Enfrentar el miedo, llenar los pulmones de resistencia

Enfrentar el miedo, llenar los pulmones de resistencia
1 abril, 2020 por Redacción La tinta

¿Qué pasa en la ruralidad en este tiempo de cuarentena? Algunos diálogos y reflexiones con Fermín López, poblador de 86 años de Las Calles en el valle de Traslasierra. Y una invitación a hacerse preguntas y respirar detenidamente el tiempo que nos toca vivir, en medio de una atmósfera que parece irrespirable.

Por Débora Cerutti para La tinta

I. Una inminencia

No hay vuelta atrás. La expansión de un virus letal estalló en todo el mundo. El miedo, ese que paraliza, amenaza con apoderarse de las mentes. De los encierros. De los cuerpos. Del aire. De los caminos. De nuestras formas de circulación. El aislamiento está marcando nuestro desplazamiento, nuestro intercambio, nuestro contacto.

Pero también hay otro miedo, el miedo que no paraliza, sino que nos mantiene en estado de alerta y de movimiento. Ese que cuestiona. Ese que enfrenta las violencias. Ese que nos impulsa a pensar que otro mundo es posible. Ese miedo que ya hemos sentido y nos da fuerza para luchar contra el patriarcado. Contra los proyectos de muerte en nuestros territorios. Contra el capitalismo que convierte nuestros vínculos en mercancía.

Capaz ya sentiste miedo. ¿Ya lo viste en los ojos de la almacenera? ¿Ya lo olfateaste mientras caminabas a hacer compras y la policía te detuvo? ¿Ya pensaste que te podés morir en medio de una pandemia mundial lejos de tus seres queridos? ¿Ya creíste que el mundo será otro?

 

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(Imagen: La tinta)

Salgo a hacer fotos con mi credencial de periodista en la moto. Un policía me pregunta por qué no llevo barbijo. Le digo que no se consiguen. Me dice que me haga uno. Me tapo con mi pañuelo verde y sigo andando. Todavía no son noches de esconderse. Tengo miedo de que, cada vez más, controlen todas nuestras acciones.

¿Qué herramientas tienen nuestros cuerpos para enfrentar el contagio? ¿Podemos preparar nuestros cuerpos para enfrentar el virus? ¿Cómo procesamos el miedo, cuando nos dicen que el riesgo de un virus letal está en el aire?

¿Vos, a qué le tenés miedo?

II. Un gesto

El efecto del virus radica en la parálisis relacional que propaga, dice el filósofo italiano Bifo Berardi. El viejo Fermín, mi vecino, está al tanto de lo que se viene. Dice que ya sobrevivió el miedo a morirse. Hoy, no tiene miedo, pero sabe que la cosa está jodida. Dice que lo único certero es la muerte. Y lo único que le gana a la muerte es la memoria de la vida. Hablamos a un metro y medio de distancia. Hace días que no nos saludamos con un beso, pero compartimos la cuarentena.

Fermín tiene 86 años. Nuestras casas están una al lado de la otra, con muchos árboles en el medio y mucho sol. Me alquila la casa que fue construida por él, que fue una estafeta postal durante algunos años, hace ya varias décadas. Casa de adobe en medio de un pueblo rural de 800 habitantes. Llegué un día antes de que se pronunciara el aislamiento social obligatorio, desde Córdoba capital al lugar donde vivo, en el valle de Traslasierra. Donde están mis libros, mis plantas, mi mate.

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(Imagen: La tinta)

El 24 de marzo, nos levantamos muy temprano con Fermín y nos pusimos a trabajar la tierra en el terreno donde está su casa y la mía. La preparamos para la siembra. Le pregunto cuándo. Cuando sea la luna, me dice. Hay que esperar. Y tener paciencia.

Ese día, compramos carne para tirar al asador y un vino. No hablamos del coronavirus, aunque sí dijimos “la cosa está jodida”. Recordamos su larga vida en el campo. Y leímos la carta que Rodolfo Walsh escribió cuando su hija Vicky Walsh, oficial segunda de la organización Montoneros, fue asesinada combatiendo al ejército desde su casa. Ese día, con Fermín, lloramos mucho.

