Eso pasa factura
Noche agitada. La extrañeza se hace hábito. Mi hija sueña con mosquitos, yo sueño que no puedo llegar al lugar donde ella está. Me despierto aliviada porque llora en la habitación de al lado.
Tengo una reunión a la que me conecto tarde porque logramos dormir cuando había que despertar. Hablamos del papel higiénico y del sujeto reducido al lugar de desecho.
¿Estamos seguros de querer hacer esto online? No estamos seguros de nada. Corté.
Necesito mates para seguir despierta. En casa no hay yerba. Se avecina el mal humor que me toma en cada proceso de desinfección de objetos. La limpieza del virus es también la limpieza del alma de esos objetos. En ese momento no puedo caretear nada, ni la pandemia ni la paranoia. Está vez no va a pasar, trae facturas por favor con mucha crema pastelera. Montemos la escena, yo te abro la puerta y vos me mostras la bolsita.
No la voy a limpiar. Al segundo mordisco ya había decidido morir por un poco de placer.
Por Melina Di Francisco / Foto: La tinta