La peregrinación guadalupana

La peregrinación guadalupana
20 diciembre, 2019 por Redacción La tinta

Dos caras de la misma celebración. En ambos lados de las paredes de la basílica, el desborde espiritual azota. Del lado de adentro, miles escuchan al coro gregoriano que entona largos rezos en latín. Muchos perdones y exageradas loas a un Jesús poco humano. Afuera el calor golpea. Miles de cuerpos llegan a bailar a la celebración anual después de varios días de viajar desde todo México.

Por Alejo di Risio

Desde lejos han venido penitentes, arrepentidos, promesas pendientes. Varias rodillas amortiguan con cartones el calor del asfalto. Familiares o amistades van reponiendo los aislantes en el camino de quienes gatean hasta destino. Buscan atravesar otro año con calma, sin deberle pendientes a la Virgen, a sí mismos. Imploran ayuda sagrada, para alcanzar una cotidianeidad sin adversidades, para lograr un poco más de placer al fin de cada día.


Suenan las campanas, el fin de la misa expulsa fuera de la basílica a una marea de gente. Del lado de afuera se mezclan con el olor a hierbas sahumadas, con el pulso de los tambores. Están quienes se unen a los bailes. Se devoran tacos de canasta entre mochilas de viaje apiladas; vecinos y familias las cuidan mientras sus dueños honran la cultura viva. Esa que la Guadalupe esconde: su contraparte azteca Tonantzin, diosa madre de todo lo vivo.


 

 

Bajo la Basílica, las ruinas de su antiguo templo todavía duermen. El mito cuenta que la Virgen se le apareció cuatro veces al indígena Juan Diego y le ordenó que lograra la construcción de la mega-iglesia justo encima del templo masacrado. La imagen mariana se le apareció en un ayate, herramienta agrícola de la época para filtrar semillas. Sólo gracias a la bendición de un obispo español (conocido por quemar códices aztecas) fue que la Guadalupe hoy se erige sobre Tonantzin.  Así, en uno de los mitos fundacionales de la espiritualidad mexicana se inscribe una autoimposición colonial. Ese epistemicidio inconcluso se refleja ahora. Los parlantes de la basílica siguen aullando rezos latinos, sin callar a los tambores de la explanada. Durante lo que queda del día, llamarán al cauce espiritual popular a encontrar camino donde le sea más fácil emerger.

* Por Alejo di Risio

 

Palabras claves: Celebridades, Ciudad de Mexcio, La Guadalupe

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