¿Qué significa resistir al tiempo? ¿Qué miedos transgrediremos? ¿Qué memorias haremos que sobrevivan? ¿Cómo evitaremos volver a lo normal? ¿En qué nos habremos convertido cuando la pandemia sea recordada como el momento en que la humanidad desaceleró su ritmo productivista? ¿Quiénes serán las muertas de feminicidios, de dengue, de naufragios en el Mediterráneo, de invasiones en territorio kurdo, de covid19?

III. Un respiro

Respiremos detenidamente el tiempo que nos toca vivir, en medio de esta atmósfera que parece irrespirable. Los pulmones son el punto débil. Una crisis del cuerpo, un cuerpo vivo que no soporta un virus, un aire que se viene oscureciendo en las grandes ciudades, que está lleno de agroquímicos sobre pueblos fumigados. Una máscara, un momento que implica disociar el placer del consumo. Y encontrar ese placer en soledad o con otras personas con las que quedamos geográficamente cerca. Y encontrar, también, mecanismos para desafiar ese cotidiano en encierro, en muchos casos, acompañada por agresores que ejercen violencia. Vivir y respirar en medio del virus.

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(Imagen: La tinta)

¿Qué conflictos no estamos viendo? ¿Qué vendrá después? ¿Qué volverá a circular cuando la prohibición de circular deje de existir? ¿Qué cosas nuevas se habrán instalado como formas vinculares? ¿Nos matará la recesión económica, si no nos mata el virus? ¿Habrá nuevas epidemias?

Las fronteras se refuerzan. La policía se enorgullece de su tarea. La prepotencia de la autoridad enerva a las fuerzas represivas. Un ritmo que se ralentiza. Una posibilidad. Una potencia. Una política de un acontecimiento desmedido, singular, impensable.


Mientras, equipos de salud trabajan en esto que algunos dirigentes insisten en llamar una guerra. Mientras, comedores y merenderos populares siguen enfrentando el virus y el hambre en los barrios cordobeses. Mientras, organizaciones de la economía popular del campo siguen garantizando el alimento diario.


Mientras, millones de memes y algunas risas. Salir vestida de Eternauta. Los siervos que bajan de la montaña a las ciudades. Los pájaros, que siempre estuvieron, son oídos. Un Foucault viendo cómo la crítica a la modernidad se va al carajo y rogamos al Estado por confinamiento total. Un Rambo ochentoso llevando el pan en una moto mientras lo persiguen las fuerzas policiales.

La llamo a mi amiga Pía. Mientras se establece la comunicación, escucho el mensaje de la compañía telefónica: quedate en casa, Personal te comunica.

¿Qué podemos hacer? Nos preguntamos con Pía. Si la humanidad sobrevive, porque vamos a sobrevivir, 2020 será recordado como el año en que un virus a nivel mundial logró el confinamiento de los cuerpos en sus casas, aquellos cuerpos que tenían una casa. El año en que la higiene pública, la punición legal, el aislamiento social preventivo y obligatorio, se implantaron con fuerza como técnicas de transformación individual.

¿Qué es el terror? Cuando esto pase, porque todo pasa, ¿las tácticas punitivistas saldrán fortalecidas? ¿Las técnicas represivas serán más avaladas? ¿Y si conspiramos? ¿Y si no nos dejamos de hacer preguntas? ¿Y si partimos de la incertidumbre?

Resuena Susy Shock diciendo que otrxs sean lo normal. Siento la rebelión chilena que dice no queremos volver a la normalidad y veo dos millones de cuerpos marchando por las calles de Santiago de Chile el 8 de marzo.

IV. Una posibilidad

Después del coronavirus, después de esto, ¿qué habrán comprobado quienes ejercen el poder desde arriba? ¿Qué harán los centros financieros, las empresas transnacionales, los propietarios de la tierra?

