El mundo oscuro y alucinado del espionaje bonaerense

El mundo oscuro y alucinado del espionaje bonaerense
17 diciembre, 2019 por Leandro Albani

La DIPPBA fue el organismo de inteligencia de la policía bonaerense. El periodista Juan Ignacio Provéndola reconstruye su historia a través de los archivos secretos de una de las principales agencias de espionaje que tuvo Argentina.

Por Leandro Albani para La tinta

“La Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires fue uno de los cuerpos de espionaje más importantes de toda la historia argentina –escribe el periodista Juan Ignacio Provéndola-. Funcionó entre 1956 y 1998; y, en todo ese tiempo, investigó en secreto a más de 460 mil personas. El material acumulado llegó a 4 millones de fojas, alrededor de mil videos y una innumerable cantidad de casetes y cintas abiertas. Se trata de un registro pormenorizado del espionaje político e ideológico que esa dependencia de la Bonaerense llevó adelante en la última mitad del siglo XX”. En este primer párrafo del libro El ojo que espía, Provéndola sintetiza de forma precisa a una entidad estatal que construyó una historia oscura y que tuvo su mayor esplendor durante la dictadura militar, entre 1976 y 1983.

Publicado hace apenas unas semanas por la editorial Sudestada, el libro no sólo cuenta la historia de la tristemente célebre DIPPBA, sino que revela su forma de espionaje en hechos históricos que van desde sus infiltrados el movimiento obrero y las universidad, su activa participación en la represión ilegal durante la dictadura encabezada por Jorge Rafael Videla, su responsabilidad en los casos de Miguel Bru y Walter Bulacio, y sus “interpretaciones” –por momentos alucinadas- sobre el movimiento punk en el país y sus caracterizaciones del Indio Solari y de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

Juan-Ignacio-Provendola-el-ojo-que-espia-libro-sudetada-02Provéndola realizó un minucioso trabajo de investigación en los archivos de la DIPPBA, que, luego de su disolución, quedaron en custodia de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM). En las páginas del libro, se puede reconstruir un organismo que, obviando su función específica, se encargó del espionaje masivo. El autor asegura que “el corpus documental más amplio” de la DIPPBA “se produjo durante la última dictadura militar, cuando los servicios de inteligencia hicieron su aporte a las fuerzas represivas que, como se pudo comprobar, trabajaron al servicio de las empresas en detrimento de los reclamos de los trabajadores”.

Las citas de los informes secretos de la inteligencia bonaerense que aparecen en el libro permiten reconstruir el accionar de la DIPPBA, pero también demuestran que una de sus funciones fue generar una situación de paranoia social. Un ejemplo de esto se observa cuando se reunió el grupo Almendra en la década de 1980. Para los servicios de inteligencia de la Bonaerense, sus integrantes “hacen alarde de su adicción a las drogas, como así también del desenfreno sexual y la rebeldía ante nuestro sistema de vida tradicional”. Otro ejemplo es la descripción que los espías realizan del Indio Solari, al que describen como un “personaje místico llamado Patricio Rey”, quien, en la década de 1980, mantenía “relaciones con miembros implicados e importantes dirigentes de la UCR”.


En diálogo con La tinta, Provéndola –periodista del diario Página/12 y autor también de Rockpolitik: 50 años de rock nacional y sus vínculos con el poder político argentino- relata que El Ojo que espía “no fue premeditado, sino que se fue precipitando por sí solo a medida que iban apareciendo los materiales que lo componen”.


“Todo surge a mediados de 2015 –cuenta el autor-, cuando desde la CPM, que es la que tiene bajo su custodia estos archivos, se contactaron conmigo para decirme que había un material muy interesante sobre espionaje en el rock, ya que, en ese entonces, escribía mucho sobre cultura rock. Ese fue mi primer acercamiento, no solo con los archivos de la DIPPBA, sino con cualquier tipo de trabajo periodístico vinculado a inteligencia”.

