Pandemia y espacios de cuidado en los barrios populares de Córdoba

Pandemia y espacios de cuidado en los barrios populares de Córdoba
Nadya Scherbovsky
26 mayo, 2020 por Nadya Scherbovsky

La muerte de Ramona y la situación de la Villa 31 fue una bofetada. Saltando el confinamiento del cerco mediático, las pantallas reflejaron la situación preocupante que vive gran parte de la población y Córdoba no es ajena a esta realidad.

Por Anabella Antonelli para La tinta

“No importa que no haya solución para nadie ni perdón para nadie,
ni si al fin estás solo en las salinas de la madrugada
haciendo todo lo posible para que salga el sol,
para que esos rostros queridos no se hundan en los rápidos de la nada
que acecha tanta maravilla”.
Raúl Gustavo Aguirre

“Necesitamos una olla, estamos cocinando cerca de 100 raciones diarias cuando antes hacíamos la leche dos veces por semana para 30 niñes, no nos alcanza”. Silvia vive en Bajo Pueyrredón, un asentamiento popular ubicado sobre la salida a la ruta 19. Un barrio que tuvo su momento de “fama” la semana pasada, cuando 20 personas fueron aisladas por reacción positiva al virus. La preocupación es por la asistencia del Comedor Pueyrredón de Encuentro de Organizaciones (EO), que Silvia integra junto con otres vecines.

Desde el inicio de la cuarentena, estuvo claro que mi presencia no era esencial en el comedor. Suspendido el resto de las actividades, había manos para alimentar a una cantidad de personas que se triplicó. Las vecinas me dijeron que me quede en casa, les hice caso. Me puse a trabajar en lo que se me ocurría podía aportar.

La tarea de estas mujeres siempre es esencial, sobre todo, en cuarentena. La pandemia visibilizó la importancia de la organización comunitaria para el cuidado y la reproducción de la vida. Según datos recientes de UNICEF Argentina, antes del coronavirus, la pobreza de niñas, niños y adolescentes era del 53% en Argentina, ahora, se calcula que, hacia fines del 2020, esa cifra podría escalar en un 60%. Estiman, además, que la indigencia crecerá este año del 14% al 16%. En números crudos, significaría que la cantidad de niñas, niños y adolescentes pobres pasarían de 7 a 7,7 millones y 400 mil estarán en situación de pobreza extrema.

“Esto es un camión que viene de frente”, me dijo una compañera. Quise olvidar esa imagen para esquivar los pensamientos sobre lo que ya está acá: la tragedia que representa una pandemia de este tipo para sectores empobrecidos histórica y estructuralmente.
Me aferré a la tarea de conseguir la olla y a generar canales para recibir donaciones, accionar medidas de cuidado comunitarias, denunciar la falta de asistencia estatal, escuchando conflictos producto de la descomposición social en la que estamos (más allá y más acá de la pandemia). Me entretuve por unos 50 días, quería esquivar lo que venía de frente, la lucha es por la supervivencia y por habitar de la mejor forma posible una tragedia.


Se murió Ramona y se encendieron los fuegos que se amasaron en forma de denuncia y advertencia. Un grito pujaba por saltar el cerco mediático: en Argentina, la tragedia tiene la magnitud del abandono al que nos exponen históricamente. Tiene la magnitud del racismo y el odio con que se inoculan políticas públicas para los sectores que nunca dejaron de ser “postergados”.


Según el último reporte del Relevamiento Nacional de Barrios Populares (RENABAP), abril de 2020, existen 125 barrios populares en Córdoba Capital, donde habitan unas 18.804 familias. El derecho al agua es fundamental para la vida, para higienizarse y nutrirse. El 94% de los hogares de estos barrios no cuenta con acceso formal a la red de agua corriente, mientras que otros acceden por pozo comunitario, acarreo de bidones o camiones cisterna. El 98% no cuenta con acceso formal a la red cloacal, mientras que 88 barrios no tienen acceso a la red formal de electricidad, principal forma de calefacción.

“¿No tenemos agua y me voy a poner un barbijo?”, dice una vecina de Barranca Yaco al consultarle por el operativo de hisopado llevado a cabo el sábado por la municipalidad.

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Cuando deposité en la olla el horizonte de mi preocupación, ya tenía conciencia de que estaba esquivando el miedo, la ansiedad y la angustia. Noté que este contexto extrema los sentimientos y acciones de las personas: ¿vecinocracia o solidaridad? ¿preocupación o rechazo? ¿juzgamiento o cuidado? ¿Dónde está paradx cada unx?

El trabajo esencial de alimentación en los barrios más empobrecidos y la solidaridad de quienes donan mercadería es un salvavidas. “No importa ser un objeto más o menos clasificable despreciable por los que deciden / no importa ser superado, masacrado, tergiversado, desmentido / con todo eso se hace la verdad”.

Tras los casos conocidos en Nuestro Hogar 3 y Angelelli, los primeros días de mayo, se confirmaron dos positivos en Villa Martínez, que fueron aislados e internados según el cuadro clínico. Cuando cerraron la zona noroeste de la ciudad, la Jacqui, del comedor La Soñada en barrio 12 de julio, dijo sentir “que el virus nos pisa los talones”. El brote “pareció” no seguir y la sensación se aquietó pronto.


