y representantes gremiales, la fábrica les envió un telegrama para que se presentaran a trabajar en 24 horas, so pena de ser despedidos. Esta estrategia fue usada por otras empresas que trabajaron con la dictadura para eliminar la resistencia obrera a la explotación. Efrén dice: “Ellos sabían que estábamos desaparecidos, nos llevaron de la fábrica misma”. Se trató de una estrategia patronal para librarse de los obreros “problemáticos” y, a la vez, ahorrarse una fortuna en indemnizaciones.

Hoy, Efrén Venturini tiene 70 años. Sobrevivió a la dictadura y volvió a su pueblo. Se casó con Ana, que lo esperó, lo buscó, lo visitó y juntos criaron siete hijos. Fue denunciante en la CONADEP y está esperando los juicios sobre la responsabilidad de los empresarios Vicentín en los delitos de lesa humanidad cometidos contra él y sus compañeros.

*Por Ana Fiol para Enredando / Imagen de portada: Enredando.

Palabras claves: Dictadura Cívico-Militar, Empresas recuperadas, estado

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