El siglo XIX fundó la edad del panoptismo, la civilización de la vigilancia, dice Foucault desde algún lugar en la historia. ¿A qué necesidades respondía esta transformación?: “Muy problablemente, a nuevas formas y a cambios en la práctica del ilegalismo, pero, sobre todo, a nuevas amenazas”. En el siglo XX, lo que gobierna en la sociedad ya no son los códigos, sino la perpetua distinción entre lo normal y lo anormal, “la perpetua empresa de restituir el sistema de la normalidad”.

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(Imagen: La tinta)

En el siglo XXI, el cuerpo es una realidad biopolítica. Hoy, saber si una persona que salió a pasear a su perro tiene fiebre a partir de una cámara de vigilancia callejera se vuelve realidad. Y la posibilidad de cruzar su rostro con un registro de datos biométricos que tiene el Estado, también. Todo lo que se puede hacer con eso depende de nuestra resistencia y nuestra transgresión.

Mientras escribo esto, aparece Fermín en la puerta de mi casa, diciendo “Deborita”. Así me llamaba mi abuela, la Balbina. Deborita. Es un llamado que me da ternura, que me hace sonreír. Fermín trae una milanesa recién hecha en un platito y un tomate para que almuerce. Le agradezco, le digo que estoy haciendo un budín y que, cuando esté listo, se lo llevo. Le pregunto cómo amaneció. Me dice que cada día más guapo. Que cortó el pasto y preparó nuevos surcos, para cuando esté la luna.

V. Abajo, en el adentro y el afuera

La cosa está jodida, me vuelve a decir. Le pregunto qué piensa que se viene después de esto.

Una gran carestía, responde. Carestía de alimentos, de necesidades, continúa. En la tarde soleada del sábado, en el afuera, suena el altoparlante que, desde hace varios días, da vueltas por el pueblo diciendo La policía de la provincia de Córdoba te dice quedate en casa. El sábado pasado, pasó cinco veces por enfrente de donde vivo.

¿Cuál es la lucha política en este momento de cuarentena? ¿Evitar que el virus llegue a la mayor cantidad de cuerpos posible? ¿Fortalecer la idea de solidaridad? ¿Reforzar los vínculos de cuidado y amor? ¿Abandonar el mundo virtual cuando pase la cuarentena y fortalecer los encuentros cara a cara? ¿Pensar nuevas estrategias de sobrevivencia? ¿Conspirar con horizontes donde sigamos escuchando a los pájaros y donde los siervos puedan convivir con humanxs en la ciudad?

Aislamiento social es un término a cuestionar, no a repetir. No porque estemos en contra de la cuarentena o no creamos que está siendo un mecanismo útil para demorar, frenar y prevenir la expansión del virus. Sino porque necesitamos seguir organizándonos en el abajo, más allá de las decisiones que se tomen en el arriba sobre nuestras vidas.

Es también, y por ello, una tarea del ahora prestar atención a la domesticación del comportamiento. Mirar cómo emergen nuevos organismos de control y de represión. Tener cuidado con las campañas de moralización. Pequeñas posibilidades de anticiparnos a lo que vendrá.

Es, también, el tiempo de fortalecer saberes. De la mirada puesta en las cientos de experiencias comunitarias y autogestivas: desde los yuyos que Fermín saben son para tal cosa o para tal otra, pasando por las experiencias de las brigadas de salud de los barrios populares en Córdoba hasta la medicina comunitaria practicada por las compañeras zapatistas en México.

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(Imagen: La tinta)

Sigo escribiendo desde la ruralidad. Acá, la cosa está jodida, pero es bien distinta a las ciudades. Me pregunto cómo viviremos después de esto. Cuánto de muerte, pero también cuánto de vida indisciplinada. Cuánto habremos aprendido de que las tareas de reproducción y de cuidado son necesarias para ese otro mundo posible. En el afuera del adentro, me espera un pedazo de tierra para sembrar. En el adentro, me espera prender un fuego en la casa porque hace frío. En el afuera, me esperan troncos tirados y secos para juntar y hacer leña. En el adentro y en el afuera, nos espera cuestionar, no repetir, para no volver a la normalidad.

*Por Débora Cerutti para La tinta.

Palabras claves: coronavirus, pandemia, resistencia, Traslasierra, Virus

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