Mientras la demanda en comedores se triplicó, el gobierno de la provincia suspendió los programas de empleo destinados a más de 20 mil personas y los refuerzos alimentarios no llegaron. El cuidado comunitario, con el protagonismo de las mujeres, se siguió fortaleciendo desde las organizaciones sociales y colectivos solidarios.


Tras los casos registrados en el Mercado Norte, el martes 12 de mayo, amanecimos con la noticia de un cerco sanitario en Bajo Pueyrredón, a unos 120 metros del Comedor Pueyrredón donde trabaja Silvia. Se trató de 21 personas con resultado positivo que fueron aisladas, mientras se realizaron operativos en otros 16 barrios de la ciudad.

Conseguí la olla, con el cerco, se profundizó la necesidad. Hice un permiso de comedor y salí para allá. Mientras camino los 40 minutos que me separan del comedor, una catarata de pensamientos me atropellan. Cruzo el puente, paso dos controles policiales que no reparan en mí. Fantaseo con mi imagen subiendo esa calle con barbijo y una olla gigante. Me río imaginando que soy parte de esos memes de perros que comparan la militancia de los 70 con la de ahora: 2020. Me hacen sonreír las fantasías de heroísmo que manejan. En una ventana leo “+ Jesús” y pienso que todo tiene que ver con todo y que Silvia siempre dice que somos como Jesús. Qué injusticia la de los relatos y las legitimidades, mientras yo compro una olla, ella alimenta 100 bocas por día. “Nada de todo esto importa realmente”, me digo entre la risa y el llanto. Llego al comedor, nos saludamos con los codos, no nos sacamos los barbijos. Paradas en el patio, ideamos sistemas de entrega de alimentos que permitan exponerse menos. Hablan de la ruta de contagio, de la imposibilidad de trazarla, de medidas que no tienen que ver con realidades populares, de lo ridículo de querer aislarse donde todo es un único continuo.

Un compañero cuenta que pudo hacer una changa cerca, por no estar dentro del cerco sanitario. “No hay forma de no hacer algo, yo vivo al día”, y habla de las dificultades para mantener el trabajo en cuarentena. El famoso teletrabajo no se ajusta a las realidades y labores de la mayoría de les vecines, sin contar con la brecha tecnológica.

Según el RENABAP, en las barriadas populares, sólo el 13,5% de les adultes económicamente actives tienen empleo registrado y más del 60% están en situación de vulnerabilidad laboral. Las principales ramas de actividad de les trabajadores no registrades y de les trabajadores por cuenta propia hablan de la precarización: construcción 48%, trabajos en la vía pública 5,5%, cartoneros y afines 5%, comercio barrial 5%, elaboración de comidas 3%, textil 3%. Para quienes son parte del codiciado 13,5%, el paro de transporte generó otras dificultades. El callejón sin salida es una imagen mental recurrente.

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(Imagen: ATE Córdoba)

“El miedo paraliza”, dice Silvia adivinando lo que siento. Alguien nombra las “enfermedades de base” y pienso que estas tienen un claro componente de clase, y podrían disminuirse si todes accedemos a una adecuada alimentación, al agua potable como derecho humano imprescindible y la oportuna atención médica. La malnutrición, por ejemplo, que puede derivar en obesidad, es un factor de riesgo, ya que se asocia a otras enfermedades como diabetes o hipertensión. Por otro lado, el derecho a un ambiente sano no es una garantía en los sectores populares y la epidemiología se encargó de advertir sobre sus complejidades médicas. Siguen los callejones sin salida.

Me despierto el domingo y repaso los diarios. El ministro de Desarrollo Social de la Provincia de Córdoba, Juan Carlos Massei, dice a La Voz del Interior: “La pandemia nos obliga a extremar todos los recaudos en estos barrios”. Según sus dicho, todas las áreas del Gobierno Provincial están fortaleciendo los programas de asistencia a los sectores más humildes, “duplicando los esfuerzos de asistencia económica y alimentaria, sosteniendo a las comunidades, y trabajando a la par de los equipos de salud”.

Corroboro lo que creo es un acto de cinismo. Llamo a Nadya Scherbovsky de EO, una de las organizaciones que reclaman la falta de alimentos a los tres niveles del Estado. Me actualiza que, desde la Municipalidad, no hay avances, desde el Gobierno de la provincia, salieron los cheques de abril del Programas Copas y Comedores, y el banco habilitó una forma de pago. Sin embargo, la provincia no autoriza, “tenemos los cheques en la mano y no los podemos cobrar. No recibimos ni marzo ni mayo y ya estamos en 26”. Pese a la mayor demanda, no se registraron aumentos en el programa. Por su parte, desde Nación, llegó poco y desactualizado en relación a las necesidades actuales .“¿A quién le hablaría el presidente anoche?”, se pregunta.

Me voy de Bajo Pueyrredón después de sentirme honrada con un café. Sí, el camión viene de frente y la tragedia parece inevitable. Sin embargo, una vez más, las personas tienen la intención y la fortaleza de construir y sostener la esperanza. Llego a casa y enciendo la radio, escucho: “Cambiar el mundo tal vez no sea más que aliviarnos un poco”.

* Por Anabella Antonelli para La tinta / Imagen de tapa: ATE Córdoba.

Palabras claves: Alimentación, Comedores barriales, cuarentena

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