“Me pareció alucinante el hecho de poder leer los textos, porque no es que estamos accediendo a escuchas telefónicas de espías de hace tres meses –recuerda Provéndola-. Nos referimos a documentos de espionaje que tienen décadas, por lo tanto, los mecanismos también eran diferentes. Me pareció muy interesante poder leer algo que había sido escrito en una máquina de escribir y ubicarme en ese tiempo y espacio. Y también imaginarme cómo ese tipo pasaba a un texto aquello que había espiado. Había una entrelínea muy poderosa, más allá de que lo escrito era muy poderoso. Ese primer contacto fue muy conmovedor y me quedé muy manija”.

—¿Cómo arrancaste con la investigación?

—Empecé a trabajar en conjunto con la CPM, con una amiga que trabaja ahí. Seguimos buscando un espacio en común de trabajo, nuevos ejes, y salió uno de espionaje en el fútbol. Me empecé a enloquecer por el material que había, entonces pensamos juntos qué ejes podían encontrarse, y así el libro comenzó a revelarse. Algunos casos salieron como artículos en Página/12, que después modifiqué para el libro, pero todo el material se fue constituyendo en un libro. Casi que el material me exigió transformarlo en un libro, no solo por la cantidad, sino para que quede todo junto y pueda ser consultado. Es la primera vez en la historia argentina que se pone al servicio público material de un organismo de inteligencia. Cualquiera puede ir a consultar material de la DIPPBA, después de un proceso administrativo bastante largo y pedir permiso, algunos materiales –sobre todo, de la última dictadura- se necesita la intermediación de un juez.

—Durante la investigación, ¿cuáles hechos en que estuvo implicada la DIPPBA te sorprendieron más?

—Por un lado, me sorprendieron todos, aunque publiqué algunos, porque hubo una especie de filtro para tratar de que todos los capítulos sean poderosos o que despierten algo, sabiendo que estamos hablando de algo que parece cinematográfico, pero que no lo es. Hubo una condición: que todo capítulo tenía que ser interesante. Algunos, casi en un cien por cien, apoyados por lo que decían esos documentos, y en otros lo que les da más impacto es la contextualización o un análisis de lo escrito.

Juan-Ignacio-Provendola-el-ojo-que-espia-libro-sudetada-05

Por ejemplo, el legajo de Mercedes Sosa sobre la vez que la detuvieron en un boliche de La Plata, un hecho que terminó con ella casi obligada a exiliarse. En ese entonces, el Partido Comunista, al que ella pertenecía, le venía sugiriendo que se fuera, ya había recibido advertencias de la Triple A, pero ella no tomaba noción hasta esa noche en La Plata. El material al que tuve acceso no decía nada que no se supiera, cualquier fanático de Mercedes Sosa o cualquiera que haya leído sobre ella y, sobre todo, los que fueron a ese recital, sabían lo que había pasado. Ahora, en esa lectura fina que uno tiene que hacer cuando el documento no dice demasiado, o volver a leerlo, o abandonarlo y leerlo un mes después -porque, pasado ese mes, estás con otro humor, con otra tensión, con otra atención-, en esa relectura que hice, encontré que había una simple contradicción entre un documento que decía que habían recibido una llamada en el momento en que Mercedes Sosa hacía ese recital. Una llamada de alguien anónimo, que decía que cantaban canciones subversivas. Me resultaba raro que, en 1978, alguien que está en una peña pida un teléfono y denuncie que hay alguien cantado mensajes subversivos mientras la gente lo escucha. Pero hay otro documento, fechado el mismo día, que dice que agentes de inteligencia habían ido al lugar durante la tarde, horas antes del show de Mercedes Sosa. Esa contradicción me demuestra que ni siquiera ellos se ponían de acuerdo con el discurso y dejaba bien en claro que ya la esperaban a Mercedes Sosa en La Plata con la intención de engayolarla.

—¿Y qué casos o hechos te conmovieron?

