Papá Noel son los padres

Papá Noel son los padres
24 diciembre, 2019 por Redacción La tinta

Por Fernando Esteban Lozada

Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás, Viejito Pascuero o como se le llame en diferentes regiones es algo que parece inocente e intrascendente, pero te das cuenta de su importancia cuando planteas que no debería seguir existiendo y se generan reacciones bastante fuertes. Es una figura muy presente en la edad temprana de niños y niñas.

Luego del nacimiento, el cerebro humano sigue formándose y, a los 6 años, alcanza el 90% de su desarrollo. Aunque más adelante gozará de cierta plasticidad, las experiencias de la niñez temprana determinarán gran parte de la arquitectura del cerebro. Además, la información que se adquiere en ese periodo, de padres, madres u otra referencia, se vincula con lo necesario para la supervivencia, por lo tanto, se arraiga fuertemente. Se forman patrones de conducta y estructuras de pensamiento que nos acompañarán durante toda nuestra vida. Quienes son responsables de guiar a niños y niñas en su crecimiento deben ser muy cuidadosos y poner especial atención en el futuro adulto y en la persona actual.

Muchas personas plantean que el mito de Papá Noel es algo lúdico que no produce ningún daño, incluso lo ven como necesario. Un juego es una actividad donde una o varias personas, que componen la totalidad de los participantes, siguen conscientemente ciertas reglas para divertirse o entretenerse. Pero, cuando varias personas se ponen de acuerdo en seguir ciertas pautas que involucran y condicionan a alguien más sin que este sepa, se parece más a un complot o a algún tipo de estafa emocional.

¿Cuál es la motivación para que millones de personas acuerden que niños de cierta edad deben creer que Papa Noel existe? Docentes, madres, padres, tíes, hermanes, funcionaries públicos, comunicadorxs, comerciantes, es decir, toda la sociedad manteniendo una mentira. ¿Es por el bienestar de los niños y las niñas?

Si se observa que los mayores beneficiados son los comerciantes y especialmente las corporaciones, se puede empezar a sospechar que no hay un fin altruista o lúdico detrás de esto. Como corporación, también me refiero a la iglesia católica y otros cultos cristianos. Propagar un tipo de pensamiento colectivo, no uno emancipado, y apartarse del pensamiento crítico es funcional al modelo de consumo y a la religión.

Está claro que los afectos de los infantes no tienen ninguna mala intención, por lo general, no se cuestionan esta “tradición” que está muy bien vista socialmente. Hay quienes argumentan que es hasta necesario, junto a los reyes magos y el ratón Pérez, para desarrollar la imaginación de las y los pequeños. A mi parecer, desarrolla pensamiento mágico, que no es lo mismo que imaginación.

La imaginación es un proceso psicológico de abstracción, es la manipulación de información para generar nuevas representaciones mentales, sumamente útil para los procesos creativos. El pensamiento mágico es una forma de pensar cuyas bases son supuestos informales, no fundados, frecuentemente sobrenaturales, que produce opiniones o ideas sin correlato empírico, ni siquiera se busca contrastar con la realidad.

Enseñar que es posible que exista un ser que tiene un taller mágico que puede producir regalos para 2200 millones de niñxs, exactamente el que quiere y merece cada uno, y repartirlos en el 70% de la superficie del planeta, e inventar todo tipo de excusas cuando empieza a florecer el pensamiento crítico en el niño, no me parece sano.

Además, hay otros componentes negativos:

Se rompe la relación comportamiento-logro, los más pobres que se porten bien verán que reciben regalos inferiores, incluso no deseados, en contraste con otros de mala conducta de familias de mayor poder adquisitivo que les darán exactamente lo que deseaban. Otros millones no recibirán nada y no sabrán por qué son castigados. En realidad, sí: por ser pobres.

Se invisibiliza el esfuerzo de los padres, desaparece el gesto de dar y recibir por amor, sin interés.

Se enseña que existe un gran hermano navideño que observa y evalúa la conducta de cada infante permanentemente, y esto es usado como mecanismo de control extorsivo para que el niño obedezca, desligándose así los padres de hacerse cargo de su incapacidad de guiar conductualmente. Por otro lado, naturaliza que exista un sistema de vigilancia continuo que está vinculado a un modelo de castigo.

Se propaga la moral de mascota de premios y castigos. Además de la contradicción que se genera, se les dice que está mal mentir, pero todos se confabulan para que viva y crea una mentira.

Finalmente, se está enseñando a mentir y manipular a los más débiles, además de la desilusión que suele generar cuando averiguan la verdad. Descubren que en quienes más creían eran aquellos que les mintieron, eran en quienes confiaban al punto de aceptar la existencia de una proposición tan irracional.

Los niños que lo saben se burlan de los que aún creen y aprenden cómo usar el conocimiento como forma de poder.

Fomentemos la imaginación de lxs más pequeñxs, digámosles siempre la verdad, que exploren sus capacidades creativas al máximo mientras también desarrollan el pensamiento crítico, para que sean personas capaces de comprender mejor el mundo, emancipadas de prejuicios, tabúes y doctrinas de sometimiento, así lograrán dar sentido a sus vidas y encontrar placer y felicidad en el vivir.

*Por Fernando Esteban Lozada.

Palabras claves: Consumismo, Infancia, Navidad, niñez, Papá Noel

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