—Lo que más me conmovió e impactó es el capítulo sobre los vuelos de la muerte, teniendo en cuenta que nací y me críe en Villa Gesell. Viví hasta los 18 años y después me fui a Buenos Aires. Jamás había escuchado sobre la aparición de cuerpos en las playas. Recién fue Adolfo Scilingo quien, a mediados de 1990, empezó a hablar de los vuelos de la muerte. Hasta ese entonces, era algo que ni siquiera había sido condenado como delito de lesa humanidad. Cuando Scilingo lo hace público, ahí se comienza a destapar. Recién en 2007, y una vez que se abren estos documentos, y se derogaron las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y los indultos, y se reabrieron causas que habían quedado a medio camino, o silenciadas por las dos primeras leyes, se empodera y empieza a muñirse de herramientas el Equipo Argentino de Antropología Forense, que, en 2007, empieza a moverse en cementerios de la zona de la costa atlántica, sobre todo, de los balnearios que están al norte de Mar del Plata, desde la Bahía de Samborombón hasta Villa Gesell, que es donde aparecían los cuerpos. Esas son las localidades balnearias más cercanas al final del Río de La Plata. Recién ahí supe que, en la ciudad en que nací y me crié, habían aparecido cadáveres en las costas, casi diez años después de que me fuera de Gesell, gracias a que el Equipo de Antropología Forense fue encontrando y desenterrando cuerpos NN, y pudo averiguar y comprobar que eran víctimas de vuelos de la muerte. Entre ellos, varias Madres de Plaza de Mayo.

Juan-Ignacio-Provendola-el-ojo-que-espia-libro-sudetada-03

Muchos de estos cuerpos, como el de Mary Ponce o Azucena Villaflor, aparecieron en la costa atlántica, y habían sido enterradas como NN en distintos cementerios, mayormente en el de Lavalle, que está cerca de San Clemente, y en menor medida en el Madariaga, que está cerca de Pinamar, y en el de Villa Gesell. Eso fue lo que más me conmovió. En los mismos textos de inteligencia, te podés dar cuenta del miedo que les das. Hay un texto de un comisario de Chascomus, que es el primero que manda un documento a la central de la DIPPBA, hablando sobre la aparición de cuerpos, escribiendo todo en mayúscula. Se nota la ansiedad del tipo en el texto, casi que podía oírlo. Y automáticamente le contestan de la central de la DIPPBA con un montón de exigencias, que traten de hacer pericias, que averigüen cómo habían aparecido esos cuerpos. Desde la DIPPBA, comienzan a asustarse, porque se dan cuenta que probablemente eran cuerpos que habían sido tirados de aviones con el propósito de que no aparecieran nunca más. Sin embargo, esos cuerpos reaparecen por acción del mar.

—¿Cómo definirías el funcionamiento de la DIPPBA durante toda su existencia?

—Creo que tuvo varias etapas. Tengamos en cuenta que la DIPPBA es un emergente de la Revolución Libertadora, del golpe contra Perón y de la necesidad no sólo de proscribir, sino de perseguir a cualquier militante del peronismo, o cualquier divulgación de esa expresión política. Así es como comienza, lo que demuestra que, de entrada, la manzana estaba podrida, porque generalmente los organismos de inteligencia estatales están para prevenir atentados contra la seguridad pública, perseguir delitos graves, desbaratar bandas delictivas, más cerca en el tiempo para combatir el narcotráfico, o encontrar y desarmar bandas de trata de blanca. De eso se trata el espionaje en su máxima dimensión.


Cuando hablamos de la DIPPBA, lo hacemos sobre un organismo de inteligencia a gran escala, teniendo en cuenta que era el instrumento de espionaje de la policía provincial más importante del país. Pero la DIPPBA ya comienza contaminada. Después, con el tiempo, y con los distintos cambios de regímenes políticos, se fue acomodando según las necesidades políticas del momento. Finalmente, se convierte en un arma de persecución política y llega a su punto más espeso durante la última dictadura. Lo reconoció el propio Ramón Camps, el jefe de la policía bonaerense en la dictadura, en uno de los juicios a los que fue sometido. Dijo que la DIPPBA fue fundamental para la guerra contra la subversión, así la calificó.


Su funcionamiento siempre tenía que ver con las necesidades de persecución política más que poder anticiparse a algún delito de orden público, que, de hecho, nunca pudo hacer. Después, según los gobiernos y los momentos históricos, tuvo más o menos herramientas o financiamiento, y terminó casi tristemente. Los documentos sobre episodios ocurridos durante la década de 1990 fueron confeccionados, más que nada, con recortes de diario. Ni siquiera hubo un trabajo de espionaje fino y exhaustivo. Casi que los espías se tiraron a vagos y preferían comprar diarios y perseguir a los periodistas que hablaban de operativos policiales.

Juan-Ignacio-Provendola-el-ojo-que-espia-libro-sudetada-04Más allá de que hubo excepciones y casos muy crudos, por ejemplo, con Rosa Bru, la madre de Miguel Bru. La DIPPBA tiene el video de unos muchachos que se presentaban como periodistas de un medio universitario para entrevistarla, pero eran dos espías que entraron a su casa, la filmaron, le hicieron un montón de preguntas cuyas respuestas servían para tareas de espionaje. Cuando leí ese documento, fue justo la desaparición de Santiago Maldonado. El tiempo demostró cosas similares en ambos casos: espías pinchando los teléfonos de la familia Maldonado. Con Miguel Bru, los medios hegemónicos daban espacios a las teorías de que se había escapado con una novia, que es lo mismo que decían de Santiago Maldonado. Hay un patrón de espionaje muy interesante, que ojalá que quienes están en la causa por el espionaje a la familia Maldonado tomen este dato en cuenta, porque es muy importante.

—¿Un organismo como la DIPPBA tiene también la función de generar cierta paranoia social?

—Diría que sí, pero no solamente eso. También tenía la función de dar data falsa a los medios. En el capítulo sobre fútbol, se cuenta una serie de hechos que se produjeron en la semana posterior a la asunción de Raúl Alfonsín, cuando volvió la democracia. En ese momento, se inaugura el término “barra brava” y, vaya casualidad, se da en partidos disputados en la provincia de Buenos Aires. Es una serie de hechos muy violentos, donde interviene la policía y, según la misma policía, para disuadir a los violentos. Pero es la policía la que provoca los desmanes con su acción represiva. Era evidente que la policía quería demostrar que se habían ido los militares, pero ellos no, que seguían –y siguen- manteniendo su poder de represión. Solo basta que un secretario o secretaria de Seguridad animen a ir adelante para que ellos lo hagan.

Todos los medios empiezan a publicar sobre barrabravas y se genera una paranoia en la sociedad de que el espectáculo del fútbol era un espacio donde corría peligro la vida, por culpa de los hinchas, los barrabravas o los “violentos de siempre”, cuando, en realidad, era la policía la que propiciaba esto. En cierto punto, la policía generó una paranoia al decir que se fueron los militares, pero que había que tener cuidado porque hay un peligro de anarquía y de desorden social. En ese sentido, la DIPPBA fue muy importante, porque justamente se puso a indagar qué cobertura hacían los medios, cómo los medios intelectualizaban los hechos de violencia que se daban en las tribunas. Y después recopilaban lo que comentaban los comisarios de la policía bonaerense sobre lo que había pasado. Esa es una pelea por el sentido, porque esencialmente el espionaje es una discusión sobre el sentido, por definir quiénes son los buenos y los malos.

Juan-Ignacio-Provendola-el-ojo-que-espia-libro-sudetada-01

*Por Leandro Albani para La tinta.

Palabras claves: Abuso policial, Buenos Aires, Dictadura Cívico-Militar, DIPPBA, Espionaje, Miguel Bru, policía bonaerense

Compartir: